Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
defensora del diario El País, Lola Galán, introduce en su sección la cuestión
del reportaje que sus periodistas firmaron "colándose" en la zona del
Hospital Carlos III. El artículo, con el título "Paseo clandestino por la
quinta planta" ha sido fuertemente contestado por los lectores y creo que
con razón. La Defensora recoge algunas de sus opiniones sobre este hecho:
“Colarse en el Carlos III no es periodismo”,
señala en un mensaje Mercedes Munárriz. “Es difícil relacionar este ‘artículo’
con los conceptos ‘información’ o ‘investigación’. No se han informado de
nada”. Laura Cruz me escribe: “Quiero expresar, como lectora, mi total rechazo
a ese artículo, no sólo falto de ética periodística (yo también soy periodista
y duele leer este tipo de ‘informaciones’), sino también irresponsable por
parte de quien haya encargado que se hiciese”. Quejas parecidas remite Jenaro
Álvarez: “No se puede criticar a las autoridades por improvisación o falta de
celo en la aplicación de los protocolos de seguridad y al mismo tiempo
violarlos deliberadamente con acciones como esta”. Nicolás Lupo no ve el
interés de la información, “más allá del posible sensacionalismo de entrar en
una planta que supuestamente está restringida, como si fueran dos niños que
entran en una casa de campo abandonada”.
Otro lector, Paco Rubio, hace su propia
reflexión sobre el artículo a la vista de la doble firma y del pie de página en
el que figuran otros dos nombres más: “Se describe cómo, burlando al vigilante
de seguridad, El PAÍS, o sea, una o varias personas: ¡No se sabe quiénes son!,
merodean irresponsable y temerariamente por un lugar por el que no se puede
andar, poniendo en peligro su salud y la de los demás”.*
Creo
que los lectores tienen razón al expresar su indignación. Aquí hemos insistido
en que la tercera pata de la crisis del ébola es la información y que si se
habían dado fallos en los protocolos de políticos y encargados de la salud,
también ha ocurrido en el plano informativo. Este reportaje es una muestra
clara de ello. La información carece de sentido y no solo no tranquiliza sino
que ha creado riesgos para los profesionales y para todas las personas que
estuvieran en contacto con ellos. La imaginación en el periodismo hay que
dejarla para otras cosas. Aquí no hay más noticia que la irresponsabilidad de
los periodistas que se han metido donde no deben.
El reportaje criticado comenzaba así: "En
un descuido del vigilante de seguridad queda franca la puerta del hospital
Carlos III, el corazón del ébola estos días en España. Vía libre."** Fantasías a lo Tom Cruise. No es
colarse en la Casa Blanca o en la recepción real para burlar los servicios de
seguridad. Las explicaciones dadas por quien les autorizó a entrar son
absolutamente baladíes y llegan a ofender la inteligencia de los lectores por
su simpleza y mal entendido sentido del periodismo:
Jorge A. Rodríguez, redactor-jefe
de Noticias, asume su responsabilidad, ya que fue él quien tomó la decisión de
entrar en la quinta planta, “a sabiendas de que era un lugar seguro, de la
imposibilidad de contagio y sin tener contacto con nadie”, dice. Si la quinta
planta era tan segura y carente de riesgos, ¿por qué damos por sentado que la
situación de los pacientes que alberga exige vigilancia especial, inexistente
el día de la visita?
En cuanto al por qué se entró en
ese zona del Carlos III, Rodríguez explica: “Entramos en el hospital porque
creemos que era nuestra obligación como periodistas, del mismo modo que hemos
ido a los hospitales de Liberia o Sierra Leona (donde hemos entrevistado a
enfermos), hemos entrado en escenarios de atentados, hemos subido a barcos
susceptibles de ser secuestrados por piratas o vamos a lugares de riesgo
(guerras, etcétera). Creemos que aportaba información y que era un asunto
relevante y noticioso para los lectores. Queríamos mostrar que no había
seguridad suficiente y que cualquier ciudadano podía entrar. El resultado es
que al día siguiente fue reforzada la seguridad”.
