Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cada
vez conocemos más casos del daño que un simple tuit puede hacer. No sé —me
imagino que unos más que otros— del poder de un teléfono en manos de alguien.
Estamos destruyendo muchas vidas, amargando otras por el placer irresponsable
de darle al botoncito que corresponda soltando unas gracias o insultando a
alguien desde la impunidad que da el anonimato o la irresponsabilidad que da la
ignorancia.
Leo en
La Vanguardia el caso de la niña que cantó premios en el sorteo de la Lotería y
que fue convertida en un "transexual" por la estupidez de alguien que
decidió que llevar el pelo corto y uniforme con falda tiene una historia
detrás. Nos dice el periódico:
Los padres de la niña de San Ildefonso que
fue tomada en Twitter por un niño con uniforme femenino temen que la menor, de
10 años de edad, sufra acoso escolar cuando vuelva al colegio por culpa de los
tuiteros que decidieron ponerla en el disparadero publicando su fotografía con
comentarios a favor o en contra de una transexualidad que, además, no era tal.
Ella dice que no quiere volver al colegio.
En declaraciones a Europa Press, Noemí e
Iván, padres de la menor, explican que la niña ya escuchó comentarios en el
Teatro Real, donde se celebraba el Sorteo Extraordinario de Navidad en el que
ella cantó un quinto premio, pero fue ya por la noche cuando descubrió lo que
había ocurrido: Su pelo corto motivó que alguien en Twitter decidiera 'apoyar'
el supuesto gesto valiente de un niño vistiendo el uniforme femenino del
colegio San Ildefonso y que otros tantos se lanzaran a criticarlo.
"Me avisaron el viernes por la noche a
las diez y media, una amiga mía que se había enterado por otra. Yo me puse muy
nerviosa y mi hija no es tonta. Cogió el móvil y lo vio todo", explica a
Europa Press Noemí, madre de la menor.
Lo que vio esta niña de 10 años fueron
comentarios de todo tipo sobre su condición y orientación sexual. Su madre
cuenta que "un señor" llegó a publicar un mensaje en Facebook
cuestionando qué ropa interior utilizaría la niña. Tanto Noemí como Iván, el
padre, guardan pantallazos con mensajes a cada cual más ofensivo y han puesto
ya el caso en manos de una abogada porque, en palabras de su madre, lo mínimo
es pedir justicia.*
El caso
es otro claro ejemplo de la falta de sentido común y de los efectos de esta
"sociedad del espectáculo", por usar el término de Guy Debord en su célebre
ensayo sobre la transformación del mundo y las nuevas formas de alienación.
El daño
causado a la niña es grande. Convertida en imagen en una pantalla, pasa a ser
objeto de crítica, patrimonio de un debate universal en el que la exposición mediática anula los derechos de la persona. Por el hecho mismo de ser expuesta, pasa a
ser un blanco, un objetivo, y un producto que genera un beneficio. Es la oposición
entre beneficio económico (la difusión de los mensajes es el negocio de muchos)
y del daño moral.
Las
redes sociales son el negocio de unos y el arma de otros. Son muchos también sus beneficios y posibilidades, pero sin control todos podemos ser futuras
víctimas y agresores. Cualquier odio, prejuicio, cualquier deseo se manifiesta a través de
ellas buscando la aquiescencia de los otros, siempre expectantes.
Evidentemente, como cualquier tecnología, no es responsable en sí misma. Son
solo herramientas en manos ocasionalmente de la bajeza humana que encuentra en ellas las
formas de satisfacer sus deseos y frustraciones. Capaces de mover la solidaridad y la integración, pueden también destruir, humillar, acosar... sin piedad. Como en
tantos otros proyectos humanos, se produce el desvío hacia tendencias
negativas, alentadas por el deseo de lucro de muchos, que no tienen escrúpulos
en usarlas en su beneficio.
La función de las
redes es la exposición, ya sea propia o ajena, ante los demás. Lo hecho con la
muchacha de San Ildefonso es típico de las redes: el "derecho" de
cada uno a exponer ante los demás sus opiniones. Todo ello proviene de la
destrucción de la intimidad. ¿Qué sentido tiene en una sociedad en la que lo
esencial es la exposición? Como un agujero negro, las redes absorben todo
aquello que se expone, algo que puede ser usado más allá del deseo sus víctimas.
El
poder de los teléfonos es inmenso. Su consagración la tenemos en la figura del
presidente de los Estados Unidos, ejemplo paradigmático del uso armamentístico
de Twitter. Los conflictos creados por Trump desde su cuenta de Twitter son
incontables. El más reciente parece ser el que ha generado por su retuit de un vídeo de un británico de
extrema derecha, de un supremacista blanco. Trump es el ejemplo perfecto de los
males que se pueden producir cuando una personalidad narcisista y egocéntrica
usa con impunidad un simple teléfono y se convierte en un centro de producción
de mensajes envenenados.
