Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Como
participar en las elecciones presidenciales egipcias se ha convertido en un
deporte de alto riesgo, los que deseen ser candidatos harán mejor en guardarse
sus intenciones hasta que llegue el momento adecuado, no sea que se queden por
el camino en estado lamentable. Eso es lo que piensa Mohamed Anwar El-Sadat,
que ha decidido posponer sus intenciones de presentarse.
Con el
titular "Sadat postpones announcing presidential bid", Egypt
Independent nos da cuenta de la decisión del antiguo diputado y ex presidente
de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento egipcio:
Head of Egypt’s Reform and Development Party
Mohamed Anwar al-Sadat said that he had to postpone announcing his final
position on his candidacy for the upcoming presidential elections because he
needed to re-examine the situation after former Prime Minister Ahmed Shafiq
allegedly have been exposed to campaigns by authorities to distort him
recently.
Sadat told Al-Masry Al-Youm he will hold a
press conference soon after he makes a final decision on his possible
candidacy.
“We are open to many [political] movements and
we are in contact them. Some of them are popular, others are young and also
partisan. But we do this without media coverage because of the atmosphere
around us, so as to not expose anyone to harassment under the surrounding
circumstances,” he said.
“We have all noticed the position taken with
regards to Shafiq and Ahmed Qonsowa, and we do not yet know what the Court of
Appeal will do with Khaled Ali. The issue has made us premeditate […] Moreover,
I will not accept to play the role of a background actor in the upcoming
presidential elections,” Sadat mentioned.
He added that he has a platform prepared by a
group of experts and specialists which will be announced if he decides to run
for president.*
Desde luego, es para pensárselo. Como estaba ya apuntado, el
aparato del sistema se ha lanzado desde todos los ángulos, de la prensa a la
justicia, contra los que osan desafiar la candidatura —no anunciada— del
presidente Sisi a la reelección presidencial. Lo ocurrido con Ahmed Shafiq en
su odisea desde Emiratos es un buen
ejemplo, pero los otros dos candidatos están en peores situaciones; el
candidato militar, el coronel Ahmed Qonsowa ha sido condenado a seis años de
prisión por participar en política y uso indebido del uniforme (algo que Sisi
hace cuando quiere), y el abogado Khaled Ali está pendiente de lo que la justicia
estime sobre su "dedo díscolo", acusado de hacer un gesto obsceno de desafío con él. Ese
"dedo" puede costarle una condena que le inhabilite para la carrera
presidencial.
Inhabilitar candidatos es una de las especialidades
egipcias, de la misma forma que existen especialidades culinarias. En las
elecciones celebradas últimamente siempre las ha habido. De hecho, Mohamed
Morsi fue presidente como segunda alternativa de los Hermanos ya que Khairat
el-Shater fue descalificado porque no habían pasado seis años desde su última
detención. Otro porque su madre se había nacionalizado en los Estados Unidos,
que ya es rizar el rizo. El repertorio de inhabilitaciones es amplio.
El gobierno egipcio muestra su deseo de controlar el país
bajo una capa de modernidad e incluso de "democracia". A diferencia
de otros momentos de su historia moderna, el gobierno egipcio quiere nadar y
guardar la ropa, es decir, quiere mantener un control autocrático del país y
que los demás le aplaudan sus logros democráticos, que no son fáciles de
identificar por expertos en estas cuestiones.
El régimen se construye sobre una promesa permanente y una
mano firme. En estos días en los que se multiplican las noticias sobre los éxitos
del país bajo la tutela del presidente, muchos egipcios se muestran escépticos al
vivir una crisis que no se resuelve pese a los titulares triunfantes. Estos no
proceden de los éxitos reales sino de una prensa comprada por el régimen y por
sus apoyos empresariales, que le barren las posibles críticas que puedan darse.
Los cierres y bloqueos de medios ha sido una de las grandes
noticias negativas de 2017 que han visto desaparecer las críticas, sustituidas
por la información sobre hallazgos arqueológicos —forma de atracción turística—;
los éxitos deportivos individuales y colectivos; las visitas de celebridades,
muchas de ellas pagadas, a Egipto, como forma promocional; y las inauguraciones
parciales del gobierno, junto a las promesas de poner en marcha proyectos
dudosos, como la agencia espacial egipcia, entre otros. La otra fuente negativa
de noticias ha estado en el parlamento, que se ha dedicado a expulsar a los
parlamentarios —como Sadat— que trataban de defender los principios de
democracia, y especialmente en la cantidad de titulares producidos por
iniciativas impresentables, con propuestas presentadas sobre exámenes de
virginidad para las estudiantes universitarias, por ejemplo. No deben llegar
muchas reformas desde este parlamento de muy baja calidad, la institución peor
valorada por los egipcios.
