Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Finalmente
ocurrió. Y lo hizo según el guion ensayado, tal como estaba previsto y avisado,
incluida la dimisión de El-Baradei. Tenía que haber muertes y las ha habido. El
editor jefe de de France24 no podía reprimir una cierta sonrisa británica al
comentar la declaración diplomática de John Kerry y el uso de los adjetivos:
"deplorable". Sin embargo, la ceguera norteamericana nos la muestra
el hecho de que el "gobierno" y "los que están fuera del
gobierno", según la expresión de Kerry, deben dar "un paso
atrás". Alguien deberían enseñar a John Kerry que la Historia no es reversible,
que como le pueden enseñar también los físicos, hay procesos reversibles y no
reversibles, en los que la flecha del tiempo no retrocede. En la Historia siempre se camina hacia adelante aunque
pueda parecer que se retrocede; solo es metáfora. La Historia y la Política nos
enseñan, que nada es ni puede ser igual a
como fue. Si existe retorno, es de lo diferente.
En
Egipto no solo no es posible un paso atrás, sino que ayer se dieron dos
adelante, uno por la Hermandad Musulmana y otro por el gobierno interino y los
militares. De lo que se trataba precisamente —la diplomacia norteamericana
debería darse cuenta rápido— era de imposibilitar cualquier paso atrás. Eso lo
sabía perfectamente la Hermandad Musulmana el día que se encontró con 23
millones de firmas pidiéndoles que se fueran, que convocaran elecciones
anticipadas, con la libra egipcia hundida, y todos los sectores profesionales
en guerra contra la "hermanización" social y cultural.
El
argumento de que aquellas protestas era de los restos del régimen de Mubarak o de conspiraciones internacionales ya no se
sostenía. Sencillamente, la Hermandad había defraudado todas las expectativas;
le importaba lo que no le importaba a nadie y no le importaba lo esencial.
Se les eligió
—¡qué tristeza!—, porque no había otra cosa, porque dijeron que querían un
estado para todos los egipcios, como alternativa a la dictadura y la estaban
trayendo con sus acciones de recortes de libertades al imponer su islamismo por
todos los rincones de la sociedad, al acallar las voces acusando a los críticos
de blasfemos, impíos o traidores.
Nunca
tuvo Morsi tanto poder de decisión, nunca concentró tanta cantidad de
"historia", como el día en que él y los suyos decidieron hacer oídos
sordos a las advertencias de que hiciera caso a las peticiones populares. ¿Por
qué no lo hizo? ¿Por qué no intentó entonces salvar la legitimidad de las instituciones,
incluida la presidencia de gobierno encontrando alguna salida? ¿Con quién se asesoró entonces? ¿Cómo
eligió tan mal? En política, las
decisiones desastrosas son las que traen consecuencias desastrosas. Esta las
trajo y sus efectos no han hecho más que empezar.
El baño
de sangre de ayer es una brecha en la historia de Egipto cuyo alcance va más
allá de lo que pueden pensar los ingenuos que creen que esto se soluciona con
unas elecciones rápidas, de cualquier manera, para salir del paso. La
democracia no es una alternativa sencilla a la violencia desatada, requiere de otro ánimo si se
quiere que prospere. Y no lo hay; ahora solo hay odio y enfrentamiento. Ha sido esa falta de ánimo, de voluntad política
democrática, lo que ha llevado a esta situación precisamente. La primera víctima ha sido la democracia.
Las
muertes de ayer y las que llegarán en los próximos días son lamentables, evidentemente, y más
todavía porque son el resultado de una ceguera política del pasado y un
condicionante para el futuro. Son pasos adelante para acelerar la desaparición
de una posibilidad real de democracia, de la capacidad del pueblo para decidir
realmente su futuro y no tener que estar siempre ante la alternativa de lo malo
y lo peor, como ha ocurrido hasta el momento. El pueblo egipcio tiene derecho a
vivir una democracia sana, no a una guerra camuflada. Pero con malos ladrillos no se construyen casa sólidas.
Presentar
a la Hermandad como la esencia de la democracia es una aberración política e
histórica; pretender construirla a golpe de cañón, algo de ilusos. La prensa
francesa recoge en uno de sus titulares que los Estados Unidos "ya no
controlan" al ejército egipcio, que Kerry tiene que asumirlo. Deberían
ampliar los titulares y decir que los Estados Unidos ya no controlan a la
Hermandad. La estrategia de poner contra las cuerdas a la opinión pública
internacional, llevando a la condena del régimen provisional, se produce
después de que la comunidad haya estado discutiendo si se trataba de un
"coup" o no, algo que ya señalamos, desencadenó la ira de los nuevos aliados
de los norteamericanos hasta el momento, de los Hermanos. Ante la posibilidad
creciente de que se enterrara la situación y se fuera aceptando el "golpe", olvidándose de ellos, la Hermandad
puso toda la carne en el asador, una demostración de lo que puede ocurrir en
Egipto si se la ignora.
