Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
conflicto sirio es el de mayor complejidad y duración de todos los ocurridos con ocasión
de la "primavera árabe". De todos los levantamientos populares, el de Siria ha sido el más complicado por los apuntalamientos internacionales que ha tenido el régimen. Bachar Al Asad es un
dictador de segunda generación con un régimen distinto al construido por el
estrafalario Gadafi o el burocrático Mubarak. A diferencia de los otros
dictadores, como los de Túnez o Yemen, Al Asad no ha caído y ha podido mantenerse en el poder a costa de los miles de muertes que lleva ya el
conflicto. El detonante de la reacción occidental es, como se nos repite, el
uso de las armas químicas, la "línea roja" que se le había marcado.
Estados
Unidos —y con él una nueva coalición que asuma el riesgo de los avalistas y
participantes— se enfrenta hoy al cumplimiento del aviso dado. Se nos dice y repoite que
no tienen pretensión de "derribar" el régimen de Al Asad, sino de
realizar una acción de castigo, una acción ejemplar. El diario El País señala:
El Gobierno norteamericano ha estado sugiriendo
últimamente que el ataque será limitado, pero es difícil anticipar qué
significa ese concepto. El mero lanzamiento de unos cuantos misiles de crucero
durante un par de días, serviría para mandar un mensaje al régimen sirio sobre
la intolerancia de la comunidad internacional a sus métodos de combate, pero
difícilmente tendría un impacto sobre la marcha de la contienda civil ni sobre
la supervivencia del propio Bachir al Asad, sobre quien Obama dijo hace más de
dos años que tendría que dejar el poder.*
Debería
ser una norma elemental no crear dos problemas donde ya hay uno. Que la
movilización y el riesgo que se asumirá se "limite" a dar un castigo ejemplar a quien no necesita ejemplos debería ser tenido en
cuenta. Al Asad ha sobrevivido este tiempo por los apoyos exteriores y el
cinturón protector que sobre él han blindado Rusia, especialmente, e Irán. Lo
que Gadafi, un outsider, no tuvo lo ha tenido Bachar al Asad. Sin recurrir a
las fanáticas payasadas de Gadafi señalando a sus opositores que los encontraría
hasta en los armarios donde se escondieran, Al Asad ha hecho lo mismo: ha desencadenado una guerra civil.
Donde Gadafi actuaba como un dictador de opereta enrabietado pidiendo a su
pueblo que le defendiera hasta la muerte, Al Asad ha preferido mantener otras
estrategias menos histriónicas y más "institucionales". Sabía que si lograba
resistir un tiempo el conflicto se enquistaría y caería finalmente de su lado.
Contaba con amigos poderosos que frenarían las intervenciones extranjeras.
Confiaba en una limpieza del territorio
rápida y discreta. Sin embargo, no ha sido así. La resistencia ha sido grande y los opositores han ido sumando apoyos de diverso tipo.
La
larga duración del conflicto, además de muertes, ha causado su enrarecimiento.
Hoy no sabemos demasiado bien quiénes son los que están luchando en Siria y, lo
que es peor, la conexión real de los que están en el exilio, los políticos, con
los que están en las trincheras, sobre los que corren todo tipo de rumores,
muchos de ellos esparcidos por el propio régimen de Al Asad que mantiene que se
encuentra en una guerra contra el terrorismo, algo que aprendieron de George W. Bush.
Como
señalábamos hace un par de días, a las "líneas rojas" de Estados
Unidos y otros países próximos se suman las "líneas rojas" de Rusia e
Irán, especialmente. Cualquier acción que no suponga la caída de Al Asad es
dejar abierta una puerta a una escalada imprevisible o que, como avestruces, no deseamos ver porque
puede ser espeluznante. Las colas de compradores de máscaras de gas en Israel,
que nos mostraban ayer algunas televisiones, son una muestra del pánico causado
por la posible intervención sobre Siria. Irán ya ha advertido y da la vuelta a las amenazas israelíes que pesaban sobre ella amenazando a su vez. Si hay un ataque exterior —es la
línea roja de Al Asad— lo pagarán,
aunque no han especificado quiénes. Moscú, por su parte, ha hablado de "consecuencias
catastróficas". El Gran Muftí del Caucaso, portavoz de la comunidad musulmana de la zona, ha dicho que se realiza el ataque a Siria, se producirá una guerra de todos contra todos.
Las
tesis rusas, incluidas las del Gran Muftí del Caucaso, que defienden al régimen sirio, van hacia una conspiración:
En la nota del ministerio ruso en la que se
informa sobre la conversación con Kerry, se dice también que causan
"perplejidad" las declaraciones de algunos dirigentes estadounidenses
en el sentido de que estaría demostrado que el Gobierno sirio es el responsable
del ataque con armas químicas perpetrado la semana pasada.
