Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hay historias
que comienzan y terminan. En otras, en cambio, lo que se inició parece no tener
fin. Los acontecimientos ocurren, muchos de ellos de forma aislada, con su
propia consistencia. Pero otros constituyen series que muestran algo. La
historia de Somaya Tarek Ebeid es realmente una "historia" con un
principio definido, que se produjo el día en que un hombre la acosaba en un centro comercial y acabó abofeteándola
sin que le importara a la gente. Desde aquel día, la vida de Somaya Tarek Ebeid
tuvo un nuevo comienzo y pasó a ser llamada "la chica del Centro Comercial
de Heliópolis" (Heliopolis Mall Girl).
Todo
comenzó en octubre de 2015. Lo recogimos aquí y hoy volvemos a contar la nueva
emergencia de los acontecimientos de aquella vida que cambió. Egypt Independent
nos cuenta los últimos acontecimientos:
Somaya Tarek Ebeid, known in the media as the
‘Heliopolis mall girl’, broadcast her attempted suicide in a Facebook live
video on Friday morning that she dubbed “the last minutes,” two months after
she was stabbed in the face by a man seeking ‘revenge’ against her after he was
imprisoned for assaulting and sexually harassing her.
In a haunting video monologue, she said, “I
thought I should catch the last minutes and try to say anything because I won’t
have time. I’m dying now, my nerves are so loose, my body feels too heavy and I
can’t breathe.”
“I wanted an easy death because I’m tired of
the scene of blood. That doctor who prescribed a sleeping pill for me is a very
great doctor […] Nobody can reach me [through my mobile]. I feel that my heart
makes boom boom,” she went on.*
Lo que comenzó con un acto de acoso continúa dos años después
con un intento de suicidio que refleja la impotencia de la mujer ante lo que
lleva padeciendo. ¿Que cambió un acto de acoso como el que se producen por
millares cada día en el país cuya capital acaba de ser declarada como "la
peor megaciudad para las mujeres" ante la irritación de las autoridades?
Una bofetada. Todo fue diferente porque Somaya Tarek Ebeid tuvo el valor de
enfrentarse a su acosador, recibiendo públicamente una bofetada por el
orgulloso macho despreciado.
Aquella bofetada cobarde y altanera refleja mucho, como lo
refleja lo que ocurrió después, cada uno de los episodios de la vida
interrumpida de Somaya. Un hecho traumático, como fue la agresión pública y la
humillación ante la indiferencia, destruye la vida de la persona, que deja todo
para pedir justicia. Pero no es eso lo que encuentra.
La agresión fue solo el comienzo de la pesadilla personal de
Somaya. Egypt Independent
recuerda lo que ocurrió:
Ebeid was sexually harassed by a man at the
mall but defended herself against him, only to be slapped by the man in
retaliation for standing up for herself.
She then reported the incident to police, but
after they did not offer to conduct any action, she took resorted to doing so
herself by publishing a Facebook post which circulated widely, in which she
explained the incident, and attached CCTV footage of the slap, recorded by the
mall’s surveillance cameras.
The video showed a man talking to Ebeid and
then slapping her, before security personnel intervened.*
La indiferencia de la Policía ante la denuncia muestra porqué
no hay reducción del acoso. A lo traumático del acoso se suma la humillación de
tener que pasar por una Policía para la que estos casos no le merecen la pena
moverse de la silla. Con las cifras de acoso sexual existentes, ¿para qué
molestarse? Recientemente, las cifras de acoso sexual que pasan del 90% de las
mujeres, han sido reducidas por decreto al 9%. Según la persona puesta al
frente del Consejo Nacional de las mujeres, Maya Morsy, es "imposible"
la cifra que todos aportan porque las mujeres no podrían salir a la calle o
trabajar. Ese razonamiento le ha permitido quitarle el cero al noventa y
dejarlo en un nueve. Sin más. Todo por la imagen de Egipto.
