miércoles, 21 de agosto de 2013

Egipto y la Unión Europea, una cita

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El recordatorio de hace dos días sobre los serios reparos que tuvo la canciller Merkel, presidenta oficiosa de esta Europa germánica, a finales de enero para recibir al entonces presidente de Egipto, Mohamed Morsi, al que le tuvo que dar dos serios avisos, uno sobre el respeto a los derechos humanos, especialmente sobre la libertad religiosa, y otro instándole a que abriera vías de diálogo con el resto de las fuerzas políticas, a las que ignoró en el proceso de transición desde que subió al poder, a los que Morsi respondió que no se metiera nadie en los asuntos internos de Egipto, ha sorprendido a muchos. Y lo ha hecho especialmente a los que se han acostumbrado a identificarle con ese tópico periodístico de "primer presidente elegido democráticamente en Egipto". 
Como se ha puesto mucho énfasis en el asunto de su elección y menos en su gestión, algunos se asombran al ver que la Unión Europea no le recibió amigablemente hace apenas unos meses, por su falta de democracia precisamente. La soberbia de Morsi, como buen islamista, le hizo ignorar los mensajes que la canciller Merkel le dio en nombre de la Unión Europea sobre el mal camino que había emprendido: autoritarismo y falta de diálogo, los males que llevaron a la reacción de la sociedad egipcia. Para la Europa de entonces, estaba tan probado que Morsi había sido elegido democráticamente como que estaba siendo poco democrático con el pueblo que lo eligió.


Pasados unos meses, siete escasos, Europa se reúne hoy con urgencia para estudiar las posibles medidas —sanciones, embargos, cancelaciones...— aplicables a Egipto. El diario El País entrevista al español Bernardino León, enviado especial europeo, que se muestra moderado anticipando lo que pueda ocurrir. León todavía cree en salidas políticas, sea eso lo que sea, ya que esa era la propuesta del gobierno provisional, su hoja de ruta, la que los Hermanos rechazaron de inmediato. La respuesta de Bernardino León a la famosa pregunta sobre el "golpe" da lugar al titular  de la entrevista: “Lo ocurrido en Egipto es más complejo que un golpe de Estado”. Es de agradecerle que, al menos, no tenga las cosas tan claras y simples como algunos y nos recuerde sintéticamente algo de lo que mencionamos hace unos días:

P. Da la sensación de que se prefirió mirar hacia otro lado ante la caída de un Gobierno no amigo y ahora la situación es mucho peor.
R. Tras las elecciones, la UE dijo que el justo vencedor fue Morsi. Bruselas fue de las primeras capitales que visitó tras ser elegido. La UE firmó ayudas por valor de 5.500 millones de euros. No se puede decir que la UE haya mantenido distancias. Pero a finales de noviembre, Morsi empieza a tomar decisiones que nos parecen muy discutibles: asume poderes legislativos, defiende la Constitución sin apoyarse en un grupo más amplio, va a un referéndum con los liberales enfrentados… Entra en una dinámica muy poco inclusiva. Se le tiende la mano, pero empieza a tomar decisiones que revelan una cultura de falta de acuerdo, que no es achacable solo a él o a los Hermanos Musulmanes, sino que es común a todos los partidos políticos egipcios.*


Es graciosa —si tuviera maldita la gracia— la insistencia periodística en lo del gobierno "no amigo" al que se deja caer, cuando fue el gobierno de Morsi, como se desprende de las palabras de León, el que se enemistó con los de dentro y con los de fuera, con europeos —que se lo dijeron en su visita— y con los egipcios que se lo dijeron todos los días, juntos y por separado, por escrito —22 millones de firmas— y de viva voz el día 30 de junio en las calles. Sin dejar de utilizar un lenguaje diplomático para decir las cosas un tanto descafeinadas —por ejemplo "defiende la constitución sin apoyarse en un grupo más amplio", es equivalente a "impone la constitución sin negociar"; "una cultura de falta de acuerdo" equivale a "autoritarismo", hasta llegar esa joya del eufemismo "Entra en una dinámica muy poco inclusiva"—, revelan que se condenará la violencia con fórmulas generales, y habrá un intento de dar algún tiempo con la intención de no agravar las cosas. Pero sobre todo creo —deseo— que se hayan dado cuenta de algo evidente: si la violencia trae sanciones, puede interesar a algunos que esta crezca, especialmente si las reacciones y condenas al "golpe" han sido pocas —algo de lo que se quejó reiteradamente la Hermandad— porque se produjo tras un gran acuerdo político y nacional, entrado en un círculo vicioso como en el que se ha entrado.
Los Hermanos Musulmanes se quejan lógicamente de haber sido desalojados del poder y su tesis es que no ha sido el hartazgo popular, sino conspiraciones nacionales e internacionales manejando a su Ejército; pero se quejan también de la reacción internacional, que consideran tibia, una traición que de una forma u otra pagarán. No entienden que esa tibieza internacional es la traducción de su propia desidia y de su pérdida de apoyos dentro y fuera. Nadie se puede alegrar de la situación de Egipto; nadie puede dejar de condenar la violencia y lamentar el dolor profundo que se está viviendo allí hoy en cada rincón.


