Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Los
temores a la radicalización institucional de Egipto son cada vez más fundados.
El gobierno, en plena campaña electoral para la presidencia, además de
descalificar o detener a las alternativas propuestas, parece empeñado en la
realización de cruzadas morales con las que enfrentarse a sus opositores.
Esta
tendencia está en el gobierno de al-Sisi desde que se produjo la fractura de
las fuerzas que respaldaron la salida de Morsi del poder. El argumento para el
golpe era que los islamistas habían asaltado el poder y estaban transformando Egipto
controlándolo desde la religión. La promesa que atrajo a los disidentes fue
precisamente la de cambiar la constitución sectaria que los islamistas habían
hecho durante su año escaso en el poder. A ella había que añadir una serie de
iniciativas sociales retrógradas que afectaban especialmente a las mujeres y a
los cristianos. La reducción de las edades matrimoniales, la financiación de
créditos favorables para segundas o terceras esposas, además de las censuras o
los recortes en cultura, etc. hicieron saltar la paciencia de muchos egipcios.
La
constitución se reformó y quedó liberal. Sin embargo, desde que los grupos que
habían apoyado el golpe se asustaron por el uso desproporcionado de la fuerza,
con más de mil muertos, para desmantelar las sentadas de los que protestaban,
el régimen inició una deriva que aquí hemos calificado de "piadosa",
entendiendo que el gobierno de al-Sisi intentaba una síntesis imposible de
nacionalismo y regresión religiosa. Lejos de instalar un régimen liberal, el
gobierno se ha cerrado en el empeño de perseguir a las minorías para tratar de
evitar que se le escape el apoyo de la reaccionaria mayoría de la sociedad
egipcia.
El
presidente se ha hartado de reclamar de las instituciones la "reforma del
discurso religioso", especialmente a la Universidad de Al-Azhar, pero sin
conseguir avanzar en ese sendero. Pero este discurso se queda en nada. Cada vez
parece más evidente que su estrategia es exclusivamente para dejar fuera de
juego a los grupos más radicales, pero no para un reformismo que abra la
sociedad egipcia liberándola del control religioso y haciéndola más permisiva.
Lo que
ha ocurrido durante el mandato de al-Sisi, por el contrario, ha sido un ataque
a todos aquellos que preconizan una sociedad abierta, más laica, en la que
aquellos no creyentes puedan desarrollar su vida sin necesidad de ocultación
ante la vigilancia férrea de un estado religioso.
En
ningún momento se ha perseguido tanto a los partidarios de una sociedad con
libertad de creencia como bajo el mando férreo de al-Sisi. Esta circunstancia
ya no puede ser obviada después de las campañas contra las personas ateas, de
diferente orientación sexual o contra las propias mujeres, que se ven sometidas
a duras campañas contra ellas y sus derechos.
La
única explicación de este "populismo nacionalista-religioso" es que
le sirve a al-Sisi para atacar en todos los frentes: a los terroristas del
Estado Islámico y sus franquicias por radicales (lo que puede vender en Occidente)
y a la oposición democrática de los partidos liberales, izquierdistas, activistas
de causas sociales, etc. La religión sigue siendo una de las más eficaces herramientas de control social y al-Sisi no la va a dejar a sus rivales.
2015 |
Los
dirigentes islamistas salieron huyendo de Egipto ante el temor a desaparecer.
Los políticos que han quedado se han visto atacados desde ángulos diferentes,
como se puede comprobar con los casos de los candidatos presidenciales, han
sido acusados de traidores a la patria, como en el caso de Mohamed Anwar
El-Sadat. Muchos han abandonado los partidos políticos ante la perspectiva de
ser difamados, acusados de cualquier ocurrencia, como Khaled Ali, por atentar
con su dedo contra las instituciones.
Esta
vez, de cara a la próxima campaña electoral, el despreciado Parlamento egipcio
ha vuelto a tomar la iniciativa. Nos cuentan en Egyptian Streets:
The Egyptian parliament’s committee on
religion, headed by Amro Hamroush, discusses plans to make atheism a crime in
Egypt to fall under the category of ‘contempt of religion’.
Hamroush said that this “phenomenon” -referring
to atheism- is widely spreading among youth claiming that it falls under the
right of freedom of belief. He further asserted it is important to confront the
phenomenon in society especially that many atheists are open about presenting
their beliefs in society, according to a report by Youm7.
He pointed out that there will be a great tole
on Al-Azhar and the Church, as religious institutions, to confront the spread
of this phenomenon.
In 2014, shortly after Egypt’s presidential
elections naming Abdel Fattah al-Sisi the president of Egypt, the government
released a national plan to stand against the phenomenon of atheism in a
backlash against atheists who are open about it.
