Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
COVID-19 acaba de entrar en la precampaña electoral norteamericana. Mientras
Trump entra —¡Dios mío!— en la tumba de Gandhi y en el Taj Mahal, en casa se
discute sobre el futuro y las medidas necesarias para prevenir lo que pueda
ocurrir y para contener lo que ocurra.
En todo
este tiempo, la prensa norteamericana de cualquier color ha arremetido contra
China. La llegada del coronavirus fue enarbolada como metáfora en una lucha ya
existente, previa, que había comenzado con la llegada de Trump a la Casa
Blanca, incluso ya en la pre campaña electoral. Trump quería poner a China
contra las cuerdas y parte de su argumento camino de la presidencia era que
China se había beneficiado de los malos negociadores anteriores, que habían
perjudicado el desarrollo norteamericano. Los tiras y afloja arancelarios
abrieron una llamada "guerra económica" que hizo que Trump movilizara
contra China a diversos países de la zona presionando para evitar los planes de
crear una zona de beneficio común en Asia, algo que a Trump no le interesaba.
Para ello tensó las cuerdas con Corea del Norte y abrió los conflictos con
Taiwán y Japón, también con Corea del Sur. Los ataques a China se incrementaron
por aquello que Estados Unidos considera propio: las comunicaciones. Tanto el
desarrollo del mercado de la telefonía móvil, en el que chinos y surcoreanos
dominan en detrimento de Apple, como el desarrollo del 5G en Europa en acuerdos
con Huawei, elevaron el tono de la guerra comercial y mediática contra China. Y
algo más: en lo único que han estado de acuerdo demócratas y republicanos ha
sido en la necesidad de "frenar" a China, que les ha dejado atrás en
muchos campos.
Mientras
China se limitaba a ser la fábrica, los Estados Unidos, lo creadores de la idea
de "globalización", no había problema. Ha sido cuando China ha
demostrado que podía crear su propia tecnología, competir y ganar en muchos
sectores punteros, como las comunicaciones o la Inteligencia Artificial, cuando
empiezan a surgir los problemas y Estados Unidos ataca.
Y
entonces llegó el COVID-19. Los titulares de los medios norteamericanos
empezaron a echar chispas cuando en China comenzaron los contagios y muertes.
El "virus chino", como se le identificó inicialmente, era la guinda
que coronaba el pastel de la guerra comercial.
En los
medios estadounidenses (y británicos) se repetían las imágenes fotográficas que
asociaban los símbolos de China (bandera, dragones, colores, etc.) directamente
con el virus. La culminación de este proceso de asociación simbólica país-virus
se realizó, sin embargo en Dinamarca logrando la culminación de la elegancia
perversa: una bandera china en la que se había sustituido las estrellas
características por los coronavirus. El gobierno chino protestó. Las imágenes
de este tipo se han repetido una y otra vez, como tuvimos ocasión de señalar.
Mientras
los coronavirus no salieron de China, los ataques eran fáciles. Se creaba
pánico, pero el peligro estaba lejos. Y esto ha cambiado. La aparición de focos
importantes en países como Italia y Corea del Sur obliga a la redefinición del
problema, que ya no se puede centrar en China.
El
problema se plantea a un Donald Trump que presumía hace unos días de haber
cerrado Estados Unidos a los "chinos", creyendo que eso era sencillo,
eficaz y suficiente para su propio discurso aislacionista. Trump
"castigaba" a China. La cuestión ya no es tan sencilla y no se puede
limitar a las palabras, por muy encendidas que sean.
Trump
ha estado presumiendo que sus medidas para la prevención, como todo lo que hace,
eran perfectas y suficientes. Pero ahora se le pide aclaración y, sobre todo,
muchos empiezan a temer que si hay un "problema", el sistema
sanitario pueda abarcarlo.
Como
sabemos, la cuestión de la sanidad es uno de los caballos de batalla en la
política norteamericana, un conflicto que obliga a los candidatos a tomar
posiciones sobre su tamaño y cobertura. La salud es política pura en los
Estados Unidos.
Desde
esta perspectiva debemos considerar el artículo aparecido en la CNN con el titular
"Virus concern grips Washington as
Trump dispenses optimism". Por su propia dinámica, nada hay más
preocupante que el "optimismo" de Trump. ¿Qué se puede hacer cuando
se tiene al presidente más mentiroso de la historia? A los norteamericanos
empieza a llegarles el miedo y no es precisamente Trump la persona para
infundirles confianza y prometerles salir de la crisis.
Este es el comienzo del artículo de la CNN:
Growing fears that the coronavirus outbreak
could turn into a pandemic and reach the United States are challenging
President Donald Trump's sunny assurances that everything is under control.
After weeks of telling Americans that China has
a lid on the situation, the President is returning from a trip to India amid
growing concern in Washington over the virus and partisan criticism of his
attitude.
A panicked 1,000-point Wall Street sell-off, a
building world supply-chain crunch and a looming hit to global growth together
could pose peril for Trump by slowing the strong economy he plans to ride to
reelection.
But even more worryingly, the virus is spreading
beyond its Chinese epicenter to Europe and the Middle East in a way that has
experts warning it could soon become a full-blown pandemic. In such a scenario,
the US could not expect to escape from a wave of infections and Trump would
face a test of his leadership and capacity to bring a jumpy nation together.
The White House insists Trump is more than on
top of the situation. But Democrats are now sounding the alarm, with Senate
Minority Leader Chuck Schumer charging Monday that the President is "asleep
at the wheel" as the threat builds.
