Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Insisto
en que sigo sin entenderlo y no lo entiendo porque los que deberían dar
explicaciones no lo hacen, ya sea porque no quieren o porque tampoco saben. Esto
es una cosa un poco orteguiana, es "la luz y sus circunstancias", por
parafrasear al filósofo español. Las "circunstancias" de la luz es
todo aquello que la envuelve pero que no es la "luz". El gobierno,
provisionalmente —es muy difícil olvidarse del matiz—, actúa sobre las "circunstancias",
impuestos, beneficios, etc. pero no sobre la luz misma. Es lo que se suele
llamar, "pan para hoy y hambre para mañana", pues si no se trata
sobre la luz en sí, en cuanto que lo "provisional" sea
"pasado", volveremos a caer en las mismas.
Entre
las pseudo explicaciones están "el gas", con lo que no se entiende
bien porque si el gas sube, nadie habla de esta subida y solo de sus efectos
sobre el precio de la energía eléctrica, que viene a ser como hablar de la
"materia oscura del universo", que no se ve, pero que debe existir
porque tiene efectos sobre el universo mismo.
El otro
día salió en TV un señor de una eléctrica —¡por fin!—, pero lo hizo para decir
que no solo no ganan nada sino que además esto les está creando "mala
imagen" —¡qué inocente!—. Hay algo que no me casa: si las empresas
energéticas no ganan nada, porque han pegado hoy un bajón en la bolsa al
hacerse públicas las medidas de contención del beneficio "extraordinario".
Muy
poderosas deben ser las eléctricas cuando no les importa seguir exprimiendo el
limón hasta dejarlo seco. Los empresarios del resto de los campos económicos están
escandalizados y ponen el grito en el cielo porque esto les hunde. Cada día
vemos a las diferentes personas de la empresas quejándose de que van a tener
que cerrar, despedir, subir precios, etc. porque la factura de la energía
eléctrica, como ya sabíamos, repercute en todo.
Lo peor sigue siendo, para mí, que un subida de este empaque, desorbitada, se
plantea como inevitable o como algo que no se puede controlar. Las excusas de
que "Europa no permite" sabemos que son las tradicionales para casi
todo. El ayuntamiento de queja de la Autonomía, la Autonomía del Gobierno y el
Gobierno le echa la culpa a Europa. Pero ya sabemos que eso es un
reconocimiento explícito de no pintar nada en la Unión, porque si esto pasa y
has dejado que pase, malo.
Ahora salen diciendo algunos que se hizo mal en la época de Felipe González al frenar las nucleares. Como recordaremos algunos, las nucleares eran motivo de saraos políticos, donde lo divertido era salir con la pancarta a protestar contra ciertas cosas. Todos han sido jóvenes y algunos un poco lerdos.
Pero,
insisto, sigue sin cuadrarme este subidon incontrolado y anunciado cada día sin
que se sepa muy bien de dónde salen estos cálculos. Por ello mantengo mi
hipótesis inicial: lo hacen porque pueden, porque son realmente los que mandan y
a los que nadie se puede oponer. El frenazo de la pandemia ha reducido la
actividad empresarial e industrial y se han lanzado a por todas. No es posible,
insisto, que un fenómeno de este calibre, no se haya previsto por los
gobiernos —¡no me vale ese listillo que siempre aparece señalando que ya lo dijo
hace tres años!— y que esto solo sea provisional.
Insisto
no es posible; por lo que queda solo una explicación coherente: el sistema lo
permite. Hemos llegado a un extremo en que no se defiende a la sociedad, sino
los privilegios de los poderosos. Ya parece que es imparable. Y esto tiene mala
solución porque fomentará los populismos violentos de uno y otro signo que
reaccionará a estas epidemias de codicia, que van de las normalizaciones del
"bitcoin" entre los jóvenes españoles o la imposibilidad de hacerse
con una vida honesta porque no te pagan salarios honestos, ni te cobran
intereses honestos, ni te venden casas a precios honestos que puedas pagar con
tus miserias acumuladas durante la vida entera. Lamentablemente es así.
Lo
aceptamos ya todo como un proceso natural e irreversible, que no se pueda
cobrar un sueldo básico discutiendo por míseras subidas de algo que se va a tragar la
factura de la luz; aceptamos que las próximas generaciones vivan peor que
sus padres y abuelos; aceptamos que la violencia callejera, el nihilismo, el
abandono escolar, etc. son cosas normales sin ponerles freno. Y no lo hacemos
porque las cosas se producen por una lógica que se nos escapa, pero que no se
le escapa al cliente habitual de los paraísos fiscales, al aficionado a
defraudar, porque nada hay más importante que tú mismo. A nadie le importa ya
nadie, no hay más que gestos delirantes y de cara a la galería, para evitar que el
sonrojo nos suba demasiado.
Desde
hace décadas, en todo el mundo rico, aumentan las desigualdades sociales. Otra
cosa que hemos aceptado. Los beneficios se los llevan unos pocos y los gastos van
a las cuentas de los estados. Las conexiones de la política con la industria y las grandes empresas son cada vez más oscuras, lo que las convierte en intocables.
Llega un invierno que será duro y donde la idea de pobreza energética ha sido aceptada sin más. Nadie toca el precio de la luz, solo se les priva de los impuestos, que serían los que revertirían al propio estado, un despropósito más, dado lo que está sucediendo. Todo provisional para cumplir una promesa que llega solo a la factura de final de año.
Hay que sacar de las cuentas los
ahorros que se han producido con motivo de la reducción del gasto en la
pandemia. Todos saben dónde está ese dinero y de tu propio banco a todos los
grandes, resultado de fusiones y apaños, lo desean de inmediato. Son tan grandes ya que los estados pintan poco en las decisiones. Son ellos, estos monstruos económicos, los que deciden. No pintamos nada.
La luz sube y baja en una indecente subida bien calculada. Sube mucho y baja un poquito, algo con lo que juegan psicológicamente. Es la esperanza, pero los récords en cadena prueban que está bien calculado. Cuando crees que algo ha bajado es porque antes ha subido muchísimo, así poco a poco se alejan de los precios de hace nada. Aquellos que de repente desaparecieron como por arte de magia.
La electricidad no es un producto del que se pueda prescindir. Toda nuestra vida se ha construido sobre la energía eléctrica. Afecta a enfermos y hospitales, a supermercados, a los cines, al teléfono que hay que cargar... A todo. Es la trampa perfecta; un servicio esencial en manos de especuladores. Por eso es una indecencia este sistema de monopolio real, de destino fingido, inevitable, donde unos están condenados a hacerse ricos y otros están condenados a desaparecer empobrecidos, a mendigar el vatio. a no tener alternativa alguna a este atraco que hundirá a los países si no se impide de alguna forma. Esto es un aviso, pero la codicia es infinita. El sistema lo permite.
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