Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Poco
podría imaginarse quien viera la película La
bicicleta verde (Wajda 2012), de la saudí Haifaa al-Mansour, que su
siguiente película sería una biografía de Mary Shelley, la autora de una de las
novelas más valoradas, recordadas y vigentes del siglo XIX, por muchos
aspectos, Frankenstein o el moderno
Prometeo.
La
pequeña historia que Al-Mansour nos contó en La bicicleta verde era la de una niña de una familia acomodada en
la que el padre se va a divorciar por las presiones familiares (es su excusa) debido
a que su esposa, la madre de Wadjda, ya no puede tener más hijos. Eso significa
que ya no tendrá un descendiente varón con el que la familia pueda prolongarse
en la historia. Las mujeres no cuentan.
Uno de los momentos en que la niña Wadjda
comienza a entender el mundo en el que vive es cuando ve que su padre ha
retirado del cuadro que representa el árbol genealógico familiar el post-it que
ella había colocado con su nombre. Ella no es lo que deseaban, un hijo con el
que se mantuviera el nombre del padre. Toda la película se basa en el deseo de
Wajda de vencer el rechazo de su padre. Intenta ser lo que el padre quiere y
ella nunca podrá ser, un varón.
Visto
desde esta perspectiva, la biografía de Mary Shelley realizada por Haifaa
al-Mansour tiene una perfecta continuidad. La sencillez de La bicicleta verde escondía
una profunda reflexión sobre el rechazo de la mujer en una sociedad patriarcal
como la saudí en el que las mujeres son adornos en la línea masculina cuya
función es traer hijos varones al mundo para ampliar el poder de la familia. Wadjda
y su madre deben aprender a vivir con ello, con ese rechazo de la una por no
poder dar hijos varones y la otra por ser el único resultado de un matrimonio
en el que el amor es secundario y supeditado a la presión y mandato familiar.
Tú no eres nada sino una parte irrenunciable de la familia, la prioridad
principal. Y quien decide todo son los hombres.
La
biografía de Mary Shelley que Haifaa al-Mansour ha realizado es una magnífica
recreación del tema del rechazo desde otra perspectiva pero con igual
penetración en el análisis.
Haifaa
al-Mansour ha trabajado el personaje de Mary Shelley con profundidad,
respaldada por una extraordinaria Elle Fanning, una actriz que crece en cada
papel, capaz de trasladar al personaje todas sus vicisitudes interiores.
Estéticamente
la película es muy diferente, puesta al servicio de proyecto. Haifaa al-Mansour
estudió Literatura Inglesa y su conocimiento del material que tiene entre manos
refleja una sensibilidad en el a menudo malinterpretado romanticismo inglés,
tan proclive a la fabricación de héroes. Al-Mansour deja a cada uno en su
lugar.
Una de
las partes más interesantes es precisamente el reconocimiento e interpretación
de lo que supuso en su momento la obra de Mary Shelley, publicada anónimamente —como
ocurrió con muchas otras obras de la época— con la presunción de que su autor
era Percy B. Shelley. Este aspecto es una muestra más de la falta de aceptación
de las mujeres, reducidas a mero juguete reproductivo, y de la falta de apoyo
para su trabajo.
No deja
de ser relevante el destino de aquellas mujeres escritoras que se debieron
enfrentar al recelo y al desprecio de una sociedad que no las valoraba. Jane
Austen, las hermanas Brontë, Mary Shelley, Elizabeth Barrett Browning... fueron
mujeres que hicieron algo más que escribir. Tuvieron que encontrar una voz
propia y, sobre todo, luchar contra los prejuicios de su época, contra el
desprecio hacia lo que hacían. Quizá sea por ese ánimo de rebeldía que se
encuentra en sus obras por lo que han conectado por nosotros por encima de lo
que los ilustres varones escribieron.
La Wadjda saudí y la Mary británica tienen muchas cosas en
común entre y ellas y quizá con la directora que las llevó a la pantalla. Hay
un deseo de encontrar su propio camino, poder elaborarse algo que estaba
vedado, una identidad propia. La mujer debía ser un "complemento" del
hombre, una creación para atender sus necesidades y encajar en el diseño social
que se esperaba de ella. Wajda era inconformista como lo es Mary. Ambas se
enfrentan cada día a ese rechazo que sufren desde diferentes ámbitos, la
familia, la escuela, la sociedad en su conjunto. La distancia entre la sociedad
saudí actual y la Inglaterra de comienzo del siglo XIX no valoraban a las
mujeres. Lo que las condenaba a una soledad creativa, reflexiva sobre su propia
condición y lo que las oprimía. Wadjda y Mary son rebeldes en sociedades
diferentes, en tradiciones muy diferentes, pero con un mismo control de las
mujeres.
Difieren las figuras paternas, el anarquista William Godwin,
el padre de Mary y marido de Mary Wollstonecraft, no tiene mucho que ver con el
frívolo padre de Wadjda, atacado de conformismo complaciente ante la familia.
