Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Tras el
fracaso, los acuerdos parecen éxitos. Es lo que ocurre con el Brexit, un hecho
que significa futuros problemas para todos, británicos y continentales, ya que
ambos somos europeos. Es Europa la que queda dividida y condenada a la
resurrección de sus problemas irresolubles, como ha podido apreciarse primero
con la cuestión irlandesa y después con la gibraltareña. Estos dos conflictos
quedaron aminorados con la pertenencia de todos al mismo espacio, por más que
no se resolvieran. Pero en las relaciones internacionales, la idea de
"resolución" es relativa. A veces basta con que queden aparcados, sin
provocar más conflictos.
Por más
que todos hayan llegado a un acuerdo general, esto no ha hecho más que empezar.
Los problemas empezarán cuando después de décadas haciendo, empecemos a pasar décadas teniendo que negociar los
aspectos más nimios para poder hacer lo que ya habíamos hecho.
El
Brexit ha sido una de las más gigantescas engañifas políticas de todos los
tiempos. Ha sido un intento exitoso de debilitar a Europa resquebrajando su
unidad en un mundo que trata de recuperar la bipolaridad y en el que Europa
había alcanzado un estatus inexistente anteriormente. Nunca Europa había tenido
una voz común porque, por el contrario, era donde nacían todos los conflictos
de los últimos siglos, incluidos los que se trasladaban al exterior en forma
colonial.
Jean-Claude
Juncker ha sido claro: no es momento de júbilo, sino de tristeza. Alcanzar un
acuerdo no es un éxito. Es la constatación de un fracaso previo, el deseo de
salir de Europa por parte de Reino Unido. La Unión Europea se debilita, pierde
una parte importante. Pero Reino Unido queda solo en un mundo complejo y
complicado. No tiene por delante alegría, solo soledad y melancolía, un
constante negociar todo lo que tenga que hacer en solitario, muchas veces
enfrentado a sus antiguos socios, de cuyos intereses se ha separado.
El
planteamiento del Brexit fue demagógico desde el principio y es responsabilidad
de todos los grupos políticos británicos, en cuyas filas militaban tibios y
contrarios, aliados en lo que esperaban que podría ser un nuevo golpe estratégico.
Puede que algunos solo intentaran presionar a la Unión (como habían hecho
tantas veces) para conseguir nuevos beneficios, pero la imprudencia de David
Cameron, el último responsable de la convocatoria, fue definitiva. Los
antieuropeos, los que Vladimir Putin recibía y al que tenían por héroe (junto a
todos los ultranacionalistas del continente), hicieron el resto. Mintieron y
explicaron mal, usaron metáforas de la II Guerra Mundial para hacer ver que el espíritu
británico "vencería". Y los viejos británicos sacaron a los jóvenes
de Europa, de la Europa en la que querían permanecer. Se dio la paradoja, digna
de ser estudiada, de que los lugares más favorecidos por las políticas e
inversiones europeas fueron allí donde el voto anti Unión tuvo mayor fuerza.
¿Cómo
serán las relaciones futuras? El diario El País señala:
Con el estatus que unirá a Reino Unido y la
UE todavía por definir, Juncker ha llamado a crear con Londres una conexión
privilegiada. "El divorcio es un momento trágico. Como quizá sepan algunos
de ustedes, hay que proceder a ciertos pagos, pero la futura relación es lo que
debemos construir, y no creo que Reino Unido pueda ser un tercer país como otro
cualquiera. Tenemos que construir algo que recoja los vestigios del amor que
nos hemos tenido".*
Las
metáforas del "divorcio" han estado presentes y se extienden a la
forma de entender este proceso incomprensible. Lo institucional se entiende
desde las relaciones de pareja, pero nadie se pregunta por el "desamor",
por el momento en que Reino Unido empezó a sentirse distante y problemática su
relación con el resto. ¿Solo hartazgo?
No
ayudan mucho las metáforas del desamor. Si no se quiere repetir la historia de
la fragmentación sería mejor dejarnos de cursilerías e ir al núcleo real de los
problemas, comprobar si estos son reales o solo invenciones, excusas para la
separación. Hay que saber qué hay detrás del hecho o de la ficción.
Las
amenazas europeas —lo hemos dicho repetidamente— son fuertes y provienen de los
que se sienten fuertes y han decidido dinamitar la Unión desde dentro. El
problema del nacionalismo europeo es el mismo del separatismo español: no le
vale con salirse, debe destruir lo que deja atrás porque no puede permitirse un
futuro en inferioridad. De ahí viene la idea de la negación de España como
realidad o de Europa como proyecto de futuro. A nadie le interesa separarse y
encontrarse con que aquellos de los que te has separado son más fuertes que tú.
Por
este motivo, es importante la actitud de los próximos británicos en el poder. ¿Comenzarán
una política de buena vecindad o, por
el contrario, alentarán la división de Europa a través de la
"internacional anti Unión Europea" que han contribuido a crear y que
ya ha manifestado su deseo de desmantelar la Unión?
Los dos
interesados —la Norteamérica de Trump y la Rusia de Putin— sabemos que seguirán
con su lucha por debilitarla. Estados Unidos por mantener la dependencia y el
chantaje defensivo (Europa ha reaccionado intensificando una política defensiva
propia) y Rusia debilitando las sanciones de la Unión y creando una dependencia
energética.
El
proceso que se abre tras el Brexit es complicado porque se seguirá intentando
mina la Unión. Hay que intensificar la "idea europea" y lo mejor es
aumentar su eficacia. Los que quieren frenarla se dedican a acumular problemas
y a diversificarlos. Puede que ese sea el destino europeo, vivir en una
inestabilidad de sus miembros. Así lo auguran los auges populistas y
nacionalistas y el uso que de la inmigración se está haciendo, como ya se hizo
en Reino Unido.
Una
cosa es importante: no se puede cejar en la idea europea. Como idea puede y
debe ser mejorada. Los europeístas no pueden incurrir en el error de la sentimentalización
nacionalista. Pero tienen algo mejor, la práctica. Los beneficios europeos son
grandes para todos si Europa es llevada con equilibrio, solidaridad y mesura.
Eso dependerá de las voluntades nacionales, que se ven atacadas del virus
nacionalista, por lo que el cálculo electoral pesa más que el sentido común en
muchas ocasiones.
Los
antieuropeos se están uniendo estableciendo objetivos estratégicos. Europa debe
defenderse con una intensificación de la explicación de su sentido, una mejor
comunicación en todas las instancias, de la educación a los medios. Es la única
forma de enfrentarse a lo que ya hemos visto que ocurre cuando la tibieza y la
ignorancia se juntan.
La metáforas amorosas y de pareja no ayudan a ir más allá de los sentimientos. Europa se demuestra funcionando bien, igual que el movimiento se demuestra andando. Con tiempos duros por delante, el "amor" no será suficiente y Europa debe funcionar muy bien para demostrar que puede ser y ser mejor.
La
Unión se ve enfrentada ahora a una nueva situación. Las relaciones con el Reino
Unido no pueden ser tan distantes como para olvidar que somos Europa ni tan
afectuosas como para incentivar las salidas de otros. En una situación
desagradable que los británicos tengan que convertirse, por su propio deseo, en
el ejemplo de que estar fuera es peor que estar dentro.
Sí, es un día triste para Europa y para los británicos, que quedan separados y divididos profundamente. Tiene razón Juncker.
*
"Juncker advierte a los diputados británicos: “Es el único acuerdo
posible”" El País 25/11/2018 https://elpais.com/internacional/2018/11/25/actualidad/1543147267_989600.html
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