Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Creo que
en algún momento de los comentarios que realizamos respecto a la evolución
final de Donald Trump, tras haber perdido las elecciones (todos lo saben menos
él) apuntamos la posibilidad de que un gran conflicto le "salvara" su
destino perdedor, que pudiera provocar algún incidente grave que frenara el
inevitable avance de la toma de posesión del presidente electo, Joe Biden.
Tanto
lo hecho anteriormente como su estado mental, cada vez más perturbado por la
derrota negada, eran una fuente de preocupación para cualquiera que se hubiera
molestado en evaluarlo. El estado mental
de Trump a los largo de su mandato, día a día, mostraba a las claras su forma
de responder a las frustraciones creando una realidad "alternativa"
que pudiera justificar lo único que realmente le ha preocupado, él mismo,
mantener su imagen de triunfador ante los otros y ante sí mismo. Las continuas
negaciones u obsesiones con pequeños detalles si le eran negativos (como el
mayor número de asistentes a la toma de posesión de Obama, por ejemplo, que le
era insoportable).
Antena 3 nos ha dejado una información que confirma aquellos presentimientos que teníamos respecto a Trump:
Según indican en el nuevo libro de los
periodistas Bob Woodward y Robert Costa, 'Peligro', el jefe del Estado Mayor
Conjunto de la Defensa de Estados Unidos, Mark Milley, tomó medidas el pasado
mes de enero para evitar que, el entonces presidente de Estados Unidos, Donald
Trump, decidiera llevar a cabo un ataque nuclear. Por ello, habría contactado
con China para evitar un conflicto armado a gran escala tras el asalto al
Capitolio del 6 de enero.
Además, el militar creyó que Trump había
enloquecido. Según explican en el libro, dos días después del asalto al
Capitolio, Milley convocó a los altos mandos militares a una reunión secreta y
extraordinaria en su oficina del Pentágono. El general "estaba seguro de
que Trump había caído en un declive mental grave después de las elecciones y
estaba prácticamente maníaco, gritando a funcionarios y construyendo su propia
realidad alternativa con teorías de la conspiración interminables sobre las
elecciones".
Por su parte, días antes del asalto, la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, también mostró su preocupación sobre la salud mental de Trump y realizó una serie de llamadas a las Fuerzas Armadas para que los altos cargos del Ejército realizaran comprobaciones con posibles órdenes de ataque.
Además, Pelosi habría hecho unas
declaraciones refiriéndose a la salud mental del Trump, durante una llamada
telefónica a Milley el 8 de enero, que este apoyó: "No podemos saber qué
va a hacer. Ya sabes que está loco. Está loco desde hace tiempo". Aun así,
Milley aseguró a Pelosi que se habían tomado las medidas de precaución
necesarias para evitar que Trump iniciara cualquier conflicto bélico.*
Es muy
duro saber que tienes un presidente enloquecido. La cuestión es compleja porque
lo de Trump no era nuevo, solo acumulado. No creo que entrara "sano"
y saliera así, tal como es descrito. Los testimonios previos, su historia
anterior, muestran una continuidad e intensificación en función del propio
poder disponible. Es decir, el peligro (que es el título de la obra citada)
aumenta en función de su poder. Si le dejas una pistola, te dará un tiro; si le
dejas el botón nuclear, corres el riesgo que lo use. Su teoría es clara: ¿para
qué sirve el poder (ser rico, expresó) si no lo utilizas? Si Trump no ha hecho
más de lo que hizo es porque mucha gente a su alrededor estaba verdaderamente
asustada. Hemos comentado aquí, durante esos cuatro años de mandato, los
enfrentamientos y salidas de la Casa Blanca de gente asustada, gente que no
quería tener la responsabilidad de estar a su lado y no querían tampoco
enfrentarse a él. La incorporación de militares de prestigio y experiencia
bélica al Gabinete presidencial en la Casa Blanca era una forma de intentar
controlarlo, pero todos acababan saliendo. Deseo que escriban sus memorias
dentro de poco.
