Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En
estos tiempos arrecian las críticas al funcionamiento de las redes sociales.
Vienen además desde personas que han dedicado su vida a ellas y que deciden
sumarse al nuevo robinsonismo cortando los lazos tecnológicos. Cada vez hay más
personas que deciden vivir en sus islas protegidas y desconectar.
Cuando
la sociedad empezó a digitalizarse en los 90, los problemas que se planteaban
eran otros muy diferentes. Hoy estamos todos digitalizados pero ha surgido esa segunda
vida que trata de suplantar a la primera. En función de nuestros trabajos,
nuestras interacciones están divididas entre reales y virtuales. La cuestión es
que cada una tiene sus propios conflictos específicos, además de los que surgen
de su combinación.
A la
vida en las redes nos empujan todos los días desde la propia vida real. "¡Descargue
nuestra aplicación!", nos dicen ya todos, desde nuestro banco a nuestro
ayuntamiento. Con la aplicación puedo
hacer que me traigan unos sándwiches a casa o ir y que me tengan preparado el
pedido cuando vaya; con otra puedo sacar las entradas del cine o informarme del
tiempo que hace en mi pueblo. "A cada acción su aplicación" parece
ser el lema de estos tiempos.
Uno de
los problemas proviene precisamente de esta acumulación abusiva. Lo que empezó
siendo un "servicio", pocos meses después se ha convertido en una
"obligación" y el empleado que antes te atendía se pone furioso
porque no realizas esas operaciones desde el cajero o desde tu casa. Los padres
ya no hablan a la salida y entrada de los colegios. Tienen sus grupos de chat
compartiendo aplicaciones a estos efectos. La autorización de una sala que yo
pedía personalmente se debe hacer ahora a través de un formulario de Google que
debe "autentificarme" primero, expresión que entiendes el día en que
hay un problema en un servidor y se produce el error de autentificación, que es
como volverse invisible.
La
acumulación obligada de procesos a través de las redes produce un estrés
específico, una forma de agobio. Son demasiadas veces al día las que uno tiene
que entrar y salir, poner contraseñas, rellenar campos, etc.
Pero
las críticas están llegando por motivos más graves: las redes sociales se han
convertido en la jungla de asfalto virtual. Lo que se consideraba a principio
de los noventa como un "nuevo mundo" en el que se dejaban en la
entrada las diferencias y maldades, se ha convertido en espacios para la manipulación,
la mentira y el acoso, por citar solo tres aspectos relevantes.
El País
titula "“Las redes sociales están desgarrando a la sociedad”, dice un
exejecutivo de Facebook" y explica la afirmación del que fue
Vicepresidente de Usuarios: "Chamath Palihapitiya lamenta haber
participado en la construcción de herramientas que destruyen el tejido social".
No es el único caso de "arrepentido tecnológico".
Nos
cuenta el diario:
El ex alto cargo de Facebook alertó de que
los comportamientos de las personas están siendo programados sin que se den
cuenta. "Ahora tienes que decidir a cuánto vas a renunciar", añadió.
Palihapitiya hizo referencia a lo sucedido en el Estado indio de Jharkhand el
pasado mayo, cuando unos mensajes falsos de WhatsApp sobre la presencia de
supuestos secuestradores de niños acabaron con el linchamiento de siete
personas inocentes. "A esto nos enfrentamos", criticó Palihapitiya,
que añadió que este caso "llevado al extremo" implica que unos
delincuentes "puedan manipular a grandes grupos de personas para que hagan
lo que ellos quieran".
Pero Palihapitiya no solo censuró los efectos
de las redes en cómo funciona la sociedad, sino todo el sistema de
funcionamiento de Silicon Valley. A su juicio, los inversores inyectan dinero
en "empresas estúpidas, inútiles e idiotas", en lugar de abordar
problemas reales como el cambio climático y las enfermedades curables.*
La
cuestión no es sencilla. La vieja utopía que representaron la redes en sus
comienzos (antes de las actuales, ya en los 80, las denominadas
"comunidades", de las que se daba cuenta en obras como la Critica de
la Razón Informática, de Tomás Maldonado) se comenzó a desmoronar ya a mediados
de los 90 cuando la red dejó de ser refugio alternativo para ser espacio de
negocios, es decir, con los mismos males que la "sociedad real", ante
los que no había dique de contención y, además, se carecían de métodos de
protección seguros.
