viernes, 17 de septiembre de 2021

Peligros que acechan

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Creo que en algún momento de los comentarios que realizamos respecto a la evolución final de Donald Trump, tras haber perdido las elecciones (todos lo saben menos él) apuntamos la posibilidad de que un gran conflicto le "salvara" su destino perdedor, que pudiera provocar algún incidente grave que frenara el inevitable avance de la toma de posesión del presidente electo, Joe Biden.

Tanto lo hecho anteriormente como su estado mental, cada vez más perturbado por la derrota negada, eran una fuente de preocupación para cualquiera que se hubiera molestado en evaluarlo.  El estado mental de Trump a los largo de su mandato, día a día, mostraba a las claras su forma de responder a las frustraciones creando una realidad "alternativa" que pudiera justificar lo único que realmente le ha preocupado, él mismo, mantener su imagen de triunfador ante los otros y ante sí mismo. Las continuas negaciones u obsesiones con pequeños detalles si le eran negativos (como el mayor número de asistentes a la toma de posesión de Obama, por ejemplo, que le era insoportable).

Antena 3 nos ha dejado una información que confirma aquellos presentimientos que teníamos respecto a Trump: 

Según indican en el nuevo libro de los periodistas Bob Woodward y Robert Costa, 'Peligro', el jefe del Estado Mayor Conjunto de la Defensa de Estados Unidos, Mark Milley, tomó medidas el pasado mes de enero para evitar que, el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidiera llevar a cabo un ataque nuclear. Por ello, habría contactado con China para evitar un conflicto armado a gran escala tras el asalto al Capitolio del 6 de enero.

Además, el militar creyó que Trump había enloquecido. Según explican en el libro, dos días después del asalto al Capitolio, Milley convocó a los altos mandos militares a una reunión secreta y extraordinaria en su oficina del Pentágono. El general "estaba seguro de que Trump había caído en un declive mental grave después de las elecciones y estaba prácticamente maníaco, gritando a funcionarios y construyendo su propia realidad alternativa con teorías de la conspiración interminables sobre las elecciones".

 "No podemos saber qué va a hacer, está loco"

Por su parte, días antes del asalto, la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, también mostró su preocupación sobre la salud mental de Trump y realizó una serie de llamadas a las Fuerzas Armadas para que los altos cargos del Ejército realizaran comprobaciones con posibles órdenes de ataque.

Además, Pelosi habría hecho unas declaraciones refiriéndose a la salud mental del Trump, durante una llamada telefónica a Milley el 8 de enero, que este apoyó: "No podemos saber qué va a hacer. Ya sabes que está loco. Está loco desde hace tiempo". Aun así, Milley aseguró a Pelosi que se habían tomado las medidas de precaución necesarias para evitar que Trump iniciara cualquier conflicto bélico.*

 


Es muy duro saber que tienes un presidente enloquecido. La cuestión es compleja porque lo de Trump no era nuevo, solo acumulado. No creo que entrara "sano" y saliera así, tal como es descrito. Los testimonios previos, su historia anterior, muestran una continuidad e intensificación en función del propio poder disponible. Es decir, el peligro (que es el título de la obra citada) aumenta en función de su poder. Si le dejas una pistola, te dará un tiro; si le dejas el botón nuclear, corres el riesgo que lo use. Su teoría es clara: ¿para qué sirve el poder (ser rico, expresó) si no lo utilizas? Si Trump no ha hecho más de lo que hizo es porque mucha gente a su alrededor estaba verdaderamente asustada. Hemos comentado aquí, durante esos cuatro años de mandato, los enfrentamientos y salidas de la Casa Blanca de gente asustada, gente que no quería tener la responsabilidad de estar a su lado y no querían tampoco enfrentarse a él. La incorporación de militares de prestigio y experiencia bélica al Gabinete presidencial en la Casa Blanca era una forma de intentar controlarlo, pero todos acababan saliendo. Deseo que escriban sus memorias dentro de poco.

