Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Ayer se
celebró en El Cairo un acto peculiar. “3ash Ya Wahsh” es el título del ¿cómo
llamarlo, espectáculo, performance? que trata de desentrañar algunos de los
mecanismos cruciales en nuestra vida personal y social: los relacionados con la
construcción del género. Nada Riyadh, una de sus artífices, nos explicaba su
origen y objetivos, en un artículo titulado "How to raise a monster"
en el periódico Mada Masr:
“3ash Ya Wahsh” (Long Live the Monster) is a
colloquial phrase commonly used by men, especially in gymnasiums, to praise a
man for being butch or strong.
Join us on Friday, October 24, 2014, at the Townhouse Rawabet Theater at 6 pm or 8
pm to watch the final run of an eye-opening performance about masculinity in
the context of Egyptian society.*
Son sus palabras finales, las que lanzan a la sociedad
egipcia el reto de asistir a su definición especular sobre un escenario, de escuchar
sus propias historias, las están tapadas por los miedos y las represiones.
"Monstruo" es, nos dice, ese grito de ánimo que se escucha en los
gimnasios —¡vamos, machote!—, un
espacio de masculinidad, un taller testosterónico. El "monstruo" es una
forma específica de esa masculinidad construida y alentada por los gritos de
los asistentes que te animan a llegar más lejos. Nunca se es lo bastante "hombre".
Este tipo de actos pueden pasar desapercibidos en la agenda
en muchos otros lugares, pero dentro de una sociedad como la egipcia en la que
las revoluciones han traído un aumento insospechado de las agresiones contra
las mujeres, es decir, de una violencia en la que el "machismo" es un
fenómeno en el que se encarna visiones peculiares del pensamiento religioso,
del poder o de la nacionalidad, tiene un interés específico.
Dice Nada
Riyadh, en el principio del texto: «First, give birth to a human being. Second,
attempt to raise him or her. That's all you really have to do in order to have
created your own mini-monster.»* Es la reproducción social de los
modelos que se manifestarán como "naturales" después, a través de las
acciones, conductas y prejuicios. Creer que crecemos siguiendo nuestra propia
naturaleza es de una gran ingenuidad; crecemos, como las enredaderas, guiados
por esas cuerdas que quedan cubiertas pronto por las hojas pero nunca dejan de
estar ahí.
La revolución del 25 de enero, la "primavera",
supuso un escenario privilegiado para la mujeres, que pudieron manifestarse
haciéndose visibles y desafiando el modelo privilegiado hasta el momento. Esto
ocurrió no solo en Egipto, pero allí ha tenido una serie de circunstancias
especiales.
Es el monstruo masculino el que exige que se le realicen
pruebas de virginidad a las manifestantes en la Plaza de Tahrir a cargo de los
médicos militares, velando por las buenas costumbres, como es el monstruo
masculino el que ha hecho realizar "pruebas de homosexualidad" a los
detenidos por el vídeo de la "boda gay". Los test dieron negativo,
informaron los forenses. Es el mismo monstruo que, como quieren demostrar ahora
sobre un escenario con las historias recogidas, define los roles sexuales y
sanciona a través de esas leyes vigilantes las conductas que considera
improcedentes en cuanto al comportamiento esperado de los géneros.
El escándalo del aumento del acoso sexual en Egipto ha
coincidido con la revolución y es una forma de "selección cultural"
de aquellos que se apartan. La protesta es mala, la de la mujer es peor.
Significa que tiene voz propia y, lo que es peor, que no obedece a aquellos que
la deberían controlar. La mujer rebelde es la "chica mala", rol en el
que el feminismo ha ahondado a través de los trabajos de muchas de sus voces.
Ayer vi en el concurso norteamericano "The Voice"
la intervención de una joven egipcia asentada en los Estados Unidos, en un
pueblo perdido del interior. El camino que la había llevado de Alejandría hasta
Michigan lo explicó ella misma: sus padres querían un futuro sin
condicionamientos para ella. Cuando le preguntaron cuáles eran sus influencias
dijo que su madre. Había
crecido escuchándola cantar. Ella no pudo ser cantante ("Her
conservative grandfather did not allow her mother to pursue music as a career
in Egypt", señala en su página) pero quiso que su hija pudiera serlo si así
lo deseaba. En las cuerdas que debían guiar la enredadera de su hija, aquel
hombre no quiso que la llevaran hacia la música. Hoy su nieta, desde los cinco
años en los Estados Unidos, puede buscar su vida en un concurso televisivo,
aplaudida y admirada por miles de personas. Sus padres no quisieron crear un
ser amargado sino que se sacrificaron por ella.
