Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
recordatorio de hace dos días sobre los serios reparos que tuvo la canciller
Merkel, presidenta oficiosa de esta Europa germánica, a finales de enero para
recibir al entonces presidente de Egipto, Mohamed Morsi, al que le tuvo que dar
dos serios avisos, uno sobre el respeto a los derechos humanos, especialmente sobre
la libertad religiosa, y otro instándole a que abriera vías de diálogo con el
resto de las fuerzas políticas, a las que ignoró en el proceso de transición desde
que subió al poder, a los que Morsi respondió que no se metiera nadie en los
asuntos internos de Egipto, ha sorprendido a muchos. Y lo ha hecho especialmente a los
que se han acostumbrado a identificarle con ese tópico periodístico de "primer
presidente elegido democráticamente en Egipto".
Como se ha puesto mucho
énfasis en el asunto de su elección y menos en su gestión, algunos se asombran al ver que la Unión Europea no le
recibió amigablemente hace apenas unos meses, por su falta de democracia
precisamente. La soberbia de Morsi, como buen islamista, le hizo ignorar los
mensajes que la canciller Merkel le dio en nombre de la Unión Europea sobre el
mal camino que había emprendido: autoritarismo y falta de diálogo, los males
que llevaron a la reacción de la sociedad egipcia. Para la Europa de entonces, estaba tan probado que Morsi había sido elegido democráticamente como que estaba siendo poco democrático con el pueblo que lo eligió.
Pasados
unos meses, siete escasos, Europa se reúne hoy con urgencia para estudiar las
posibles medidas —sanciones, embargos, cancelaciones...— aplicables a Egipto.
El diario El País entrevista al español Bernardino León, enviado especial
europeo, que se muestra moderado anticipando
lo que pueda ocurrir. León todavía cree en salidas
políticas, sea eso lo que sea, ya que esa era la propuesta del gobierno
provisional, su hoja de ruta, la que los Hermanos rechazaron de inmediato. La
respuesta de Bernardino León a la famosa pregunta sobre el "golpe" da
lugar al titular de la entrevista: “Lo ocurrido
en Egipto es más complejo que un golpe de Estado”. Es de agradecerle que, al
menos, no tenga las cosas tan claras y simples como algunos y nos recuerde sintéticamente algo de lo que mencionamos hace unos días:
P. Da la sensación de que se
prefirió mirar hacia otro lado ante la caída de un Gobierno no amigo y ahora la
situación es mucho peor.
R. Tras las elecciones, la UE dijo
que el justo vencedor fue Morsi. Bruselas fue de las primeras capitales que
visitó tras ser elegido. La UE firmó ayudas por valor de 5.500 millones de
euros. No se puede decir que la UE haya mantenido distancias. Pero a finales de
noviembre, Morsi empieza a tomar decisiones que nos parecen muy discutibles:
asume poderes legislativos, defiende la Constitución sin apoyarse en un grupo
más amplio, va a un referéndum con los liberales enfrentados… Entra en una
dinámica muy poco inclusiva. Se le tiende la mano, pero empieza a tomar decisiones
que revelan una cultura de falta de acuerdo, que no es achacable solo a él o a
los Hermanos Musulmanes, sino que es común a todos los partidos políticos
egipcios.*
Es
graciosa —si tuviera maldita la gracia— la insistencia periodística en lo del
gobierno "no amigo" al que se deja caer, cuando fue el gobierno de
Morsi, como se desprende de las palabras de León, el que se enemistó con los de dentro y con los de fuera, con europeos —que
se lo dijeron en su visita— y con los egipcios que se lo dijeron todos los días,
juntos y por separado, por escrito —22 millones de firmas— y de viva voz el día
30 de junio en las calles. Sin dejar de utilizar un lenguaje diplomático para
decir las cosas un tanto descafeinadas
—por ejemplo "defiende la constitución sin apoyarse en un grupo más
amplio", es equivalente a "impone la constitución sin negociar";
"una cultura de falta de acuerdo" equivale a "autoritarismo",
hasta llegar esa joya del eufemismo "Entra en una dinámica muy poco
inclusiva"—, revelan que se condenará la violencia con fórmulas generales,
y habrá un intento de dar algún tiempo con la intención de no agravar las cosas.
Pero sobre todo creo —deseo— que se hayan dado cuenta de algo evidente: si la
violencia trae sanciones, puede interesar a algunos que esta crezca, especialmente
si las reacciones y condenas al "golpe" han sido pocas —algo de lo
que se quejó reiteradamente la Hermandad— porque se produjo tras un gran
acuerdo político y nacional, entrado en un círculo vicioso como en el que se ha
entrado.
