Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Debo
confesar que la muerte de dos turistas por sendas estupideces me ha dejado
bastante perplejo en Baleares. Las muertes han sido, como habrán visto, por
caerse desde un séptimo piso haciendo eso que llaman "balconing",
una; la otra ha sido por hacer un salto desde un acantilado y no llegar al
agua.
Pero me
han sorprendido más las entrevistas a dos expertos entrevistados. Uno de ellos
hizo una larga disertación sobre cómo el alcohol nos hace sentirnos inmortales y capaces de todo y cómo lo
que hace en realidad es reducir nuestras capacidades. El otro experto iba más
por la metafísica del asunto, presentando el caso como una confluencia entre
deseo y ocasión, es decir, las ganas de tirarse desde un acantilado y le
acantilado mismo. La deducción informativa era que las vacaciones fueron responsables siguiendo el razonamiento implícito:
si no vas al mar no hay acantilado y sin acantilado no te puedes tirar al mar.
Todo muy complejo y elaborado, todo dicho desde la seriedad en respuesta a la
inquietante pregunta de por qué la gente hace idioteces que les cuestan la
vida.
Es una gran pregunta, desde luego. No creo que haya teóricos de la estupidez humana que hayan acabado de resolverlo. Para evitar este hueco, los humanos hemos inventado conceptos y teorías, tales como el "destino", "fatalidad" o incluso la casualidad selectiva, que está todavía formulándose. La de la estupidez es una teoría que se nos resiste pese a la abundancia histórica de casos.
La
tercera intervención televisiva fue la respuesta de las autoridades políticas
autonómicas que fue rotunda en sus declaraciones en lengua balear: "¡No
queremos turismo de excesos! Hay que transmitirlo hacia fuera para que no
vengan", vino a decir con total claridad y firmeza. No sé las
repercusiones que tendrá en los países de procedencia.
Pese a
la contundencia de la consejera balear, es difícil que se cumpla eso. Hay cosas
que no se acaban de ver. Por ejemplo, no me imagino una campaña internacional
con vallas, pegatinas, etc. con el lema "Absténgase idiotas" o con
"Si calculas mal, no vengas". Tampoco me imagino contestando
encuestas en la frontera sobre "si está usted al borde de un acantilado que
hace: (1) espero la puesta de sol (2) me hago un selfie (3) me lanzo al agua
(4) tengo vértigo y me alejo. Marque lo que proceda".
La etiqueta de la estupidez como "turismo de excesos" me parece poco esclarecedora porque el exceso no está en tirarse sino en beber y montar escándalos. Sin duda, hay muchas probabilidades que el que cayó haciendo balconing llevaba lo suyo encima y era jaleado por otros desde abajo. Tengo mis dudas en que el señor del acantilado fuera un caso similar. El alcohol solo explica una parte.
La etiqueta "turismo de excesos" no es más que una excusa que ponen la autoridades (a veces los vecinos) para quejarse con la boca chica de lo que luego añoran cuando les falta. Lo cierto es que un país con un bar por cada 170 habitantes, como es nuestro caso, es irónico (por no decir otra cosa) que nos quejemos de algunas de sus consecuencias. A lo mejor pretenden que se pase del alcohol al agua mineral o al descafeinado, algo que merecería otra campaña institucional balear.
Los expertos han hablado del alcohol, de la ocasión que se aprovecha, del "efecto vacaciones", etc. La Consejera también ha sido clara rechazado a las personas que tienden a tirarse al vacío fuera de su casa. ¿Por qué no se tiran en sus propios espacios turísticos? A veces hablamos de "imprudencias", pero no es más que un eufemismo.
Un factor clave de la estupidez suele ser la imitación. Cada muerto caído de
terraza o acantilado llama la atención, en algún punto lejano o cercano, de
alguien que quiere demostrar que es más listo que el que cayó. En alguna parte
de su cerebro anida esa idea que le reta en su interior de forma constante.
Algunos logran vencerla, pero otros se dejan llevar por el deseo de demostrar
que el otro lo hizo mal y que ellos lo harán mejor. Los "premios Darwin" anuales a la estupidez lo consideran una forma natural de cortar los linajes estúpidos. Los prudentes sobreviven.
Si la imitación es clave, el papel de los medios es importante. Pero nadie va a renunciar a fotos y vídeos que nos muestran con todo detalle salto y caída. Los medios viven cada vez más de estas aportaciones sociales de vídeos al pie de la noticia. Pero a más de uno le salta la neurona tonta en el cerebro, "¡eso lo hago yo!".
Una
cosa que se aprende con el tiempo y la experiencia es que no hay que dedicarle
mucho tiempo a explicar las estupideces. Ninguna teoría sobre ella va a lograr
que haya un idiota menos en el mundo. Existen, están entre nosotros, ansiosos
por demostrarnos de lo que son capaces.
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