martes, 6 de noviembre de 2018

Las puertas del infierno

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El efecto propagandístico buscado con las intervenciones del presidente, Abdel Fattah al-Sisi, en este caso en el Foro Mundial de la Juventud, que se celebra de Sharm El-Sheikh (rebautizada pomposamente por estos acontecimientos como "ciudad de la paz") muestra lo limitado y reiterativo de sus mensajes. 
Si ayer comentábamos la frustración por tener que repetir una y otra vez, desde 2015, que se debe cambiar el discurso religioso sin ir más allá en el planteamiento, el siguiente día nos ofrece otra muestra de lo mismo.
Al-Sisi no es un ideólogo, sino un militar tradicionalista cuya imagen del país se basa en un sentido del orden que forja un modelo de país-cuartel; que tiende a una visión unitaria del país, viendo en las diferencias un problema y no una realidad que gestionar. Es alguien, por otro lado, cuyas propuestas se deben imponer sobre la realidad de las cosas, sobre las circunstancias, como forma de doblegarlas; querer es poder, viene a decir, algo que no siempre es evidente y exige un sentido realista de lo que se puede. Finalmente, es alguien que se convierte a sí mismo en el modelo en el que la gente se debe proyectar, como ocurrió con el caso del discurso del "frigorífico vacío" durante diez años.


El diario Egypt Independent —con el titular "Change by force opens gates of hell: Sisi at World Youth Forum"— recoge las nuevas declaraciones en el Foro señalando su interpretación del devenir egipcio, de los acontecimientos:

The unplanned actions taken in Egypt during previous years opened the gates of hell on the country, he said.
Mobilizing youth and public opinion to make change in societies using force may get out of control, creating a huge power vacuum, Sisi asserted.
According to Sisi, the void that could arise as a result would allow domestic and foreign powers to intervene in the internal affairs of the state and collapse its institutions.
The financial, moral and political costs of countries in conflict are much greater than expected, he added.
The effort exerted by the Egyptian state during the previous five years to restore stability and peace is unprecedented, Sisi said, adding that at some point “all we hoped was to return to the pre-January 25 situation”.*


El análisis de los males egipcios y su interpretación no deja de ser una simplificación que se concreta en algo más simple todavía: solo una mano fuerte puede evitar que Egipto camine hacia su destrucción. Esta se produce por la conjunción de dos factores: internos (la tendencia al caos, que produce el vacío de poder) y externos (las eternas conspiraciones para destruir Egipto). Estos dos factores hacen que la estabilidad se identifique como fuerza de represión para evitar la deriva natural hacia el caos, haciendo que el Estado colapse; por otro lado, esa estabilidad proviene de la fortaleza del Estado, si es capaz de resistir esas derivas.
La idea de "conflicto" es la de un país liberado a sus propias fuerzas, cuyos costes "económicos, morales y políticos", nos dice, son "mucho mayores de lo esperado". Es un canto, desde el miedo al futuro, al control social, a la planificación estatal, como formas de combatir la dispersión natural. Los megaproyectos egipcios —la ampliación del Canal o la nueva capital— son formas de encaminar las energías del país, canalizarlas hacia lo constructivo y no hacia lo destructivo.
La visión de al-Sisi es militar, pero también islámica. El miedo al desorden, al caos, se combate con la obediencia, con la sumisión a un poder central que encarna el bien y los valores sociales. Sin este imperio de la legalidad, se produce la destrucción por la combinación del caos interno y de la conspiración externa.


Al-Sisi recuerda a los egipcios el esfuerzo y coste de los cinco años anteriores (los suyos) y el deseo de regresar a la "estabilidad" anterior al 25 de enero, es decir, al estado previo a la revolución, que se identifica como una especie de "edad de oro", una época a cuya perfección hay que regresar.
En los últimos tiempos, Abdel Fattah al-Sisi insiste en la idea del régimen de Mubarak como un ideal de estabilidad y orden. Es un mensaje doble. Por un lado, al-Sisi reivindica su propia historia como militar del régimen de Mubarak; por otro lado, sataniza la revolución, algo que se ha ido acrecentando con el tiempo.
La explicación de esta doble situación nos dice que, en efecto, cayó Mubarak, pero no su régimen, al que no se ve como causante de las desgracias de Egipto, sino como un periodo idílico, de paz y estabilidad. El régimen de Mubarak sin Mubarak, con el añadido reforzado del papel estabilizador de la religión. El argumento se repite históricamente: allí donde se perdió el sentido religioso, se produce el caos. La alianza que se forma es la de un discurso religioso moderado, pero firme ante la irreligión. La moderación se mide en términos relativos al extremismo, en donde este concepto vale tanto para el Estado Islámico como para los Hermanos Musulmanes, el rival directo por el control de la sociedad.
Las palabras dichas por al-Sisi confirman el diseño del gobierno egipcio y sus perspectivas de futuro. Cualquier planteamiento que se aleje de él, significa ruptura con un modelo sacralizado, institucionalizado como "nacional", y del que se excluye toda discrepancia o crítica considerándose estas como desestabilizadoras, provocadoras del vacío de poder y que, finalmente, arrastran al caos.


El refuerzo del papel del Ejército y de su definición como brazo del pueblo hacer ver que este se va a perpetuar en el poder, ya que cualquier otra perspectiva se percibe como destructiva. Recordemos la detención de militares bajo la acusación (absurda en cualquier otro contexto) de "querer separar al Ejército y al Pueblo".
La definición clara de la revolución del 25 de enero como un elemento desestabilizador y la apertura de las "puertas del infierno", según se recoge en su propio discurso conlleva la concepción de cualquier posibilidad que no sea las fijadas por el régimen como "demoníaca", por continuar con el símil. Esto constituye la sacralización del sistema, cerrándolo. También una advertencia a cualquiera que trate de cambiar el curso de lo programado. La fabricación de un modelo pseudo democrático, con una falsa "oposición", la creación de otro "partido nacional" y la eliminación de los críticos, además de los opositores, hace perder toda esperanza por mucho tiempo. Como ocurrió con Mubarak, es el propio régimen el que tiene que colapsar por sus errores, arrastrando a la sociedad. Es una condena al conflicto permanente, sin resolución, a vivir bajo la amenaza constante, algo que justifica el uso del poder y la violencia represivos.
Si a esto se le suma la consideración negativa de los derechos humanos, como una especie de herramienta para interferir en los "asuntos internos" del país y desestabilizarlo, Egipto está abocado de nuevo a otro largo periodo de "represión gozosa" como el de Hosni Mubarak, ahora convertido en paladín de la estabilidad
Hay pocas perspectivas de que alguien abra las puertas del infierno. El problema es de qué lado de la puerta estás.



* "Change by force opens gates of hell: Sisi at World Youth Forum" Egypt Independent 5/11/2018 https://www.egyptindependent.com/change-by-force-opens-gates-of-hell-sisi-at-world-youth-forum/



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