Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No sé
si los políticos españoles tienen una perspectiva real de la propia política
española. Quizá viven dentro de un universo cerrado al que los demás accedemos
como el que va de visita a un acuario y se pasea por entre pirañas y tiburones.
Uno de
los fenómenos de mayor distorsión es la duración de los "casos".
Cualquier cosa negativa para un partido se estira en el tiempo, ya sea por la
insistencia y fijación de los rivales o por la aparición en forma de goteo de
"novedades".
Cualquier
político recién llegado se encuentra con la herencia dejada por sus
predecesores o con la aparición de novedades, como ocurre ahora con los nuevos
"audios" que afectan al caso de los "papeles de Bárcenas" y
que debería, por el paso del tiempo, llamarse "los papiros de
Bárcenas", ya que la ironía es la única fórmula para sobrevivir a esta
falta de jubilación en la política. Los políticos se van, pero regresan en forma
de audios, vídeos o fotografía para solaz de los medios y los rivales.
A esto
hay que añadir la lentitud de la Justicia española y la reapertura de casos
cerrados, si se tercia, debido a la aparición de nuevos datos y documentos.
Ayer consideraban en una tertulia televisiva que era "altamente
improbable" que se reabriera la causa contra María Dolores de Cospedal por
los nuevos diálogos sacados a la luz que muestran que sí tenía algo que ver
donde antes se aseguraba que no tenía nada que ver.
¿Nos
asombramos de lo de Pegasus? La política española, en todos los niveles, lleva
utilizando esto de los "audios" sin rasgarse las vestiduras. Muy mala
escuela esta del espionaje.
En el
diario El País se han apuntado al culebrón del espía y llevan a su primera
página digital lo siguiente:
Guía para no
perderse en los audios de la corrupción
J. A. R.|Madrid
Quiénes eran, qué hicieron y dónde están
ahora las personas grabadas por el comisario jubilado mientras le pedían
favores.
No sé
si es ironía o si han decidido con toda naturalidad apuntarse a este rollo de
las escuchas convirtiéndose en pieza final de la salida de las cloacas de este
personaje, ese señor que se oculta tras una cartera y se llama Villarejo. Pero
todo por una buena filtración, una buena escucha que caliente el ya caliente y fétido panorama político español.
No seré
yo el que diga que no se debe llegar al final de todo, pero esto es algo más:
es una guerra programada paso a paso que está distorsionando nuestra vida
política, necesitada de una amplia regeneración, sí, pero también de un cambio
de estilo que vaya hacia algo que podamos llamar, con mejor fortuna,
"nueva normalidad" política.
Cada
promoción política deja a sus continuadores su legado de escándalos que se
recicla sin saber muy bien cuál es su contenedor. Pero el hecho es que
adquieren nueva vida aprovechándose casi al ciento por ciento. ¡Ni el vidrio!
Da
igual que llegues inmaculado y lleno de buenas ideas. En tu primera rueda de
prensa te preguntarás por personas que no conociste de las que acaba de salir
un audio, un video o una foto comprometedora. Inmediatamente todos los
opositores políticos pondrán en marcha a sus gabinetes y estrategas para
estudiar cómo pueden rentabilizar en viejo escándalo.
En
otros países (aquí también se ha hecho) han tirado a la basura los viejos
nombres y estructuras, creando nuevas formaciones y alianzas para tratar de
borrar las responsabilidades anteriores, las pertenencias a grupos. Es como la
estrategia del calamar emborronando a los que le siguen. Con los partidos
pequeños es más fácil y pasan a tener un pasado sin imagen definida. Pero para
los partidos con nombre estable, no es fácil desprenderse de caras y hechos
escandalosos. Les persiguen como sabuesos.
Lo de
la "Guía" del quién es quién lanzada por El País no deja de ser un eficaz golpe de efecto. Los medios tienen
ya sus especialistas en estos culebrones políticos. Me imagino que, según la
tendencia del medio, se van especializando en sus alcantarillas particulares,
filtrando escuchas de unos y no de otros, segmentando el mercado y dando a su
público lo que les piden.
Puede
que todo esto venda algo, que se le saque algún provecho político. Lo malo es
que vuelve a liberar a los políticos de detener ideas positivas para el
gobierno. El 90% de los mensajes políticos se dedican a crucificar al rival. No
hace falta para esto tener ideas o ser brillante. Basta con un poco de descaro
e ingenio, con levantar una ceja o cualquier otro gesto. Después, lo que han
hecho o hicieron uno o varios se lanza contra el ventilador y se extiende a
todos. Todos son hijos del mismo escándalo y los pecados pasan de padres a
hijos, de madres a hijas o como ustedes prefieran.
Esto de
los escándalos dura demasiado, es monótono, repetitivo. No conseguimos levantar
cabeza de los errores cometidos porque da igual que las personas se cambien. Los partidos son la esencia, lo que no cambia, en esta curiosa
genética. ¡Investiguen, sí, pero acaben de una vez con las mismas historias una y otra vez, de los EREs a los "papeles"! ¡Cambien el disco! Pasemos página en tantas cosas atascadas que nos impiden las grandes y necesarias preguntas sobre el futuro, lo que queremos, lo que se puede ofrecer.
El
estudio del CIS que comentamos hace unos días daba unas cifras apabullantes
sobre la necesidad de acuerdos y no esto. ¿Por qué se mantiene entonces? La
explicación la daba un experto hace unos días, cuando llegan las elecciones
saben tocar la fibra sensible, el corazoncito, el "¡Santiago y cierra
España!" particular de cada uno. Entonces, un porcentaje vota para que
otros no ganen, otros porque lo han hecho siempre. Pero, por mucha bandera que
se agite, mucho canto que se entone..., queda un sabor agridulce cuando se pasan
los efectos de la euforia programada.
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