Las redes
ponen en evidencia la baja calidad de nuestras sociedades, su vaciedad, su
inconsciencia y la maldad constante con la que tratan a las personas. Lo
ocurrido con la niña de la Lotería es otro ejemplo, uno más. Lo podemos
percibir en cualquier manifestación pública de las redes. Nadie está a salvo de
este tipo de acosos y violaciones de la intimidad, palabra anticuada.
Es
difícil plantear soluciones en un sistema que nos empuja a las redes, que nos
digitaliza en todos los aspectos —administrativos, personales y laborales—, que
nos transforma en información. Hemos entrado en un mundo en el que se ven las
carencias y en donde la sensación de poder que los micromedios dan compensa
nuestra relativa trivialidad que no transforma en espectadores y productores de
información, agresores o víctimas según se tercie.
Las
redes necesitan de la polémica. Es el motor de su actividad y por ello se nutren
de víctimas a las que sacrificar. El sensacionalismo de los medios se queda en
apenas nada en comparación con la capacidad de difusión de las propias redes.
Empieza a ser un problema que algunos medios, incapaces de competir con las
redes, buscan aprovechar su fuerza, ya sea recogiendo o lanzando polémicas que
sean difundidas a través de ellas. La formación de los profesionales es cada
vez más complicada si entienden que su función no es informar sino aumentar la
circulación de las redes con sus trabajos.
La involuntaria
entrada en el mundo de las redes de la niña tiene unos efectos importantes. La
familia señala:
"Me duele mucho que un menor sea
utilizado de esa manera y encima, para hacer una gracia. Como les sale gratis,
te bombardean", añade.
En la Federación de Asociaciones de
Transexuales del Estado Español se han interesado por el caso porque el acoso
sufrido por esta niña en las redes es similar al que padecen los menores
transexuales. Piden a la Fiscalía que investigue, que proteja a la niña y
depure responsabilidades y demuestre así que el interés superior del menor en
España realmente es prioritario.
"Queremos que la Fiscalía actúe de
oficio y depure responsabilidades y llegue hasta el final. Ha habido gente que
ha venido a hacer bandera, gente criticando y gente acosando a los padres como
si fuesen demasiado permisivos. Se han ensañado de forma brutal y han causado
mucho dolor en esta familia", explica a Europa Press la presidenta de la
organización, Mar Cambrollé.
"Los altos índices de acoso y bullying
que sufren los menores en las escuelas por causa de orientación, identidad y
expresión de género, es motivo de que las leyes tengan la utilidad para las que
se promueven; garantizar derechos y proteger jurídicamente de las
discriminaciones", añade Alejandro Moreno, secretario de organización de
la Plataforma Trans.*
Seguimos
entregando poderosos dispositivos a personas que no saben usarlos. Me refiero
al caso de los menores. Solo el temor a que no paren los acosos hace que muchas
personas se callen y prefieran el silencio a echar más leña a la hoguera. Los
ministerios, colegios y familias deberían tomar posiciones más activas en
cuanto al empleo de los teléfonos en los centros escolares y aumentar la
información sobre su uso responsable. Los adultos igualmente deberían de dar
mal ejemplo con este tipo de prácticas.
Esta
misma mañana, los medios informaban de una sentencia en Galicia sobre el derecho de los
padres a vigilar y revisar los teléfonos móviles de los menores. La denuncia
contra el que revisaba el teléfono por "violación de la intimidad"
venía del otro cónyuge. Los jueces han fallado a favor del derecho a revisar el
teléfono.
Es
triste, de alguna forma, que sea posible proteger la intimidad del teléfono
cuando muchos de ellos se usan para destruir la intimidad de otras personas. El
caso de la niña convertida en objeto de polémica e insultos es claro en sus
fundamentos: la mera aparición en una pantalla por unos minutos te da derecho a
difundir tu juicio, algo que nadie te ha pedido, exponiéndolo ante miles o
millones de personas que se consideran con tu mismo derecho. El único derecho
que no importa es el de la persona que se ha convertido en objeto de tu
opinión, crítica o insulto.
Las
redes actúan cada vez más como un populacho manipulado a golpe de tuit. La
conversión de la información en el centro del gran negocio de esta nueva era
está creando un mundo sin escrúpulos, dando un poder enorme a unos y una apariencia
de poder a otros. Lo malo es que este tipo de prácticas se consideran ya habituales, un riesgo como el de ser
atropellado al cruzar una calle o resbalar con la lluvia.
Pero no debemos acostumbrarnos. hay que luchar contra él y contra los que lo practican bajo penar de tener que vivir en una sociedad angustiada por el riesgo de que mañana te pueda tocar a ti.
*
"Los padres de la niña de San Ildefonso tomada por trans temen que sufra
bullying" La Vanguardia 26/12/2017
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