Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
denominada crisis del ébola es una
buena ocasión para ver cómo funcionamos a través de nuestros miedos. Al igual
que los economistas cada vez incluyen factores cada vez más irracionales o
producto de complejas interacciones entre ideas y sentimientos confusos para
tratar de prever las situaciones de los mercados, es cada vez más importante
comprender el papel de los miedos en el comportamiento. Los indicadores que se
manejan tratan de comprender "confianzas" y "pánicos",
"riesgos" y "seguridades", como motores de la acción.
El
diario El País nos ofrece un interesante reportaje de F.J. Barroso, a primera vista anecdótico,
pero que sirve como ejemplo perfecto del comportamiento en situaciones de
pánico y su traducción a hechos concretos. Se refiere el reportaje a la crisis
de las peluquerías en la zona de Alcorcón, la población en la que vive la
auxiliar de enfermería infectada, Teresa Romero, que lucha en estos momentos
contra la infección.
No es
casual que se hable de difusión "viral" de la información, pues son
los modelos llamados epidemiológicos los que sirven muchas veces para
establecer los medios de difusión. Entre de las informaciones que se han ido
dando desde el origen de la "crisis" producida por la noticia de la
infección, una de las primeras que fueron conocidas se referían al hecho de que
la enfermera hubiera ido a una peluquería en la que se realizó una sesión de depilación.
Este hecho, en una población de ciento setenta mil habitantes produce unas
zonas en las que la gente se siente más segura o menos insegura en función de
la estimación psíquica de las distancias, mayores o menores, a esos lugares.
El
diario El País señala el descenso drástico de asistencia a las peluquerías de
la zona:
Carolina tiene una peluquería en Alcorcón,
muy cerca del domicilio de Teresa Romero, la auxiliar sanitaria que convalece
en el Hospital Carlos III tras ser contagiada de ébola. El miércoles 8, a
mediodía, los medios de comunicación informaron de que la enferma había ido a
depilarse a un centro de su barrio el 30 de septiembre, cuando todavía ignoraba
que padecía la enfermedad. “Hasta entonces íbamos a buen ritmo de trabajo”,
cuenta Carolina, “pero justo tras los informativos ya no entró nadie. Esa misma
tarde comenzamos a recibir muchas llamadas para anular las citas que teníamos
para el sábado”.
La situación no ha variado desde entonces, a
pesar de que el establecimiento en el que se depiló Romero permanece clausurado
desde hace una semana. Las sillas vacías, los secadores apagados y las
empleadas sentadas tecleando en sus teléfonos móviles eran a mediodía de ayer
la estampa más frecuente en las peluquerías de esta población de 170.000
habitantes; en especial, en las más próximas al domicilio de Romero.
El jueves —un día después de que los medios
de comunicación informaran de que la peluquería a la que acudió Romero había
cerrado— fue aún peor para estos establecimientos. En lugar de los 1.000 euros
que suelen hacer de media ese día de la semana, la caja de la peluquería de
Carolina cerró la jornada con 300 euros escasos. Esa situación se repitió el
viernes. “Los periodistas nos acusaban de que había sido en nuestro local donde
se había depilado la mujer”, se indigna la propietaria.
El local al que acudió Romero está en el
centro de Alcorcón, a 2,5 kilómetros del domicilio de la enfermera. Se
encuentra cerrado y, en la puerta, una cartulina escrita a mano señala:
“Cerrado por asuntos personales”.*
Estos
datos revelan el funcionamiento de los pánicos. Un estudio sociológico podría
establecer las relaciones entre las cantidades ingresadas, las zonas
consideradas más seguras y las inseguras y las informaciones que ofrecidas día
a día. Es un interesante caso de estudio ya que está muy localizado y posee un
tamaño de población adecuado para estudiar las reacciones.
