martes, 25 de febrero de 2020

El COVID-19 entra en la política norteamericana

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El COVID-19 acaba de entrar en la precampaña electoral norteamericana. Mientras Trump entra —¡Dios mío!— en la tumba de Gandhi y en el Taj Mahal, en casa se discute sobre el futuro y las medidas necesarias para prevenir lo que pueda ocurrir y para contener lo que ocurra.
En todo este tiempo, la prensa norteamericana de cualquier color ha arremetido contra China. La llegada del coronavirus fue enarbolada como metáfora en una lucha ya existente, previa, que había comenzado con la llegada de Trump a la Casa Blanca, incluso ya en la pre campaña electoral. Trump quería poner a China contra las cuerdas y parte de su argumento camino de la presidencia era que China se había beneficiado de los malos negociadores anteriores, que habían perjudicado el desarrollo norteamericano. Los tiras y afloja arancelarios abrieron una llamada "guerra económica" que hizo que Trump movilizara contra China a diversos países de la zona presionando para evitar los planes de crear una zona de beneficio común en Asia, algo que a Trump no le interesaba. Para ello tensó las cuerdas con Corea del Norte y abrió los conflictos con Taiwán y Japón, también con Corea del Sur. Los ataques a China se incrementaron por aquello que Estados Unidos considera propio: las comunicaciones. Tanto el desarrollo del mercado de la telefonía móvil, en el que chinos y surcoreanos dominan en detrimento de Apple, como el desarrollo del 5G en Europa en acuerdos con Huawei, elevaron el tono de la guerra comercial y mediática contra China. Y algo más: en lo único que han estado de acuerdo demócratas y republicanos ha sido en la necesidad de "frenar" a China, que les ha dejado atrás en muchos campos.


Mientras China se limitaba a ser la fábrica, los Estados Unidos, lo creadores de la idea de "globalización", no había problema. Ha sido cuando China ha demostrado que podía crear su propia tecnología, competir y ganar en muchos sectores punteros, como las comunicaciones o la Inteligencia Artificial, cuando empiezan a surgir los problemas y Estados Unidos ataca.
Y entonces llegó el COVID-19. Los titulares de los medios norteamericanos empezaron a echar chispas cuando en China comenzaron los contagios y muertes. El "virus chino", como se le identificó inicialmente, era la guinda que coronaba el pastel de la guerra comercial.
En los medios estadounidenses (y británicos) se repetían las imágenes fotográficas que asociaban los símbolos de China (bandera, dragones, colores, etc.) directamente con el virus. La culminación de este proceso de asociación simbólica país-virus se realizó, sin embargo en Dinamarca logrando la culminación de la elegancia perversa: una bandera china en la que se había sustituido las estrellas características por los coronavirus. El gobierno chino protestó. Las imágenes de este tipo se han repetido una y otra vez, como tuvimos ocasión de señalar.
Mientras los coronavirus no salieron de China, los ataques eran fáciles. Se creaba pánico, pero el peligro estaba lejos. Y esto ha cambiado. La aparición de focos importantes en países como Italia y Corea del Sur obliga a la redefinición del problema, que ya no se puede centrar en China.


El problema se plantea a un Donald Trump que presumía hace unos días de haber cerrado Estados Unidos a los "chinos", creyendo que eso era sencillo, eficaz y suficiente para su propio discurso aislacionista. Trump "castigaba" a China. La cuestión ya no es tan sencilla y no se puede limitar a las palabras, por muy encendidas que sean.
Trump ha estado presumiendo que sus medidas para la prevención, como todo lo que hace, eran perfectas y suficientes. Pero ahora se le pide aclaración y, sobre todo, muchos empiezan a temer que si hay un "problema", el sistema sanitario pueda abarcarlo.
Como sabemos, la cuestión de la sanidad es uno de los caballos de batalla en la política norteamericana, un conflicto que obliga a los candidatos a tomar posiciones sobre su tamaño y cobertura. La salud es política pura en los Estados Unidos.


Desde esta perspectiva debemos considerar el artículo aparecido en la CNN con el titular  "Virus concern grips Washington as Trump dispenses optimism". Por su propia dinámica, nada hay más preocupante que el "optimismo" de Trump. ¿Qué se puede hacer cuando se tiene al presidente más mentiroso de la historia? A los norteamericanos empieza a llegarles el miedo y no es precisamente Trump la persona para infundirles confianza y prometerles salir de la crisis.
Este es el comienzo del artículo de la CNN:

Growing fears that the coronavirus outbreak could turn into a pandemic and reach the United States are challenging President Donald Trump's sunny assurances that everything is under control.
After weeks of telling Americans that China has a lid on the situation, the President is returning from a trip to India amid growing concern in Washington over the virus and partisan criticism of his attitude.
A panicked 1,000-point Wall Street sell-off, a building world supply-chain crunch and a looming hit to global growth together could pose peril for Trump by slowing the strong economy he plans to ride to reelection.
But even more worryingly, the virus is spreading beyond its Chinese epicenter to Europe and the Middle East in a way that has experts warning it could soon become a full-blown pandemic. In such a scenario, the US could not expect to escape from a wave of infections and Trump would face a test of his leadership and capacity to bring a jumpy nation together.
The White House insists Trump is more than on top of the situation. But Democrats are now sounding the alarm, with Senate Minority Leader Chuck Schumer charging Monday that the President is "asleep at the wheel" as the threat builds.
A serious outbreak in the US could put a health system already facing a tough flu season under severe pressure, posing an organizational challenge for an administration that habitually stokes chaos and sends mixed messages.*