En un estupendo documental (parte de una serie, muy recomendable; era su segundo capítulo) sobre la guerra comercial entre Estados Unidos y China se expresaba que las relaciones existentes entre ambos países habían cambiado precisamente por la llegada de Trump a la Casa Blanca. Lo que se podría haber negociado para corregirlo (especialmente los errores de cálculo en cadena de la política norteamericana sobre los efectos de la globalización) se había hecho imposible con la llegada de Trump, que lo convirtió en una guerra que afecta hoy al mundo al completo.



Uno de los expertos en economía entre ambos países señalaba algo importante: que los efectos de la administración Trump no se iban a detener fácilmente en la siguiente, la de Joe Biden. Creo que nada es más ajustado a la realidad que esa observación y la propia administración demócrata está padeciendo la fuerza de arrastre de la republicana, incapaz de ponerse acuerdo en casi nada más.

Es un viejo principio de la política, desde tiempos inmemoriales, la necesidad de un enemigo exterior para intentar unir lo disperso. El documental aportaba una serie de informaciones sobre cómo el votante y público de Trump es el que precisamente se vio más perjudicado por los desplazamientos de la propia industria norteamericana a lugares donde les permitiera producir más barato, lugares como China, México o Vietnam. Los lugares que no producían se aprovecharon para vender productos con menor coste de producción, mientras que los que producían tuvieron que cerrar sus fábricas. Solo el 4%, no dice el documental, de las industrias que producen fuera de los Estados Unidos está dispuesta a regresar. La respuesta de la administración norteamericana han sido aranceles y sanciones.

Los votantes de Trump entendieron y entiende el "America First!" como una forma de doblegar a China, a la que han convertido en la responsable de aplicar lo que ellos pensaban que iba a ser —como ha sido— un beneficio para muchos, aunque una maldición para otros, especialmente ese mundo interno de la producción. Por eso no solo fueron contra China, sino también contra México de forma doble, por entrar mano de obra barata que el propio empresariado norteamericano contrata, por un lado, y por fabricar en México productos que se venden en los Estados Unidos y que se producen de forma más barata en México. Lo que hizo Trump fue recoger ese descontento convertido en "nacionalismo", por un lado, y en odio a China, México, etc.



La segunda parte de esta asunto es grave: la imposición por la fuerza de las medidas económicas a un mundo al que se sanciona si compra a China, el cerco en Asia a sus relaciones, la creación de un ambiente antichino, que no está haciendo más que reforzar a las autoridades chinas y creando un nacionalismo interno, un arma siempre de doble filo.

Los que se benefician de esta situación son los que manejan políticamente esta situación y se mantienen en el poder gracias a ese nuevo voto nacionalista y agresivo, que encajaba a la perfección con un Trump irresponsable, pero que ahora en manos de Biden nos hace dudar si realmente no se va a continuar la misma línea, algo que aquí llevamos tiempo señalando.

Biden se está equivocando en un intento por recuperar —como haría Trump— imagen tras el desastre afgano, donde siguió el plan Trump, el que le dejaron en herencia y que él quiso apuntarse. Ahora los focos se dirigen contra China creando una "alianza anglosajona", la de Estados Unidos, Reino Unido y Australia que nos anuncia la prensa de ayer y en la que se resalta que se le olvidó el nombre del premier australiano, ese señor de allí.


No deja de ser sorprendente e inquietante ese carácter anglosajón que está repitiendo los errores del imperio británico, manipulador y creador de conflictos abiertos, para dominar y debilitar a los demás. Si nos fijamos, la mayor parte de los conflictos abiertos en el planeta, han sido creado por los gobiernos británicos, cuya estrategia era la misma: dividir y enfrentar para hacerse con el control. Eso vale para Palestina, Hong-Kong o la India.

La noticia de formación de alianzas para "defenderse de China" no logran ocultar las palabras del propio Biden: impedir por todos los medios que China les adelante, cosa que ha hecho en muchos terrenos. Cada nuevo adelante de China es como una puñalada en el narcisismo norteamericano. Es la propia economía norteamericana la que responde a los intentos de su propia administración de dos formas: la necesidad de comprar a China más barato (el capitalismo es el capitalismo) y la necesidad de vender en el mercado chino (el capitalismo es el capitalismo). El viejo sueño de colonizar económicamente China, hacerles producir y luego comprar, se ha quedado atrás como lo que siempre fue, un sueño.

