lunes, 25 de diciembre de 2017

El peligro de ser candidato

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Como participar en las elecciones presidenciales egipcias se ha convertido en un deporte de alto riesgo, los que deseen ser candidatos harán mejor en guardarse sus intenciones hasta que llegue el momento adecuado, no sea que se queden por el camino en estado lamentable. Eso es lo que piensa Mohamed Anwar El-Sadat, que ha decidido posponer sus intenciones de presentarse.
Con el titular "Sadat postpones announcing presidential bid", Egypt Independent nos da cuenta de la decisión del antiguo diputado y ex presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento egipcio:

Head of Egypt’s Reform and Development Party Mohamed Anwar al-Sadat said that he had to postpone announcing his final position on his candidacy for the upcoming presidential elections because he needed to re-examine the situation after former Prime Minister Ahmed Shafiq allegedly have been exposed to campaigns by authorities to distort him recently.
Sadat told Al-Masry Al-Youm he will hold a press conference soon after he makes a final decision on his possible candidacy.
“We are open to many [political] movements and we are in contact them. Some of them are popular, others are young and also partisan. But we do this without media coverage because of the atmosphere around us, so as to not expose anyone to harassment under the surrounding circumstances,” he said.
“We have all noticed the position taken with regards to Shafiq and Ahmed Qonsowa, and we do not yet know what the Court of Appeal will do with Khaled Ali. The issue has made us premeditate […] Moreover, I will not accept to play the role of a background actor in the upcoming presidential elections,” Sadat mentioned.
He added that he has a platform prepared by a group of experts and specialists which will be announced if he decides to run for president.*


Desde luego, es para pensárselo. Como estaba ya apuntado, el aparato del sistema se ha lanzado desde todos los ángulos, de la prensa a la justicia, contra los que osan desafiar la candidatura —no anunciada— del presidente Sisi a la reelección presidencial. Lo ocurrido con Ahmed Shafiq en su odisea desde Emiratos es un  buen ejemplo, pero los otros dos candidatos están en peores situaciones; el candidato militar, el coronel Ahmed Qonsowa ha sido condenado a seis años de prisión por participar en política y uso indebido del uniforme (algo que Sisi hace cuando quiere), y el abogado Khaled Ali está pendiente de lo que la justicia estime sobre su "dedo díscolo", acusado de hacer un  gesto obsceno de desafío con él. Ese "dedo" puede costarle una condena que le inhabilite para la carrera presidencial.
Inhabilitar candidatos es una de las especialidades egipcias, de la misma forma que existen especialidades culinarias. En las elecciones celebradas últimamente siempre las ha habido. De hecho, Mohamed Morsi fue presidente como segunda alternativa de los Hermanos ya que Khairat el-Shater fue descalificado porque no habían pasado seis años desde su última detención. Otro porque su madre se había nacionalizado en los Estados Unidos, que ya es rizar el rizo. El repertorio de inhabilitaciones es amplio.


El gobierno egipcio muestra su deseo de controlar el país bajo una capa de modernidad e incluso de "democracia". A diferencia de otros momentos de su historia moderna, el gobierno egipcio quiere nadar y guardar la ropa, es decir, quiere mantener un control autocrático del país y que los demás le aplaudan sus logros democráticos, que no son fáciles de identificar por expertos en estas cuestiones.
El régimen se construye sobre una promesa permanente y una mano firme. En estos días en los que se multiplican las noticias sobre los éxitos del país bajo la tutela del presidente, muchos egipcios se muestran escépticos al vivir una crisis que no se resuelve pese a los titulares triunfantes. Estos no proceden de los éxitos reales sino de una prensa comprada por el régimen y por sus apoyos empresariales, que le barren las posibles críticas que puedan darse.
Los cierres y bloqueos de medios ha sido una de las grandes noticias negativas de 2017 que han visto desaparecer las críticas, sustituidas por la información sobre hallazgos arqueológicos —forma de atracción turística—; los éxitos deportivos individuales y colectivos; las visitas de celebridades, muchas de ellas pagadas, a Egipto, como forma promocional; y las inauguraciones parciales del gobierno, junto a las promesas de poner en marcha proyectos dudosos, como la agencia espacial egipcia, entre otros. La otra fuente negativa de noticias ha estado en el parlamento, que se ha dedicado a expulsar a los parlamentarios —como Sadat— que trataban de defender los principios de democracia, y especialmente en la cantidad de titulares producidos por iniciativas impresentables, con propuestas presentadas sobre exámenes de virginidad para las estudiantes universitarias, por ejemplo. No deben llegar muchas reformas desde este parlamento de muy baja calidad, la institución peor valorada por los egipcios.


