Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los
resultados de las elecciones alemanas muestran una tendencia que parece darse
en otros lugares, como en España sin ir más lejos. Me refiero a la
fragmentación que evita dar mayorías y, por el contrario, hace ganar peso a los
más pequeños, que se vuelven exigentes al tener que contar con sus votos.
Por un
lado, algunos defienden que la fragmentación del electorado es una muestra de
"salud" democrática y de una mayor representatividad, al hacer que se
creen en cada convocatoria nuevos grupos y partidos, coaliciones de micro
partidos que se ponen un nombre ingenioso y se lanzan a la arena política a
disputar a los grandes los votos anteriores.
El
efecto sobre la política española lo tenemos ya más que experimentado: pequeños
grupos consiguen un gran poder al ser necesarios su votos para formar parte de
los gobiernos o para sacar adelante los presupuestos generales. Partidos con un
par de diputados consiguen un poder enorme si ese par de votos consiguen que
saquen adelante los proyectos. No es mi idea de la mejor
"representatividad" política: pocos votos, mucho poder. Tampoco es el
estado ideal de la democracia.
Por
mucho que se quiera explicar, la realidad es una y simple: mi valor es
exactamente el de tu necesidad. Es un sistema de presión que deja entrar en el
poder o en las grandes decisiones a grupos minoritarios o incluso de historial
democrático más que cuestionable entre algunas otras posibilidades.
Los fallos
de los grandes grupos han consolidado a los pequeños, que carecen de historia
y, por ello, de una fachada que les represente. Estos micro grupos se pueden
deshacen y refundar en cuanto no les salen las cosas como tenían previstas. Y
¿cuál es esa previsión? Sencillo: el desmoronamiento de los grandes,
desgastados por el mero ejercicio del poder, por un lado, y por la labor brutal
de desgaste en que se ha convertido el día a día de la política, una lucha sin
cuartel que ya no se centra en los periodos electorales, sino que usa toda la
legislatura como campaña.
En
RTVE.es se recogen las primeras valoraciones de los resultados alemanes
señalando la fragmentación política:
El semanario Der Spiegel constata que
"el resultado electoral pone patas arriba las relaciones de poder en
Berlín". "La era de los partidos populares ha terminado",
considera el periódico, y titula: "La nueva normalidad de Alemania".
El embajador de España en Berlín, Ricardo
Martínez Vázquez, destaca que la diversidad política y las dificultades que
conlleva para formar gobierno se han instalado definitivamente en la locomotora
de Europa. "Alemania ha entrado en el mundo líquido. Vamos a tardar en
tener una Alemania sólida", ha afirmado en RNE.
El embajador cree que la etapa que se abre
tras los comicios es delicada porque "va a depender de las ofertas que se
encuentren los dos partidos débiles [Verdes y liberales], los que tienen la
llave".
La gran
cuestión, desde luego, es cómo va afectar a Europa unas posibles coaliciones en
las que sean los pequeños los que realmente decidan. Gracias al compromiso de
no recurrir a la ultraderecha y demás grupos radicales, eso hace que los
pequeños, liberales y verdes esencialmente, no parezcan tener unas pretensiones
excesivas para participar en cada detalle.
No es
esto lo que ocurre en España, donde cada vez que un ministro de un sector dice
algo, los del otro grupo le desdicen y viceversa. Una Alemania a la española
sería una enorme desgracia para Europa, como lo está siendo para España esta
especie de control desde la sombra de los grupos minoritarios que ponen sus
condiciones, a veces con descaro. Aquí sí que hay radicalismo, lo que convierte
a la política en un movimiento en contra de las mayorías, ya que estas nunca
sacarán suficientes votos como para decidir políticas claras. Eso hace que se
desvirtúe el voto e, incluso, el hecho mismo de votar, ya que aquellos que
plantean sus programas saben que no los podrán llevar a cabo por la oposición
de las minorías dominantes.
Podemos
elaborar muchas teorías bonitas sobre el "contrapeso", el
"equilibrio", etc. pero estas funcionan mejor cuando son los grupos
más radicales los que se ven equilibrados por fuerzas más
moderadas. Pero si es lo contrario lo que ocurre, que una fuerza moderada tenga
que ceder a las presiones de socios más radicales, es entonces una forma de
imponer lo minoritario a los mayoritarios. Por eso es importante que las fuerzas de equilibrio están en un centro diversificad, matizado, y no tener que buscar en los extremos.
Eso tiene un segundo efecto nocivo: el desencanto. Son cada vez más los votantes que se ven desmotivados. Las bajas participaciones fortalecen a los más radicales, que tienen un voto más activo, por decirlo así, es decir, una mayor motivación. Acostumbrados a estar fuera del poder, sus programas tienden a ser utópicos porque nunca llegarán a realizarse. La utopía tiene mucho atractivo para los que están hartos de lo cotidiano. Ahora tienen posibilidades, cuando ha bajado la participación de los votantes moderados, de conseguir sacar adelante sus proyectos, que de otra forma no hubieran salido.
Muchos
países europeos se ven enfrentados a esta fragmentación. No es bueno para
Europa, que no puede depender de grupos que hacen del anti europeísmo sus ejes
para captar descontento. Hace muchos años advertimos aquí de las consecuencias
de echarle la culpa a Europa de nuestros
propios errores, del echar constante de balones fuera. Europa se resiente y
se resiente su unidad, algo peligros para todos, pues no podemos estar cuestionando
un proyecto de largo curso con cada elección europea o con comportamientos como
los de algunos países que buscan imitar a lo ocurrido en Gran Bretaña y cuyas
consecuencias ya están padeciendo los británicos.
Populismos,
secesionismos, ultra nacionalismos, etc. son los peligros que acechan a Europa en su andadura.
Parlamentos debilitados, gobiernos que necesitan hipotecarse para poder
mantenerse en el poder, etc. son las consecuencias de estas fragmentaciones que
nosotros padecemos en nuestra piel y que ahora vemos en Alemania, aunque de una
forma afortunadamente más moderada. Pero puede ser cuestión de tiempo que los
votos a los que tengan que recurrir para crear gobiernos no sean tan moderados y entonces veremos qué ocurre.
El proyecto europeo ¿está condenado a ser proyecto por su cambiante diversidad y la multiplicidad de focos? ¿Es posible una unidad real en algún momento, hacia la que podamos dirigirnos? El papel de Alemania en Europa es importante, una referencia, por lo que su estabilidad ejerce una buena influencia sobre el resto. Da miedo pensar en que el proyecto se tuerza si se llega a un punto crítico en el fraccionamiento de los gobiernos que integran Europa.
*
Miguel Charte "La mayor fragmentación política en Alemania da la llave de
la gobernabilidad a Verdes y Liberales" RTVE.es 27/09/2021
https://www.rtve.es/noticias/20210927/elecciones-alemania-mayor-fragmentacion-politica-alemania-da-llave-gobernabilidad-verdes-liberales/2175181.shtml
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