Los
Hermanos Musulmanes se quejan lógicamente de haber sido desalojados
del poder y su tesis es que no ha sido el hartazgo popular, sino
conspiraciones nacionales e internacionales manejando a su Ejército; pero se
quejan también de la reacción internacional, que consideran tibia, una traición que de una forma u
otra pagarán. No entienden que esa tibieza
internacional es la traducción de su propia desidia y de su pérdida de apoyos
dentro y fuera. Nadie se puede alegrar de la situación de Egipto; nadie puede
dejar de condenar la violencia y lamentar el dolor profundo que se
está viviendo allí hoy en cada rincón.
Me preguntaba
en un comentario una joven lectora egipcia
por qué se castiga siempre a
Egipto en vez de ayudarle, "por
qué opta siempre por el castigo en vez de la enseñanza", decía. Es un buena
pregunta que puede calar en una generación, aquella que tiene que sacar adelante la
democracia porque es su propio futuro. Quizá todo esto forme parte de una
catarsis histórica en la que se necesitaba conjurar el último fantasma en el
escenario egipcio, el del islamismo en el poder, para poder entrar en el siglo
XXI y alcanzar una democracia a la altura de sus necesidades, salir de las
tutelas autoritarias del militarismo y del integrismo religioso, las dos
fuerzas que han impedido durante el siglo XX, de una forma u otra, el despegue condicionando
las relaciones entre ellos y con el resto del mundo. La preocupación por lo que
ocurre en Egipto va más allá de sus fronteras y ya ha tenido un efecto directo
en Túnez, donde el gobierno ha ofrecido un "diálogo sin condiciones"
que esperemos que no sea un parche. Toda la suerte que se les pueda desear es poca.
La
respuesta a la pregunta de la lectora es que el "castigo" estaba implícito en la idea misma de "ayuda".
Muchas "ayudas" han sido "premios" por hacer ciertas cosas
y no hacer otras. La petición de "enseñanza", en cambio, refleja un deseo de
saber, sin paternalismos ni resabios colonialistas, los mecanismos para
transformar sus espacios políticos en lugares de convivencia. Es transmitir nuestra experiencia ante los problemas con la mejor de las intenciones, ayudar a resolverlos, y eso solo puede
darse en un espacio de confianza, colaboración y sinceridad que no es la que se ha vivido hasta
el momento. Cree la UE que con repartir dinero es suficiente, que Europa es una ventanilla ante la que los demás van a pedirle dinero. Se equivocan, nos equivocamos.
Si hay
algo que ha irritado a los egipcios es la actitud de los Estados Unidos durante décadas. Se
olvida —más bien no se ha mencionado— que entre las diversas propuestas que
iban en la hoja de Tamarod (Rebelión) —la iniciativa popular para pedir la salida de
Morsi del gobierno y la convocatoria de elecciones generales, que fue lo que
pidieron los egipcios, no un "golpe" o la vuelta de Mubarak, como
algunos dicen alegremente—, se encontraba la petición expresa de que se rechazara
la ayuda norteamericana a Egipto.
Entiéndase
bien: 23 millones de egipcios firmaron que no
querían recibir la ayuda norteamericana, que les parecía humillante e
indigna para su país. Los Estados Unidos se lo piensan ahora y amenazan con la retirada de la ayuda
militar, algo que encantará a los egipcios, les hará felices. Es un ejemplo de
lo mal que se hacen e interpretan las cosas cuando se tiene una visión del
mundo desde el Olimpo, que es la que caracteriza a la diplomacia norteamericana,
cuya idea de "amistad" es parecida a la del entrevistador de El País cuando divide el mundo en
"amigos" y "no amigos". Los egipcios saben distinguir la
"amistad" de los "intereses".
Corre
el riesgo la Unión Europea de que le ocurra lo mismo que a los Estados Unidos,
que piense que son los euros la base
de la amistad, una compra; euros repartidos de una forma u otra, pero euros, al fin y al cabo,
que las ayudas son terrones de azúcar que premian un buen comportamiento.
La
falta de psicología y diplomacia real es evidente y revelan el grado de
desconocimiento o despreocupación —a elegir— que rigen las relaciones entre
ambos lados del Mediterráneo o quizá que el sistema de relaciones
internacionales se ha cargado de cinismo pragmático y no da ya más de sí.
