Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
No
quiero dejar pasar la ocasión de mostrar un ejemplo del funcionamiento gráfico del
doble lenguaje al que nos referíamos en el post anterior. El doble lenguaje
manda un mensaje doble, diferente, según las audiencias a las que se destine. Podemos verlo
a través de sus propios discursos publicitarios, en este caso la fotografía
electoral de Mohamed Morsi.
Si se
observan las fotografías usadas para la campaña —y utilizadas todavía
hoy por sus propios correligionarios con distintas versiones y rótulos— veremos un detalle interesante que nos
muestra cómo la Hermandad maneja con soltura los recursos de la comunicación.
Una misma fotografía
se muestra en dos "versiones" en las que simplemente se modifica su sentido en
función del formato en que se presente. Hay un formato "estrecho", en
el que se prescinde de la mano izquierda mediante el recorte de la imagen. En
esa fotografía, el gesto de la mano derecha —la única visible— es el de la mano tendida, un gesto abierto a la
participación, de ofrecimiento a los demás. Es un gesto generoso y receptivo,
de alguien dispuesto a dar y recibir. Es un gesto de ser político para todos, el mensaje que interesaba transmitir.
Basta
con ampliar la fotografía —la versión "ancha"— para dar entrada a la otra mano, a la izquierda, para
que el sentido del gesto sea otro: es el gesto característico de la oración,
con ambas manos extendidas. Del gesto fraternal, humano, al gesto de la oración, del rezo a Dios. La mirada, en
cambio, no está baja, sino que se dirige al que mira para hacerle partícipe de
la felicidad que muestra la sonrisa. Confianza, alegría, paz.
La foto
es exactamente la misma y envía dos mensajes completamente distintos: el uno
dirigido a los seguidores, que valoran el gesto religioso de su candidato, posteriormente electo presidente y depuesto después; y el otro, en cambio, es un gesto de
ofrecimiento, de invitación para aquellos que pudieran desconfiar de las intenciones de la Hermandad de imponer una política islamista, excluyente, en el caso de que llegara al poder. La fotografía de un candidato rezando no sería la más adecuada para unos, mientras que es la que otros esperaban era esa precisamente. Como señalaron algunos después, no queremos un presidente que nos enseñe a rezar. Un sencillo ejercicio de recuadrado de la foto lo soluciona.
Una
foto, dos gestos, dos mensajes. Y una realidad cambiante. Lo que queda irreal hoy en ambas
fotos es la sonrisa que comparten y pasean por entre cadáveres, incendios de iglesias, mezquitas y comisarias, de centros oficiales o casas particulares. La sonrisa queda fuera de lugar.
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