Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Creía
Henri Bergson que la Naturaleza había llegado a dos cumbres diferentes: los
insectos sociales, que han desarrollado una especie de "mente"
colectiva de la que los individuos forman parte, y la especie humana, en la que
somos sociales pero manteniendo nuestra libertad individual. Donde entonces
hablaban los filósofos y demás miembros de la sociedad pensante, hablan hoy
muchos científicos que han conseguido adentrarse en los misterios de esa
libertad, tratando de reducir las distancias entre hormigas y abejas y seres
humanos. Bergson ya tenía plena conciencia de nuestro carácter animal, es
decir, de nuestra sujeción a las leyes naturales, de nuestra procedencia común y
especiación posterior a través de un
proceso evolutivo. Pero entendía que existían diferentes grados de libertad
entre los insectos y nosotros.
Los
científicos hoy, a través de los medios de comunicación y su actividad
divulgadora, nos dicen que nuestra pertenencia a la naturaleza debería hacernos
revisar conceptos acuñados a lo largo de nuestra historia cultural. De esta forma es posible leer titulares como los que el
diario El País nos ofrece recogiendo una entrevista con el neurocientífico
Carlos Belmonte: “Nuestro concepto de libertad es una ilusión. Estamos
condicionados”*.
Esta
forma de expresarse —muy espectacular y sensacionalista para el lector que lo
recibe— requiere de algo más, aunque los titulares no den para mucho. Podríamos decir, de igual forma, que
"nuestro concepto de peso es una ilusión", que "nuestro concepto
de color es una ilusión" e incluso que "nuestro concepto de tiempo es
una ilusión". Todo ello no nos impide seguir una dieta, pararnos en un
semáforo o fichar en nuestro trabajo. Tampoco se lo impide a los científicos,
que saben que esos y otros muchos conceptos tienen un valor más preciso en sus
ámbitos que en sus usos y valoraciones cotidianos. A efectos del día a día no
nos importa mucho lo que los físicos tengan que decir, por ejemplo, sobre el
color ante un cuadro de Velázquez; nos da igual que nos digan que el color es
una interpretación de nuestro cerebro al recibir los estímulos que llegarán a
él por el nervio óptico o incluso —como nos dicen— que existe un número de
mujeres que verán más colores que los que vemos los demás por una variación
genética. Con la libertad está empezando a ocurrir algo igual.
P. ¿Dónde deja esta capacidad de recrear una
mente humana el concepto de libertad?
R. El concepto de libertad es una ilusión
sostenida entre los seres humanos que se basa en que las probabilidades de
realizar un acto diferente son tan altas que, en este momento, es imposible
predecir lo que va a hacer alguien. Porque son 85.000 millones de neuronas,
multiplicado por 1.000 conexiones de media por neurona. Las posibilidades son
casi infinitas, pero son finitas, así que al final se va a poder hacer algo que
se parecerá extraordinariamente a la actividad de un ser humano.
Nuestro concepto de libertad es falso.
Estamos condicionados. La consciencia es menos del 10% de nuestra actividad
cerebral en un momento determinado. Ahora se está estudiando mucho cómo se
producen las decisiones y es evidente que la decisión está tomada mucho antes
de que tú la conozcas conscientemente y la expliques. De hecho, cuando se
modifica artificialmente una decisión, el sujeto la explica igual. Nosotros
explicamos a posteriori las decisiones que adopta nuestro cerebro basándose en
la memoria, en las emociones y en toda una serie de datos que se procesan de
una manera inconsciente.*
Todo lo
que dice el profesor Belmonte es cierto y no hay nada nuevo en ello, pero no se
trata de eso, sino de la forma en que se interpreta y las consecuencias de la
interpretación fuera del ámbito en que esa afirmación tiene sentido. El paso del sujeto metafísico al biológico es un gran salto,
sí, pero eso no significa que los conceptos que manejamos, en este caso, el de
"libertad" tengan un carácter científico o necesite ser probado en un
laboratorio.
El
profesor Belmonte sabrá, con toda seguridad, que cuando dice que nuestro "concepto
de libertad es falso" (que no es lo mismo que una "ilusión",
como se afirma en el párrafo anterior) que si hay un concepto sometido a
revisión a lo largo de toda la historia del pensamiento occidental (y en otras culturas) es el de "libertad". De hecho, solo algún
irredento sostendría un concepto de libertad como el que pienso que el doctor
Belmonte tiene en mente al decirlo: un libertad sin condicinamiento alguno. Para la Ciencia, de hecho, no existe ninguna libertad,
no ya en el ser humano, sino en ningún otro ámbito, puesto que es determinista per se. De
no ser así sería imposible la Ciencia misma, que necesita del concepto de
"ley" para tomar forma. Solo, como decimos, algún ingenuo o
indocumentado sostendría un concepto de una libertad que no tuviera ningún tipo
de condicionamiento o determinación. No existe una decisión completamente
"libre", incondicionada, porque somos seres condicionados. Puede que
no seamos tan libres como pensamos, pero desde luego creo que bastante más que
lo que algunos dan a entender. Si se habla de ilusiones, estas juegan un papel esencial en nosotros, incluida la ilusión del "yo", de la que también se ocupan los neurocientíficos.
