Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El gran
riesgo de la situación de Afganistán es que, una vez que los talibanes
controlen el territorio en su totalidad algo que ya está muy próximo, comience
una silenciosa labor de depuración, que comiencen a deshacerse poco a poco de
los restos que hayan quedado. Las imágenes de estos borrados de publicidad o
carteles en las paredes, sustituidos por citas coránicas y frases de
propaganda, son bastante significativas respecto a lo que está empezando a
ocurrir y seguirá ocurriendo.
Lo
sorprendente es lo rápido que en algunos países occidentales está empezando a
pasarse a una situación de pasividad. De esto nos habla en RTVE a través de la
antigua presidenta de la Comisión Independiente para los Derechos Humanos, la
que como mujer, como activista y como afgana —según señala— teme que el mundo
se olvide de la situación de las mujeres en su país.
Estos
temores no son infundados, responden a varias preocupaciones y, sobre todo, a
experiencias pasadas en las que las mujeres se han visto olvidadas o pasadas a segundo
término. Los lectores de este blog pueden hacer el ejercicio de comprobar —a
través de la etiqueta "mujeres afganas"— el tiempo que llevan
temiéndose lo peor, ser olvidadas o, peor, ser utilizadas ellas y sus derechos
como moneda de cambio.
Los
talibanes muestran que han aprendido,
no que han cambiado. La diferencia es
esencial pues están mostrando la cara que los países que se han ido quieren ver
para dejar de presionar primero y, después, suministrar los fondos que ellos
administrarán para acabar de controlar al pueblo afgano, especialmente, a sus
mujeres.
Las etiquetas
como "pueblo afgano", "gobierno afgano", etc. son
engañosas. El pueblo es el que obedece la Sharia y el gobierno es quien la hace
cumplir. No hay mucho más. El que no la obedece es un traidor; el que no la
hace cumplir es un traidor. Si alguien alberga alguna esperanza que los
talibanes se "modernicen" de alguna manera, está equivocado. Lo que
hemos escrito para otros espacios a raíz de la llamada "Primavera
árabe" es válido aquí: no se trata de los gobiernos, tal como lo
entendemos fuera de este espacio cultural.
El "buen
gobernante" tiene dos características: a) respeta la ley islámica, y 2)
provee a su pueblo, mantiene esa instrucción de cuidar de él. Pero poco tienen
que ver con la idea de "progreso", idea occidental, frente a la idea
de un presente sostenible, centrado en los dos elementos señalados.
Hace
unos días, una cadena de TV entrevistaba en la frontera con Pakistán a una
persona de la población. Anteriormente unos se manifestaban partidarios de que
se abriera la frontera, otro, por el contrario, eran partidarios de que
siguiera cerrada. Pero un tercero contesto: "Si el gobierno decide abrir
la frontera estará bien; pero si decide que no se abra, también estará bien. El
gobierno piensa en lo mejor y lo que haga estará bien". Podrían dedicarse
tratados enteros a lo que hay detrás de esa declaración.
Si se
comete el error de dejar en manos de los talibanes las ayudas, estos las
utilizarán como ejemplo de virtud islámica, de preocupación por su pueblo, con
lo que el pueblo se irá expandiendo en función de sus necesidades resueltas.
Esa "normalización" implica poner a las mujeres en su sitio, devolverlas a los
lugares donde deben estar.
El proceso se produce allí donde los islamistas llegan al poder y no dejan articular resistencia. Las mujeres tunecinas lo sabían e hicieron frente a la llegada al poder de los islamistas plantando cara. Lo hemos visto en otros países con las misma tendencias retrógradas.
La
mujer es el gran ejemplo, en positivo y en negativo. Son el ejemplo vivo de las
aspiraciones de libertad y, por ello, son aquello que hay que evitar que se organice,
se visibilice y avance. Por eso el temor a ser olvidadas desde el exterior es
real y fundamentado. Es el mayor miedo porque en la medida en que Afganistán se
vaya apagando en los noticiarios, en los artículos y editoriales de prensa,
comenzarán a desaparecer en el silencio, a ser reducidas y reconducidas hacia el
fondo de la casa, a la oscuridad y a la ignorancia mediante la denegación de la
educación.
Hay
algo que hay que entender: los talibanes no cambian; no pueden. El cambio es
traición y herejía. La rápida acomodación de los afganos al paso de los
talibanes armados no es más que una variante clara de las palabras del
paquistaní: quien manda, manda y lo
que mande está bien.
