jueves, 23 de septiembre de 2021

Boris crece

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


No deja de ser una ironía que el primer ministro del país que inició la Revolución Industrial, el Reino Unido, sea quien lea la cartilla al mundo desde el escenario de  Naciones Unidas. Pero así ha sido. Boris Johnson se ha puesto "serio" y ha dicho cuatro verdades al resto del mundo. Joe Biden y Xi Jinping han hablado del cambio climático, pero el habitualmente histriónico Johnson ha decidido ir a la reflexión y a la advertencia al mundo.

Humanity needs to "grow up" and deal with the issue of climate change, British Prime Minister Boris Johnson told world leaders at the United Nations General Assembly in New York on Wednesday.

Johnson, a last-minute addition to the speakers' list that day, slammed the world's inadequate response to the climate crisis and urged humanity to "listen to the warnings of the scientists," pointing to the Covid-19 pandemic as "an example of gloomy scientists being proved right."

"We still cling with parts of our minds to the infantile belief that the world was made for our gratification and pleasure," he said. "And we combine this narcissism with an assumption of our own immortality."

"We believe that someone else will clear up the mess, because that is what someone else has always done," he added. "We trash our habitats, again and again, with the inductive reasoning that we've gotten away with it so far, and therefore, we'll get away with it again.

"My friends, the adolescence of humanity is coming to an end and must come to an end."

 


Johnson ha convertido el atril en púlpito y ha lanzado su mensaje sobre el cambio climático. El problema es que hay mucha advertencia y poca receta; mucho informe de daños repartido, pero pocas soluciones o compromisos. ¿Significan las palabras de Johnson que hay un compromiso por parte de un estado industrial o es solo una jeremiada, un profundo lamento antes de irse a cenar fuera de casa?

Nuestro cambio más profundo para llegar al actual momento crítico en el que estamos, hasta hace poco negado directamente (en la presidencia de Trump, por ejemplo) o descuidado implícitamente, comenzó en la Inglaterra del siglo XVIII, con la revolución industrial, que fue el disparo de salida de un modelo económico y de producción distinto. Las políticas colonialistas se enfocaron hacia la localización de materias primas en lugares lejanos, en la creación de fábricas, acelerando el uso del carbón como forma de conseguir la energía necesaria para los procesos de producción. El carbón lo movía todo, de los trenes a las máquinas de las fábricas. En el mismo foro que Johnson, China, la gran fábrica mundial, se ha comprometido a no seguir creando plantas de carbón por el mundo.



Del carbón al petróleo, la nueva forma de energía adecuada a los automóviles salidos de las fábricas de Estados Unidos —¡gracias, señor Ford!— y producidos por todo el mundo. Ahora nos lanzamos a los coches eléctricos, cargados con esa electricidad con la que nos quieren sangrar mediante las subidas diarias las compañías eléctricas. Los estados, acostumbrados a cargar con impuestos las formas de energía, frenan el consumo, pero no las ganancias, que necesitan para funcionar. Las energía, a su vez, compiten —eléctricas, solares, gas, petróleo, nucleares, vuelta al vapor...— entre ellas tratando de ser menos dañinas para el planeta y serlo solo para nuestro bolsillo.

El poder de los estados se ha basado en su capacidad energética, en la oferta y la demanda. Tener reservas de petróleo ha dado mucho poder a países que apenas contaban antes o que incluso no eran ni países. Podemos tomar ejemplos del mundo árabe, donde algunos se han creado alrededor de los pozos de petróleo al amparo de los países que más lo necesitaban, Reino Unido y Estados Unidos, que los amparan (y disculpan) porque necesitan su petróleo. Alguna guerra se ha producido por proteger el suministro y que los automóviles y otras máquinas pudieran seguir en marcha.


Cuando los países ricos y conscientes comenzaron a ser sensibles a la contaminación de sus ciudades, tomaron la "solidaria" decisión de trasladar la producción a los países pobres, convirtiéndolos en sus fábricas. Mano de obra barata e inexistentes legislaciones medioambientales, gobiernos corruptos y empresarios desaprensivos, explotadores natos. Pero nosotros podíamos pasear en bicicleta los domingos y hacer vida sana. Protejo la salud de los que me votan y fomento que otros países se desarrollen es la versión bonita. La no tan bonita ha llevado a la desaparición de empleos en los propios países y a la contaminación y explotación en otros. Los que lo han sabido hacer mejor, al menos, han conseguido salir de la pobreza pero con un enorme coste en salud y deterioro del medio ambiente.