Similar reactions happened in cases related to
the LGBT community in Egypt.
Egyptian authorities have arrested up to 57 people
in a campaign against the LGBT community after rainbow flags were raised at the
concert of Mashrou’ Leila whose vocalist, Hamed Sinno, is openly gay and stands
for the rights of homosexuals.
The number stands now at 54 arrested according
to the Egyptian Initiative for Personal Rights (EIPR). “A number of these
individuals have already been found guilty of charges and 10 defendants in 9
cases have received harsh prison sentences, ranging from one to six years,”
states EIPR.*
A la vez que se habla de poner un satélite
en órbita, el gobierno egipcio está modelando y adulando a una sociedad cada
vez más retrógrada. Mientras Arabia Saudí, de donde provenía el wahabismo que
hizo radicalizarse de los ochenta en adelante, es saludada por ir admitiendo
novedades modernizadoras impensables, Egipto camina por el sendero
"fundamentalista" encerrado a ateos y homosexuales, censurando
novelas y encerrando a sus autores, etc. en nombre de una sacrosanta moral del
pueblo egipcio.
Los peores niveles en derechos humanos, en Periodismo (el
tercer peor país para los profesionales) y medios (cierres y bloqueos), hostil
a las mujeres a las que se trata de mantener en la senda de la virtud,
condenado a cárcel por gastar una broma sobre las aguas del Nilo (la cantante
Sherine) o por lamentar el sacrificio de los corderos. La lista podría ser
interminable. La sociedad egipcia ya no tiene límites en sus exigencias de
represión y cualquiera puede salir en un canal televisivo diciendo que es un
deber nacional violar a las mujeres que lleven pantalones vaqueros rasgados,
como ha ocurrido recientemente.
Ahora le vuelve a tocar de nuevo a los "ateos".
Lejos de avanzar en los derechos individuales, el Egipto de al-Sisi es cada vez
más controlador, más intransigente ante cualquier diferencia ideológica,
religiosa o sexual. Egipto es ahora mismo un cuartel en el que se pretende
mantener de forma autoritaria el control del país.
Tras las protestas sociales por la entrega a los saudíes de
las islas de Tiran y Sanafir, consideradas como atentados contra el estado o
expandir noticias falsas, ocurrió el incidente de las banderas irisadas durante
el concierto del grupo musical libanés, que se resolvió con decenas de
encierros contra la comunidad gay. Son el otro campo que el gobierno castiga
para evitar ser considerado como alejado de la fe coránica.
Los tres males que "asolan" a Egipto provienen de
Occidente: el ateísmo, la homosexualidad y el feminismo. Para la mentalidad
retrógrada de una parte importante de la sociedad, los tres son resultado de
una conspiración para destruir el islam y a Egipto como su faro.
Con la excusa del terrorismo y la seguridad, el gobierno ha
orquestado la mayor campaña de represión orquestada hasta el momento. Lo
sorprendente es que cuando los medios e instituciones, los países, denuncian
esta situación, Egipto se rasga las vestiduras y habla de no ser entendido.
Todo está clarísimo.
La represión es el síntoma de la impotencia para controlar
sociedad y territorio. Pero son estas detenciones las que le reportan una
especie de recubrimiento piadoso. Todo este radicalismo retrógrado que se vive
con propuestas como la que el parlamento inicia ahora muestra un avance cada
vez más complicado hacia un estado represor. El gobierno de al-Sisi ha
enterrado definitivamente la Revolución del 25 de enero de 2011 y se dirige
hacia un islamismo de estado, en el que se supone que quiere controlar a toda
posible discrepancia con la etiqueta de ataques a la religión. Como se hace
girar todo alrededor de lo religioso, nadie puede escapar.
Lo que hemos visto estos últimos días contra los coptos es
un ejemplo más de la intransigencia social que se está generando. No son ya los
terroristas, sino los piadosos ciudadanos que se levantan contra todo aquello
que es diferente.
El mayor absurdo de la historia egipcia de estos años es la
condena a la cantante Sherine por hacer un chiste sobre beber agua del Nilo. Después de
eso, todo es posible. Puedes mandar satélites al espacio, navegar nuevos
canales, sacarle su jugo al átomo, etc. Pero nada de eso habrá logrado
modernizar las mentes retrógradas. Muy mal año 2017 para los que esperan libertades. 2018 puede ser peor.
* "Egyptian Parliament Discusses Plans to Criminalise Atheism" Egyptian Streets 24/12/2017 https://egyptianstreets.com/2017/12/24/egyptian-parliament-discusses-plans-to-criminalise-atheism/
2013 |
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