Mucho
me temo que muchos de los afganos que han vuelto a la piedad lo hacen después de haber servido antes a quien les
alimentaba. Es lo que hemos llamado "supervivencia", una especie de
síndrome de Estocolmo en donde uno acaba acatando a cualquier amo porque en él
están ambos el castigo y el pan. Lo importante es que las reglas estén claras,
que sepas qué debes hacer para sobrevivir. Eso implica, igualmente, que algunos
de los que han salido fuera no ha sido por una ideología sino por haber
colaborado con los que mandaban antes. Lo que te pase, está escrito. Solo los
que han salido de ese espacio mental pueden ser conscientes de su propia
libertad. Esos no son muchos realmente; una determinada educación, una salida
al exterior, etc. pueden —no siempre— hacerles cambiar y se conscientes de su
libertad o capacidad de serlo si se alejan de estas situaciones en que el dogma
es la base.
En
todos los países islámicos, las mujeres son la pieza central. La mayoría de las
imágenes de manifestaciones que nos están
llegando de Afganistán están protagonizadas por mujeres. Saben los que le va en
ello, que su supervivencia es precisamente la de evitar caer en el olvido, que
necesitan salir cada día y que cada día, igualmente, necesitarán una mártir, alguna
mujer que sea eliminada por los talibanes.
La
noticia de la muerte de una mujer policía, embarazada de ocho meses —según
apuntaban los medios— ha sido un leve flash. La disolución a tiro limpio de las
manifestaciones femeninas ha encontrado un poco más de hueco, pero pronto es
desplazado. El máximo protagonismo dramático lo ha suministrado el cerco al
aeropuerto de Kabul, que nos ofrecía momentos que los medios no han
desaprovechado. Pero ¿qué queda? Evidentemente, la propaganda, como la de esa
escuela separados hombres y mujeres por una manta divisoria, que ven como una
señal de "modernidad" y moderación.
Los talibanes no son gobernantes, son vigilantes. La función de 99% de ellos es solo vigilar, vigilar que se cumpla una ley que no es necesario escribir porque lleva siglos escrita, la de Dios. Todo lo demás se analiza desde la perspectiva de la ortodoxia. La incapacidad de pensar en términos de "gobernantes" es esencialmente porque su propia imaginación o su sentido de las causas son limitados. La imaginación, lo novedoso son malos per se.¿Conoce alguien su "programa" más allá del cumplimiento de la Sharia? Su base es precisamente matar las iniciativas, matar el arte, volver el mundo monocolor. ¿Qué hicieron cuando estaban en el poder o, si se prefiere, "vigilando"?
Pronto
los hombres que "dejen ir" a sus esposas e hijas a diversos lugares
para trabajar o estudiar o simplemente pasear, empezarán a sentir que eso
repercute en su estatus social, que se les cierran puertas, y algún familiar
caritativo se le acercará a decirle que estás manchando el nombre de la familia y que eso no se hace. Poco a
poco, todo volverá a su cauce y serán de nuevo las ayudas externas las que
sirvan para cubrir la inoperancia, la corrupción, el fatalismo mental. Pedirán
cuando no tengan y darán gracias a Dios cuando reciban.
Es necesario crear redes de información para que las mujeres afganas no se sientan olvidadas, lo que no solo les afectará a ellas, sino al conjunto del país. Ya se habla de "negociar", no de "reconocer" (es demasiado pronto) a los talibanes en muchas cancillerías europeas. Ellos por su parte desean el reconocimiento oficial pleno. Es lo que les permitirá jugar en las negociaciones y recibir, poder intercambiar lo que algunos desean (personas, minerales...) por lo que son incapaces de producir, riqueza.
No
olvidemos a las mujeres afganas. Ellas, como en otros lugares, son las que
pueden redimir a unos pueblos patriarcales, anclados en la complacencia de
poder pisarlas, encerrarlas, matarlas, si así lo desean o les niegan
obediencia. Es el único poder que les queda en la miseria.
Temen, nos dicen, que Europa se olvide, ahora que se ha sacado de allí a lo s suyos. Ahora ya son algo distante, lejano. Escribamos
sobre ellas libros, artículos, reportajes, entrevistas... todo lo que sirva
para mantener su esfuerzo y sacrificio en el punto de mira del recuerdo. No las
olvidemos, borradas por las noticias del día. Aquí llevamos mucho tiempo escribiendo sobre ellas y lo seguiremos haciendo.
Escuché
la noticia de la muerte de la mujer policía en una cadena televisiva, dicha como una frase
rápida, antes de llegar a publicidad, sin sentido, sin dolor, sin explicación alguna. Es algo que pasa
donde pasan estas cosas.
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