El Kremlin considera que ese ataque fue una
provocación de la oposición fundamentalista contra el régimen de El Asad, que
está interesada en acusar del bárbaro empleo de armas químicas al Gobierno
sirio para conseguir que Estados Unidos y sus aliados comiencen por fin la
intervención militar en ese país árabe.**
No sé
si algún día llegaremos a conocer la realidad de los hechos, pero estoy seguro
de que vamos a conocer pronto sus consecuencias en diferentes órdenes,
militares y económicos. El desplome ayer de las bolsas y la subida del precio
del petróleo es solo un anticipo si se produce una escalada.
La
tesis de que Estados Unidos es una potencia imperial con responsabilidades de
gendarme en todo el mundo, elaborada por los propios estrategas e ideólogos norteamericanos,
que presentan estos casos como la servidumbre que deben pagar por su éxito como
potencia —tuvimos ocasión de analizar esto en el comentario al libro de George
Friedman, La próxima década [ver entrada]—, se ve contestada por aquellos que
sostienen que Estados Unidos ha comenzado un declive como consecuencia de sus intervenciones fallidas en Irak o
Afganistán, en las que se habría mostrado que la resistencia no se acaba con la
potencia de las armas.
Lo que
pueda ocurrir tras la salida de los Estados Unidos de Afganistán, por ejemplo,
puede ser un nuevo golpe a su papel auto asumido. Las negociaciones con los
talibanes, que han abierto delegaciones en diversos lugares, hacen temer que
después de tantos años de gasto y sufrimiento, los logros pueden desaparecer en
semanas. La rabia del presidente afgano al haber sido marginado en las
negociaciones —los talibanes no quieren negociar con él, al considerarle un títere—
le ha hecho ir a Pakistán a hacerse una foto y llegar a acuerdos para no
quedarse fuera de juego. Lo ocurrido en Egipto con Mubarak y después con Morsi,
hace que los aliados circunstanciales de los Estados Unidos hayan comenzado a
no fiarse demasiado de su política de "intereses".
En este
sentido, trae más cuenta —por fiable—
el amigo ruso, que es la estrategia que le ha dado a Al Asad buen resultado
hasta el momento. Lo que los rusos piensan del papel de gendarme mundial de los
Estados Unidos es obvio. La forma de recuperar el papel de gran potencia —el
objetivo de Putin— es siendo fiable para los que confían en Rusia. Se amigo de
tus amigos hasta el final; es la forma de garantizar su fidelidad. A lo que
estamos asistiendo, con la excusa siria, es a una reedición del escenario de
las dos superpotencias.
La
cuestión ahora es cómo va a demostrar
Moscú su papel tras la intervención norteamericana. ¿Se quedarán quietos?
¿Aceptarán que se trata solo de un castigo puntual para que no cunda el mal ejemplo?
¿Aumentarán su apoyo militar para que Al Asad acabe cuanto antes con la
resistencia?
Las
declaraciones norteamericanas parecen tener en cuenta este factor:
"Las opciones que estamos considerando
no son para un cambio de régimen. Se trata de responder a una clara violación
de un estándar internacional que prohíbe el uso de armas químicas", dijo
Jay Carney, el portavoz de la Casa Blanca, este martes. La Administración Obama
argumenta que el ataque en el que murieron cientos de personas a las afueras de
Damasco es "a gran escala" y no puede quedar impune especialmente
frente a los conflictivos vecinos. "Que suceda sin que haya una respuesta
daría luz verde al régimen de Asad y a otros potenciales usuarios de armas
químicas para pensar que no hay consecuencias si se usan armas químicas, y eso
no va en interés de Estados Unidos, nuestros aliados, la región o el
mundo", dijo Carney.
Es
interesante la secuencia de afectados
que establecen las palabras de Jay Carney, comenzando por los Estados Unidos y
los aliados, la región y el mundo
finalmente. Los lógicos le pondrían
algún reparo, pero revela una visión o, al menos, una retórica específica de los conflictos y las causas de la intervención. No se trata de derrocar a Al Asad, sino de castigarle como ejemplo para otros.
La
intervención en Siria tendrá consecuencias, muchas de ellas imprevisibles, pues
si hay algo que ha quedado claro en el conflicto es su fraccionamiento, por un
lado, y lo incontrolable de las partes por otro. Criticábamos el otro día que
la política de líneas rojas significaba
el fracaso de la comunidad internacional y dejaba en la impunidad otras formas
de muertes —lo que ha llamado Jay Carney el "estándar internacional"
bélico— para el que gana y escribe la Historia y las Leyes. La política de
líneas rojas admite todo lo previo a la excepción y eso es nefasto.