Las trabas puestas a los candidatos presidenciales muestran
el bajo contenido democrático del sistema egipcio en la mente de quienes lo
controlan. No pueden salir de unas políticas personalistas que en el fondo no
son más que la representación de la única institución con el poder real de
controlar el país, el Ejército, auténtica columna vertebral. El poder militar
usa a la administración para sus fines y trata de controlar a Al-Azhar en un
tira y afloja contante. Es muy
difícil que esto cambie.
En Mada Masr, Amr Abdel Rahman trata de explicar los
problemas que la oposición democrática se plante ante esta situación. Lo hace con el titular "Searching
for a battle: Why boycotting the presidential elections is a bad idea". Después
de un análisis de la situación actual, el artículo se cierra con estas
consideraciones:
Dissecting the situation in such a manner is
integral to delineating the aims of the democratic current from that of the
presidential elections, due to take place in six months. The challenge is not
to find an alternative to a collapsing regime, because the regime is not in a
weak position. Nor is the challenge to prove its illegitimacy through boycott,
because this will not have a significant impact given the cohesion of the
ruling elite and the strength of its regional and global alliances. The real
challenge is to develop a new democratic discourse out of our current reality,
and form a radical oppositional coalition that can help accelerate a future
dismantling of the regime.
But developing tactics requires a battle to
fight. This is where the presidential elections, somewhat ironically, can have
some utility in forming a new democratic bloc in Egypt.
All other channels for political participation are
either closed (including student unions and professional and workers’
syndicates) or biased in a certain direction (such as parliamentary and local
elections). Four years of Sisi’s monopoly over the press has left an impression
that there is no significant institution in the country except the presidency,
and that any change will require challenging the palace.
And ultimately boycotting the elections is akin
to announcing to the government and its Islamist opponents that democratic
forces are exiting the scene. It is not an option to wait until an ideal
candidate is identified, although such a person may have a role to play in
future — when a semi-serious possibility of changing the government arises,
then we can find consensus on someone. Meanwhile there is no viable alternative
to democratic forces representing themselves in whatever way they can in the
elections. When other conditions for the disintegration of the current order
exist, we can talk again.**
La oposición democrática es la más temida por el régimen y
siempre lo ha sido. El motivo es claro: el régimen solo necesita enemigos, los islamistas, que
justifiquen su existencia y duración. Mientras existan enemigos, reales o
imaginarios, el régimen podrá vender la necesidad de protección y fuerza, de
mano dura. El régimen se alimenta del caos y el miedo. Mubarak se mantuvo con
una ley de excepción 30 años; Sisi se mantiene con la suya.
La mejor forma de mantener alejada la posibilidad de una
oposición democrática fuerte es sembrar la discordia entre los grupos y
descalificar a sus líderes mediante el ataque mediático. Es al que hace
referencia Mohamed Anwar El-Sadat cuando dice que se lo pensará. Sabe que en el
momento en que diga que se presenta, como ha ocurrido con los otros candidatos,
la maquinaria de la destrucción se pone en marcha.
Todo el aparato del estado, más el de los mantenedores del
régimen apoyan a Al-Sisi. Es la apuesta por el poder que abre muchas puertas.
Le perjudica su relación con Donald Trump —como era previsible— y por eso
Egipto fue quien presentó el texto contra el traslado de la embajada
norteamericana a Jerusalén ante el Consejo de Seguridad. Era una maniobra
destinada a evitar las acusaciones de plegarse a Estados Unidos. Tendrá que afrontar,
por otro lado, otras parecidas. Me refiero a la obediencia a Arabia Saudí en el
caso de la entrega de las islas de Tiran y Sanafir, con lo que tendrá un
segundo punto débil. Ese es el que le ha costado el arresto y la posibilidad de
inhabilitación para la carrera presidencial al abogado Khaled Ali.
Presentarse a la elecciones presidenciales en Egipto, como
decíamos al principio, es algo arriesgado. El gobierno emplea las habituales tácticas de intimidación para lo que necesita que sea una carrera triunfal de su candidato. Presentarse o no, boicotear o participar... esos son los dilemas en un espacio electoral tan distorsionado.
*
"Sadat postpones announcing presidential bid" Egypt Independent
25/11/2017
http://www.egyptindependent.com/sadat-postpones-announcing-presidential-bid/
** Amr
Abdel Rahman "Searching for a battle: Why boycotting the presidential
elections is a bad idea" Mada Masr 19/12/2017
https://www.madamasr.com/en/2017/12/19/opinion/u/searching-for-a-battle-why-boycotting-the-presidential-elections-is-a-bad-idea/
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