Escribe Nada Riyadh:
To speak of masculinity is to speak of gender
relations. It has nothing to do with equality except for the fact that both
women and men have been oppressed by having to play and live up to certain
gender roles. Masculinities are embodied
in institutions, culture and in personal life. Masculinities are dynamic and
constantly change. One of the ultimate goals of masculinity studies is to give
men and women a chance to challenge gender hierarchy and break social norms by
realizing that both men and women need to be actively involved in creating a
new balance that saves individuality — and I dare say humanity — to simply
destroy the monsters living inside us.*
En efecto, esa "masculinidad" monstruosa se
encarna en las instituciones, como en esos exámenes militares de virginidad a las
manifestantes, en los policías y jueces que no atienden las reclamaciones de las mujeres
agredidas o en los familiares que les prohíben realizar sus deseos de llevar su
propia vida.
Los estudios sobre la "masculinidad" son
complementarios a los que analizan la "feminidad" y tratan de
realizar su deconstrucción haciéndonos conscientes de que el "género"
es una construcción social que se rige por normas profundas que han entrado en
nosotros de forma dirigida y que damos por supuestas. La mayor apertura de las
comunicaciones, los contactos con los otros que son culturalmente diferentes, nos hacen ser
conscientes de los sistemas de control social a través de las reglas del género.
A través del género se controla la sexualidad, que es el mayor foco de
represión del que las instituciones sociales disponen. También los hombres, al verse retratados en ese escenario, al escuchar sus propias historias, comprenden que están sometidos a esas reglas que les dan poder pero también limitar su ser social y personal.
En el diario Egypt
Independent también se da cuenta del acto de ayer:
The stories are based on real experiences as
well as fictional stories that were produced during a three-month workshop,
organized by NFS, tackling the social construction of what it means to "be
a man."
"The
event aims at addressing the issue of how society attributes to shaping a
patriarchal persona that results in marginalizing women's role and becoming
structurally and systematically disadvantaged to men," said Nada Rayad,
Ash Ya Wahsh project manager.
She
pointed out that the performance is not about taking sides, but representing
the ramifications of social pressures that have led to gender inequality taking
its toll on women and men alike.
"Some parents need to raise emotionally
healthy children who are not shackled with society's biased insights and
customs, including preventing boys from showing open affection such as crying
or instilling male superiority over women," Rayad explained.**
Los padres que se llevaron a sus hijos de Egipto eran
conscientes de lo que los suyos habían hecho con ellos, convertirlos en
personas que sienten la frustración de haber desperdiciado parte de su vida y
potencial creador, sus ilusiones, etc. solo por satisfacer un prejuicio social.
Que se levanten estas y otras voces es una gran señal. El
comienzo de esa deconstrucción de la masculinidad es importante, pero solo es el
principio. Muchos egipcios se sintieron ofendidos cuando las encuestas
realizadas daban resultados muy negativos para las mujeres en el país; el
nacionalismo (también parte importante de esa masculinidad) hacía que se
sintieran más ofendidos por haber quedado por detrás de Arabia Saudí antes que
por lo que los datos de violencia sexual revelaban.
Las manifestaciones de Tahrir contaron con voluntarios que
protegían el derecho de las mujeres a manifestarse, a hacerse visibles para
demostrar que estaban allí. El aumento y la indiferencia general ante estos
hechos forman parte de la masculinidad monstruosa y de la feminidad disminuida,
sometida que le sirve de complemento.
Las mujeres se están organizando. Recuperan a sus pioneras,
las históricas que rompieron el tradicionalismo avasallador de la sociedad, e
incorporan nuevas voces, voces valientes, enérgicas y con grandes dosis de
creatividad e inteligencia.
La revolución de las mujeres es imparable porque no busca el
poder, sino los derechos. No tiene necesidad de pactar porque lo que necesita
es recoger sus propios anhelos para darles presencia.
Es pequeño acto de ayer en El Cairo significa mucho. No es
el primero ni será el último. Lo mejor de Egipto está en sus mujeres.
* "How
to raise a monster" Mada Masr 23/10/2014
http://www.madamasr.com/opinion/how-raise-monster
**
"There You Go Man: A portrayal of gender imbalance in Egyptian
society" Egypt Independent 22/10/2014 http://www.egyptindependent.com//news/there-you-go-man-portrayal-gender-imbalance-egyptian-society
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.