Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Son
varios los medios de comunicación que resaltan la distancia de las aspiraciones
que llevaron a los jóvenes a salir a la calle en la revolución que dio al
traste con la dictadura en Túnez y la realidad de las votaciones que se han
celebrado ayer. La revolución que hicieron jóvenes y mujeres no ha tenido esa
traducción en las listas electorales, pese a los sistemas de cuotas.
El
diario El Mundo titula "Los jóvenes, contra la 'revolución del microondas'"*,
haciendo referencia a una ironía realizada por un joven: la revolución sirvió
para descongelar a los viejos líderes. Son los que ahora encabezan las listas y
si hay una obligación de tener jóvenes en las listas, estos aparecen en los
puestos en los que las posibilidades de obtener voz son muy reducidas. El caso
no es único de Túnez; se repite en unas sociedades que no dan acceso a la
juventud.
Esto no
es una cuestión de edad en un sentido meramente retórico. En sociedades como la
tunecina o la egipcia, las diferencias entre los jóvenes y los viejos es algo
más que numérica. Representa una distancia de mentalidades, formas de ver el
mundo completamente distintas. Si la revolución sirvió para descongelar a los
viejos que reclamaron el poder, hoy los congelados son de nuevo los jóvenes,
que ven cómo los cambios no afectan a sus situación ni la del país, incapaz de
enfrentarse a sus propios problemas.
El
artículo del diario El Mundo se cierra con el comentario de un joven ante el
panorama de las elecciones:
"Hoy veo menos jóvenes votando que en
las elecciones de 2011 y menos ambiente de fiesta que entonces. Espero que sea
un mensaje y una lección para los líderes, para que hagan otra política más
realista, más sobre el terreno y más social", incide. En las elecciones de
2011 sólo la mitad de los jóvenes de menos de 30 años acudió a votar.*
Las
revoluciones de la Primavera árabe comenzaron con un "invierno" en
Túnez. Las aspiraciones eran muy genéricas, pero la indignación muy concreta,
real. Las peticiones de trabajo y justicia, de presencia de una voz que
traslade sus problemas se compartían generacionalmente. La incapacidad de las
viejas clases políticas para resolver los problemas tiene que ver con su
capacidad para crearlos. Cuando las clases dirigentes dejan de renovarse, su
único fin es perpetuarse en el poder, no resolver problemas; o para ser más
precisos: el único problema es cómo seguir en el poder. Todo lo demás pasa a segundo
plano y la supervivencia es el objetivo. Para conseguirlo se crea una
estructura de favores cada más ineficaz y especializada en servir de apoyo por
medio de los controladores locales, los que son capaces de asegurarles los
votos cuando llegue la ocasión
La
renovación, la entrada de ideas o personas nuevas deja de ser un objetivo del
sistema que se dedica exclusivamente a mantener su único activo: la corrupción.
No solo no se avanza sino que se extiende para mantenerse en el poder. Esto no
es único de los países en los que se dieron las revoluciones, pero aquí la edad
se convierte en un elemento esencial.
Hace
muchos años ya que titulamos una entrada de este blog como "la revolución
de los hijos". La verdadera dimensión de las revoluciones árabes es la
edad y en ella también el género. Son las dos variables respecto al poder
existente: juventud y mujeres enfrentadas al poder de los hombres viejos, es
decir, la imagen tradicional del patriarcado. Es el hombre de edad que acumula
poder a lo largo de la vida para transmitir a sus hijos la continuidad y
gestión del sistema que han ido acumulando. A lo largo de la cadena se
reproduce ese esquema. Es el que garantiza las alianzas. Al-Asad recibe el
poder de su padre en Siria; Gamal Mubarak está a punto de recibirlo de su
padre; los hijos de Gadafi se enfrentan entre ellos por ver quién se queda con
el poder.
El
Mundo recoge la voz de Kais Zriba, de 23 años, un votante insatisfecho que dice
haber ido al colegio electoral "por respeto a este pueblo", sin
intención de votar:
"Yo creo que lo que hay que hacer es
salir a la calle y terminar la revolución. Pacíficamente, pero la lucha
continúa. Hay que eliminar los últimos 50 años y todo lo que queda de ellos: el
sistema de Justicia, la policía... Si no lo hacemos, lo que va a venir será
peor", explica en el patio de la escuela primaria Marsella, donde la gente
hace cola para votar.
