Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
artículo del diario Ahram Online califica de "guerra de palabras" el
proceso que se está produciendo entre los partidos y coaliciones egipcios ante
la convocatoria pronta de unas lecciones generales, las que permitirán un
parlamento. En el texto se describen las acusaciones, recusaciones y
desencuentros de la clase política egipcia, esta vez sin los islamistas como
fuerza contraria. Eso no quiere decir que no vayan a tener su peso en las
elecciones, evidentemente, aunque no tengan candidatos.
El
artículo se cierra recordando el origen del problema, la ley electoral y la distribución de
escaños en el futuro parlamento:
The current election law specifies that 75
percent of seats (420 seats) be reserved for independents, with just 20 percent
(120 seats) allocated to party lists. The remaining 5 percent (27 seats) will
be appointed by the president. Revolutionary forces ask that the amount
allocated to party list be raised to at least 30 percent.*
Por lo que se encuentran metidos en esa guerra de
acusaciones es por un mísero 20% de los escaños. Esos 120 asientos en un
parlamento que está diseñado para mantener el poder absoluto de la presidencia.
El poder en Egipto siempre ha buscado esa localización, la del "hombre
fuerte" sobre quien gira todo.
Cuando se va leyendo la larga descripción de los conflictos
y de lo que se acusan, se entiende de dónde surge la fuerza de los islamistas.
Es el poder de lo organizado frente a lo fragmentario y caótico. En este mundo,
el que está organizado golpea dos veces. Todos los gobernantes astutos han
afianzado sus organizaciones y han sembrado la discordia en las demás; han atraído a los que
querían disfrutar de los beneficios del poder a su lado para permitirles hacer
en su nombre, mientras que los demás veían peligrar sus posibilidades de conseguir algo.
El germen de la corrupción está ya en el diseño, como han criticado, porque
necesariamente atraerá a los más serviles y ambiciosos hacia las candidaturas
independientes (75%), que solo saldrán con el beneplácito oficial. No son en realidad "independientes", sino "individuales". "Independientes" suena mejor, pero no será la realidad.
Los que puedan
presentarse entre la gran cantidad de partidos políticos y coaliciones deberán
luchar por un mínimo de escaños, ese 20%, del que también podrá obtener parte el poder
si aprovecha su organización. Los veintisiete restantes son elegidos por el
dedo visible del presidente. Se asegurará así puntos clave de la vida social y
figuras que pudieran intentar hacer sombra al sol. ¿Para qué salir a la lucha
si el presidente te regala un escaño? La vanidad humana hace el resto. No
criticarás a quien te coloca allí. Incluso si quieres que alguien te critique
para mantener las apariencias, serás tú —señor magnánimo— quien lo haya elegido.
Las dos acusaciones actuales en esa guerra de palabras son:
a) haber pertenecido al régimen anterior; y b) islamismo. La segunda no es
problema porque de ella se encargan los jueces. Puede darse el caso de
fenómenos por decidir, como el del partido Salafista Al Nour, el que
comentábamos el otro día se ha encontrado con que los libros de texto del nuevo
curso escolar le condenan. Ha sido una gran sorpresa porque hasta el momento
ellos se consideraban a salvo por haber prestado su imagen al gobierno egipcio
y apoyado la hoja de ruta desde el primer momento. Pero estas cosas pasan en
Egipto. Los salafistas están ya avisados y a los jueces les da lo mismo mandar
a la cárcel a los partidarios de la Hermandad que a los de Al Nour.
El problema real se plantea con la otra acusación la del
"régimen anterior". Algunos habla de los "former regimes",
usando el plural. La complejidad (y confusión) de la deriva egipcia hace que
las líneas —con la excepción islamista— sean muy borrosas. Cuando hablan de la
época de Mubarak, hay que soslayar que Mubarak es la continuación del régimen
que surgió con la revolución en los cincuenta. Desde entonces nada hay sencillo
en la política egipcia. Los nasseristas surgen tras Nasser porque Sadat que le
sucede trata de eliminarlos. Mubarak surge tras el asesinato de Sadat y se pasa
treinta años en el poder. Mubarak genera también su propio "estado",
que es el que se colapsa con la revolución del 25 de enero. Tras esa fecha todo
es confusión. No sabemos si Mubarak, como decía el chiste, se cayó, se tiró o
le tiraron o, en este último caso, quién le derribó.
Treinta años de gobierno dan mucho de sí y crean muchos
intereses. El Ejército es del que salió y el que mantuvo a Mubarak y es el
mismo que le sustituye, el mismo que
sigue con los islamistas de Morsi y el que sigue hoy al frente del país por más
que el general Abdel Fattah haya colgado el uniforme y vaya de paisano. Egipto
ha votado un militar y eso es lo que tiene al frente del país. El nefasto
periodo de los islamistas borró el también nefasto periodo de la SCAF con el
mariscal Tantawi al frente. El carácter bipolar de la política egipcia hace que
se odien o amen los uniformes según sea la fase del ciclo. Es el único espacio
de identificación posible, al margen del orden religioso, representado por los
islamistas.
