Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Ayer, en
la sección "Newsroom" de los informativos de la BBC, la presentadora
se desplazaba por la redacción, de mesa en mesa, de ordenador en ordenador, pidiendo
a los periodistas análisis de las repercusiones de los acontecimientos en
Egipto. La primera interviniente señaló la polarización de la prensa, entre los
partidarios de la Hermandad y los partidarios del gobierno interino. Después la
periodista se dirigió hacia otra de las mesas en las que le preguntó al
analista si, desde su conocimiento de las dos lenguas, se observaba alguna
diferencia entre el lenguaje utilizado en los medios en árabe y en los medios
en inglés. El analista contestó que, efectivamente, el discurso de los medios
proclives a la Hermandad Musulmana, los islamistas pro-Morsi, ponían el énfasis
en la "Sharia", mientras que ponían el acento en la
"democracia" en los medios destinados al exterior. A cada público, lo
que quiera escuchar.
No es
la primera vez que esto se señala desde muchos puntos. De hecho, es una de las maneras
que más caracterizan a la Hermandad: un doble lenguaje destinado a ganar
simpatías por un lado, mientras que azuzan a sus adeptos radicalizándolos con
mensajes incendiarios por otro. Mientras sus educados portavoces, estratégicamente
colocados en distintos países, son llamados por las televisiones
internacionales para que den su interpretación sobre quién es el responsable de
la situación en Egipto y proclaman su amor a la democracia, la legitimidad, la
convivencia, la paz, la liberalidad de su credo, etc., en las calles de El
Cairo envían con sus soflamas al "martirio" a todos los que quieran
ir al cielo por la vía rápida.
Nadie
cuida la imagen como ellos. Llevan años haciéndolo, mostrando en cada momento y
lugar la cara más adecuada, hasta que las circunstancias de la realidad no
dejan lugar a dudas. La Hermandad puede negar las evidencias más obvias y utilizar
los argumentos más increíbles para justificar sus acciones. La Hermandad
proclama el "martirio" y después muestra a los "mártires".
Eso es
lo que la gente empieza a preguntarse y, especialmente, a preguntar a esos
portavoces que han
Los
islamistas tunecinos, que se encuentran en dificultades por la presión popular,
han llamado a la "sensatez" para "evitar el ejemplo
egipcio", después de estar sincronizados con ellos.
Los
comentaristas de la BBC se preguntan hoy "Egypt crisis: Does political
Islam have a future?" y hacen un repaso de la contestación social a los
programas islamistas en Túnez, Turquía y Egipto. La fórmula "Islam
político" es una de esas etiquetas que prenden rápido para colocarse en
los análisis y comentarios, pero que contiene parte de ese "doble
lenguaje" que se disocia de la realidad misma.
En gran
medida, esa etiqueta está fundamentada en un estereotipo producido por el mismo
"orientalismo", que tantas veces se denigra, pero del que no es fácil
escapar. En este caso lo es doblemente, puesto que esa "etiqueta",
tranquilizadora para algunos, beneficia a los islamistas en su consolidación,
que no es un camino hacia una democracia como se pueda entender en otros países
o —como es más importante— a la que aspiran muchos de los musulmanes o laicos de
esos mismos países.
El
conflicto que se produce no es por las reglas
del juego, sino por el cambio de
juego. Con los islamistas, como ha ocurrido en Egipto, comienzas con un
juego y te encuentras en una cancha distinta pasado un tiempo: han cambiado el
terreno, definiendo sus propios límites de lo que consideran democrático;
empiezas, por decirlo así, jugando al tenis y acabas jugando al pingpong. El ejemplo de lo ocurrido con la redacción de
las constituciones en Túnez y Egipto es demostrativo de este tipo de maniobras.
En ambos países, la definición de las reglas del juego fueron restrictivas, afectando
siempre a los que pudieran tener una visión distinta de la vida, que ellos
consideran no tiene lugar en los espacios que controlan. El islamismo político
define y manda.
Se
produce así una circularidad a través de la llamada "reislamización",
fenómeno estudiado en muchos campos de la política, la cultura, las costumbres,
etc., que supone la progresiva transformación de las costumbres y mentalidades
para hacer coincidir las ideas islamistas con lo que podríamos llamar
"normalidad" impuesta.
