martes, 24 de mayo de 2022

El criminal

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

El juicio y condena a cadena perpetua a un soldado ruso de 21 años, un sargento, por crímenes de guerra es parte de la guerra de símbolos, otro nivel del conflicto. Todas las guerras tienen varias capas, las que van de la violencia real a la simbólica, del hecho a sus representaciones. Las guerras han tenido siempre esos extremos que van de la poesía épica al cuerpo desgarrado en la cuneta, del bombardeo al canto.

El juicio al sargento atrapado se hace en mitad del conflicto y tiene mucho de desafío puesto no solo se trata de hacer justicia sino de minar la moral del enemigo y de mostrar una imagen más allá de la resistencia, que es el que se ha estado mostrando hasta el momento.

En RTVE.es leemos sobre los hechos que han llevado al militar ruso al banquillo:

Tras un ataque del ejército ucraniano, la columna de la que formaba parte se desbarató y el sargento de la unidad 32010 de la cuarta división acorazada de la Guardia Kantemirovskaya de la región de Moscú huía en un vehículo civil tomado por la fuerza con otros cuatro soldados, cuando disparó a su víctima.

Según el relato del fiscal, al llegar a Chupajivka, se encontraron con el ciclista, que iba hablando por teléfono, y Shishimarin le disparó a la cabeza con una ametralladora para evitar que les delatara a las tropas ucranianas. El militar fue capturado y el 4 de mayo el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) publicó un vídeo en el que confesaba haber disparado contra un civil.

El pasado jueves, Shishimarin pidió perdón a la viuda de su víctima durante la sesión del juicio que se ha celebrado en Kiev.*

El episodio que se nos cuenta es de un asesinato en plena huida, un crimen por miedo. El cruce con el civil que hablaba por teléfono despierta el segundo episodio de terror, a la huida se le suma el miedo a ser descubiertos y denunciados. El recurso es la muerte del civil.

La imagen de Shishimarin resume el sinsentido de la guerra contra Ucrania y abre diferentes frentes simbólicos tras los hechos. El primero es, como señalamos, un crimen por miedo. El segundo, que está destinado directamente al pueblo ruso, es la edad del condenado. Lo que la imagen nos muestra es un abatido joven, de rostro aniñado, paralizado por la situación, convertido en criminal de guerra y con toda una vida por delante encarcelado. El caso —imagino que habrá otros posibles— trata de mostrar lo que Putin no quería mostrar, el rostro de la derrota, por un lado, y el patetismo de los jóvenes enviados a luchar a un país vecino que ha perdido el contacto con sus tropas y se revuelve matando a un civil indefenso.

Se ha especulado en varias ocasiones sobre los soldados enviados por Putin a una guerra que iba a durar unos días y que cumple hoy su tercer mes, con apenas bajas reconocidas, pero con imágenes de cadáveres en calles y fosas comunes, con edificios, manzanas enteras, pueblos enteros destruidos, pulverizados por bombardeos. Se descubren los efectos de la crueldad, del caos de un ejército construidos por los soldados jóvenes lanzados a lo que iba a ser un desfile y se ha convertido en otra cosa para la que la mayoría no están preparados psíquica o militarmente. El episodio con Shishimarin es una prueba de ambas cosas.

Dice la noticia que ha pedido perdón a la viuda que ha dejado. Podría haber parado y roto el teléfono, pero eligió lo que su miedo le dictó, acribillar al que tenía delante. Hoy lo vemos dentro de una celda de cristal, con la frente apoyada en la pared y la mirada perdida. La fotografía reproduce el reflejo duplicado de su rostro, potenciando el simbolismo del miedo, del abandono que vemos en su mirada muerta.

La imagen sintetiza muchos de los errores de cálculo de Vladimir Putin, el criminal tras los criminales al pie del campo de batalla. Es él el que ha organizado un caos en nombre de la "seguridad" del que Rusia, en el mejor de los casos, tardará décadas en recobrarse, si es que lo hace. Putin, cuya mirada habitual es el reverso de la que vemos en el soldado condenado, ese perdido en sí mismo Shishimarin.

En una guerra de símbolos Putin necesitará contrarrestar lo que la condena supone. No va a dejar que esa sea la imagen circulante del ejército ruso, por lo que buscarán una respuesta. Algo que se puede traducir, por ejemplo, en un juicio como criminales de los ahora rendidos soldados de Mariúpol. Allí encontrará Putin la justificación de la "operación espacial" en Ucrania para "liberarla" de los neonazis. Pero no creo que eso, pensado para justificarse, logre paliar la imagen patética mostrada, que hará pensar a muchas familias rusas sobre el destino de sus propios hijos, mandados a un frente del que muchos no regresan y del que tienen muy pocas noticias.

Hoy se ha juzgado a Vadim Shishimarin como criminal de guerra. Es el anticipo del que quizá nunca pueda celebrarse, el que siente a Vladimir Putin en el banquillo. En el de las relaciones internacionales, Putin ya ha sido condenado, arrastrando a Rusia con él. 

La condena es un mensaje claro que tendrá respuesta rusa. Pero cuanto más se aleje Putin de la realidad más complicado lo tendrá después.

 

* "Un tribunal condena a cadena perpetua a un militar ruso en el primer juicio por crímenes de guerra en Ucrania" RTVE.es 23/05/2022 https://www.rtve.es/noticias/20220523/sentencia-soldado-ruso-crimenes-guerra-ucrania/2350780.shtml

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