Más de tres años después de la revolución
popular detonada por la inmolación de un joven vendedor de verduras el 17 de
diciembre de 2010, las aspiraciones de los jóvenes que fueron la columna
vertebral de esa movilización permanecen ya olvidadas. Su desencanto con la
política es total, pues los programas electorales de los partidos no proponen
soluciones para sus problemas.*
Terminar
la revolución puede ser una tarea imposible; cambiar ese estado social es muy
difícil porque responde a una mentalidad arraigada. La revolución democrática
necesita de los votos. Y los votos son lo que han manejado durante décadas
estas dictaduras encubiertas. Son "dictaduras de sistema", por
llamarlas de algún modo, aparatos perfectamente engrasados para mantener el
poder mediante el control de unas sociedades atomizadas, unidas por redes familiares
y locales que logran controlar las zonas que les tocan. Es la ventaja con la
que contaban los islamistas, lo poseedores de las auténticas organizaciones
capaces de enfrentarse a estos aparatos paraestatales.
Los
partidos no proponen soluciones a sus problemas, que no son otros que los del
país. Los jóvenes no tienen problemas; los tiene el país. Solo una visión
retrógrada hace verlo de otra manera. La retórica habitual esconde que la
"juventud" es el camino de entrada al sistema político, laboral, etc.
de todos. Incluso los viejos han sido "jóvenes". Pero muchos tuvieron
las oportunidades que otros les crearon y que ellos, en cambio, son incapaces
de crear.
En los
países como Túnez o Egipto, la nueva generación se encuentra a una gran
distancia de lo establecido por el orden viejo, que ha quedado desfasado. Su
incapacidad de entender el mundo nuevo deriva de su deseo de que no cambie para
poder seguir manejándolo. En ese sentido, los jóvenes son el peligro: implican
cambio.
En
Enero, la BBC nos traía una controversia social desde Túnez, la suscitada por
los vídeos virales que los jóvenes tunecinos estaban colgando en la red:
Young people across Tunisia are tapping into an
online trend, posting videos of themselves dancing to the Pharrell Williams
song Happy as a defiant reaction
against the tense conditions in the country.
The clips, which have attracted tens of
thousands of views on YouTube, have been criticised as "debauchery and
moral decay" by conservative religious groups who disapprove of young
Tunisians dancing to an American pop song, the Magharebia news website reports.
But others, such as Teacher Mohamed Naceri, say
Tunisia's revolution has failed young people, who don't see their prospects
improving. "This is one form of self-expression and an outlet so they
don't explode. I
personally prefer this to extremism and terrorism."**
La
interpretación de Mohamed Naceri coincide con lo señalado por el joven que iba
a las urnas para no votar, como muestra de desencanto y protesta. El desafío se
realiza a través de esas formas de expresión que los que les taponan social, política
y laboralmente rechazan. Los tunecinos usan la misma canción —Happy— para grabar sus vídeos que los
iraníes que fueron condenados por los tribunales islámicos de su país, y que
tratamos aquí. Happy se ha convertido
en un himno viral, en otro fenómeno de manifestación del descontento. Nada más irónico que convertir en himno del desencanto una canción como Happy. Significa mi mundo no es tu mundo y el mío durará más que el tuyo. Es la única ventaja de ser joven allí donde no te dejan ser otra cosa.
El
viejo orden no se desmorona. Se mantiene firme sobre sus propias ruinas, que
son las de los países en los que impera, anquilosados por unas mentalidades
obsoletas y autoritarias. Los jóvenes siguen esperando. Crecen y pierden la
paciencia. Es cuestión de tiempo.
*
"Los jóvenes, contra la 'revolución del microondas'" El Mundo
27/10/2014
http://www.elmundo.es/internacional/2014/10/27/544d37b0e2704e19608b4576.html?a=fb9527a5333a3bffcdb546c5dbfe4718&t=1414387839
**
"Tunisia: Young people say they're 'Happy' dancing to Pharrell" BBC
5/02/2014 http://www.bbc.com/news/blogs-news-from-elsewhere-26049094
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