Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
noticia aparece recogida en Egypt Independent y da cuenta del ataque de una muchedumbre
a una iglesia cristiana copta en Egipto. El relato de lo ocurrido es escueto:
The Archbishop of Atfeeh issued a statement on
Friday afternoon saying the Church of al-Amir Tadros (Prince Tadros) in the
Kafr al-Waselin village in Giza was attacked by a mob who gathered on Friday at
noon outside the church while chanting hostile slogans that demanded the
demolition of the church.
According to the statement, hundreds broke into
the church, destroyed its contents, and beat the Christians who were present.
Security forces arrived and dispersed the mob
while the injured were transferred to hospital, the statement added.
Sources explained that prayers have been held
for nearly 15 years in the church, adding that church officials had submitted a
request to legalize it in accordance with the law.*
El incidente queda condensado en línea y media de texto:
entraron, destruyeron y golpearon. Es una secuencia que reducida así parece de
una enorme funcionalidad. Recoge la aparente "normalidad" de un hecho
de enorme complejidad y que afecta durante siglos a los cristianos coptos,
considerados como una especie de invasores apestados dentro de su propia
tierra. La acumulación de desprecios es incontable, desde la negativa a que
desaparezca la distinción religiosa en los carnets de identidad, como algunos
ingenuos propusieron, hasta los médicos que se oponían a los trasplantes y
transfusiones por temor a ser contaminados y no entrar en el paraíso.
La excusa de la licencia administrativa es habitual. Las
autoridades juegan con la autorización y los islamistas lo presentan como una
"invasión" del territorio del islam por parte de los cristianos, una
especie de "reconquista" escondida. Quince años esperando la licencia
han hecho de esta iglesia un caso típico y un blanco fácil. Con la excusa de la
legalidad, se produce el asalto y los destrozos.
Las autoridades, al no dar la licencia, juegan con que están
frenando el avance de los cristianos
dentro de unas comunidades en las que se desarrolla esa guerra no declarada,
pero real, de la intolerancia. El discurso de la violencia y el fanatismo se
agranda mostrando los peligros de la invasión cristiana. El fin de los
cristianos, señalan, es disolverse en la única religión verdadera, el islam. No
hay convivencia real, solo ciertos grados relativos de tolerancia, según se
tercie.
El diario Albawaba reproduce la misma información que Egypt
Independent, pero muestra unas fotografías, enviadas a través de cuentas de
Twitter, bastante ilustrativas de lo ocurrido dentro y fuera del templo. Fuera vemos
una multitud que ha salido, un viernes, a destruir un templo cristiano. Habría
que investigar dónde se ha formado esa muchedumbre y quién es el que les ha puesto
en marcha hacia su objetivo, aunque es bastante previsible el resultado.
Pronto se cumplirá un año —fue una sangrienta pascua copta
la del año pasado— del primero de los grandes atentados que los coptos han
padecido en 2017. Coptos y sufís han sido las víctimas principales junto a los
militares y policías que han caído emboscados o por explosiones.
Va a comenzar otro y la noticia de nuevo es el asalto a una
iglesia. La muchedumbre que ha entrado golpeando a los que estaban allí y
destrozando el templo es la que nadie parece poder controlar. Forman parte de
la población egipcia radical que oficialmente parece no existir, invisible,
pero perfectamente presente a través de campañas fundamentalistas, ultra
conservadoras, que van sembrando sus ideas, responsabilizando a cristianos y occidentales,
de querer destruir Egipto y al Islam. Sobre esa población no trabaja nadie más
que los islamistas, que expanden su mensaje día a día allí donde se reúnen las
personas.
El asalto al templo del pueblo de Kafr al-Waselin, en Giza,
es una muy mala noticia y que puede anticipar una campaña navideña. Esperemos
que este año sea mejor que 2017 para los ciudadanos egipcios, de cualquier
credo, pues todos tienen derecho a vivir en paz. Son las autoridades las
responsables de esa paz y, más allá de esta, de la justicia que mantenga a los
coptos protegidos como cualquier otro ciudadano egipcio. Sin embargo, por
encima del oficialismo, los coptos no son como cualquier otro egipcio. En
julio, Mada Masr publicaba un interesante artículo sobre la discriminación de
los coptos en el mundo del fútbol, el deporte nacional. Es solo un ejemplo que
se podría repetir en otros ámbitos si no fuera por el cordón de silencio que
las propias autoridades coptas fomentan para no empeorar las cosas con los
gobiernos. Reclamar solo puede servir para quedar más desprotegidos. La
paciencia de muchos hace tiempo que se desbordó y se fueron. También a ellos se
les pide en ocasiones silencio.
El año 2018 es un año peligroso en el que se producirán
elecciones presidenciales. Suelen ser malos años, empeñados los unos en mostrar
fortaleza y los otros en que se perciban como debilidad. Los coptos,
desgraciadamente, padecen el choque las dos fuerzas antagónicas. El año 2017 ha
sido sangriento para ellos, con tres grandes atentados y múltiples ataques,
muchos de ellos ignorados oficialmente. Del tendero degollado en Alejandría al
padre muerto por regresar a por un certificado escolar, pasando por los
atentados de navidad a semana santa y los ataques continuos en muchos pueblos,
ha sido un muy mal año.
En otra noticia de Egypt Independent, se nos cuenta que la nueva capital administrativa egipcia contará, además de con una mezquita, con una catedral para los coptos. Recuerda el periódico:
In a speech celebrating the diversity of Egypt,
Sisi said, “God willing, next year [2018] we will celebrate the construction of
establishments that reflect the great respect we have for each other, and each
other’s religions and choices.”**
Esperemos que ese espacio represente algo más que el deseo de modernidad exterior del régimen y vaya acompañado de la transformación de las mentes que no ven en es respeto. Es interesante que el término usado no sea "igualdad" de los egipcios, sino el "respeto" al otro. Probablemente nadie desea esa igualdad porque vive su diferencia como superioridad. Pero es el estado quien debe asegurar que los egipcios son iguales y no solo que unos respetan a los otros. Difícilmente puede llamarse respeto a la destrucción del templo y el ataque a quienes lo ocupaban. Difícilmente puede llamarse respeto o igualdad a tardar 15 años en dar una licencia administrativa para que esa iglesia sea legal a todos los efectos.
*
"Hundreds attacked church in Giza: Archbishop" Egypt Independent
23/12/2017 http://www.egyptindependent.com/hundreds-attacked-church-in-giza-archbishop/
** "Christmas Mass to be held in Egypt’s largest church in New Administrative Capital" Egypt Independent 20/12/2017 http://www.egyptindependent.com/christmas-mass-held-egypts-largest-church-new-administrative-capital/
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