Los periodistas vamos a las
guerras o a los hospitales de Liberia y Sierra Leona para contar lo que ocurre
allí. No vamos para decir que hemos ido, como parece ser el caso del Paseo por
la quinta planta, una crónica en la que el objeto informativo es nuestra propia
aventura, posible gracias a la falta de vigilancia que denunciamos. Y cuyo
botín informativo apenas da para unas líneas en el texto publicado.*
Tiene razón
la Defensora Lola Galán y el último de los párrafos deja en evidencia la
puerilidad irresponsable del reportaje calificándolo como "botín
informativo". Si era un lugar seguro, ¿qué sentido tenía entrar? Y si no
lo era, ¿no era una irresponsabilidad? En efecto, uno no va a las guerras a
decir que ha ido. Lo único que han conseguido es añadir una preocupación más a
los profesionales que ya tenían bastantes, tener que aumentar los recursos para
evitar que algo que no se le ocurre a nadie —entrar en un lugar de
aislamiento—, pero que desde ese momento puede ser lugar de paseo por
irresponsables.
Su
"obligación" como periodistas no era entrar en el Carlos III. Su
obligación era otra muy distinta. Precisamente la contraria a lo que han hecho.
Si abogábamos por una información capaz de hacer entender las dimensiones
reales del problema, evitando sensacionalismos y distorsiones que pudieran
causar pánicos y desinformaciones, el "paseo" consiguió justo lo
contrario.
La
conclusión de Lola Galán no puede ser más clara:
Ante
una crisis como la del ébola, que ha provocado gran alarma social y ha desatado
una psicosis generalizada, nuestra obligación es ofrecer a los lectores una
información veraz, completa y de alta calidad.
Existe un subgénero periodístico que apuesta
por violar normas y leyes para conseguir información cuyo conocimiento público
justifica tal conducta a ojos de quienes lo practican. Algunos lo llaman periodismo encubierto y ha dado grandes
periodistas, como el alemán Günter Wallraff, que fue su adalid entre 1970 y
1990. Pero el modelo, además de discutible, pierde su razón de ser cuando todo
lo que se persigue es un titular. Creo que entrar en la quinta planta del
Carlos III ha sido un error.*
Creo
que ni siquiera se puede llamar a esto "periodismo encubierto". Aquí
no se disfrazaron de "turco", como Wallraff; sencillamente actuaron
como irresponsables en un momento en el que se pide colaboración ciudadana (es
decir, cívica) a todos las instancias, incluidos los medios de comunicación
dando información responsable.
La
crisis del ébola, ya lo dijimos, nos obliga a aprender rápidamente. También los
medios y sus profesionales deberían tener claros los límites en situaciones
como esta. De no hacerlo quedarán en evidencia. Los límites de la información
no son los límites de los periodistas. Aquí se han violado alegremente los que
nos recuerdan que los periodistas no se pueden defender de ciertas cosas
argumentando que lo son, incluido un posible contagio.
Los
hospitales están llenos de carteles en los que se dice que no hay que entrar. Y
no lo hacemos aunque no haya un vigilante armado en cada puerta o zona. No hay
ningún secreto que desvelar tras la puerta y una zona de aislamiento para casos
de ébola no es el castillo de Barbazul. La seguridad se reforzó, sí, pero para
prevenirse de buscadores de gloria periodística. En realidad, es lo único que le ha quedado claro a todo el mundo.
Esperemos
que hayan entendido el razonamiento claro de la Defensora y la indignación de los lectores. ¡Sí, pobre botín informativo! No es el único caso que debería hacernos pensar sobre cómo se ha informado. Ha habido titulares, sin necesidad de colarse en hospitales, dignos de ser ingresados sus autores. Aprendamos.
La buena noticia es que la paciente infectada ha superado los test realizados, según abrían las noticias de la mañana. Nos alegramos por ello.
*
"Paseo ‘clandestino’ con polémica" El País 19/10/2014
http://elpais.com/elpais/2014/10/18/opinion/1413659438_770358.html
** "Nadie vigila la quinta planta del hospital Carlos III" El País 9/10/2014 http://politica.elpais.com/politica/2014/10/09/actualidad/1412886024_598202.html
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