Más allá del
dinero hay muchas otras cosas que se ignoran, por ejemplo, el apoyo real a la
democracia —apoyo político, cultural, dialógico,
abrir puertas... escuchar, sobre todo escuchar—,
algo más allá de las tradicionales inversiones con las que aterrizan las
empresas extranjeras sobre suelo egipcio y de otros países. Se da la paradoja
de que son precisamente los grupos demócratas los que más rechazan a los países
democráticos, quizá porque tenemos un sentido muy estricto de la democracia
propia y un poco laxo de la ajena. Nada hay más deprimente que la política
exterior de muchos países, incluido el nuestro, cuando venden lo que haga falta
—vendimos bombas de racimo a Gadafi, por ejemplo [ver entrada "Doblemoral, doble estupidez: Gadafi y las bombas de racimo"]— y fomentan o se
valen de la corrupción en los países en los que trabajan, en vez de ayudar a
combatirla [ver entrada "Los procesos por corrupción en Egipto salpican alas empresas europeas"]. Se recoge lo que se siembra y las semillas,
además, hay que plantarlas bien.
Estamos
tan encerrados en nuestra visión económica de todo que somos incapaces de ver otras cosas tanto o más importantes. Europa no debe caer en el mismo error que los
Estados Unidos —por el que existe un rechazo amplio, más allá de la cuestión de Israel, después de décadas de "amistad"—
porque lo egipcios han percibido que su país se había convertido en un títere,
sin capacidad de decisión, que no se apoyaba a un pueblo sino a unos
gobernantes poco populares. El "¡Levanta la cabeza, eres egipcio!" no
iba solo por Hosni Mubarak, sino por los que le manejaban o compraban con "ayudas". Sí, los egipcios
querían ir con la cabeza levantada. Y no la van a bajar ya.
Hoy la
Unión Europea tiene una gran oportunidad y una gran responsabilidad con lo que
haga. Deberíamos aprender que la situación que se vive ahora en Egipto es hija
de la desidia internacional tanto como de los responsables locales, que se
beneficiaron de ella.
El
pueblo egipcio manifestó su voluntad, con valor primero durante la Revolución, y
cívicamente después rechazando los fundamentalismos integristas con los que se
quería hipotecar su futuro —se pueden usar los términos de Bernardino León, si
se prefiere—, demostrando que estaba del
lado de las libertades, con una explosión de alegría que siguió a la
Revolución, una explosión de creatividad, que pronto se vio truncada por el
oscurantismo islamista —frenando las artes mediante la censura; acallando a los
medios de comunicación, cercados por grupos de fanáticos cuando no les gustaba
lo que en ellos se decía, llevando a los tribunales a los que discrepaban o no
les gustaban, etc.—. Es el Egipto ilusionado con su libertad el que hay que
recuperar a todo trance; sacarlo del pesimismo, el fatalismo y la condena. Hay que creer en Egipto porque la semilla del cambio está ahí, luchando por salir en suelo duro.
Lo que
ocurra en Egipto no va a depender de lo que diga la Unión Europea ni los
Estados Unidos. Va a depender de lo que ellos mismos puedan hacer para
reconducir una situación complicada y en estos momentos sangrienta. La
estrategia de la violencia solo beneficia a unos, es obvio, impide la hoja de ruta. Cada muerte habrá
que desandarla; es un aumento en lo empinado de la cuesta del futuro. Hay que frenar la violencia. ¿Cómo? Es muy complicado, pero, desde el exterior, no alentando nada que lleve a más muertes ni martirios. Un medio egipcio describía ayer el dolor presente en una morgue en la que se apilan no solo los muertos sino los familiares de unos y otros, obligados a verse las caras, espejos de dolor los unos de los otros. Nadie les traerá a sus seres queridos de vuelta.
Las
medidas de la UE no deben ser usadas ni entendidas como un castigo al pueblo egipcio
porque eso se volverá contra la UE y no solucionará nada. A Egipto ya le han
salido algunos avalistas, quizá demasiados, en lo económico y en lo militar, como Rusia, que no
es el socio más adecuado para muchas cosas.
Egipto
tiene que percibir un apoyo real, político y social, no paternalista ni patriarcal, las dos caras
de una moneda que conocen muy bien. Necesitan lo que ellos piensen que
necesitan y no lo que nosotros creamos o nos venga bien que necesiten. Y
necesitan sobre todo paz y recuperar la confianza en su futuro.
* Entrevista a Bernardino León. “Lo ocurrido
en Egipto es más complejo que un golpe de Estado” El País 20/08/2013
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/08/20/actualidad/1377012594_718800.html
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