miércoles, 1 de septiembre de 2021

Sigo sin entenderlo

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Este es un país cada día más raro. Pese al tiempo transcurrido, pese a la aparición en los telediarios de todo tipo de expertos y demás, no he conseguido enterarme de porqué sube la luz. Escucho muchas explicaciones de por qué no se puede bajar o intervenir, pero no escucho ninguna explicación de por qué sube. Y me gustaría saber con claridad suficiente cuál es la causa real de la subida, cosa que nadie me nos ha dado hasta el momento, ni miembros del gobierno (que explican por qué no intervienen), ni miembros de la oposición (que exigen que intervengan, pero sin explicar cómo) y sobre todo, las grandes compañías, el "quinteto de la muerte", que tampoco explican pero lo aplican sin piedad. Por el mismo motivo, me sorprenden mucho que, sin explicar las causas, todos sean capaces de augurar que el precio seguirá subiendo, algunos dicen que hasta primeros de año y otros que hasta 2023. Tampoco explican cómo hacen estos cálculos, si suman peras y manzanas o qué tipo de bola de cristal, simulador informático, etc. usa para sus predicciones.

Puede que, como suelen hacer con frecuencia, los expertos jueguen a hacer ver que no solo "saben", sino que "saben demasiado", es decir, a hacerse los interesantes. Creo, sinceramente, que no tienen ni idea y cuando nos dicen en titulares, como ayer ocurrió, que nos lo van a explicar, se acaba produciendo una gran decepción después de escucharles. No han explicado nada, no saben nada.


Un día una ministra le echa la culpa a Putin, aunque le compremos gas a Argelia y Marruecos, a los que nadie menciona; otros, dicen, porque además del gas, sube el agua. Otro día vemos que están vaciando los pantanos, dejando a los bañistas sin baño, a los navegantes sin superficie acuática y a las vacas con los pastos secos. Nos sabemos bien qué ha pasado con ese agua que no viene de Rusia ni de Marruecos o Argelia, donde puede que les haga falta... Sigo sin entenderlo.

No hay nada excepto una catástrofe natural o una manipulación oligopólica del mercado que explique o justifique una subida de cualquier bien en la proporción en que la energía eléctrica lo ha hecho. Es decir, algo que produce estos efectos tiene que ser claramente visible o intencionalmente oculto mediante camuflaje.

Después de leer a algunos sesudos economistas he llegado a una ley de hierro del sistema: los precios suben porque pueden subirlos. Es sencillo, pero lo explica en su sencillez evidente. Las grandes verdades son sencillas.



Mientras nadie dé una idea mejor sobre porqué esto ocurre, la única realidad posible es la humana, es decir: al igual que la banca, al concentrarse, ya no necesita competir, sino pactar (de vez en cuando les pillan y les ponen multas. Cuando el marcado está muy fragmentado y hay muchas empresas, estas compiten; pero cuando solo hay cinco compañías, estas pactan para evitar bajar y así ganar todas subiendo. No es la primera vez que pasa en estos grandes sectores. La concentración se vuelve contra el mercado y se busca ganar todo lo que se pueda ganar.

Los anuncios de que se había producido una enorme cantidad de ahorro durante la pandemia, ha disparado las expectativas de los más poderosos en nuestra sociedad: bancos (ya concentrados y pactando las subidas de las comisiones) y las compañías energéticas, que han decidido "europeizarse". Por eso los medios nos dan extrañas informaciones sobre los precios en otros países "ricos" donde las tarifas son similares, como si fuera una maniobra de distracción, pasa en todas partes.



Las compañías, a falta de alguna explicación coherente, suben los precios porque pueden subirlos y el gobierno (una parte) ha declarado incomprensiblemente que no puede frenarlos. Digo incompresiblemente porque muchas veces declararte vencido no es la mejor estrategia y es lo que ha hecho el ejecutivo. De esta forma, hagan lo que hagan, aunque sea mínimo, será contemplado como un gran esfuerzo, como una batalla de David contra Goliat. Las compañías, cuando vena que han tensado mucho la cuerda, bajarán un poco los precios y harán ver que es un gran sacrificio y las bendeciremos por ello.

Junto a la inutilidad de las medidas contra el COVID-19, derribadas como castillos de naipes por una judicatura tirando a rara, el precio de la luz es el segundo escándalo por impotencia que vivimos en este año horrendo.



2021 es el año de la "inutilidad". Todo esfuerzo es inútil, nos dicen, pretendiendo que aceptemos pasivamente todo lo que nos hagan. Esto está creando un profundo malestar social, indignación real, porque vemos que el estado y las instituciones ya no hacen, sino que se limitan a decir que no pueden o no se puede, las dos variantes paralelas de la inutilidad. ¿Han entendido nuestros políticos lo que significa decir "que no pueden" resolver problemas reales, algo que afecta al conjunto social, porque esto nos afecta a todos? Esta nos hace mirar la letra pequeña del "contrato social" porque, nosotros, sin haber hecho nada, nos encontramos como víctimas impotentes de la codicia de unos y de la falta de recursos, ideas, etc. de otros, los que se suponen que deben velar por nosotros.

Nos dicen que no se puede pedir a una persona encargada de una residencia de ancianos que se vacune, aunque muera media residencia. Es más, no se le puede preguntar siquiera si está vacunado porque se vulnera su derecho a la intimidad. No se puede sancionar  a los que incumplen lo que sí estaba regulado porque se han encargado de decir que no se puede cobrar una sanción porque se han declarado institucionales los toques de queda, por ejemplo. El resultado de esta impunidad absoluta la tenemos ya en estas batallas callejeras que se están produciendo, cada noche con más agresividad, en cada botellón. Seguimos sin entender nada.



El misterio de la energía eléctrica nos cuesta caro en la factura, pero eso es solo el principio. El precio de la energía ya ha conseguido una inflación del 3,3 por ciento, algo que no se veía. La llegada de septiembre, trasladará el precio de la luz a todo. De esta forma el consumidor de cualquier cosa verá como todos los precios se disparan a su alrededor. Eso se está trasladando ya al empleo, porque las empresas tendrán que reducir su personal al aumentar los costes y ver cómo se frenan sus ventas por el precio elevado en sus productos.

Cuando las compañías vean que la ubre de la vaca está seca, pondrán su mejor sonrisa. La pena es que a nosotros no nos quedará nada que festejar. Uno se pregunta, a la vista de todo esto, ¿cuál es la utilidad de los gobiernos, manifiesta y declaradamente, inútiles para resolver los problemas que nos crean? La energía no solo es un problema, sino una creadora de problemas porque encadena las crisis. Es lo que estamos viendo que empieza y el camino que nos queda por delante va a peor.



El mercado solo se salva cuando logra vencer la tentación de estrujar demasiado a la gallina de los huevos de oro, que somos nosotros, claro. Si la mata, se acabó el negocio.

Sigo esperando alguna explicación que me permita creer de nuevo en el sistema en que vivimos, algo que explique esto, por qué unos pueden subir sin límite, ganar sin límite, mientras que los que deben evitarlo no pueden hacerlos bajar. 

Echar la culpa a otros no nos exime de no controlar algo que está perjudicando al conjunto. Para da igual que sean virus o vatios. No pueden y ellos sabrán por qué.



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