Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No soy adicto a las secciones de Moda. La deriva de la moda
es a la tendencia, que significa ir un
poco por delante; que te sigan, pero que no te cojan. Tú eres la vanguardia y cuando tu vanguardia se convierte
en vulgar, es decir, popular, tú ya estás en otra cosa. Esto hace dividirse al
mundo en los que pasan de la moda, los que van a la moda y los que crean la moda para dejársela despectivamente a
los demás.
Antes lo más más era ir a la moda, pero eso te hace parecer vulgar sin que sea tu intención parecerlo. Eso no le importa a nadie. Lo importante son las diferencias, marcar las distancias.
Antes lo más más era ir a la moda, pero eso te hace parecer vulgar sin que sea tu intención parecerlo. Eso no le importa a nadie. Lo importante son las diferencias, marcar las distancias.
Los políticos, por ejemplo, pretenden ir a la moda. No
pueden marcar tendencia; ellos
aspiran a la mayoría y necesitan saber qué le gusta a la gente para dárselo.
Los políticos tienen también sus pasarelas, sus semanas de la moda, que son las
campañas electorales. Sus mecanismos pueden parecer distintos, pero en el fondo
son los mismos. A diferencia de lo que ellos aparentan —marcar tendencia, ser innovadores—, lo
que necesitan es la moda, que es la corriente principal. Son el prêt-à-porter, aunque ellos pretendan ir
de Balenciaga. Su originalidad es ficticia pues tienen que gustar y lo verdaderamente original suele no gustar por excesivamente novedoso; al político le va el bestseller, el más votado, y no la experimentación vanguardista. Las modelos
desfilan con caras enfadadas y mientras que quienes están en la vida política están obligados a sonreír aún en las
peores crisis, pero no deja de ser una exigencia tiránica de la moda.
Dentro de nuestra modernidad de cartón piedra, todas estas
vaciedades rentables y glamurosas engancharon bien en nuestra progresía que se
pasó a todos los tópicos de los que había renegado: el fútbol, los toros y la
moda. Se abandonó a
Marcuse y a Maigret, a Bergman y a Fellini, el bocata proletario, la pana, etc., por la
"moda España", las bodas con "bajada" de tarta, el soplete
de Ferrán, y fumar habanos de Fidel traídos por algún amiguete que se había pasado
una semanita de confraternización en la Cuba revolucionaria, pero en la parte
de las cinco estrellas, que es más cómoda para una estancia breve.
Los periódicos más progres,
en lugar de hablarnos de la sociedad sin clases, nos dijeron que no solo había
clases, sino también categorías, algo
más selecto y riguroso que el difuso panorama esbozado por los sociólogos.
Desapareció la prensa de partido y salieron a la luz esas secciones llenas de
fotografías con zapatos de comodidad infinita y precio prohibitivo, con
perfumes con los que no puedes ni soñar, con reportajes de paraísos en los que
no se puede entrar si eres bueno y honrado. Te mostraban relojes resistentes a
cinco atmósferas de presión y te contaban los pormenores de la bolsa, en la que
te animaban a jugar. Era de buen tono tener amigos banqueros y todavía más
poner en tu mesa un broker con tirantes,
que alcanzaba la perfección si jugaba al paddle.
A la gente dejó de darle corte se superficial y, por el
contrario, hacía ostentación. Te miraban mal si te veían con un libro que no
estuviera entre los diez más vendidos, que casi siempre tenían la foto de su
autor en la portada y no discretamente dentro, como solía ser habitual. También
había autores de moda y no clásicos, que son lo contrario. Los autores de moda que estaban más de moda
ni siquiera escribían ellos, sino que fichaban a algún periodista pizpireto
para que recogiera las historias de su éxito.
"Éxito" es la palabra clave. Allí donde antes se
tenía guía espiritual, ya fuera un marianista o un gurú del Tíbet, ahora se
trata de tener un asesor de comunicación, un "personal shopper" y un
"personal trainer". Son los cuidadores de las tres únicas dimensiones
de la personalidad que resultan indispensables: la comunicativa, la consumista
y la que te mantiene en forma. Mente
dicharachera in corpore sano. Gastar para contarlo.
Donde antes se trataba de cultivar la mente ahora se
cultivan armarios y cuerpos. Unos en tienda selectas y otros en gimnasios bien
surtidos y en los que salen sudores y negocios. En el centro comercial de mi pueblo
está a punto de abrir un gimnasio eléctrico en el que te enfundan dentro de un
traje negro ajustado lleno de electrodos y te dan descargas hasta ponerte en
forma. No sé cuál es su principio, pero me imagino cuál puede ser su final.
Sirva todo esto de retórica introducción a los hechos. Y los
hechos son encontrarse con una notica cuyo título me ha hecho traspasar la
frontera, abandonar mis prejuicios y adentrarme en el glamuroso mundo de la
sección de moda del diario El País, un universo paralelo llamado "S
moda". Sales de un mundo dominado por Artur Mas, por Merkel, Netanyahu,
Obama y Putin, por Montoro y sus presupuestos, por el Estado Islámico, por Hollande
y Renzi, por los enfados de Javier Marías por cualquier cosa, es decir, del
mundo en que habitamos los mortales y entras en una dimensión nueva. El
artículo que como un conejo blanco se cruzó ante mi vista para arrastrarme
hacia un mundo insospechado se titula: "Llega el invento que te permite
estar limpio sin ducharte".