En un
estupendo documental (parte de una serie, muy recomendable; era su segundo
capítulo) sobre la guerra comercial entre Estados Unidos y China se expresaba
que las relaciones existentes entre ambos países habían cambiado precisamente
por la llegada de Trump a la Casa Blanca. Lo que se podría haber negociado para
corregirlo (especialmente los errores de cálculo en cadena de la política
norteamericana sobre los efectos de la globalización) se había hecho imposible
con la llegada de Trump, que lo convirtió en una guerra que afecta hoy al mundo
al completo.
Uno de
los expertos en economía entre ambos países señalaba algo importante: que los
efectos de la administración Trump no se iban a detener fácilmente en la
siguiente, la de Joe Biden. Creo que nada es más ajustado a la realidad que esa
observación y la propia administración demócrata está padeciendo la fuerza de
arrastre de la republicana, incapaz de ponerse acuerdo en casi nada más.
Es un
viejo principio de la política, desde tiempos inmemoriales, la necesidad de un
enemigo exterior para intentar unir lo disperso. El documental aportaba una
serie de informaciones sobre cómo el votante y público de Trump es el que
precisamente se vio más perjudicado por los desplazamientos de la propia
industria norteamericana a lugares donde les permitiera producir más barato,
lugares como China, México o Vietnam. Los lugares que no producían se
aprovecharon para vender productos con menor coste de producción, mientras que
los que producían tuvieron que cerrar sus fábricas. Solo el 4%, no dice el
documental, de las industrias que producen fuera de los Estados Unidos está
dispuesta a regresar. La respuesta de la administración norteamericana han sido
aranceles y sanciones.
Los
votantes de Trump entendieron y entiende el "America First!" como una
forma de doblegar a China, a la que han convertido en la responsable de aplicar
lo que ellos pensaban que iba a ser —como ha sido— un beneficio para muchos,
aunque una maldición para otros, especialmente ese mundo interno de la
producción. Por eso no solo fueron contra China, sino también contra México de
forma doble, por entrar mano de obra barata que el propio empresariado
norteamericano contrata, por un lado, y por fabricar en México productos que se
venden en los Estados Unidos y que se producen de forma más barata en México. Lo
que hizo Trump fue recoger ese descontento convertido en
"nacionalismo", por un lado, y en odio a China, México, etc.
La
segunda parte de esta asunto es grave: la imposición por la fuerza de las
medidas económicas a un mundo al que se sanciona si compra a China, el cerco en
Asia a sus relaciones, la creación de un ambiente antichino, que no está
haciendo más que reforzar a las autoridades chinas y creando un nacionalismo
interno, un arma siempre de doble filo.
Los que
se benefician de esta situación son los que manejan políticamente esta
situación y se mantienen en el poder gracias a ese nuevo voto nacionalista y
agresivo, que encajaba a la perfección con un Trump irresponsable, pero que
ahora en manos de Biden nos hace dudar si realmente no se va a continuar la
misma línea, algo que aquí llevamos tiempo señalando.
Biden se
está equivocando en un intento por recuperar —como haría Trump— imagen tras el
desastre afgano, donde siguió el plan Trump, el que le dejaron en herencia y
que él quiso apuntarse. Ahora los focos se dirigen contra China creando una
"alianza anglosajona", la de Estados Unidos, Reino Unido y Australia
que nos anuncia la prensa de ayer y en la que se resalta que se le olvidó el
nombre del premier australiano, ese señor de allí.
No deja
de ser sorprendente e inquietante ese carácter anglosajón que está repitiendo
los errores del imperio británico, manipulador y creador de conflictos
abiertos, para dominar y debilitar a los demás. Si nos fijamos, la mayor parte
de los conflictos abiertos en el planeta, han sido creado por los gobiernos
británicos, cuya estrategia era la misma: dividir y enfrentar para hacerse con
el control. Eso vale para Palestina, Hong-Kong o la India.