Pero la realidad es más consistente que un lavado de
cifras. La historia de Somaya Tarek Ebeid no había hecho más que empezar,
dejando en evidencia a todas las instituciones que debían ampararla. La primera
que había fallado fue la Policía. Pese a la indiferencia, puso su denuncia.
Ante la falta de investigación, Somaya consiguió hacerse con
las imágenes del circuito cerrado de televisión del centro comercial, por lo
que pudo difundir la escena del diálogo sin sonido que concluía con la bofetada
del hombre. Usó las redes sociales, lo que atrajo a los medios. Aquí comenzó un
nuevo calvario, que recogimos en su momento. Las dos fuentes actuales egipcias
no recogen esta por algún extraño olvido, pero es una parte esenciales de la
historia. La recordamos a través de la CNN, que titulaba "Sexually
harassed Egyptian woman wins via social media" y tras contar el incidente
del centro comercial, señalaba: "The young woman made a rare and even
dangerous choice in Egypt: She choose to speak up and demand justice."**
¡Cuánta razón! Pedir justicia en Egipto es siempre un ejercicio arriesgado,
como pudo comprobar pronto. Nos
contó la CNN entonces, en octubre de 2015:
Tarek agreed to an interview on a popular talk
show with host Reham Saeed. Rather than find empathy, the victim found an aggressive and accusatory
presenter.
"I see you were wearing a tank top and
tight jeans," Saeed says of the CCTV footage of the assault. "Don't
you think that this clothes was inappropriate?"
"There is no justification," Tarek
responds. "Women in hijab and niqabs all get harassed. There was nothing
inappropriate."
After the taped interview was aired on private
network Al-Nahar, Saeed addressed the camera in a nearly 12-minute monologue in
which she raised doubts about Tarek's story before showing pictures of the
victim in a private setting to accuse her of lewd behavior.
In one image she is seen holding a bottle of
Bailey's; another photo shows her being carried by a man, playfully, on the
beach; another picture that is blurred claims to be Tarek wearing a bikini in
what appears to be a bedroom.
"If I am the type of woman who accepts
being carried by a man while I am in my bathing suit then I must be the type of
woman who would accept sexual harassment," Saeed says to the camera.
"Just as there are harassers in the streets, some girls have really gone
beyond the limits. You won't like this, but this is the truth. Keep your girls
in check and nothing will happen to them."
The public shaming sent Tarek into a spiral.
She called into program after program, crying and claiming that Reham Saeed's
production staff had stolen the private photographs off her phone when she left
it unattended.
"Now I think I wish I would have gotten
hit and, so what, just accepted I was slapped." Tarek said afterward
through tears to another Egyptian network. "I wish I hadn't filed a police
report. I could have taken two, three, even four slaps and who was going to see
it? Maybe 50 people in the mall? Now all of Egypt is staring at me."
Tarek had been harassed by one man. Now she
felt the collective sexual gaze of a nation of more than 80 million.**
Recordamos quién es Reham Saeed, a la que aquí llamamos la
"presentadora patriótica". De este vergonzoso incidente dimos cuenta
en su momento (ver "La presentadora patriótica ataca de nuevo"
30/10/2015). Reham Saeed fue la presentadora que mostraba las miserias de los desesperados
refugiados sirios lanzándoles paquetes de comida y diciéndole a los egipcios lo
agradecidos que debían estar al gobierno por evitar que estuvieran como Libia o
Siria. Los egipcios debían dar todos los días gracias por el presidente
al-Sisi, responsable de las maravillas egipcias. Ella se envolvía en la bandera
del país para ejemplo de todos.
Esta vez "la presentadora patriótica", como nos
contaba la CNN, fue contra la víctima del acoso. Mientras hablaba en el plató
ante las cámaras, se introdujeron en el camerino en donde había dejado su
bolso, le sacaron el teléfono móvil y le robaron las fotos personales que
tenía. Reham Saeed las usó contra ella. Finalmente, Saeed fue denunciada y sentenciada por el robo de las fotos.
