lunes, 3 de febrero de 2020

El tecno Rembrandt

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Conforme la tecnología avanza y permite hacer cosas que antes eran dominio exclusivo de los humanos, los problemas se presentan y nos obligan a repensar y reorganizar los conceptos para poder integrarlos dentro del sistema general. Es el caso que nos presenta El País con el titular "Cuando el robot pinta como Rembrandt", firmado por Patricia Esteban en la edición de hoy.
Tras citarnos algunos casos sonados sobre la autoría artística realizada por máquinas, la autora nos introduce inmediatamente en el problema:

Hasta ahora, la actividad creativa de las máquinas no había suscitado problemas porque se empleaba para apoyar el trabajo de un humano. Sin embargo, en la medida en que han aprendido a desarrollar por sí mismas obras tan complejas como las artísticas, se plantean un sinfín de interrogantes legales. ¿Quién es el autor: el robot o el humano que lo controla?, ¿debe ser protegido el cuadro o el texto?, ¿qué hacer si alguien lo imita?*



Nadie se ha planteado, en efecto, el papel del martillo en las esculturas de Miguel Ángel, la tinta en los grabados de Durero o las pinturas usadas en un cuadro de Velázquez o de Renoir. Herramientas y materiales eran usados por el ser humano y desaparecían dejando un hueco entre el lienzo y el artista. Una vez terminada la obra, esta queda vinculada a los creadores y todo lo demás desaparece.
Pero lo que se plantea ahora es muy diferente gracias a unas tecnologías que no se conectan con la inteligencia para crear, como ocurre con los artistas, sino que crea por ella misma. Todo el proceso es desarrollado por máquinas. O casi. Alguien las ha diseñado para hacer lo que hace.
En el artículo se muestra el debate sobre quién debe ser el beneficiario de lo que las máquinas hagan. Hay distintas opiniones que van desde un extremo en el que la máquina podría desarrollar algún tipo de derechos hasta los partidarios de los desarrolladores del software.
En el artículo se señalan algunos problemas:

Reconocer la autoría de la máquina, en todo caso, abriría un amplio abanico de problemas prácticos de difícil solución. ¿De quién sería el beneficio económico?, ¿quién podrá denunciar su plagio?, ¿es posible vender la obra sin la autorización del software? Para Ramos, un robot puede generar derechos, “pero siempre a favor de quien lo ha programado”. Algo similar a lo que sucedió con el famoso caso del selfi tomado por un mono, que originó una disputa legal sobre si el simio debía beneficiarse de su autoría, explica. En ese caso los jueces fallaron a favor del fotógrafo porque era él quien había generado la confianza en el animal para que se sacara la instantánea.
Más allá de quién deba ser el titular de los derechos sobre las obras desarrolladas por inteligencia artificial, en lo que coinciden todos los consultados es en la necesidad de protegerlas para no desincentivar la inversión en estas tecnologías. Y, de momento, en este aspecto sí existe solución en el ordenamiento jurídico. Para Ignacio Valdelomar, director de la asesoría jurídica de Isern Patentes y Marcas, “no hay duda de que las creaciones son objeto de protección” y que pertenecen al propietario o diseñador del software, un programa informático que sí puede ser patentado. Será él, por tanto, quien tenga la capacidad de explotarlo y perciba los beneficios económicos que genere aquello que produce.*

Tan metidos están en saber quién cobra que se les olvida considerar otros problemas importantes. Ya se ha planteado el no "desincentivar" a los investigadores: si no hay beneficio, no hay investigación. Lo que no deja de ser triste, aunque sea realista.