La
noticia de formación de alianzas para "defenderse de China" no logran
ocultar las palabras del propio Biden: impedir por todos los medios que China
les adelante, cosa que ha hecho en muchos terrenos. Cada nuevo adelante de
China es como una puñalada en el narcisismo norteamericano. Es la propia
economía norteamericana la que responde a los intentos de su propia
administración de dos formas: la necesidad de comprar a China más barato (el
capitalismo es el capitalismo) y la necesidad de vender en el mercado chino (el
capitalismo es el capitalismo). El viejo sueño de colonizar económicamente
China, hacerles producir y luego comprar, se ha quedado atrás como lo que
siempre fue, un sueño.
Hoy las
películas o las marcas tienen que tener cuidado de no incluir nada que ofenda
en China; se acabaron los estereotipos ofensivos tradicionales que han servido
para reforzar la idea de superioridad racial que han padecido tantos, incluidos
nosotros, y que Trump —con su delicadeza habitual— definió como "pozos de
mierda", aquellos lugares de donde la gente quiere huir para alcanzar el paraíso. Biden lo dice con más
delicadeza, pero la mentalidad que muestra la administración viene a ser la
misma.
Si los
propios norteamericanos ven peligro en manos de sus dirigentes, peligro en que
se pase de las palabras a los hechos en algún momento, los que estamos fuera
estamos obligados a tratar de llamar a la cordura. En esto, Europa tiene mucho
que decir.
Es
interesante comprobar que mientras las autoridades norteamericanas usan su
retórica antichina, los productoras culturales que había favorecido la creación
de estereotipos crueles y despectivos, se lanzan a producir obras que tratan de
crear una nueva visión (con mejor o peor acierto), desde el nuevo
"Mulan" o hasta el "Shang-Chi y la leyenda de los diez
anillos", de Marvel-Disney, pasando por "Raya and The Last Dragon",
también de Disney, por citar solo algunas recientes. Y es que China es fábrica y mercado, un equilibrio complejo que hace que la necesiten para
producir y para comprar gracias a su poderos desarrollo económico. Los consumidores chinos simplemente tienen que decir "no" a lo que les llega de fuera, sea película o teléfono, en contrapartida a su demonización norteamericana. China tiene un pobre ejército en comparación con los norteamericanos, pero no hay mercado mayor.
La xenofobia
producida por Trump creó un doble movimiento, el negativo del odio a los
chinos, que han pagado por extensión los asiáticos de cualquier generación en
Estados Unidos, y el positivo, el de la solidaridad y la denuncia del racismo
que sustenta esa actitud. Es una desgracia que el cambio de Trump a Biden se
note tan poco en lo que respecta al mundo, tanto para China como para otros
países, como México, a los que se ha frenado de la misma forma pero con
palabras más educadas.
Que la única solución sea "frenar" a China es algo más que "guerra fría"; es volver al peor colonialismo, el modelo británico, una paradoja en un país como Estados Unidos. Hace mucho que Estados Unidos oscila entre el liderazgo moral —la bandera de las libertades— y el imperialismo, es decir, entre dar ejemplo y dar golpes (económicos, militares, etc.). Trump dio la peor cara al mundo el 6 de enero. No está ya el mundo para estos trotes. Los grandes desafíos, de las pandemias presentes y futuras al cambio climático imparable sin acuerdos mundiales, reclaman otra visión del mundo.
Como señalan Woodward y Costa, el peligro ha estado y está en otro lugar y en otras mentes.
* Laia Baltolu Aznar "El jefe militar de Estados Unidos creyó que Trump había enloquecido y quería atacar China tras el asalto al Capitolio" Antena3 Noticias https://www.antena3.com/noticias/mundo/jefe-militar-estados-unidos-creyo-que-trump-habia-enloquecido-queria-atacar-china-asalto-capitolio_202109156141c72e9b465a0001b26b81.html
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