Como ya ha sido estudiado por algunos analistas, la táctica
del estado egipcio para cubrir su ineficacia es siempre responsabilizar a los
ciudadanos, que son culpables de lo que ocurre, sea lo que sea. El nadador que
es mordido por un tiburón es acusado de atentar contra turismo. La
presentadora, como en tantos otros discursos, lanza sobre la víctima la
acusación de la indecencia provocadora. El acoso no se debe al descontrol del
varón egipcio sino a la provocación de
las mujeres que les tientan en su maldad congénita.
La infame Reham Saeed convirtió la comparecencia de Somaya
Tarek Ebeid en su programa en un juicio sin defensa, en una humillación
constante que condenaba a la mujer. La
víctima se lo merecía. Es lo mismo que hemos escuchado por boca del abogado
que recientemente consideró que era un "deber nacional" violar a las
mujeres que salieran a la calle con pantalones vaqueros rasgados. Es el mismo
principio. La mujer que viste así, se lo
merece. ¡Padres, vigilad a vuestras
hijas!, claman las pancartas desplegadas en las calles de Egipto.
Curiosamente es el mismo principio que las diputadas electas
del partido de Mohamed Morsi, las islamistas, daban cuando se les planteaban
estos casos. La mujer se lo merece.
Nunca hay una condena del hombre. Puede llegar a deber patriótico, a un
sacrificio por patria y religión, que apunta a la necesidad del "castigo
correctivo" por parte de piadosos y orgullosos ciudadanos. El mundo se
escandaliza, sí, pero es que no les
entienden. Si Reham Saeed pudo convertir su programa televisivo en un
tribunal contra la víctima es porque hay millones de personas que respaldan
estos planteamientos. Otros muchos condenaron las prácticas llevadas a cabo y
la actitud, pero el fondo social sigue siendo patriarcal: la mujer es culpable.
A la indiferencia de la Policía, que tuvo posteriormente que
aceptar la denuncia ante las evidencias del vídeo de seguridad, se suma la
agresión mediática. Los medios elevaron la culpabilidad de Somaya a un hecho
público. Las fotos robadas de su teléfono fueron una segunda bofetada, un
escalón más en las agresiones que esta mujer valiente debía afrontar.
El vídeo sirvió para que al hombre se le acusara de agresión
por la bofetada, pero se desestimara el caso de acoso sexual, algo absurdo
porque es descontextualizar el motivo de la agresión, el rechazo. Recibía
Somaya otra nueva forma de agresión, la indiferencia de los jueces ante el
acoso.
Pero todavía quedaba la peor agresión, la del hombre
denunciado que en octubre la acuchilló en la cara. Egypt Independent lo contó
así:
In an interview with Al-Masry Al-Youm (AMAY) in
October, Ebeid expressed dissatisfaction at the weak punishment given to her
harasser, who was sentenced to two weeks in prison after he was acquitted of
the sexual harassment charges.
Ebeid recounted the incident to AMAY saying it
was, “3 PM [on Sunday], as I was entering a pharmacy. I was surprised by
someone calling my name. When I looked back, I found the person who
(previously) harassed me in the mall. I entered the pharmacy quickly, bought
medicine, and then tried to run to my car before he caught me. But he ran after
me and stabbed me with a knife. He was tracking me after he left prison in
preparation for the attack.”
“The defendant caused a 20 cm-long facial wound
that required 50 stitches,” she said, adding, “I underwent a LE 60,000 surgery
with the financial help of some friends.” She explained that her face will
require at least six cosmetic surgeries over the span of a year to return to
normal.
“I never thought he would keep track of me for
two years and try to slay me in broad daylight with such perseverance,” she
continued.
She demanded that the judiciary be more
deterrent in sexual harassment incidents.
In October, Cairo was reported as the most
dangerous megacity for women, according to an international poll carried out by
Reuters.***
La venganza se cumple. Denunciar el acoso, pedir justicia,
tiene su peligro en Egipto, como ya señalaba la CNN en su día. Somaya había elegido
el camino más duro, el más agotador. Lo contrario del silencio que es
el que viven la gran mayoría de las mujeres egipcias, pese a lo que diga la
señora Maya Morsy para pulir la imagen del país.
