Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En esto
del espionaje estamos bastante confusos, la verdad sea dicha. Cada uno tiene el
suyo y quiere darle prioridad, pero es tapado por el nuevo caso. Por ahora,
está claro el de los independentistas que lo exhiben entre indignados y
orgullosos. A ellos se les ha reconocido oficialmente en la Comisión de
Secretos oficiales, que no ha sido necesario espiar porque estaban en jornada
de puertas abiertas, a lo que parece.
A sus
señorías les ha faltado tiempo para difundir lo que estaban comprometidos a
callar por la naturaleza del evento. ¡Lástima de dos millones de euros de
Pegasus, quienes se los hayan gastado para espiar en España! Basta con decir
que es secreto para que todos larguen
gustosos. ¡País de bocazas, aquí si no lo cuentas revientas! ¡Ahora ya sabemos
por qué no se reunía la comisión de Secretos!
Recordemos
que esto de la fiebre del espionaje empezó con Pablo Casado (¿se acuerdan de
Casado?) a Díaz Ayuso y a un hermano bien informado. La presidenta madrileña de
todos los españoles, azote de todo lo que no sea ella misma, se revolvió
furiosa ante la idea de que la hubieran espiado. Entonces lo llamaban unos
"investigar" y otros "espionaje", una palabra mucho más fea
y que cuenta con una bonita tradición novelesca y cinematográfica. "Espías o investigas", se dirá pronto.
Luego
pasamos a los independentistas indignados porque se les espíe, ¡a ellos que,
como diría Rufián, son el sostén de España! No sé si son el sostén de España,
pero desde luego lo son del gobierno y eso, como la "muerte" de
Sergio Leone, tiene un precio. A los blanqueados, pero quejumbrosos, independentistas les ha asombrado ser "investigados" o
"espiados", según la versión. Y a margarita Robles, a la que querían
acogotar como ministra de Defensa (¡qué gran proeza simbólica sería hacer caer a la
Ministra de Defensa española!) se le escapó eso ahora políticamente incorrecto de
decir que espiar o investigar a unos señores y señoras (aquí sí que hay que
repartir) que quieren acabar con España, que realizan actividades dentro y
fuera contra el Estado español, que convocan actos ilegales, como referéndums
para separarse, manifestaciones contra las instituciones, etc. es normal que se
les tenga vigilados para saber cuál es la próxima barrabasada que se les
ocurre. Pero la fantasía teatral de la política española es tan disparatada ya
que cualquier cosa puede ocurrir. Y ocurre cuando un gobierno de España tiene
que apoyarse en grupos que no están interesados precisamente en su progreso y
armonía. Ocurre igualmente cuando un gobierno tiene como "socios" a
un partido que es el primero en desmarcarse de lo que hace el gobierno con un
"yo no he sido" tratando de evitar perder votos y con un "he
sido yo" cuando quiere ganarlos, siempre en detrimento del partido
mayoritario, el PSOE. Da igual que Podemos se vaya hundiendo en cada elección,
tratará de hacer todo el daño posible antes de que se anuncie el fin de la
legislatura. Saben que no volverán a tener la oportunidad de ocupar un
ministerio ni ir en coche oficial.
El giro
de guion salta cuando el protagonismo de los espiaditos independentistas se
pierde al anunciar los acusados que han sido espiados por Pegasus, algo que
provoca una oleada de euforia informativa. ¿Qué es Pegasus? ¿Quién
está detrás? ¿Quién se ha gastado dos millones de euros para espiar a nuestros
dirigentes? Los independentistas se indignan ante esta pérdida de protagonismo
y se enfadan más. Tratan de recuperar el protagonismo al meterlos en la
Comisión de Secretos Oficiales porque, incapaces de decapitar a la ministra Margarita
Robles, que se ha defendido bravamente, se lanzan ahora a por la cabeza de la
directora del CNI, una pieza de menor rango, pero que puede ser paseada por las
calles autonómicas rebeldes en una pica y más ahora que ya se puede salir sin
mascarillas y se percibe mejor la satisfacción que produce.