Va a
tener consecuencias en toda la zona, estableciendo nuevas divisiones y
propiciando alianzas peligrosas. El caso sirio se utilizará, como en tantas
ocasiones, para retomar otras viejas rivalidades, los conflictos subterráneos
que minan la zona.
Si lo
que se busca es el "ejemplo" y no el cese de la guerra y la violencia
—algo por lo que debería irse a soluciones más eficaces ante Rusia— puede que
el ejemplo actúe en sentido contrario. Al Asad no negocia ni busca soluciones políticas porque tiene garantizada su
autonomía militar con el abastecimiento de armamento y las defensas diplomáticas
ante el Consejo de Seguridad que le ofrecen sus protectores internacionales.
Puede que sea Al Asad el que salga reforzado de esta crisis y que la
intervención exterior convierta en una obligación
el apoyarle para los países que lo están haciendo, que pase a ser una cuestión personal y de prestigio. El mundo es paradójico y los tiros no siempre salen por
donde indica el manual de instrucciones. Puede que esos pocos misiles que se
lanzarán presumiblemente sobre objetivos militares sirios sean un precio de
ganga para Al Asad.
Quien
debería haber puesto las "líneas rojas" a Siria no debió ser Estados
Unidos, sino Rusia, haciendo ver que su apoyo era condicionado hasta ciertos
límites, más allá de los cuales no seguiría amparándola. Eres responsable de
vacunar y ponerle el bozal al perro que sacas a pasear. Es la responsabilidad
del amo.
Desconozco
si la diplomacia Rusa ha hecho movimientos en este sentido y si lo que ha
ocurrido —o lo que suponemos que ha ocurrido— ha sido un episodio incontrolado,
uno perfectamente controlado o una conspiración que hizo lanzar un ataque
químico coincidiendo con la presencia de las personas enviadas para
comprobarlo. Pero haya sido el régimen de Al Asad —los norteamericanos ya
tienen una "conversación telefónica" que demuestra que lo autorizó
expresamente— o hayan sido los propios resistentes para forzar una intervención
internacional —es la tesis rusa de la conspiración— lo que haya ocurrido, de lo
que ya no habrá duda es de lo que ocurra desde el día siguiente a la
intervención, sea la que sea.
Lo que iba a ser una intervención desde el marco de la ONU, parece ya no necesitar ese paraguas. Varios países europeos, como Alemania y Bélgica, ha manifestado la necesidad del acuerdo internacional. No hacerlo así significará más división que no ayudará a consolidar el liderazgo norteamericano y será presentado como una muestra más de fuerza a la que se pide que otros se sumen, un mal ejemplo, en suma. Ya tenemos experiencia en esto.
En el
momento en el que Irán iba a retomar sus negociaciones nucleares y se iniciaba
una tímida esperanza en la relajación del régimen de los ayatolás, se produce
una nueva confrontación, que la cerrará; en el momento en que iban a retomar
las conversaciones sobre Palestina con Israel, de nuevo saltarán por los aires. Hay demasiados conflictos en aquella zona, demasiadas heridas abiertas y poca voluntad de cerralas de forma adecuada para los que las padecen. Siria está en el centro de todos los conflictos, es el punto en el que se
cruzan todas las líneas. Y eso tiene un precio.
Lo que se haga ahora en Siria, sea eficaz —entiendo por eficaz cualquier acción que reduzca el sufrimiento de la población— o no, no será un ejemplo positivo. El ejemplo negativo ha sido "lo que no se ha hecho" para llegar a este punto, el fracaso del modelo de relaciones internacionales surgido tras la caída de la Unión Soviética. No sé si las acciones que se van a emprender aliviarán algo el dolor del pueblo sirio o si solo servirán para mostrar los egos de las potencias y prologar su sufrimiento. Después de todo este tiempo de crueldad, plantear "ejemplos" y no "soluciones", para aviso de lo que se les pueda ocurrir a "otros", como señala la argumentación usada, me parece una hipocresía moralmente intolerable.
El perro mordedor sigue siendo de su dueño. Los que quieran tener perros, deberían tenerlo en cuenta.
* "Estados Unidos, listo para un ataque
inminente sobre Siria" El País 28/08/2013
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/08/27/actualidad/1377595378_634066.html
** "Rusia advierte a EE UU de las
“graves consecuencias” de intervenir en Siria" El País 26/08/2013
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/08/26/actualidad/1377496069_922069.html
*** "EEUU dice que no busca derrocar a
Asad con la ofensiva militar en Siria" El MUndo 28/08/2013
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/08/28/internacional/1377657179.html
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