El coronavirus, nos dicen los científicos, al igual que otras situaciones anteriores y las que vendrán, se produce por el estrés de la naturaleza, que se ve reducida de forma drástica por la presencia del ser humano y de sus actividades, que inciden directamente en otras especies.

La intensificación y agravamiento de fenómenos naturales, los cambios en distintas zonas que ven cómo se convierten en desiertos por las sequías que llevan a destructivos incendios, las inundaciones que arrasan poblaciones enteras ante el estado calamitoso de los suelos, la edificación creciente en zonas "turísticas" cerrando las salidas naturales al mar, etc. todo ello nos lleva al reconocimiento de que son nuestras acciones desastrosas las que traen los desastres.

El "desastre" es la respuesta del planeta, un ecosistema global, a nuestras acciones. Nadie toma conciencia de que lo que hace repercute sobre el conjunto, de su carácter sistémico, acumulativo e incontrolable pasado cierto punto crítico. Hay demasiadas interconexiones, retroacciones, efectos... entre los fenómenos y esto hace que no seamos realmente conscientes de los efectos de nuestras propias acciones, en muchos otros casos, sencillamente nos da igual. Pero todo lo que sucede lejos, acaba afectando cerca. Es la ley del sistema, lo que ocurre aquí afecta a otros y viceversa. Todo se acaba transformando y ajustándose a nuestras circunstancias.



Ahora Boris Johnson nos pide "crecer". No está mal hacerlo, pero es muy difícil cuando son los grandes beneficios de industrias multinacionales lo que está en juego. La práctica de gravar, aplicada a lo esencial, no es lo mejor porque finalmente ocurre como estamos viendo con el precio de las energías. Sin una conciencia del daño y solo con una del aprovechamiento del beneficio, difícilmente vamos a conseguir avanzar hacia una mejor situación.

Lo que queda claro es que el sistema de "mercado" no va a ser quien se vuelva fraternal y que esto va a implicar muchos reajustes, tanto en mentalidades como en acciones de los gobiernos, acuerdos internacionales, instituciones globales que estén hechas para encontrar soluciones prácticas y principios rectores, y no solo foros en los que buscar un titular.



Los cambios van a requerir muchos acuerdos y sacrificios en muchos órdenes; van a requerir solidaridad entre países y no trasladar la basura de unos a otros. Lo ahora llamamos "problema" hasta hace unos días lo llamábamos "riqueza" y no todos están dispuestos a cambiar en un mundo que mira su conveniencia y a corto plazo.

El covid-19 nos ha dado buenos ejemplos de lo que ocurre en el planeta cuando paramos nuestras actividades. Lo hemos visto en la pureza del aire: ciudades que no era posible ver desde los satélites por la polución que las envolvía han sido vistas y han podido descubrir que sobre ellas existe un cielo azul y por las noches ven estrellas. Hemos visto crecer plantas donde el paso humano lo destruía todo; salir animales a las calles desde sus hábitats escondidos. Hemos visto, en fin, cómo cambia el mundo en cuanto nos paramos, cuando dejamos de ejercer nuestra presión sobre él.

Johnson nos pide crecer. Habrá que ver cómo se "madura" en Reino Unido; si efectivamente, lo que le ha pedido al mundo, se practica entre sus fronteras, en sus ciudades y campos, en sus hogares y lugares de trabajo. Hacer discursos es fácil; otra cosa es llevarlos a la práctica y que te reelijan.

La cuestión se planteará como en otras muchas ocasiones anteriores. ¿Se les pide a los países que no han alcanzado un desarrollo suficiente que se "paren" por parte de aquellos que ya han alcanzado unos niveles elevados de desarrollo y confort? La Inglaterra que puso en marcha todo con sus fábricas y ferrocarriles, los Estados Unidos que llevaron los automóviles a todo el planeta inundando las ciudades, el país que se retiró de los foros internacionales, son quienes ahora encabezan el movimiento "verde". ¿Son quienes piden ahora frenar a la fábrica del mundo? Interesante situación.

A todos nos gusta ver crecer a Boris. Veamos en qué dirección lo hace,

 


* Niamh Kennedy, Amy Cassidy and Deborah Bloom "British Prime Minister Boris Johnson says the world needs to 'grow up' and deal with climate change" CNN 23/09/2021  https://edition.cnn.com/2021/09/22/uk/boris-johnson-climate-change-unga-cop26-intl-hnk/index.html

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