Es
también que se analicen los discursos sobre la percepción de los agentes
participantes en este escenario. Por ejemplo, es interesante analizar la forma
en que la propietaria de la peluquería se enfrenta a la situación: "Los
periodistas nos acusaban de que había sido en nuestro local donde se había
depilado la mujer". El uso del verbo "acusar" es significativo
de cómo percibe el papel de los medios y el hecho mismo de la infección. Significativo
es también la forma de referirse a la paciente, una escala que va desde "T.R."
a "la mujer", pasando por
múltiples formas que indican mayor o menor empatía con ella. Del "todos
somos Teresa" a "T.R" hay una gran diferencia. Hay quienes ven
en ella un peligro, la causante de la ruina de sus negocios y quienes ven en
ella una vecina que se ha infectado por su labor de ayuda a alguien necesitado
de ella.
El
diario recoge información de distintos locales:
La situación es aún peor en la peluquería más
próxima al domicilio de Teresa Romero. Este local abrió el 1 de septiembre y a
la una de la tarde no tenía un solo cliente. “Como somos los más cercanos, con
lo de la enfermedad y lo del perro mucha gente no ha querido ni entrar”,
explica Rebeca, la encargada. “También nuestra situación es distinta porque, al
llevar poco tiempo, no tenemos una clientela consolidada, como otras
peluquerías. Eso sí, la semana anterior al suceso nos había ido bastante bien”.
Según Rebeca, las clientas han dado todo tipo
de excusas para anular sus citas: “Una mujer nos dijo que no podía venir porque
le acababan de llevar a su nieto y no podía dejarlo solo. Otras decían
directamente que ya vendrían la semana próxima, sin dar más explicación. En
parte es lógico, porque hay mucho miedo al contagio”.
Algunas peluquerías han tenido menos
problemas con su clientela. Se trata de aquellas que no tienen zona de estética
ni ofrecen depilación. Es el caso de un centro próximo al domicilio de Romero:
“Funcionamos como siempre, porque no depilamos y nuestra clientela no se ha
sentido amenazada en ningún momento. Nos conoce y sabe cómo trabajamos”,
explica la dueña de un local que prefiere no dar su nombre. “A nosotros nos han
traído más problemas los periodistas que el ébola”, afirma.*
Toda
esta información posee gran interés para el conocimiento de cómo se fabrican
los miedos y cuáles son sus consecuencias y modos de expresión social e
individual. Como animales, tenemos nuestros mapas mentales con unas fronteras a
las que concedemos mayor o menor seguridad.
Durante
meses se ha estado dando una información "africana" del ébola. Hemos
visto sus estragos en las poblaciones, se nos han mostrado mapas con su
expansión, se han descrito los terribles efectos sobre el organismo, etc. Todos
esos elementos que podían ser percibidos desde la seguridad de la distancia
comienzan actuar en cuanto aparece un caso próximo. Nuestro mapa y sus
fronteras se desmoronan y nos vemos sometidos a la inquietud o la angustia en
función de las distancias que consideremos seguras. Esta distancia es subjetiva
y relativa. Las llamadas angustiadas de las familias de mis alumnos extranjeros
provienen de que "España" es para ellos un espacio
"reducido"; simplemente por el hecho de estar allí, da igual que se
esté a 50 metros que a 500 kilómetros. Para los que están próximos, la
angustia, el pánico se pueden desencadenar causando reacciones diversas.
Otro
aspecto importante es el tratamiento informativo. Con la expresión
"pacientes asintomáticos", por ejemplo, hay que tener cuidado porque
no todo el mundo tiene la capacidad de entender qué significa y se ve primero lo peligroso (paciente se vincula
siempre con enfermedad) que lo que da seguridad, la ausencia de síntomas. Para mucha gente el hecho de que estén
ingresados en un hospital y aislados ya es motivo de peligro o de recelo: están
en observación. En las enfermedades contagiosas, el recelo aumenta respecto a
otras. Basta con recordar lo que supuso el SIDA en los primeros momentos y los
recelos, marginaciones e injusticias que supuso para muchas personas.
La afirmación
“A nosotros nos han traído más problemas los periodistas que el ébola”, debe
ser tenida en cuenta. Se han vulnerado muchas buenas normas de periodismo. No
se puede informar de un caso de este tipo como si se estuviera informando de
una exclusiva del corazón o haciendo sensacionalismo irresponsable. Se han
vulnerado derechos de las personas para poder colocar unas fotos en las
portadas. Espectáculos como los desencadenados por el sacrificio del perro no
son los más recomendables en este tipo de situaciones, en los que se deben
controlar los focos informativos. También los medios deben tratar de tener unas
normas para el tratamiento de casos así. No tiene nada que ver con la libertad
de expresión sino con la evaluación de los efectos, es decir, con la
responsabilidad social.