Dura
poco la dicha en la casa del espiado porque pronto surgen escándalos europeos.
Ahora Europa quiere prohibir el uso de Pegasus, algo complicado porque no
admiten devoluciones para los que se hayan gastado esos dos millones que nos
dicen que cuesta. ¿Bajarán los precios ante la falta de demanda? No lo sabemos.
Estamos
en un mundo extraño, globalizado y donde espiar a tus socios es más importante
que espiar a tus enemigos. Hemos vuelto a un clima de Guerra Fría, mucho
espionaje y guerra sucia, ahora también ampliada como "guerra
híbrida". Ya comentamos hace unos días cómo Obama había tenido que pedir
perdón a Angela Merkel y a otros socios y aliados por haber sido espiados. La
diferencia puede que esté en las disculpas. Con los amigos, te disculpas, sí,
pero espías a todos; con los enemigos es ya otra cosa.
Lo malo
no viene del espionaje en sí. Los independentistas y demás pueden rasgarse las
vestiduras ahora que llega el buen tiempo. El problema real en todo esto son
las relaciones con Marruecos, si efectivamente han estado espiando al gobierno
español. Desde el punto de vista de Marruecos, el espionaje tiene sentido dada
la posición de distanciamiento de entonces. Lo que complica un poco las cosas es lo que se
ha hecho después de ser espiados, es decir, el giro amistoso y el alejamiento
del Sáhara y Argelia, que será quien nos deba espiar ahora, siguiendo la lógica
anterior.
Lo
sorprendentemente viene de la preocupación por el "cómo" en vez de
por el "quién". A lo mejor resulta muy complicado entender por qué
nuestro presidente y ministros están tan seguros de que es imposible rastrear
el origen del espionaje y solo les preocupa el "cómo", es decir, el
estado de la ciberseguridad. Si todo el mundo espía a todo el mundo lo importante
es tener un móvil seguro, controlado. Eso ha hecho que, de nuevo, se monte una
disputa entre ministerios para saber quién tiene la responsabilidad de mantener seguro lo
que dicen el presidente y la ministra de Defensa (¡y vaya usted a saber quién más!), que no acabe en cualquier carpeta, sobre unos miles de mesas repartidas por todo el
mundo.
El País 5/05/2022 |
Lo
bochornoso, aunque esperado, es que una vez que han entrado en la Comisión de
Secretos, lo dicho allí ha pasado a ser chismorreo.
Esto da cuenta de lo que hay y explica por qué estaban fuera. La idea era entrar y seguir pidiendo cabezas, que es lo suyo. Una vez dentro de la Comisión se
trata de hundirla, de mostrarla como algo vacío, teatral, en donde la verdad no
se cuenta, alimentando así, una vez más, lo de las "cloacas del
estado", que siempre es muy socorrido. Ellos son siempre las víctimas del estado depredador.
Del
debate de la responsabilidad del espionaje al debate gubernamental sobre la responsabilidad
de quién tiene que cuidar de los teléfonos. Esto no tiene cura. Es un eterno gag político contado de diferentes formas; algo serio que se transforma en bufo. Es el tono ambiental y eso solo favorece el distanciamiento de algo que debería preocuparnos y, por contra, el temor por aquello que realmente nos preocupa hoy, de la inflación a la guerra, de la crisis de las materias primas a la del transporte. Todo queda oculto bajo el ruido constante de las disputas.
La secuencia "Díaz Ayuso, independentistas, gobierno y Europa" es interesante porque nos muestra que se sepa o no sepa, por lo público o por lo privado, barato o caro, amigo, socio o enemigo, nacional o internacional, etc. parece que el espionaje, en cualquiera de sus variables (telefónica, cibernética, postal, etc.) está aquí para quedarse y seguir haciendo ruido.
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