Me preguntaba en un comentario una joven lectora egipcia por qué se castiga siempre a Egipto en vez de ayudarle, "por qué opta siempre por el castigo en vez de la enseñanza", decía. Es un buena pregunta que puede calar en una generación, aquella que tiene que sacar adelante la democracia porque es su propio futuro. Quizá todo esto forme parte de una catarsis histórica en la que se necesitaba conjurar el último fantasma en el escenario egipcio, el del islamismo en el poder, para poder entrar en el siglo XXI y alcanzar una democracia a la altura de sus necesidades, salir de las tutelas autoritarias del militarismo y del integrismo religioso, las dos fuerzas que han impedido durante el siglo XX, de una forma u otra, el despegue condicionando las relaciones entre ellos y con el resto del mundo. La preocupación por lo que ocurre en Egipto va más allá de sus fronteras y ya ha tenido un efecto directo en Túnez, donde el gobierno ha ofrecido un "diálogo sin condiciones" que esperemos que no sea un parche. Toda la suerte que se les pueda desear es poca.


La respuesta a la pregunta de la lectora es que el "castigo" estaba implícito en la idea misma de "ayuda". Muchas "ayudas" han sido "premios" por hacer ciertas cosas y no hacer otras. La petición de "enseñanza", en cambio, refleja un deseo de saber, sin paternalismos ni resabios colonialistas, los mecanismos para transformar sus espacios políticos en lugares de convivencia. Es transmitir nuestra experiencia ante los problemas con la mejor de las intenciones, ayudar a resolverlos, y eso solo puede darse en un espacio de confianza, colaboración y sinceridad que no es la que se ha vivido hasta el momento. Cree la UE que con repartir dinero es suficiente, que Europa es una ventanilla ante la que los demás van a pedirle dinero. Se equivocan, nos equivocamos.
Si hay algo que ha irritado a los egipcios es la actitud de los Estados Unidos durante décadas. Se olvida —más bien no se ha mencionado— que entre las diversas propuestas que iban en la  hoja de Tamarod (Rebelión) —la iniciativa popular para pedir la salida de Morsi del gobierno y la convocatoria de elecciones generales, que fue lo que pidieron los egipcios, no un "golpe" o la vuelta de Mubarak, como algunos dicen alegremente—, se encontraba la petición expresa de que se rechazara la ayuda norteamericana a Egipto.


Entiéndase bien: 23 millones de egipcios firmaron que no querían recibir la ayuda norteamericana, que les parecía humillante e indigna para su país. Los Estados Unidos se lo piensan ahora y amenazan con la retirada de la ayuda militar, algo que encantará a los egipcios, les hará felices. Es un ejemplo de lo mal que se hacen e interpretan las cosas cuando se tiene una visión del mundo desde el Olimpo, que es la que caracteriza a la diplomacia norteamericana, cuya idea de "amistad" es parecida a la del entrevistador de El País cuando divide el mundo en "amigos" y "no amigos". Los egipcios saben distinguir la "amistad" de los "intereses".

