Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
¿Cuánto
tiempo se tardará en notar los efectos del Brexit? Más aún: ¿quién perderá más
con la separación? Estas son preguntas que a pocas horas de haberse consumado el
Brexit todavía no podemos responder, pero están en mente de todos. A ello anima
la actitud pletórica de un Boris Johnson que trata de trasladar su euforia por
haber ganado la lecciones británicas —una euforia lógica— a una actitud sobrada
ante la Unión Europea, en donde no ha ganado nada, por lo que corre el riesgo
de darse un enorme patinazo.
Lo
único bueno actualmente que tiene la historia de Reino Unido en la Unión
Europea es que siempre fue problemática y rezongante. Los británicos estiraron
y estiraron su relación hasta que finalmente el chicle se separó de la suela.
La política puede tener muchos vaivenes, pero la salida de la UE es algo más
que "política". La política se hace dentro; fuera es otra cosa. Donde
Johnson hace política es en el interior, cara a sus electores, que serán los
que decidan las bondades del Brexit viviendo sus consecuencias sin necesidad de
que se las cuente el primer ministro.
¿Qué
hay de realista y que hay de prejuicio en la salida de Reino Unido de la UE?
Puede que la mentalidad isleña de los británicos y su pérdida imperial hayan
distorsionado su percepción del mundo, que siempre ha sido peculiar, algo
gozoso para ellos mismos. Es la generación mayor la que apoyó el Brexit y lo
sacó adelante, frente a los más jóvenes, que apostaban por ser
"europeos". Si los jóvenes siguen siendo europeístas, es cuestión de
tiempo y vida que los nostálgicos del Canal vayan desapareciendo.
Johnson
tiene sus electores. La Unión Europea también. Para evitar el mal ejemplo, que al
gobierno británico le interesa extender, la Unión debe mantenerse
firme ante Johnson. Lo más probable es que Johnson trate desde Reino Unido de debilitar la unión de los países comunitarios. Reino Unido ha sido maestro en estrategias de división allí por donde ha ido.
La
Vanguardia nos trae un artículo firmado por su corresponsal en Londres, Rafael
Ramos, encabezado por el titular "Ataque frontal de Johnson a la UE".
Tras plantearse el origen de la expresión que define la venganza como un
"plato frío", el corresponsal escribe refiriéndose al primer ministro
británico:
El Brexit es su venganza particular contra
Europa, por las razones que sean (mayoritariamente de oportunismo). Ayer se
disfrazó de gladiador romano o competidor de lucha libre y, ya sea con el
escudo o a pecho descubierto, lanzó un ataque a la yugular de la Unión Europea:
“Bajo ninguna circunstancia vamos a aceptar vuestras leyes, vuestras normas y
vuestros tribunales. Hemos hecho el Brexit justamente para deshacernos de todo
eso”. De una vez por todas y para siempre.
Johnson cree en la teoría de que la mejor
defensa es un buen ataque, de que aquel que golpea primero, golpea dos veces.
Piensa que Theresa May fue débil y se equivocó por completo en su estrategia
negociadora, aceptando las reglas del juego que le impuso Bruselas. Y él no va
a hacer lo mismo. Ha dado instrucciones a los diplomáticos del Foreign Office
para que, en los foros internacionales, no se sienten con los europeos, a fin
de resaltar la independencia de la política exterior británica. Ha amenazado con
imponer controles a los productos que lleguen procedentes de la UE. Ha
descartado un alineamiento normativo que haga posible un comercio libre de
tarifas, y afirmado que cualquier compromiso en materia pesquera será sólo de
un año de duración, prorrogable. Ha acusado a sus interlocutores de desdecirse
de las promesas del acuerdo de Retirada y poner nuevas condiciones.*
Le
interesa a Johnson olvidarse que la "reglas de Bruselas" eran también
las "suyas", pues estaba dentro del club. Lo que llegará ahora son
las que la UE con aquellos que están fuera del club. Y el camino que Johnson ha
emprendido es erróneo y en clave interior.
A
veces, la falta de realidad se suple con gestos, como un ilusionista que
tratará de convencernos realmente que el conejo no ha estado nunca en la
chistera hasta ese momento. El "bajo ninguna circunstancia" de
Johnson es el peor camino. También es en clave interna, porque lo que está es
intentando traducir el previsible encontronazo por sus propias acciones en
"orgullo británico". Es su versión particular de su amado Churchill:
"Sangre, sudor y lágrimas". Johnson se pone al frente de la armada británica para lanzar sus
discursos patrióticos. En ellos promete un futuro esplendoroso liberado de la cárcel comunitaria. Si la UE era una
cárcel, Reino Unido era el único que tenía permiso los fines de semana. Sacó lo
que pudo y mantuvo los privilegios con la amenaza constante y el agravio a la
situación de otros. El hecho de mantener la libra ya da cuenta de su falta de
solidaridad con el resto de la Unión. Eso le ha permitido jugar a dos barajas,
la línea británica y la comunitaria, según le interesara. Eso se le ha
terminado por propia decisión de los británicos y su propia estrategia.
La
estrategia de Johnson se mueve en dos terrenos, la negociaciones reales con la
UE —donde hará lo que pueda, porque el otro cuenta— y los discursos con las que engatusar a los británicos,
reviviendo la grandeza imperial y —como han señalado muchos— retrocediendo a
las Guerras mundiales, enfrentándose a una Europa ante la que muestra
desprecio.
Pero
estos discursos no taparán las profundas brechas internas que ha producido el
Brexit, dividiendo en dos al país y estableciendo una guerra generacional que
siempre perderá —es ley de vida— la generación que desaparezca primero.
Con sus
discurso, Johnson se pone el parche antes de la herida. Trata de crear un
escenario beligerante con Europa para preparar un posible fracaso de sus
movimientos. Siempre podrá, así, responsabilizar a Europa a la que ha
convertido en enemiga. Lo malo es que esto pueda provocar reacciones también en
el continente, cuya capacidad de recibir insultos de Boris Johnson
desconocemos. Así empiezan muchos conflictos que van a más.
Si el
texto de Ramos comenzaba discutiendo sobre la idea de venganza, el final lo
hace sobre el odio:
Johnson, que se considera experto en la UE
desde que fue corresponsal en Bruselas, ha adoptado de entrada una postura
negociadora de máxima intransigencia. Buen conocedor también de los clásicos,
sin duda no le es ajena la opinión de la Norma de Eurípides, que decía que “aún
más fuerte que el amor de un amante es el odio de un amante”. Y que cuando uno
emprende el camino del odio, ya puede empezar a cavar dos tumbas, una para el
enemigo y otra para sí mismo.*
Si
Johnson elige el camino del odio, se habrá retrocedido más de lo que pensamos.
Desgraciadamente, también se habrá avanzado hacia el conflicto más rápidamente
de lo que creíamos. Lo malo de la demagogia es que no puedes controlar todos
sus efectos y consecuencias.
*
Rafael Ramos "Ataque frontal de Johnson a la UE" La Vanguardia
4/02/2020 https://www.lavanguardia.com/internacional/20200204/473285059566/brexit-ataque-frontal-johnson-ue.html
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