Lo primero que hizo el presidente al-Sisi cuando llegó al
poder fue ir a visitar a una mujer víctima de la violencia. Le llevó flores, un
bonito detalle. Pero nada se ha hecho desde entonces y las olas de
conservadurismo patriarcal que sacuden Egipto desde hace tiempo, muchas de
ellas lanzadas en el propio parlamento para vergüenza de sus diputados. Y no se
hace por la indiferencia de muchos, cuyo argumento es siempre el mismo: la
mujer atacada se lo merece. Eso se conecta con la justificación de la
mutilación genital femenina, cuyas cifras en Egipto son igualmente escandalosas
y muestran una violencia institucional contra las mujeres de enorme calibre y
significación.
La ablación parte del principio de la sexualidad inagotable
de la mujer, que debe ser reducida por el bien de las familias y la sociedad.
Mediante la mutilación, convertida en ritual se acepta, la búsqueda incontrolada
de placer de la mujer. El varón acosa porque es provocado, tentado por las
mujeres que le rodean, que deberían estar sujetas, vigiladas, encerradas en sus
casas para no comprometer con su lascivia el honor de las familias.
"¡Sed celosos de vuestras mujeres!", advertía la campaña piadosa.
El responsable no es el hombre que viola, sino el que no vigila. Quien no lo haga, no entrará en el paraíso.
Es el mismo principio existente tras los infames exámenes de
virginidad practicados por el Ejército egipcio a las mujeres que iban a
protestar en la plaza de Tahrir en 2011. Decían estar cumpliendo con el deber
de informar a los padres de qué hijas habían perdido su virginidad en las
protestas. Se trataba de convertir las protestas sociales en una especie de
orgía, descalificándolas. Allí no se iba a protestar, a denunciar la infamia
del poder, sino a fornicar como animales. Eso el Ejército, siempre solícito por
el bien de Egipto.
Es el mismo principio que los que pedían en el parlamento no
hace mucho exámenes de virginidad para entrar en las universidades egipcias.
Hay que evitar que se conviertan también en centros de fornicación.
Somaya Tarek Ebeid ha sido víctima de todos estos principios
subyacentes en una sociedad que aumenta en su conservadurismo de género y por
ello en su violencia. Egipto puede rechazar las cifras que son espejo de lo que
hay, pero no se barre debajo de la alfombra por mucho tiempo.
La historia de Somaya deja en evidencia a la Policía, a los
jueces y a los medios de comunicación. Es la historia de una mujer que se va
quedando sola mientras pide, exige justicia para lo que es más que evidente y
la sociedad no quiere ver.
La triste noticia, tras más de dos años, es el intento de
suicidio de Somaya. Al hacerlo a través de Facebook quería, como lo hizo dos
años antes con la publicación en Facebook de las imágenes de su agresión en el
centro comercial de Heliópolis, que todos fueran conscientes de lo que ha
vivido y de lo que viven una gran cantidad de mujeres.
Hoy se elevan denuncias por todo el mundo denunciando el
acoso. Somaya Tarek Ebeid entra en un reducido grupo de jóvenes egipcias que
eligieron el camino más difícil: la denuncia ante una sociedad que tiene una
imagen virtuosa de sí misma, tras la que se esconden profundos mares de
hipocresía.
La imagen de Somaya, con sus cincuenta puntos en su cara
rajada, reventada por los golpes, es el rostro de la dignidad y del valor. Es
lo que la sociedad no quiere ver. Somaya habría sufrido muchas otras
agresiones, con toda probabilidad. Pero fue la bofetada del hombre, ese gesto
de superioridad infame, de prepotencia lo que hizo saltar todos los mecanismos
de defensa ante lo que había cambiado de estado: aquel hombre no solo se creía
con el derecho de acosarla sino con el de castigarla y humillarla ante su
negativa. Y no ocurrió en un pueblo perdido, en el campo, entre analfabetos,
sino en un lujoso centro comercial de Heliópolis.