La desastrosa
rueda de prensa ofrecida precipitadamente por la ministra Ana Mato (que pasará
a ser un hito en la mala comunicación) y las múltiples referencias al papel de
los periodistas es demostrativo del papel esencial de la información en estos
casos. En una sociedad transparente la información no se debe ocultar, pero eso
significa que hay que cuidar hasta los extremos aparentemente más nimios de la
comunicación. La exigencia de formación no solo se debe extender al personal
sanitario, sino a todo aquel que interviene en una crisis de este tipo. No
afecta solo a los gabinetes de ministerios, consejerías y hospitales y a los
políticos que abren la boca, sino a los periodistas que informan de ello. Hay
que ser conscientes de esto.
No solo
ha sido la rueda de prensa de la ministra; al Consejero de Sanidad de la
Comunidad de Madrid ya le cuesta caro haber abierto la boca. Sus conocimientos
en materia comunicativa son cavernarios. Las cualidades que los políticos
exhiben para despellejarse unos a otros no son las más adecuadas para este tipo
de casos. Es importante que ante crisis de este tipo se atienda primero la
situación y se aparquen discusiones políticas que no llevan a ningún lado. Es
muy difícil frenar el tren en marcha que es la vida política, pero por eso es
importante llevar el debate en los términos adecuados para que se transmita por
parte de todos los responsables la sensación de seguridad a la población. Por
eso fue bueno que se ofreciera información de los contactos entre el gobierno y
el líder de la oposición en este caso. Ellos no van a resolver nada hablado,
pero se transmite una mayor sensación de seguridad y fiabilidad.
Nada
hay más difícil de controlar que los miedos. La crisis de las peluquerías puede
ser estudiada, como decíamos, para tratar de evitar los errores que se
producen. Ya es bastante mala en sí por los riesgos que supone como apara
añadir más incompetencias. Siempre que hay algún incidente (una huelga de
pilotos, el cierre por obras de una calle...), la gente se queja de que hay
poca información. Puede que la haya, pero siempre es poca. Además de aumentarla
es más importante mejorarla. Lo que ha quedado claro es que no se puede
informar de este tipo de situaciones de esta manera, que es necesario formarse
específicamente en ello. De ahí que hayamos sugerido las posibilidades de
estudio. De ahí saldrán las informaciones necesarias para poder mejorar el
tratamiento y reducir los pánicos y miedos, los efectos sociales y económicos
que pueden llegar a tener casos como estos.
La
gente es muy compleja. Tenemos gente que se va de vacaciones a países en guerra
porque le ofrecen buenos precios y otros que no se atreven a entrar a depilarse
en una peluquería situada a kilómetros de donde se ha estado una persona
infectada; unos se irritan porque no se haya dejado en África a los enfermos y
otros se lanzan al asalto de ambulancias con el perro camino del sacrifico. Sí,
somos complejos y variables.
Lo
importante es que lo parecía lejano, que no iba con nosotros, ya está aquí. Es
como un tigre que se hubiera escapado de la jaula y recorriera las calles
sembrando el pánico. Aquí el peligro está cercado, pero no nos fiamos. Y en
gran parte ocurre porque queremos entendemos mal lo que es transmitir "seguridad"
convirtiéndola en "invulnerabilidad". Eso, lo sabemos, no es verdad.
No somos "invulnerables". Nuestras defensas son lo que invertimos en
ellas, en investigación, en formación, en recursos humanos y materiales. Ni más
ni menos.
Las
palabras —y muchos menos la palabrería— nos defienden de nada. Pero siempre hay
que cuidarlas teniendo los objetivos claros. Solo la necedad y la incompetencia
generan más pánico que la incertidumbre. Entre el silencio y la histeria hay sitio para el sentido común.
*
"El miedo al contagio del ébola deja sin clientes las peluquerías de
Alcorcón" El País 15/10/2014 http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/10/15/madrid/1413397219_353379.html
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