El
problema del "libre albedrío" es un problema clásico y ya se
planteaban si Judas había hecho lo que había hecho como persona responsable o
como parte de un plan divino, en cuyo caso ya no nos parecía tan malo. Leibniz
recomendaba, ante la duda, actuar como si lo fuéramos, por si en nuestra soberbia
nos equivocábamos.
Como en
tantos otros campos, nuestras intuiciones se ven desbordadas por la información
que los científicos no van trayendo. Muchos de nuestros grandes conceptos nacen
de esos desconocimientos iniciales, de la incapacidad de estudiarnos a nosotros
mismos más allá de la especulación, es decir, con el mismo órgano que hoy se
nos estudia con otros criterios y fines. Históricamente, primero pensamos sobre
el mundo y sobre nosotros mismos; eso fue acumulando errores de los que
saldrían aciertos, entre ellos, el pensamiento científico y los científicos
mismos.
Pensar
la libertad como "desconocimiento" de por qué hago lo que hago o como
un engaño justificativo de esa conciencia que solo usa el 10% no tiene mucho
sentido. Realizar mediciones en las que sale que primero hacemos algo y luego
surge en nuestra conciencia la decisión de hacerlo, etc., datos con los que los
científicos del ramo nos ilustran cada día, está muy bien. Todos esos conocimientos
son importantes y necesarios.
Pero la
Ciencia también enseña que una mala o imperfecta teoría es mejor que ninguna
teoría. Y, por ahora, no hay ninguna alternativa razonablemente satisfactoria
para desmontar una cultura milenaria. El descubrimiento de que lo que ha llevado
al doctor Belmonte y a otros neurocientíficos como Pinker, Damasio, etc., a decir
lo que dicen es fruto de millones y millones de decisiones que tuvieron lugar desde
antes de que su cerebro creara una ficción de "yo", decidiera
dedicarse a las Neurociencias y hablar con el diario El País sobre ello. De
nada nos sirve preguntarnos si la llamada que le hizo el periodista fue libre, fruto
de una orden de su jefe de redacción o un largo y desconocido camino que se
inició con la fecundación que dio lugar a su ser, otro concepto falso, pues
somos una cantidad ingente de células de distinto tipo que siguen un plan
genético, trabajando con el fin de sobrevivir el tiempo suficiente como para
transmitir nuestra información. Puedo intentar analizar si he sido libre al
leerlo y libre al escribir sobre ello. Sí, todo eso y mucho más.
La
gente que lo lee puede sacar extrañas consecuencias de frases como
"nuestro concepto de libertad es falso", porque no suele ir más allá.
No hay un solo concepto de "libertad", nunca lo ha habido. Si los
filósofos deben leer más sobre los avances de la ciencia, los científicos deberían
leer más sobre los avances de la Cultura, especialmente sobre esos conceptos
sobre los que construimos nuestra convivencia social.
Es
evidente que nuestro sentido de lo que llamemos "libertad" en cada
momento de la historia y cómo califiquemos la ausencia de esta,
"determinismo", "fatalismo", "alienación", etc.,
tiene unas consecuencias en nuestras propias acciones. Cuanto más nos
conozcamos, mejor; cuanto más sepamos de nosotros mismos, menos
condicionamientos tendremos puesto que la ignorancia es también un limitador de
la libertad.
Lo que
es importante señalar es que una cosa es la libertad que nosotros podamos medir
en un laboratorio o en la vida misma y lo que es la construcción cultural de
nuestra idea de libertad, que es algo totalmente distinto. Que las palabras no
nos confundan. Ciertos campos de la ciencia no saben distinguir la idea de
libertad tal como se puede definir en su terreno —lo que miden u observan— y el
significado cultural que el concepto pueda tener. "Libertad" es un
concepto importante sobre el que se sostienen muchos otros que mantienen el
edificio de la convivencia. Las hormigas bergsonianas no tienen necesidad de reflexionar
porque las naturaleza (es una figura retórica) les ha llevado por ese camino
como a nosotros (es otra figura retórica) nos ha llevado por el nuestro.
Presentar
casos en los que ciertas personas han hecho lo que han hecho debidos a sus
hormonas o genes puede tener su razón de ser ante un tribunal, pero el concepto
de libertad, derechos o responsabilidad que allí se establece no es el que hay
bajo un microscopio. Podrá ser utilizado para no declararle
"responsable", por ejemplo, pero eso refuerza el concepto mismo de
responsabilidad. Podemos pensar que no somos nosotros los que elegimos pareja y
que son nuestros genes los que nos hacen poner los ojos en unos y otros;
podemos enterarnos de que no la elegimos porque fuera buena persona, sino
porque tenía las caderas anchas, un color saludable y una cara simétrica, pero
eso no nos debe hacer olvidar lo que el amor implica. Habrá quien salga diciendo
que el "amor" es una ilusión, y muchos le darán la razón sin
necesidad de ser genetistas o neurocientíficos. Pero hay una diferencia entre
mis genes eligiendo otros genes para mezclar nuestra información y el
matrimonio forzado, en el que las familias deciden por mí. Son dos problemas
muy distintos que afectan a la libertad.