Un artículo firmado por la feminista egipcia Mariam Kirollos, con el título "Las hijas de Egipto son una línea roja", un canto en Tahrir en 2011 cuando las mujeres eran el objetivo de los militares, comienza con un tuit de 2013:
Cuando camino sola por la calle y a mi derecha hay unos chicos frente a
un quiosco y a mi izquierda unos perros [callejeros], decido caminar por el
lado donde están los perros porque es más seguro, esto significa que este país
es una basura.
Estas palabras fueron publicadas
por una joven egipcia en Twitter en Marzo de 2013. El acoso sexual representa
en términos generales el tipo de violencia sexual al que se enfrentan con mayor
frecuencia las mujeres de Egipto. Limita la libertad de las mujeres, su
movilidad y las “desalienta a aparecer solas en los espacios públicos.” En abril
de 2013, ONU Mujeres publicó un estudio que indicó que el 99,3% de las mujeres
encuestadas había sufrido acoso sexual en Egipto y un 91,5% experimentado
contacto físico no deseado. Estas cifran no son ninguna sorpresa considerando
que el acoso sexual ha tenido, mayoritariamente, la condición de comportamiento
normativo en la sociedad, y solo fue considerado explícitamente un crimen por
la ley egipcia en 2014.****
Los avisos del crecimiento de violaciones son ya constantes en la prensa egipcia en 2009. Son muchos los que denuncian la situación de indefensión a la que se ha llegado. El cine había dado también sus avisos (Cairo 678, por ejemplo) dejando claro que la situación era insostenible. La revolución de 2011 permitió ver cómo las instituciones del Estado cubrían todo ello y lo practicaban en cuanto había ocasión. La violencia sexual no era solo una cuestión callejera sino un instrumento de violencia institucional, como han denunciado en múltiples ocasiones.
Hemos ido contando la historia de Somaya en estos dos años.
No es solo una historia de una mujer
en Egipto; es la historia misma de la actitud de Egipto: de su Policía, de sus
jueces, de sus medios, de sus políticos. En todas las etapas por las que ha pasado Somaya la actitud ha sido la misma y cada una ha ejercido su forma particular de violencia, desde la indiferencia hasta el ataque.
La historia de Somaya tiene una vertiente pública y a ella
le gustaría que lo que ocurre en su vida sea ya privado, terminar esta
pesadilla kafkiana, llena de infamias y de obstáculos en la que una mujer inocente
tiene que demostrarlo a cada paso. Su vida debería volver a ser suya. Tiene
derecho.
Todo nuestro apoyo y cariño, nuestra solidaridad con ella.
Somaya es el futuro de Egipto. Tiene fuerza y coraje, valentía, no se rinde en
la defensa de sus derechos y mantiene su dignidad por encima de todos lo que la
pierden en cada acto de esta historia.
Su futuro, su vida, nos importa.
*
"‘Heliopolis mall girl’ attempts suicide in live video" Egypt
Independent 15/12/2017 http://www.egyptindependent.com/heliopolis-mall-girl-attempts-suicide-live-video/
**
"Sexually harassed Egyptian woman wins via social media" CNN
30/10/2015
http://edition.cnn.com/2015/10/30/us/egypt-sexual-harassment-somaya-tarek-reham-saeed/index.html
***
"‘Mall girl’ sexual harasser who revenged victim referred to trial"
Egypt Independent 10/11/2017
http://www.egyptindependent.com/mall-girl-sexual-harasser-who-revenged-victim-referred-to-trial/
*** Matiam Kirollos "Las hijas de Egipto son una línea roja" Sur Revista Internacional de Derechos Humanos nº 24 / 2016. Trad . Maite Llanos http://sur.conectas.org/es/las-hijas-de-egipto-son-una-linea-roja/
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