Hay una
"islamización desde arriba" y una "desde abajo". La primera
es la que se hace desde el poder; la segunda desde las costumbres, que se
imponen mediante la sanción social, el rechazo. En Egipto la había habido "desde
abajo" desde finales de los 70, financiada y amparada por algunos países con
el dinero abundante del petróleo. Esto está ampliamente documentado y
estudiado. Basta con ver las fotografías, películas o cualquier otro documento
del cambio de vida. Para hacerlo, el anti occidentalismo (identificado con las
políticas estadounidenses con Israel, Guerras del Golfo, de Irak, etc.) ha sido
un factor esencial, definiendo la nueva identidad como "islámica".
Hay le ganaron el pulso al debilitado estado por el abandono general. Mubarak
se contentaba con controlar el poder y tener la fuerza. Los islamistas, en
cambio, avanzaban imponiendo sus puntos de vista a través de las acciones
sociales, de la educación, sociedades profesionales, y la estructura de control
de la Hermandad por todo Egipto. En este sentido, se puede hablar de la etapa
de Mubarak claramente como de "decadencia", carente de la vitalidad
necesaria y de la inteligencia como para haberse dado cuenta del calado de la
penetración. Pero Mubarak dejó en el abandono el país y debilitó, como habían
hecho anteriormente, cualquier iniciativa social liberal (en un sentido global)
y laica. El islamismo de los Hermanos le fue segando la hierba bajo sus pies,
cogiendo fuerza, imponiéndose en las calles.
Un
ejemplo: yo me he tenido que bajar de un taxi —que se nos ofreció mediante el
clásico toque del claxon— en El Cairo porque el conductor pensó que la mujer
que me acompañaba, sin velo, era extranjera; al descubrir que era egipcia, nos
hizo bajar. Él era el dueño de su taxi y decidía a quién llevaba y a quién no.
No hay mucha diferencia con una mentalidad política excluyente que decide que
es correcto y qué no, quién es buen musulmán y quién no, quién es virtuosa y
quién no, etc. Es solo cuestión de escala. La sonrisa con que el taxista nos
recibió tardó poco en cambiar; lo que tardó en darse cuenta de que no éramos lo
que él creía. Nótese que no le importaba si éramos extranjeros. Solo le importó
por ella, sobre quien consideraba que tenía derecho a decidir cómo debía ir
vestida. Eran "su" taxi y una "mujer egipcia", por
extensión, también una propiedad patriarcal mancomunada que tenía derecho a
expulsar de su espacio, que no quería ver contaminado.
La aparente
aceptación de las reglas democráticas —que tanto invocan— solo tienen sentido
dentro de un juego excluyente. Previo al derrocamiento militar del presidente
Morsi hubo un clamor de todas las demás fuerzas políticas, sociales y religiosas
pidiéndole que atendiera las demandas que se le presentaban, que rectificara su
intransigencia y sectarismo. Morsi prefirió ignorar el clamor y tirar por la
calle de en medio. Hoy todos se lo recriminan, dentro y fuera de Egipto. Hasta
los islamistas tunecinos se distancian del error, aunque sea estratégicamente.
Es
importante recordar que la Hermandad Musulmana hizo una depuración de sus filas
de todos aquellos que no comulgaban con las directrices de los "guías
supremos"; jóvenes de la organización y moderados se alejaron de los
planteamientos autoritarios que aplicaba a sus propios miembros. No es que la
Hermandad no haya hecho caso a los que opinan de forma diferente; de allí se
han ido muchos con anterioridad incluso a la elección de Morsi, cuando montaron
el partido específicamente para concurrir a las elecciones.
Hay un
famoso tuit de la embajada norteamericana en El Cairo. Tras los incidentes que
se habían producido ante la embajada, la Hermandad mandó un mensaje característico
de ese doble lenguaje que la caracteriza. La contestación norteamericana tenía
su punto de ironía: "Thanks. By the way, have you checked out your own Arabic feeds? I hope you know we
read those too". Ahora todos están leyendo los dos tipos de
mensajes que la Hermandad escribe.
A cada público, lo que interese decirle. Nada resulta hoy más
irónico que la fotografía electoral —que algunos hermanos han colocado en las
barricadas y pancartas— de un Morsi sonriente y con la mano tendida en gesto de generosidad
y ofrecimiento. El doble lenguaje de una mano tendida que nada ofrece.
La pregunta que se hacen algunos hoy es qué clase de lenguaje utilizará la Hermandad cuando tenga uno solo. Cada vez hay menos dudas.
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