Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Tradicionalmente
se ha valorado en el político su capacidad de análisis. Se ha considerado que
formaba parte de sus cualidades poder comprender de una forma acertada el mundo
que le rodea, considerándose una garantía para los administrados. Con Donald
Trump estos principios no valen.
Es
cierto, que siempre ha habido políticos que le han dicho a la gente lo que esta
quiere escuchar, pero en el caso del presidente norteamericano esto va más allá
de lo razonable y, lo que es peor, le funciona.
Hoy
mismo, el presentador del noticiario de la CNN y el analista político invitado
no podían evitar una descarada sonrisa tras escuchar uno de los fragmentos que
recogían su interpretación o análisis de la situación tras las elecciones de
mitad de mandato. Trump las ha considerado como un enorme éxito (no podía ser un éxito normal) ya que eso le permite,
explica, negociar con los demócratas, que se han hecho con la cámara de
representantes. Esa, dice, es su especialidad, la negociación. Pero no es fácil
negociar nada con alguien que carece de muchas cosas, como la empatía o el
sentido de la realidad.
La CNN
recoge hoy el vídeo del enfrentamiento del presidente de los Estados Unidos con
su corresponsal en la Casa Blanca, Jim Acosta. El enfrentamiento se produce inicialmente
por la calificación de la caravana de emigrantes centroamericanos como
"invasión" y se va desplazando conforme Acosta se siente atacado en
lo personal (you're a rude, terrible
person) y en cuanto a periodista de un medio (la CNN es difusora de
"fake news", ha dado un "trato horrible" a ciertas personas
de su entorno y colaboradores y es "enemiga del pueblo").
Trump
hace que le quiten el micrófono a Jim Acosta y cada vez que este pide
explicaciones, se explaya con los insultos y las descalificaciones. La batalla
de los medios es la que más le afecta porque es su terreno, el que él considera
que controla como comunicador, por tanto, allí donde se dan los más duros combates.
Como mediación, son los que interfieren entre el mensaje directo y el público.
Trump se ha mostrado como partidario del tuit solitario, sin mediaciones,
frente a la rueda de prensa, un calvario en el que se debe mostrar autoritario
ante las críticas.
Para
justificar esta actitud, debe —como ha hecho— demonizar a los medios presentándolos
como "mentirosos" y "enemigos del pueblo". De esta forma,
puede presentar sus ataques como formas justicieras de responder a los medios.
Es lo que ha hecho introduciendo en los ataques a Acosta la "defensa"
de las personas "atacadas" por la CNN.
La
estrategia de Trump es sencilla. Su público, sus votantes le agradecen estos
gestos con los que se retroalimentan. Es una actividad peligrosa ya que implica
que el riesgo personal de los informadores crece, como ya han podido apreciar
algunos cuando han sufrido agresiones o insultos por el hecho de ir a cubrir
los mítines presidenciales.
Trump
necesita mantener la agresividad porque no hay distinción ya entre las campañas
y los estados de reposo. La sociedad mediática demanda este tipo de tensiones
que no deben ser relajadas so pena de perder el control sobre los públicos
votantes.
La
distinción entre audiencias o públicos y votantes se mantiene analíticamente,
pero no en la realidad en la que los ciudadanos son tratados como un público
que ha de votar, organizándose la política como espectáculo. Y eso es lo que
Trump da, espectáculo. Es lo que ha hecho con Acosta en la rueda de prensa en
la Casa Blanca, lo ha sometido a un ejercicio de humillación pública que ha
sido degustado con placer por sus seguidores. Todos sus gestos, movimientos,
posiciones, tonos, etc. mostraban ese desprecio que trataba de comunicar a sus
seguidores. La realización televisiva de la rueda de prensa ha sabido captarlo
perfectamente.
La
resistencia de Jim Acosta ha sido la conciencia de este hecho y negarse a
representar ese papel; pero Trump juega en su terreno y con sus reglas. El
punto final, por su parte, ha sido la retirada provisional de la credencial de
Jim Acosta como corresponsal en la Casa Blanca, una medida de fuerza que será
celebrada, en el sentido expresado anteriormente, por sus seguidores.
La
debilidad evidente que supone este "acto de fuerza", trata de restar
atención respecto a lo que claramente es una pérdida de poder al pasar a los
demócratas una de las cámaras, la de los diputados. Por mucho que Trump trate
de captar los titulares con el despido del Fiscal General o prometiendo
encuentros con el líder de Corea del Norte, la evidencia no se puede ocultar;
ha perdido el control de una de las dos cámaras, por lo que el recorrido
faltante de su mandato se le hará mucho más complicado. Eso es motivo de
alerta, pues nunca se puede esperar de esta presidencia moderación o realismo, sino exceso
como forma de encubrimiento de la realidad. La salida constante de colaboradores —el ya ex fiscal general Sessions es el último por ahora— muestra que Trump no solo trata de imponer su criterio ante Acosta, la CNN o los medios, sino que es su forma de ver el ejercicio del poder.
Jim
Acosta ha cumplido con su trabajo. Lo que hace Trump con el suyo es más dudoso.
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