Hay varios aspectos considerables. El primero de ellos nos lo da el título del artículo: "Cuando el robot pinta como Rembrandt". ¿Qué pasa con Rembrandt? Estamos debatiendo sobre autoría y ¿nadie se preocupa por él? Bien podría argumentarse que Rembrandt tiene derechos, por más que lleve tiempo en su tumba. Si es posible copiar el estilo Rembrandt y producir como él, pronto surgirán iniciativas para proteger los estilos y hacer pagar por las copias que las máquinas hagan. Al fin y al cabo, los desarrolladores del software no son el final de la cadena, como predican algunos. La normativa reguladora de derechos no contaba con la posibilidad de la copia mecánica, pero en el momento en que esta es posible se redefinirá el concepto de copia al de imitación, que incluirá el estilo.
Otro aspecto es la unicidad del arte, especialmente en la pintura (también se habla de los textos en el artículo). Lo valioso de una obra, en términos de mercado, es su rareza, es decir, que es única. Los que esperan "incentivos" por el beneficio del desarrollo del software tendrán que tener en cuenta que el mercado del arte se mueve por la escasez de objetos artísticos. No creo que los museos o los coleccionistas estén por grandes compras de este tipo de obras. Mientras sea una rareza, puede. Pero en el momento en el que se haya consolidado, no dejará de ser una posibilidad digital más, un divertimento.


El mercado del arte es muy sofisticado y busca más estabilidad con precios al alza, que la inundación de productos digitales firmados por máquinas inteligentes. El moverse como imitación de algo ya existente tiene gran interés como capacidad de aprendizaje de la máquina, la mejora de su inteligencia artificial, pero no creo que sea el hecho de la obra en sí. Si así ocurriera, sería el propio Rembrandt quien se resintiera de la copia de su estilo para hacer nuevas obras.
Desde el punto de vista de la historia del Arte no hay valor en imitar a Rembrandt, a Picasso o a Velázquez. Son ya historia. Su valor proviene de su posición en el flujo del arte, además de su calidad. Un arte que retrocede en el tiempo, imitando, es un sinsentido. Por ello, la única salida es más complicada: la originalidad. ¿Pueden crear obras originales las máquinas?
Un estilo puede ser copiado, en efecto. Siempre se ha hecho, como sabemos por los falsificadores de obras de arte. Ese sería el estatus actual de alguien que copiara el estilo para intentar colar un Rembrandt inesperado. Pero si lo hace una máquina se trata de una curiosidad científica y tecnológica.


Si la máquina hiciera algo original, propio, sería fantástico. Otra máquina podría copiar su estilo, al igual que otra lo hace con Rembrandt. No tiene sentido proteger la obra que es a su vez una imitación del estilo de otra. Legalmente dependería de cómo lo percibiéramos. Pero el planteamiento de proteger una obra que copia a una desprotegida me parece poco justo. La obra de arte, en realidad, es el propio software, que es el arte innovador y propio. Lo que se produzca con él, mientras copie o imite, es otra cuestión.
Aplicar la investigación en Inteligencia Artificial a este tipo de causas, me parece interesante desde el punto de vista de la Tecnología, pero los resultados, por muy hermosos que sean se deben considerar en otro orden.


La creación artística es humana. Eso que se copia y se llama "estilo" es el resultado de la vida de las personas, de su aprendizaje técnico-artístico, pero también vital. El arte no es mecánico, tiene algo más que es lo que la persona pone en las obras. Podremos leer estupendas novelas escritas por robots, enterarnos de lo que ocurre en el mundo gracias a las noticias que las máquinas no cuenten decorar nuestras casas con nuevos "tecno-rembrandts", hacernos retratos pintados por un tecno-Velázquez con los que asombrar a los visitantes. Serán "bonitos", pero no serán "arte", por lo mismo que no lo eran aquellos famosos lienzos pintados por un chimpancé. Las cuestiones legales son una cosa, las económicas otra..., pero el arte también tiene sus razones y sus valores que, hoy por hoy, las máquinas no tienen.
Nos maravillamos de lo que hacen la máquinas que nosotros hacemos. Ya las máquinas empiezan a aprender por sí mismas porque las diseñamos para eso. La obra de arte es en realidad la máquina que hacemos, no el resultado pictórico o de cualquier otro tipo que produzca. Ella es hija de su tiempo y revela nuestros deseos y valores. El arte es otra cosa, por muy bellos que sean los resultados.


* Patricia Esteban "Cuando el robot pinta como Rembrandt" El País 3/02/2020 https://elpais.com/economia/2020/01/31/actualidad/1580472914_468275.html

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