La
única seguridad de la que se habla es la de las propias empresas que almacenan
nuestros datos. Las empresas compiten por manipularnos, simplemente. Es la
jungla resultante de un neoliberalismo global sin control alguno. El propio
gobierno de los Estados Unidos, por ejemplo, se ha mostrado escandalizado ante
la facilidad de la manipulación de las empresas norteamericanas, las que
lideran el sector. Ha tenido que llegar Trump al poder para que se den cuenta
de la maldad de un tuit, de su capacidad destructiva.
Han tenido que intervenir en la elección
presidencial norteamericana y en todos los demás procesos para que nos demos
cuenta que se ha creado un escenario de mentiras y manipulaciones constantes. Han
tenido que inundar de mentiras el mundo para que los medios convencionales se
den cuenta del poco poder que tienen ya sobre una opinión pública manipuladas
por hackers con capucha, en plan Mr Robot.
La
crítica de Palihapitiya va también contra la estupidez, la gasolina que alimenta
los motores. En esta "Ilustración invertida", una anti ilustración,
se trata de poner al servicio de la demagogia, la ignorancia y el dogmatismo
las herramientas que se diseñaron para crear una Sociedad del Conocimiento.
Sin
embargo ese conocimiento del que se dispone se usa precisamente para poder
fomentar la estupidez con eficacia y eficiencia, ya que no es fruto del azar,
sino del surgimiento de disciplinas, muchas de ellas ya académicas, en las que
sin pudor y con mucho orgullo se explica cómo aprovecharse de nuestros defectos
en vez de cómo corregirlos.
El
negocio es tan formidable, la transformación tan rápida, que nadie quiere
escuchar los mensajes de los tecno
arrepentidos o de otros que han realizado críticas desde el análisis
social, la educación, la psicología o la política. Los medios de masas y la
sociedad que los produjo y se auto modeló en ellos tuvo sus escuelas críticas,
sus analistas milimétricos, que al menos dijeron lo que pensaban. Ahora tenemos
una auténtica "masa" virtual e interactiva, una vida cuyos aspectos
diferenciados muchos no distinguen, un espacio sin piedad en donde el más
fuerte es el que logra convertirse en intocable a través del anonimato. Los que
atraídos por múltiples cebos exponen sus debilidades, son triturados sin
piedad; los que osan levantar la voz, son despellejados vivos.
Lo que
resulta evidente es que vivimos en la era de la trivialidad agresiva y
orgullosa, de la ignorancia arrogante. Estamos creando algo que es una mezcla
entre la definición freudiana de "masa" como el descenso de varios
escalones en la escala evolutiva aparcando la inteligencia para tiempos mejores,
y la sociedad del espectáculo de Guy Debord. Un continente emergente, engendro
social, del que nadie se hace responsable y al que algunos equiparan con los
sueños, allí donde el deseo arrincona al deber.
Con todo, el desarrollo tecnológico logrado tiene enormes ventajas; el problema es que los inconvenientes son también enormes. La incapacidad de las instituciones en lograr que sea un mundo civilizado en varios sentidos necesarios hace que seamos empujados a él con un alto riesgo. Son muchos testimonios de gente que ha visto destruidas sus vidas por las redes, por esta sociedad anárquica feroz que aprovecha el anonimato. Los niños son lanzados a ellas como si fuera una piscina: los que sobreviven serán buenos nadadores; el resto se hunde. Carecemos de una educación real en las redes o quizá simplemente de una educación real. Puede que las redes se limiten a reflejar la crueldad existente y la falta de responsabilidad dé salida a lo peor.
Si la
Ilustración nos quería más sabios, el Mercado nos quiere más tontos e indefensos. Nosotros hacemos el resto.
“Las redes sociales están desgarrando a la
sociedad”, dice un exejecutivo de Facebook" El País 12/12/2017
https://elpais.com/tecnologia/2017/12/12/actualidad/1513075489_563661.html
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