A serious outbreak in the US could put a health
system already facing a tough flu season under severe pressure, posing an
organizational challenge for an administration that habitually stokes chaos and
sends mixed messages.*
Mientras se veían los toros desde la barrera, por usar el
dicho español, era fácil atacar a China. Pero ahora, el toro se ve mucho más
cerca y ya no valen las palabras del presidente, al que su falta de
credibilidad le pasa ahora factura. Se le pide algo más que ataques en mítines
de fin de semana o tuits agresivos.
La caída de Wall Street y de muchas bolsas mundiales es algo
que sitúa el problema en la otra cara de la moneda. Desde el principio, el caso
del COVID-19 se vio como una cuestión económica paralela al problema sanitario.
La moneda ha tenido esas dos caras, la salud y la economía. Se pensaba que
China sería la perjudicada, y lo es. Pero en el mundo en que vivimos nada queda
desconectado.
Las críticas que se dirigían a China, se plantean ahora
contra Japón y Corea del Sur. Lo de Japón es por su gestión de los barcos con
infectados y su falta de acción preventiva, consiguiendo crear en el Diamond Princess, el segundo foco en
importancia tras de China. Más grave la situación surcoreana con una secta
religiosa como principal agente de contagio y un crecimiento espectacular cuyos
efectos solo están comenzando.
Todo ello se vuelve contra el propio Trump, pues debe
demostrar si es capaz de hacer algo más que levantar muros para aislar a los
Estados Unidos. De nuevo vuelve a aparecer el problema económico, esta vez en
su campaña para la reelección, pues si la economía se ralentiza y hay muchos
más sustos bursátiles cada vez que ocurra algo, su mayor activo para la reelección
se vendrá abajo.
Los demócratas están volviendo las armas por el COVID-19
contra Trump al pedirle algo que no tiene: un plan real de defensa frente al
coronavirus. La idea de que "se ha dormido al volante" es expresiva
en el reproche. La debilidad del sistema sanitario enfrentado ya a la gripe
preocupa y los que han visto la sanidad como una carga puede que tengan que
repensar sus teorías frente a la dureza de la realidad.
Pero hay otro aspecto importante, de orden psicológico en
esta guerra múltiple, tal como queda reflejado en el artículo:
The sudden upsurge in political heat over the
coronavirus in Washington came after Mike Ryan, executive director of the World
Health Organization's Health Emergencies Program, said that while the virus was
not yet a pandemic, it was time to prepare for it to evolve in such a way.
"Look what's happened in China: We've seen
a significant drop in cases, huge pressure placed on the virus and a sequential
decrease in the number of cases; that goes against the logic of pandemic. Yet
we see in contrast of that, an acceleration of cases in places like Korea, and
therefore we are still in the balance," he said.*
El hecho de que la Organización Mundial de la Salud
reconozca los esfuerzos y sacrificios de China y vea los resultados en la caída
de los casos, mientras que crecen en otros lugares, se vuelve políticamente
contra Trump. El mensaje es claro: China actúa, Estados Unidos habla.
La lucha política es cómoda mientras la realidad no ponga a
cada uno en su lugar. La importancia de la coordinación mundial es lo contrario
de lo que se ha hecho desde la maquinaria norteamericana, más empeñada en
aislar y hundir a China que en resolver un problema que puede ser global y de
gran trascendencia.
La reducción de los casos de contagio en China es una buena
noticia. Pero sirve de muy poco si los demás países no toman medidas adecuadas,
que no serán populares. Si no quieren ponderar lo realizado por las autoridades
chinas, debe reconocerse al menos el enorme espíritu de sacrificio del pueblo
chino para combatir algo más que su propia salud individual.
La lucha contra la expansión en un caso como este requiere
una enorme solidaridad y sacrificio por parte de millones y millones de
personas de las que se ha hablado poco, mostrándolos como una especie de
curiosidad disciplinada tras sus mascarillas, y en sus aislamientos, muchas
veces voluntarios, para evitar ser foco de transmisión. Hoy gracias a esa
disciplina, el coronavirus pierde fuerza en China mientras que la gana en otros
países. Veremos si en todas partes se responde de igualforma.
Las líneas finales del artículo de la CNN vuelven a poner en
cuestión lo hecho en Estados Unidos y la actuación posible de Trump:
Any sign that the US economy is being affected
would surely catch Trump's eye and might jolt him into more urgent action.
The President gets higher marks from voters for
his economic management than for any other aspect of his presidency. He
incessantly cheers stock markets as they hit new highs. But a growth slowdown
and the psychological impact of a prolonged correction could complicate his
pitch for a second term.*
.
Economía, salud y política parecen ser los tres parámetros
con los que se mide el caso. No es bueno. El valor real de los dirigentes es
ser capaces de jerarquizar esos tres elementos. El orden en que se pongan
ayudará a resolver el problema de mejor o peor manera. Creo que está claro que
los virus no entienden ni de política ni de economía, por mucho que algunos se
empeñen.
La queja de la OMS por haber solicitado fondos
internacionales para combatir e investigar y haber obtenido una pobre respuesta,
nos indica que las prioridades de los países no siempre están claras.
Ahora entra en la política interna norteamericana exigiéndole
a Trump prevención y medidas eficaces para contener lo que pueda ocurrir, cuestionando su optimismo.
Ironías de la vida.
* Stephen
Collinson "Virus concern grips Washington as Trump dispenses
optimism" CNN 25/02/2020
https://edition.cnn.com/2020/02/25/politics/coronavirus-us-donald-trump-washington-politics/index.html
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