Las discusiones que refleja el artículo de Ahram Online se
centran en el grado de presencia de los miembros del antiguo régimen entre sus
filas. Los treinta años de régimen, más lo anteriores a efectos oficiales, ya
que el ascenso de Mubarak no se produce por un relevo ideológico sino por un
asesinato, dan para muchas actividades en el aparato del estado. Eso hace que
en las listas de los múltiples partidos que componen el estrellado cielo
político egipcio aparezcan personas que pertenecieron al régimen y que han
estado en la administración en puestos de mayor o menor importancia, pero que
desean seguir en el candelero del poder.
Por eso las acusaciones que se realizan los grupos son sobre
el número de personas identificadas con la época de Mubarak. Esta discusión
ejemplifica bien cómo y qué se negocia:
The Egyptian Front alliance reacted by
launching a scathing counter-attack against the Wafd, denying that any of its
leaders are NDP men.
Mostafa Bakri, a founder and spokesperson of
the Front, told Ahram Online that "the Egyptian Front alliance is by no
means a gathering for Mubarak's NDP diehards or a cover for them to infiltrate
the coming parliament."
Bakri argued that "the front just includes
some officials who served under the Mubarak regime, and when these were in
power they were serving a nation rather than a political regime and as long as
they were not convicted of any corruption practices, they could not be banned
from contesting elections."
Bakri added that "the Front is mainly
composed of other different liberal and leftist forces such as the Tagammu
Party, the Arab Nasserist Party and the two leading forces which represent
workers and farmers in Egypt, namely the General Federation of Egyptian Trade
Unions and the General Association of Farmers."
"This places the front as the strongest
competitor in the coming parliamentary elections," said Bakri.*
Pensemos que estas amplias coaliciones que discuten entre
ellas están negociando unirse —más todavía— para acceder a algunos de los
miserables 120 escaños del 20% del parlamento futuro. Lo que salga de ahí serán
apenas cantos de grillo en el coro presidencial que es el que surgirá de esa
masa de independientes, que serán los que puedan financiarse campañas
individuales en las que habrá una moneda más valiosa que las demás: la
confianza del presidente Al-Sisi. Al menos en estas primeras elecciones, con el
prestigio intacto todavía, el apoyo del presidente será esencial para lograr
llegar a ese parlamento o puestos administrativos.
Esas dos poderosas alianzas que discuten lo hacen en medio
de una negociación que asegure proporcionalmente (eso es lo que discuten) lo
que pueda salir de las urnas. Ahram
recoge sus palabras:
"In spite of the Wafd's complaints over
NDP remnants, we are still in serious negotiations over crea[t]ing one
electoral alliance," said Bakri.
"Unlike many people think, there are no
radical ideological differences between the Wafd and the Front as we are united
by firm support for the current government of Egypt's new president Abdel-Fattah
El-Sisi."
"The differences are just over electoral
issues such as quota of each alliance's candidates on party lists and the
distribution of candidates in districts governed by the individual candidacy
system," said Bakri.*
Más claro no se puede decir. Lo esencial es que apoyan al
presidente, que es una forma de pedir que el presidente les apoye, como el
perro cuya cabeza que busca la caricia del amo. Es en ese apoyo donde reside
todo el secreto. El presidente podría alentar una formación electoral que
hiciera que ese 20% fuera también a sus manos. La "sisimanía" tiene
ese problema y esa ventaja. Lo que se haga estará bien hecho si lo hace el
presidente. Mientras el prestigio se mantenga, el poder es personal. Los
egipcios no quieren "política", quieren sentir que hay alguien
poderoso al frente del estado.
Y es ahí donde está el germen del desastre, donde lo ha
estado siempre. Los líderes carismáticos no admiten sombras y se acaban
rodeando de personas sumisas y serviles hacia arriba y despóticas hacia abajo.
No es la mejor manera de transformar un país repetir los vicios que se
arrastran. El poder no ha querido que hubiera pensamiento crítico, lo ha
eliminado. Los peligrosos hoy en Egipto son los discrepantes, los que protestan
y critican. No es una cuestión de orden público; es una cuestión de
uniformidad.
Hay suficientes ejemplo de esto en las cárceles. No están
solo los islamistas y terroristas, sino los que defienden unas libertades que
parecen no importar a muchos, más preocupados por la "seguridad" que
un hombre fuerte en el gobierno les transmite. No se censuran solo los libros y
mensajes islamistas, sino los liberales y los de cualquier ideología que no
haga ese acto de sumisión como el que acaban de hacer las dos coaliciones que
discuten su unión electoral.
La guerra de palabras no es más que con cartuchos de fogueo.
Mucho ruido para poca cosa. El debate histórico pendiente sigue estancado. El
resultado de las elecciones en Egipto no será decisivo en casi ningún sentido.
Seguirá habiendo una minoría romántica que siga aspirando a otro modelo, aguantando
acusaciones de traición, de no ser egipcios o de participar en extrañas
conspiraciones. Como las tuvieron que aguantar Elbaradei, porque decidió no
seguir, o Sabahi por decidir seguir. Pero un país que no conseguir canalizar sus discrepancias está condenado a reproducir sus errores.
Y el Nilo sigue su curso.
* "Egyptian political parties exchange war
of words over links with Mubarak regime " Ahram Online
4/10/2014http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/112367/Egypt/Politics-/Egyptian-political-parties-exchange-war-of-words-o.aspx
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