jueves, 8 de noviembre de 2018

Donald Trump vs Jim Acosta

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Tradicionalmente se ha valorado en el político su capacidad de análisis. Se ha considerado que formaba parte de sus cualidades poder comprender de una forma acertada el mundo que le rodea, considerándose una garantía para los administrados. Con Donald Trump estos principios no valen.
Es cierto, que siempre ha habido políticos que le han dicho a la gente lo que esta quiere escuchar, pero en el caso del presidente norteamericano esto va más allá de lo razonable y, lo que es peor, le funciona.
Hoy mismo, el presentador del noticiario de la CNN y el analista político invitado no podían evitar una descarada sonrisa tras escuchar uno de los fragmentos que recogían su interpretación o análisis de la situación tras las elecciones de mitad de mandato. Trump las ha considerado como un enorme éxito (no podía ser un éxito normal) ya que eso le permite, explica, negociar con los demócratas, que se han hecho con la cámara de representantes. Esa, dice, es su especialidad, la negociación. Pero no es fácil negociar nada con alguien que carece de muchas cosas, como la empatía o el sentido de la realidad.


La CNN recoge hoy el vídeo del enfrentamiento del presidente de los Estados Unidos con su corresponsal en la Casa Blanca, Jim Acosta. El enfrentamiento se produce inicialmente por la calificación de la caravana de emigrantes centroamericanos como "invasión" y se va desplazando conforme Acosta se siente atacado en lo personal (you're a rude, terrible person) y en cuanto a periodista de un medio (la CNN es difusora de "fake news", ha dado un "trato horrible" a ciertas personas de su entorno y colaboradores y es "enemiga del pueblo").
Trump hace que le quiten el micrófono a Jim Acosta y cada vez que este pide explicaciones, se explaya con los insultos y las descalificaciones. La batalla de los medios es la que más le afecta porque es su terreno, el que él considera que controla como comunicador, por tanto, allí donde se dan los más duros combates. Como mediación, son los que interfieren entre el mensaje directo y el público. Trump se ha mostrado como partidario del tuit solitario, sin mediaciones, frente a la rueda de prensa, un calvario en el que se debe mostrar autoritario ante las críticas.


Para justificar esta actitud, debe —como ha hecho— demonizar a los medios presentándolos como "mentirosos" y "enemigos del pueblo". De esta forma, puede presentar sus ataques como formas justicieras de responder a los medios. Es lo que ha hecho introduciendo en los ataques a Acosta la "defensa" de las personas "atacadas" por la CNN.
La estrategia de Trump es sencilla. Su público, sus votantes le agradecen estos gestos con los que se retroalimentan. Es una actividad peligrosa ya que implica que el riesgo personal de los informadores crece, como ya han podido apreciar algunos cuando han sufrido agresiones o insultos por el hecho de ir a cubrir los mítines presidenciales.
Trump necesita mantener la agresividad porque no hay distinción ya entre las campañas y los estados de reposo. La sociedad mediática demanda este tipo de tensiones que no deben ser relajadas so pena de perder el control sobre los públicos votantes.


La distinción entre audiencias o públicos y votantes se mantiene analíticamente, pero no en la realidad en la que los ciudadanos son tratados como un público que ha de votar, organizándose la política como espectáculo. Y eso es lo que Trump da, espectáculo. Es lo que ha hecho con Acosta en la rueda de prensa en la Casa Blanca, lo ha sometido a un ejercicio de humillación pública que ha sido degustado con placer por sus seguidores. Todos sus gestos, movimientos, posiciones, tonos, etc. mostraban ese desprecio que trataba de comunicar a sus seguidores. La realización televisiva de la rueda de prensa ha sabido captarlo perfectamente.
La resistencia de Jim Acosta ha sido la conciencia de este hecho y negarse a representar ese papel; pero Trump juega en su terreno y con sus reglas. El punto final, por su parte, ha sido la retirada provisional de la credencial de Jim Acosta como corresponsal en la Casa Blanca, una medida de fuerza que será celebrada, en el sentido expresado anteriormente, por sus seguidores.


La debilidad evidente que supone este "acto de fuerza", trata de restar atención respecto a lo que claramente es una pérdida de poder al pasar a los demócratas una de las cámaras, la de los diputados. Por mucho que Trump trate de captar los titulares con el despido del Fiscal General o prometiendo encuentros con el líder de Corea del Norte, la evidencia no se puede ocultar; ha perdido el control de una de las dos cámaras, por lo que el recorrido faltante de su mandato se le hará mucho más complicado. Eso es motivo de alerta, pues nunca se puede esperar de esta presidencia moderación o realismo, sino exceso como forma de encubrimiento de la realidad. La salida constante de colaboradores —el ya ex fiscal general Sessions es el último por ahora— muestra que Trump no solo trata de imponer su criterio ante Acosta, la CNN o los medios, sino que es su forma de ver el ejercicio del poder.
Jim Acosta ha cumplido con su trabajo. Lo que hace Trump con el suyo es más dudoso.



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