Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hace
tiempo que llevamos oyendo hablar de "líneas rojas" en muchas, en
demasiadas situaciones. Es una expresión interesante y refleja un cierto
control de la situación, porque la línea no te la pones tú sino que se las
marcas a los otros. La línea roja es una forma de aviso. El aviso es una forma
de acción y de inacción, una marca de tus límites y de los límites de los demás
Pero la
política de la "líneas rojas" tiene un peligro: es demasiado clara y eso no siempre es bueno como
planteamiento estratégico. El ejemplo sirio es muy claro: las líneas rojas se
han puesto en las armas químicas por parte de países de Occidente. Ahora parece
que se han utilizado y la comunidad de encuentra con un auténtico dilema
después de tanta advertencia. ¿Debe intervenir después de haber avisado? Rusia,
Irán y el propio gobierno de Siria
están advirtiendo de las consecuencias de una intervención armada porque ha
llegado el anunciado momento de la línea roja.
La
política de las líneas incluye información sobre hasta dónde se puede llegar estableciendo
una tolerancia tácita para el resto. Si se dice que solo se intervendrá en el
caso de que se usen "armas químicas", parece que lo demás está
permitido. Toda línea actúa como separador, como división entre lo admisible y lo que no lo es.
Al
marcarse una situación posible, que es lo que representa la línea, la experiencia nos dice que es
posible que se produzca, porque de no ser así no se habría establecido. Con la
advertencia, el conflicto se amplía más allá de los contendientes. La
probabilidad de que ocurra el acontecimiento marcado (el uso de armas químicas)
determina la probabilidad de la intervención exterior. La situación a tres
bandas (como mínimo) se vuelve compleja: a) a ambos contendientes no les
interesa llegar a esa situación para no forzar la intervención o sanción y la
evitan (el mejor escenario); b) a uno de ellos le interesa la intervención exterior
y trata de forzarla; c) al que establece
las líneas le interesa intervenir y hace que uno de los contendientes traspase
la línea roja; y d) a ninguna de ellos les beneficia la intervención pero las
líneas marcadas les obligan. Tenemos ejemplos históricos de todas estas
situaciones en las que las advertencias se acaban cumpliendo.
La
situación de Siria es dramática y una auténtica vergüenza para la comunidad
internacional, un conflicto que está durando demasiado, con líneas o sin ellas, generando un
sufrimiento terrible para los que la padecen y un efecto nocivo en la zona, que
se ve afectada por lo que allí ocurre. Cuando termine, lo que quede del país
será ingobernable y se tardarán años en frenar la inercia del odio y el
resentimiento generado en las ciudades, pueblos y aldeas, con sus habitantes convertidos
hoy en militantes en ambos bandos, víctimas de uno u otro y en refugiados de
todos.
El
cumplimiento de las advertencias que marcan las líneas puede ser grave, pero su
incumplimiento puede serlo también, en la medida que deteriora el
reconocimiento de la autoridad del que las ha fijado. Este temor a mostrarse
débil puede, a su vez, forzar la intervención para demostrar que la amenaza era
en serio y se cumple. Si la advertencia no se cumple, anula el valor de futuras
advertencias, que no serán tomadas en serio. El presidente Barack Obama ya está
precisando que cualquier intervención
en Siria solo se haría con el beneplácito de la ONU, algo bastante complicado
con el mecanismo de vetos teniendo en contra a Rusia y China desde el principio
impidiendo cualquier resolución condenatoria del régimen de Al Assad.
El
diario ABC da cuenta de una entrevista concedida a un medio ruso en el que,
señala, el titular resalta que se están "cumpliendo los contratos"
entre Rusia y Siria. ABC nos informa de la preocupación de la Rusia de Putin:
El ministro de Exteriores de Rusia, Sergei
Lavrov, ha transmitido a su homólogo estadounidense, John Kerry, su
"profunda preocupación" por los continuos anuncios de que las Fuerzas
Armadas del país norteamericano están preparadas para intervenir en Siria.
«El ministro (Lavrov) ha subrayado que los
anuncios oficiales de Washington sobre la preparación de sus Fuerzas Armadas
para 'intervenir' en el conflicto sirio han sido recibidas por Moscú con
profunda preocupación», ha dicho el Ministerio de Exteriores en un comunicado.*
La
política de avisos entra en una escalada, como se aprecia en las advertencias
rusas. Es ahora Rusia la que se muestra preocupada, avisando a Estados Unidos.
En el mismo sentido lo ha hecho Irán, que también se encuentra alineada con el
régimen de Al Assad; también ellos lanzan sus advertencias. La tensión se va
acumulando.
La
guerra siria es una muestra del fracaso de la forma de actuar de la comunidad
internacional. En cuanto que entran en conflicto los intereses de los aliados
de uno de los participantes, todo se paraliza y solo quedan las advertencias
sobre los límites. El paraguas protector de la potencia interesada en amparar a
su aliado obliga a los demás a la política de líneas rojas, de amenazas
difíciles de cumplir y para las que puede llegar el comprometido momento. ¿Qué
ocurrirá si la ONU verifica la autenticidad de los ataques con armas químicas y
logra determinar con claridad su origen?
Hubo un
extraño momento en la historia del conflicto sirio en el que parecía que se
había abierto una puerta a la solución. Todo el mundo esperaba la declaración
de Al Asad en ese sentido en unas horas, pero su intervención fue una proclama
de guerra sin cuartel. No sé si algún día llegaremos a saber cuál fue el
determinante para que el conflicto no entrara en vías de solución alejándose de
la violencia. Pero estoy seguro de que ese momento existió. Y también de que se
truncó por el convencimiento de sentirse respaldado, seguro, para poder hacer
lo que ha hecho desde entonces, la destrucción de cualquier resistencia. El
conflicto no ha menguado, sino que ha ido creciendo, mostrando que Al Assad
encuentra respaldo a sus acciones y protección ante las posibles de los demás.
A los
miles de muertos ya no les importan las líneas rojas. Ante la imposibilidad de
detener la pelea, parece que la comunidad internacional opta por convertirse en
el árbitro encargado de velar por el juego
limpio. Pero no hay juego ni limpieza en esto; solo muerte,
sufrimiento y destrucción, desgraciadamente.
Todos
han puesto líneas rojas, pero cada uno en un sitio y advirtiendo a los demás. Si
todos traspasan las líneas que han puesto —la intervención y lo que puede
ocurrir si se interviene—, el conflicto llegará a extremos que no se han visto
en muchos años. En realidad, la política de líneas rojas es el reconocimiento del fracaso negociador, de la falta de voluntad de las partes para alejarse de los extremos más peligrosos para poder llegar a una salida. Cuando las partes no negocian, la responsabilidad pasa a los que los amparan y alientan, a los que les permiten sentirse seguros en su impunidad.
*
"Bashar al Assad advierte a EE.UU.: 'El fracaso os espera si nos
atacáis'" ABC 26/08/2013
http://www.abc.es/internacional/20130826/abci-bashar-assad-advierte-fracaso-201308260820.html
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