Hoy las películas o las marcas tienen que tener cuidado de no incluir nada que ofenda en China; se acabaron los estereotipos ofensivos tradicionales que han servido para reforzar la idea de superioridad racial que han padecido tantos, incluidos nosotros, y que Trump —con su delicadeza habitual— definió como "pozos de mierda", aquellos lugares de donde la gente quiere huir para alcanzar el paraíso. Biden lo dice con más delicadeza, pero la mentalidad que muestra la administración viene a ser la misma.



¿Llegará más lejos Biden que Trump? ¿Tendrán que escribir un nuevo libro sobre Biden titulado "Peligro"? Hay un efecto inevitable en la política norteamericana: cuanto más se encierre sobre sí misma, más agresiva se tiene que volver. Esto es enormemente importante para el mundo, ya que cuando Estados Unidos sale al exterior, se relaciona mediante acuerdos; pero si se encierra, la salida inevitable es la agresividad ya sea comercial (imposiciones de aranceles, bloqueos, sanciones, etc.) y las relaciones acaba siendo, como ocurre ahora, alianzas contra terceros. De esta forma, si se relaciona con Japón es para una supuesta agresión china; lo mismo se hace con la India o con Corea del Sur, por citar solo ejemplos claros. Esto parece ser una elección constante en la política norteamericana. Como se dijo y se repite, "con la Guerra Fría vivíamos mejor".

Si los propios norteamericanos ven peligro en manos de sus dirigentes, peligro en que se pase de las palabras a los hechos en algún momento, los que estamos fuera estamos obligados a tratar de llamar a la cordura. En esto, Europa tiene mucho que decir.

Es interesante comprobar que mientras las autoridades norteamericanas usan su retórica antichina, los productoras culturales que había favorecido la creación de estereotipos crueles y despectivos, se lanzan a producir obras que tratan de crear una nueva visión (con mejor o peor acierto), desde el nuevo "Mulan" o hasta el "Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos", de Marvel-Disney, pasando por "Raya and The Last Dragon", también de Disney, por citar solo algunas recientes. Y es que China es fábrica y mercado, un equilibrio complejo que hace que la necesiten para producir y para comprar gracias a su poderos desarrollo económico. Los consumidores chinos simplemente tienen que decir "no" a lo que les llega de fuera, sea película o teléfono, en contrapartida a su demonización norteamericana. China tiene un pobre ejército en comparación con los norteamericanos, pero no hay mercado mayor.

La xenofobia producida por Trump creó un doble movimiento, el negativo del odio a los chinos, que han pagado por extensión los asiáticos de cualquier generación en Estados Unidos, y el positivo, el de la solidaridad y la denuncia del racismo que sustenta esa actitud. Es una desgracia que el cambio de Trump a Biden se note tan poco en lo que respecta al mundo, tanto para China como para otros países, como México, a los que se ha frenado de la misma forma pero con palabras más educadas.

Que la única solución sea "frenar" a China es algo más que "guerra fría"; es volver al peor colonialismo, el modelo británico, una paradoja en un país como Estados Unidos. Hace mucho que Estados Unidos oscila entre el liderazgo moral —la bandera de las libertades— y el imperialismo, es decir, entre dar ejemplo y dar golpes (económicos, militares, etc.). Trump dio la peor cara al mundo el 6 de enero. No está ya el mundo para estos trotes. Los grandes desafíos, de las pandemias presentes y futuras al cambio climático imparable sin acuerdos mundiales, reclaman otra visión del mundo. 

Como señalan Woodward y Costa, el peligro ha estado y está en otro lugar y en otras mentes.



* Laia Baltolu Aznar "El jefe militar de Estados Unidos creyó que Trump había enloquecido y quería atacar China tras el asalto al Capitolio" Antena3 Noticias   https://www.antena3.com/noticias/mundo/jefe-militar-estados-unidos-creyo-que-trump-habia-enloquecido-queria-atacar-china-asalto-capitolio_202109156141c72e9b465a0001b26b81.html

 

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