Me rindo ante la eficacia del titular, su estilo directo y
conciso sin necesidad de andarse por las ramas. Ese titular, bisagra entre dos
mundos, nos permite acceder a un universo fantástico, presidido por una foto
irresistible de Monica Vitti en la ducha (¡nada de Psicosis, como hubieran
esperado algunos!) cuyo arranque espectacular es este:
Imaginemos un escenario
apocalíptico donde el agua escasea. La poca que queda es para beber y no para
baños espumosos. Pero aún en esas condiciones los humanos necesitan asearse
para no apestar. Así las cosas, no valen ni los jabones (siliconados, sulfatados
o no) ni el No Poo (plantarse debajo del chorro del agua y dejar que la mugre
desaparezca a su ritmo). Afortunadamente la ciencia ya ha abierto una tercera
vía para salvarnos de la suciedad corporal en este Armagedón sin agua: la bruma bacteriológica. Como su nombre
indica se trata de pulverizar sobre la piel y el cuero cabelludo una ligera
capa de un líquido habitado por billones de simpáticas Nitrosomonas Eutrophas,
unas bacterias capaces de transformar el amoniaco de nuestro sudor en nitrato.
O, lo que es lo mismo, de ‘comerse’ aquellas sustancias corporales que generan
mal olor dejando la piel libre de suciedad y de malos efluvios y con un aspecto
envidiable. El punto de partida es que estas bacterias solían vivir felices
sobre nuestra anatomía zampándose nuestros desechos antes de que nos
dedicáramos a exterminarlas con detergentes. Esos mismos agentes químicos que
luego acaban por resecar la piel y que obligan a aplicar una crema hidratante o
a buscar jabones orgánicos, aceites naturales y otros ungüentos que
re-equilibren el estado de la piel. El artífice del invento, el científico David Whitlock, tomó su propia persona como
conejillo de Indias y lleva doce años sin ducharse. Así descubrió que esas
bacterias brotan espontáneamente sobre la piel cuando no abunda la higiene
convencional y permiten que el cuerpo se autolimpie. Y que son las mismas
criaturas que viven en el barro o el agua sucia (que es de donde extrae las
necesarias para este cosmético). Solo le quedaba aislarlas, cultivarlas en
laboratorio y embotellarlas listas para usar. Ahora se lava únicamente las
manos con agua y jabón. El resto es rancho para las bacterias. Y espera hacerse
rico vendiendo pulverizadores de nitrosomonas vivas.*
Me rindo. Y además lo hago en los dos sentidos, el
admirativo y el bélico. Me entrego gozoso con la boca abierta, los ojos como
platos y las manos atadas. Y quiero conocer a ese David Whitlock, abnegado hombre
de ciencia, que lleva doce años sin ducharse. Quiero saber más de esas
simpática bacterias —¡Disney, a qué esperas!— que tanto hacen por nosotros sin
pedir nada a cambio. Quiero probarlo y someterme a la inspección de las narices
incrédulas. ¡Miradme, oledme! See me,
feel me, touch me, heal me...! que cantaría Tommy, el profeta del pinball.
Me apetece perderme bajo esa "bruma", que me
imagino londinense o de película de John Carpenter, y salir de ella como los
chorros del oro, radiante como un San Luis. Por fin la Ciencia se centra en los problemas humanos y la
humanidad podrá sobrevivir limpia a los grandes desastres que los ecologistas y
otros agoreros nos auguraban. La humanidad podrá ir con la nariz bien alta.
¡Ay, mis nitrosomonas!
Avanzo por el texto, por este evangelio de la Nueva Higiene
que me ha hecho ver la luz. Sin embargo, algo ocurre, ¿problemas en el paraíso
de la limpieza?:
Entonces, ¿adiós al baño para
siempre? No del todo. Aunque el creador lleva más de una década sin pasar por
la ducha y quienes lo conocen aseguran que no huele mal, lo cierto es que en la
letra pequeña el AO+ se presenta como complemento de una higiene diaria
convencional. Es más, se recomienda usarlo después de ducharse o antes de irse
a la cama. La ducha ha de ser normal, con agua y jabón. Al acabar, hay que
secarse y es entonces cuando se pulveriza la bruma. Quienes la han probado
juran que parece agua. Ni huele ni deja huella. Una vez aplicada su misión será
nutrirse del amoniaco de nuestro sudor mejorando, de paso, el aspecto y la
salud de la piel. Y, con suerte, eliminar el olor. De hecho, en los estudios
previos al lanzamiento, un tercio de quienes lo probaron reconocieron que les
funcionaba como desodorante. Otra tercera parte, en cambio, afirmaba que el
‘aroma’ de sus axilas seguía siendo tan intenso que no había otra que echar
mano del desodorante. No hay datos aún respecto al olor de pies.*
¿Cómo debo imaginarme entonces ese "escenario apocalíptico
en el que el agua escasea"? ¿Maloliente?
¿Las profecías eran ciertas? ¿Los de Mad
Max tenían razón? No se debe jugar así con las ilusiones de la humanidad.
Jamás había pasado de la ilusión gozosa a la desesperación abrumadora con un
solo párrafo por medio. No somos nadie.
Quizá le pidamos demasiado a la ciencia. Quizá los amigos de
David Whitlock, su familia y compañeros de trabajo, no hayan querido decirle
nada y le hayan dejado seguir con su ilusión de liberar a la Humanidad del
olor. Ellos le quieren y le perdonan sus fracasos, que le ennoblecen a los ojos
de todos. Saben que, como Ícaro, hay que levantar el vuelo aunque el sol nos
queme y caigamos al duro suelo oliendo a chamuscado. Nada que una buena rociada
bruma no pueda arreglar.
* "Llega el invento que te permite estar limpio sin ducharte" El País S Moda 30/09/2014 http://smoda.elpais.com/articulos/ni-jabon-ni-no-poo-llega-la-bruma-bacteriologica/5352
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