Godwin será un apoyo, pero a Mary se le muestran la fisuras del liberalismo. Lo
que él hizo como hombre, no es lo mismo que lo haga una mujer. El ejemplo
idealizado de Mary Wollstonecraft, la madre muerta al nacer Mary, le servirá de
ejemplo radical, algo que tendrá que recordar a su padre, partidario del amor
libre, pero padre que no puede escapar a sus condicionamientos.
Este es una de las líneas de interés de la película de
Haifaa al-Mansour, la diferencia de raseros de los que se sienten
"progresistas", pero que usan ese progresismo de forma egoísta y
manipuladora, como es el caso de Byron y Shelley.
La película los retrata como portadores de ese idealismo
infantil que esconde su propio narcisismo (término que se usa en la película),
un egoísmo que les impide ir más allá de sí mismos.
Un aspecto importante de la película de Haifaa al-Mansour es
la dimensión estética. Lejos de caer en el formalismo, la obra tiene una
hermosa fotografía naturalista que
trata de recrear una visión de la naturaleza próxima a la libertad que Mary
reclama. La oposición entre el mundo urbano y el mundo natural se concreta en
ese tratamiento de la fotografía de la película a cargo de David Ungaro. La
idea de la naturaleza como aspecto simbólico en la obra se corresponde con el
propio sentir romántico que en realidad, más allá de los excesos de estilo,
supuso un reconsideración del papel de la Naturaleza tras abandonarse el
mecanismo newtoniano en favor de una dimensión orgánica del mundo. Esta idea
está presente en ese mundo natural de soledad en el que se refugia Mary,
representado en el cementerio en el que se encuentra enterrada su madre. La
fotografía, como decimos, trata de crear ese marco "natural" del
personaje frente a otros espacios.
El guión de la película, firmado por Emma Jensen, con
aportaciones —como se nos dice en los créditos— de la propia Haifaa al-Mansour,
huye de los tópicos habituales en las películas sobre estos personajes,
recreado en muchas ocasiones. Pese a ello, es de gran originalidad y con un
gran perfilado de los personajes. Mary es una luchadora que sigue el consejo de
su padre, abandonar las voces prestadas y encontrar la propia, un consejo que va
más allá de la escritura. Mary usará ese consejo aunque sea frente a su propio
padre.
Lejos de recrearse en su obra maestra, la película termina
con una victoria modesta pero importante: el estampado de su nombre en la
portada de la obra en su segunda edición, algo que le había sido negado en la
primera. Frankenstein o el moderno Prometeo es la historia del rechazo del
creador a su criatura, un personaje que Hollywood tergiversó y ha pasado a
formar parte de la cultura popular como un enorme error. Aquella criatura que
leía a Rousseau mientras era perseguida, víctima del odio de quien le trajo al
mundo, era la representación de los despreciados, de los rechazados por la
sociedad.
El rechazo que Mary Shelley vivió parte de su vida quedó
reflejado en esa obra que llega hasta nosotros y que siempre será actual
mientras exista el rechazo de alguien por ser mujer o por no cumplir con
obediencia lo que la familia, sociedad, instituciones, nos imponen en el duro
camino de alcanzar la identidad.
Haifaa al-Mansour ha sabido reflejarlo con una espléndida
dirección de actores, destacando la naturalidad de las intérpretes frentes a lo
histriónico de los personajes masculinos. De nuevo el reconocimiento del
trabajo de Elle Fanning como una gran interpretación, medida e interiorizada
para mostrar en la pantalla a un personaje con humanidad.
En un artículo publicado en julio por El País Semanal, se
recogen estas palabras de Haifaa al-Mansour: “Mary Shelley escribió un libro
cuando era muy joven y no fue reconocida en su momento. Lo es ahora. Las
mujeres deberían atreverse a ser lo que quieran y no dejar que la sociedad
dicte su camino”. Su proyecto próximo anima a las mujeres a decir lo que
piensan y sienten en Arabia Saudí. Me temo que las condiciones no son
sencillas, pero es importante el llamamiento. Los textos quedan, como el de
Mary Shelley, para sembrar esperanzas, para llamar al momento preciso en el que
la letra se convierta en realidad.
Probablemente "Frankenstein o el moderno Prometo"
sea uno de los libros más tergiversados por la cultura popular, una forma de reducir
su mensaje radical de libertad y de búsqueda de caminos propios. La conciencia
de que las mujeres abren el camino a otras mujeres es una parte importante del
mensaje. Mary Wollstonecraft se lo abrió a su hija Mary desde sus escritos,
aunque no estuviera junto a ella. Mary Shelley sobrevive a la pérdida de su
propia hija, pero transmitió el mensaje hacia el futuro, levantando un banderín
de enganche para una causa que seguía su marcha inexorable hasta hoy, con mucho
camino por delante todavía.
La cadena sigue.
* "Haifaa Al Mansour, la cineasta saudí que rompe
barreras" El País Semanal 13/07/2018
https://elpais.com/elpais/2018/07/11/eps/1531303172_799050.html
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