Corre el riesgo la Unión Europea de que le ocurra lo mismo que a los Estados Unidos, que piense que son los euros la base de la amistad, una compra; euros repartidos de una forma u otra, pero euros, al fin y al cabo, que las ayudas son terrones de azúcar que premian un buen comportamiento.
La falta de psicología y diplomacia real es evidente y revelan el grado de desconocimiento o despreocupación —a elegir— que rigen las relaciones entre ambos lados del Mediterráneo o quizá que el sistema de relaciones internacionales se ha cargado de cinismo pragmático y no da ya más de sí. 
Más allá del dinero hay muchas otras cosas que se ignoran, por ejemplo, el apoyo real a la democracia —apoyo político, cultural, dialógico, abrir puertas... escuchar, sobre todo escuchar—, algo más allá de las tradicionales inversiones con las que aterrizan las empresas extranjeras sobre suelo egipcio y de otros países. Se da la paradoja de que son precisamente los grupos demócratas los que más rechazan a los países democráticos, quizá porque tenemos un sentido muy estricto de la democracia propia y un poco laxo de la ajena. Nada hay más deprimente que la política exterior de muchos países, incluido el nuestro, cuando venden lo que haga falta —vendimos bombas de racimo a Gadafi, por ejemplo [ver entrada "Doblemoral, doble estupidez: Gadafi y las bombas de racimo"]— y fomentan o se valen de la corrupción en los países en los que trabajan, en vez de ayudar a combatirla [ver entrada "Los procesos por corrupción en Egipto salpican alas empresas europeas"]. Se recoge lo que se siembra y las semillas, además, hay que plantarlas bien.


Estamos tan encerrados en nuestra visión económica de todo que somos incapaces de ver otras cosas tanto o más importantes. Europa no debe caer en el mismo error que los Estados Unidos —por el que existe un rechazo amplio, más allá de la cuestión de Israel, después de décadas de "amistad"— porque lo egipcios han percibido que su país se había convertido en un títere, sin capacidad de decisión, que no se apoyaba a un pueblo sino a unos gobernantes poco populares. El "¡Levanta la cabeza, eres egipcio!" no iba solo por Hosni Mubarak, sino por los que le manejaban o compraban con "ayudas". Sí, los egipcios querían ir con la cabeza levantada. Y no la van a bajar ya.
Hoy la Unión Europea tiene una gran oportunidad y una gran responsabilidad con lo que haga. Deberíamos aprender que la situación que se vive ahora en Egipto es hija de la desidia internacional tanto como de los responsables locales, que se beneficiaron de ella.
El pueblo egipcio manifestó su voluntad, con valor primero durante la Revolución, y cívicamente después rechazando los fundamentalismos integristas con los que se quería hipotecar su futuro —se pueden usar los términos de Bernardino León, si se prefiere—,  demostrando que estaba del lado de las libertades, con una explosión de alegría que siguió a la Revolución, una explosión de creatividad, que pronto se vio truncada por el oscurantismo islamista —frenando las artes mediante la censura; acallando a los medios de comunicación, cercados por grupos de fanáticos cuando no les gustaba lo que en ellos se decía, llevando a los tribunales a los que discrepaban o no les gustaban, etc.—. Es el Egipto ilusionado con su libertad el que hay que recuperar a todo trance; sacarlo del pesimismo, el fatalismo y la condena. Hay que creer en Egipto porque la semilla del cambio está ahí, luchando por salir en suelo duro.


Lo que ocurra en Egipto no va a depender de lo que diga la Unión Europea ni los Estados Unidos. Va a depender de lo que ellos mismos puedan hacer para reconducir una situación complicada y en estos momentos sangrienta. La estrategia de la violencia solo beneficia a unos, es obvio, impide la hoja de ruta. Cada muerte habrá que desandarla; es un aumento en lo empinado de la cuesta del futuro. Hay que frenar la violencia. ¿Cómo? Es muy complicado, pero, desde el exterior, no alentando nada que lleve a más muertes ni martirios. Un medio egipcio describía ayer el dolor presente en una morgue en la que se apilan no solo los muertos sino los familiares de unos y otros, obligados a verse las caras, espejos de dolor los unos de los otros. Nadie les traerá a sus seres queridos de vuelta.
Las medidas de la UE no deben ser usadas ni entendidas como un castigo al pueblo egipcio porque eso se volverá contra la UE y no solucionará nada. A Egipto ya le han salido algunos avalistas, quizá demasiados, en lo económico y en lo militar, como Rusia, que no es el socio más adecuado para muchas cosas.
Egipto tiene que percibir un apoyo real, político y social, no paternalista ni patriarcal, las dos caras de una moneda que conocen muy bien. Necesitan lo que ellos piensen que necesitan y no lo que nosotros creamos o nos venga bien que necesiten. Y necesitan sobre todo paz y recuperar la confianza en su futuro.


* Entrevista a Bernardino León. “Lo ocurrido en Egipto es más complejo que un golpe de Estado” El País 20/08/2013 http://internacional.elpais.com/internacional/2013/08/20/actualidad/1377012594_718800.html




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