Creo que esa es la libertad preocupante, la que debe quitarnos el sueño. Con la
otra hay poco que hacer.
Cuando
la gente pensaba que el mundo era plano y que el planeta era el centro del
universo, se demostró que no era así, aunque algunos lo pasaron mal. La ciencia
y la experiencia mostraron que era un error y aquello sirvió para hacer grandes
progresos. La neurociencias y la neurobiología es un campo apasionante en el
que surgen aportaciones cada día que nos descubre horizontes. Pero hay una
diferencia entre demostrar que el mundo no es plano ni el centro del universo
(que tuvo unas consecuencias culturales enormes) y decir que nuestra idea de
libertad (no hay solo una) es falsa.
También tiene consecuencias culturales evidentes.
Al
doctor Belmonte se le pregunta por el dolor:
P. Sobre el dolor, una peculiaridad humana es
que a veces, sufrimos por el dolor de otros, incluso de otras especies. ¿Qué
dice la neurociencia sobre el dolor de los animales?
R. Desde que la epigenética ha aparecido,
hemos visto que la expresión de los genes se puede modificar sustancialmente a
lo largo de la vida, que unos genes que estaban silenciados se pueden expresar
y dar lugar a cambios en el comportamiento y en cualquier aspecto de nuestra
vida. La cultura es epigenética. El que esos cambios epigenéticos perduren
durante generaciones, en particular en animales superiores, está en discusión,
pero sí hay una epigenética social.
Nos queda que la gente acepte que la
enfermedad mental es una patología del sistema nervioso
Determinados valores se acaban expresando en
mucha gente, por resonancia. Yo creo que el cuidado de los animales,
afortunadamente, ha surgido en estos últimos cien años como algo que se está
empezando a imponer: el sentimiento por los animales, como el que podemos tener
por nuestras crías, la compasión hacia ellos, que no teníamos hacia los
animales, estamos empezando a incorporarla a nuestra cultura. A mí me parece
muy bien, porque nos hace más humanos y más cercanos a seres vivos como
nosotros.*
Bien.
La idea de que "la cultura es epigenética" es la forma de expresar
desde la teoría estándar que existen los cambios y que esos genes inamovibles
no lo son tanto gracias a la "cultura". De esa cultura forma parte la
idea de "libertad", no solo la "compasión por los
animales", algo que entiendo es mucho más complicado de explicar desde la
evolución. Si pensamos que el gran obstáculo, la gran molestia teórica, es el
"altruismo" (¡bendita molestia!), algo que choca con el
"egoísmo" del gen y de lo que no es el gen. Hasta el momento la
teoría solo da el visto bueno al "egoísmo", motor evolutivo, como
sentenció Dawkins. Pero que el "altruismo" no tenga una explicación
teórica, no nos convierte a todos en perversos manipuladores por practicarlo.
Para la Teoría somos egoístas y sin libertad. Menos mal que se admite que
algunos genes se expresan (algo que "yo", ilusión de la conciencia,
de ese miserable 10%, no puedo) por influencia exterior y que ese exterior lo
constituye no solo el clima, sino el entorno social, un entorno en el que puede
haber ideas sobre la "libertad" que animen a algunos genes a creérselo.
No entiendo muy bien sentir compasión por los animales "nos haga más
humanos" cuando perdemos por otro lado los valores que se nos requisan,
como el caso de la "libertad". ¿No es la "compasión"
también una ilusión? ¿No se esconden tras ella oscuros cálculos genéticos
egoístas?
Quizá
lleguemos a la importante conclusión de que son esas ilusiones, efectivamente, las que nos hacen humanos y no los
mecanismos por los que llegamos a ellas, que son los de la materia y sus
interacciones. No tengo ningún inconveniente en reconocerme como un animal
iluso. Esas ilusiones te llevan a la compasión y a la Luna.
Puede
que no seamos libres, incluso que sea un concepto falso y estúpido, pero hemos
hecho un montón de cosas positivas, para nosotros y los demás, creyendo esa
tontería. Hemos avanzado porque dejamos de creer que el sol, la luna, las
estrellas y un sinfín de cosas más regían nuestros destinos. Hace ya mucho que
sabemos que estamos condicionados en muchos aspectos, antes de saber que los
genes existían o cómo funcionaba nuestro cerebro. Pero nuestro concepto de "libertad"
no es "falso", al menos no más que otros, pero con mucha más utilidad.
Eso creemos, sea cierto o no.
Si son
sus genes los que le han hecho leer hasta aquí, lo lamento porque no era esa mi
intención. Pero así somos los pobres humanos, solo somos libres cuando decidimos
que no lo somos.
*
“Nuestro concepto de libertad es una ilusión. Estamos condicionados” El país
23/10/2014 http://elpais.com/elpais/2014/10/21/ciencia/1413885358_297991.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.