Mientras se veían los toros desde la barrera, por usar el dicho español, era fácil atacar a China. Pero ahora, el toro se ve mucho más cerca y ya no valen las palabras del presidente, al que su falta de credibilidad le pasa ahora factura. Se le pide algo más que ataques en mítines de fin de semana o tuits agresivos.
La caída de Wall Street y de muchas bolsas mundiales es algo que sitúa el problema en la otra cara de la moneda. Desde el principio, el caso del COVID-19 se vio como una cuestión económica paralela al problema sanitario. La moneda ha tenido esas dos caras, la salud y la economía. Se pensaba que China sería la perjudicada, y lo es. Pero en el mundo en que vivimos nada queda desconectado.
Las críticas que se dirigían a China, se plantean ahora contra Japón y Corea del Sur. Lo de Japón es por su gestión de los barcos con infectados y su falta de acción preventiva, consiguiendo crear en el Diamond Princess, el segundo foco en importancia tras de China. Más grave la situación surcoreana con una secta religiosa como principal agente de contagio y un crecimiento espectacular cuyos efectos solo están comenzando.
Todo ello se vuelve contra el propio Trump, pues debe demostrar si es capaz de hacer algo más que levantar muros para aislar a los Estados Unidos. De nuevo vuelve a aparecer el problema económico, esta vez en su campaña para la reelección, pues si la economía se ralentiza y hay muchos más sustos bursátiles cada vez que ocurra algo, su mayor activo para la reelección se vendrá abajo.


Los demócratas están volviendo las armas por el COVID-19 contra Trump al pedirle algo que no tiene: un plan real de defensa frente al coronavirus. La idea de que "se ha dormido al volante" es expresiva en el reproche. La debilidad del sistema sanitario enfrentado ya a la gripe preocupa y los que han visto la sanidad como una carga puede que tengan que repensar sus teorías frente a la dureza de la realidad.
Pero hay otro aspecto importante, de orden psicológico en esta guerra múltiple, tal como queda reflejado en el artículo:

The sudden upsurge in political heat over the coronavirus in Washington came after Mike Ryan, executive director of the World Health Organization's Health Emergencies Program, said that while the virus was not yet a pandemic, it was time to prepare for it to evolve in such a way.
"Look what's happened in China: We've seen a significant drop in cases, huge pressure placed on the virus and a sequential decrease in the number of cases; that goes against the logic of pandemic. Yet we see in contrast of that, an acceleration of cases in places like Korea, and therefore we are still in the balance," he said.*

El hecho de que la Organización Mundial de la Salud reconozca los esfuerzos y sacrificios de China y vea los resultados en la caída de los casos, mientras que crecen en otros lugares, se vuelve políticamente contra Trump. El mensaje es claro: China actúa, Estados Unidos habla.

La lucha política es cómoda mientras la realidad no ponga a cada uno en su lugar. La importancia de la coordinación mundial es lo contrario de lo que se ha hecho desde la maquinaria norteamericana, más empeñada en aislar y hundir a China que en resolver un problema que puede ser global y de gran trascendencia.
La reducción de los casos de contagio en China es una buena noticia. Pero sirve de muy poco si los demás países no toman medidas adecuadas, que no serán populares. Si no quieren ponderar lo realizado por las autoridades chinas, debe reconocerse al menos el enorme espíritu de sacrificio del pueblo chino para combatir algo más que su propia salud individual.
La lucha contra la expansión en un caso como este requiere una enorme solidaridad y sacrificio por parte de millones y millones de personas de las que se ha hablado poco, mostrándolos como una especie de curiosidad disciplinada tras sus mascarillas, y en sus aislamientos, muchas veces voluntarios, para evitar ser foco de transmisión. Hoy gracias a esa disciplina, el coronavirus pierde fuerza en China mientras que la gana en otros países. Veremos si en todas partes se responde de igualforma.
Las líneas finales del artículo de la CNN vuelven a poner en cuestión lo hecho en Estados Unidos y la actuación posible de Trump:

Any sign that the US economy is being affected would surely catch Trump's eye and might jolt him into more urgent action.
The President gets higher marks from voters for his economic management than for any other aspect of his presidency. He incessantly cheers stock markets as they hit new highs. But a growth slowdown and the psychological impact of a prolonged correction could complicate his pitch for a second term.*
.
Economía, salud y política parecen ser los tres parámetros con los que se mide el caso. No es bueno. El valor real de los dirigentes es ser capaces de jerarquizar esos tres elementos. El orden en que se pongan ayudará a resolver el problema de mejor o peor manera. Creo que está claro que los virus no entienden ni de política ni de economía, por mucho que algunos se empeñen.
La queja de la OMS por haber solicitado fondos internacionales para combatir e investigar y haber obtenido una pobre respuesta, nos indica que las prioridades de los países no siempre están claras.
Ahora entra en la política interna norteamericana exigiéndole a Trump prevención y medidas eficaces para contener lo que pueda ocurrir, cuestionando su optimismo. Ironías de la vida.



* Stephen Collinson "Virus concern grips Washington as Trump dispenses optimism" CNN 25/02/2020 https://edition.cnn.com/2020/02/25/politics/coronavirus-us-donald-trump-washington-politics/index.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.