Ahora
lo han demostrado; y los militares también. Eso deja al pueblo egipcio, de
nuevo, bajo la tormenta, en un callejón sin salida que derivará en más
violencia y represión, en un ciclo ascendente.
Hace
unos días me preguntaba una amiga egipcia si creía que el Ejército cumpliría su
promesa de levantar los campamentos de la Hermandad. Le dije que sí, que
indudablemente porque ya habían demostrado que lo cumplían, que la Hermandad lo
sabía y que ellos sabían que la Hermandad lo sabía. Los campamentos estaban
allí para ser levantados por la fuerza. Nunca ha habido una masacre más
anunciada. Durante unos días se ha esperado para que se disolvieran con la
esperanza de reducir, más que evitar, la masacre, de dar la oportunidad de que
salieran los dudosos. Finalmente, llegó y los muertos y heridos se acumulan.
Hecho.
Anoche
mandaba mensajes a mis amigos para saber cómo estaban. Algunos revisaban las
imágenes que fluían por las redes sociales como un torrente. "Tenemos
miedo", me dijeron otros. Bajo sus ventanas se escuchaban los disparos en
la noche.
Creo
que ninguna imagen representa mejor el drama egipcio que la de los niños vestidos
de blanco y llevando sudarios camino de la sentada de la Hermandad en Rabaa
Al-Adaweya. El caso ha sido mostrado por muchos medios —incluida Al-Jazeera que
difundió lo vídeos— denunciado por distintas organizaciones humanitarias y de
derechos, y causó indignación general. Un grupo de 42 niños provenientes de un
orfanato fue interceptado camino del campamento. Habían sido sacados de allí y metidos en un autobús por miembros de la denominada Asociación
para la Preservación del Corán, con la excusa de que iban a comprarles ropa*. Los dos responsables de sacar a los niños fueron detenidos por secuestro, posteriormente liberados y se está investigando a la asociación y su financiación.
No era la primera vez que ocurría; ya había causado irritación ver a niños y
niñas en las sentadas de los Hermanos Musulmanes; se les acusó de utilizarlos
como escudos humanos. La Hermandad había cambiado su estrategia hasta el momento y había pedido a los manifestantes que
llevaran a sus familias a las sentadas y campamentos. La última vez lo hizo Gadafi, invitando a las familias de sus seguidores a que rodearan el Palacio presidencial ante los ataques aéreos. Algunos debían
de carecer de familia que llevar o pensaron que para qué arriesgar sus vidas si
se podían llevar huérfanos que cumplieran la misma función.
La
fotografías de los niños sosteniendo sus sudarios, camino del martirio,
entonando cantos celebrando su propia muerte, son suficientemente
significativas como para merecer más comentario que la repugnancia. Y todo en
el nombre de Dios.
Ahora
todo tipo de imágenes de horror circulan por las redes sociales; muertos por
bala o linchados por la multitud, islamistas o policías y militares. Cada muerto
distancia la posibilidad de la democracia soñada por algunos, de una revolución
que trajera justicia, pan y libertad. Sobre los muertos de la Revolución del 25
de enero fue posible concebir esperanzas, llenar los muros callejeros con sus
imágenes; eran muertos de todos, mártires. Los muertos de ayer y del futuro ya
no lo serán. Serán los muertos de una batalla que no admitirá demasiados
homenajes, de la que nadie podrá enorgullecerse, que muchos querrán olvidar.
El futuro
de Egipto, de un Egipto plagado de errores y mala voluntad, lo representan esos
niños encaminados a un martirio absurdo, portando su propio sudario y cantando
por su propia muerte. Mal futuro. No saben muy bien porqué están allí; no entienden
demasiado qué hacen o a quién beneficiará su muerte. Como sonámbulos, como
títeres en un drama que se les escapa, avanzan paso a paso con la esperanza de
que esa muerte que cantan no les llegue.
Ese es el camino elegido por los que manejan los hilos.
*
"Opinion: Brotherhood treats children as pawns. Where's the outcry?"
Egypt Independent 11/08/2013
http://www.egyptindependent.com/news/opinion-brotherhood-treats-children-pawns-where-s-outcry
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