Las trabas puestas a los candidatos presidenciales muestran el bajo contenido democrático del sistema egipcio en la mente de quienes lo controlan. No pueden salir de unas políticas personalistas que en el fondo no son más que la representación de la única institución con el poder real de controlar el país, el Ejército, auténtica columna vertebral. El poder militar usa a la administración para sus fines y trata de controlar a Al-Azhar en un tira y afloja contante. Es muy difícil que esto cambie.
En Mada Masr, Amr Abdel Rahman trata de explicar los problemas que la oposición democrática se plante ante esta situación. Lo hace con el titular "Searching for a battle: Why boycotting the presidential elections is a bad idea". Después de un análisis de la situación actual, el artículo se cierra con estas consideraciones:

Dissecting the situation in such a manner is integral to delineating the aims of the democratic current from that of the presidential elections, due to take place in six months. The challenge is not to find an alternative to a collapsing regime, because the regime is not in a weak position. Nor is the challenge to prove its illegitimacy through boycott, because this will not have a significant impact given the cohesion of the ruling elite and the strength of its regional and global alliances. The real challenge is to develop a new democratic discourse out of our current reality, and form a radical oppositional coalition that can help accelerate a future dismantling of the regime.
But developing tactics requires a battle to fight. This is where the presidential elections, somewhat ironically, can have some utility in forming a new democratic bloc in Egypt.
All other channels for political participation are either closed (including student unions and professional and workers’ syndicates) or biased in a certain direction (such as parliamentary and local elections). Four years of Sisi’s monopoly over the press has left an impression that there is no significant institution in the country except the presidency, and that any change will require challenging the palace.
And ultimately boycotting the elections is akin to announcing to the government and its Islamist opponents that democratic forces are exiting the scene. It is not an option to wait until an ideal candidate is identified, although such a person may have a role to play in future — when a semi-serious possibility of changing the government arises, then we can find consensus on someone. Meanwhile there is no viable alternative to democratic forces representing themselves in whatever way they can in the elections. When other conditions for the disintegration of the current order exist, we can talk again.**


La oposición democrática es la más temida por el régimen y siempre lo ha sido. El motivo es claro: el régimen solo necesita enemigos, los islamistas, que justifiquen su existencia y duración. Mientras existan enemigos, reales o imaginarios, el régimen podrá vender la necesidad de protección y fuerza, de mano dura. El régimen se alimenta del caos y el miedo. Mubarak se mantuvo con una ley de excepción 30 años; Sisi se mantiene con la suya.
La mejor forma de mantener alejada la posibilidad de una oposición democrática fuerte es sembrar la discordia entre los grupos y descalificar a sus líderes mediante el ataque mediático. Es al que hace referencia Mohamed Anwar El-Sadat cuando dice que se lo pensará. Sabe que en el momento en que diga que se presenta, como ha ocurrido con los otros candidatos, la maquinaria de la destrucción se pone en marcha.
Todo el aparato del estado, más el de los mantenedores del régimen apoyan a Al-Sisi. Es la apuesta por el poder que abre muchas puertas. Le perjudica su relación con Donald Trump —como era previsible— y por eso Egipto fue quien presentó el texto contra el traslado de la embajada norteamericana a Jerusalén ante el Consejo de Seguridad. Era una maniobra destinada a evitar las acusaciones de plegarse a Estados Unidos. Tendrá que afrontar, por otro lado, otras parecidas. Me refiero a la obediencia a Arabia Saudí en el caso de la entrega de las islas de Tiran y Sanafir, con lo que tendrá un segundo punto débil. Ese es el que le ha costado el arresto y la posibilidad de inhabilitación para la carrera presidencial al abogado Khaled Ali.
Presentarse a la elecciones presidenciales en Egipto, como decíamos al principio, es algo arriesgado. El gobierno emplea las habituales tácticas de intimidación para lo que necesita que sea una carrera triunfal de su candidato. Presentarse o no, boicotear o participar... esos son los dilemas en un espacio electoral tan distorsionado.


* "Sadat postpones announcing presidential bid" Egypt Independent 25/11/2017 http://www.egyptindependent.com/sadat-postpones-announcing-presidential-bid/

** Amr Abdel Rahman "Searching for a battle: Why boycotting the presidential elections is a bad idea" Mada Masr 19/12/2017 https://www.madamasr.com/en/2017/12/19/opinion/u/searching-for-a-battle-why-boycotting-the-presidential-elections-is-a-bad-idea/


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