Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Lo de
cobrar se está poniendo difícil, pero lo de no pagar todavía peor. La historia —que
ha saltado a todos los medios españoles— del dentista zaragozano que se abalanzó
sobre su paciente y le arrancó el puente sobre cuya facturación discutían, nos
ha puesto los pelos de punta a todos. ¡Uff! La cuestión se pone cruda si se
resuelven de esta manera los conflictos bucales. La discusión sobre el aumento
del presupuesto previsto ha desencadenado esta gresca entre médico y paciente.
Me vino
a la memoria un caso de hará poco más de un año. Hablaba con una amiga
precisamente de la falta de seriedad ante los presupuestos y cómo, tal como algunos
señalan, estamos ante una crisis de confianza en aquellas figuras que se supone
que deben ofrecerla y merecerla. Antes, no hace mucho, te fiabas de tu banco
porque pensabas que quería lo mejor para ti; te fiabas del criterio de tu
médico porque pensabas que se trataba de lo mejor para tu salud... y así en
muchos casos. Podíamos confiar en todos estos personajes que
anteponían tu beneficio al suyo. El sistema, comentábamos, hace agua por la falta
de confianza.
Mi
sorpresa fue grande cuando, pocos días después, sonó el teléfono y escuché la voz
de mi amiga susurrando, temerosa. «—¿Qué ocurre?», pregunté
alarmado. «—¡Estoy en el dentista! Me ha cambiado el
presupuesto casi al doble cuando estaba ya con la boca abierta, a punto de
anestesia. Me ha dado dos minutos para decidirme, ¿qué hago?», me dijo, pendiente
de que el dentista entrara de nuevo. «¡Sal corriendo!» Y así lo hizo.
De todo esto me he acordado cuando he leído la retirada
del material por parte del dentista ante el impago de las cantidades crecientes.
Quedan muchas cosas por aclarar en este cruel caso, que la imaginación rellena
con escenas espeluznantes.
En el plano de lo real, el dentista debe ser sancionado por su forma de reclamar los dientes sin pasar por un juez. En el simbólico, el hecho es una muestra más de las relaciones expropiatorias, por un lado, y de la pérdida de confianza, por otro. El que tu amable dentista —tiene que haber sido amable en algún momento— se convierta en un enloquecido carnicero es algo más que un problema deontológico.
En el plano de lo real, el dentista debe ser sancionado por su forma de reclamar los dientes sin pasar por un juez. En el simbólico, el hecho es una muestra más de las relaciones expropiatorias, por un lado, y de la pérdida de confianza, por otro. El que tu amable dentista —tiene que haber sido amable en algún momento— se convierta en un enloquecido carnicero es algo más que un problema deontológico.
Algo pasa con los puentes y los presupuestos porque
por pasarse en uno la Justicia italiana ha resuelto contra el arquitecto Santiago
Calatrava por su puente en Venecia. El
Confidencial nos contaba hace unos días:
El arquitecto español Santiago
Calatrava y otros tres ingenieros se verán las caras con la justicia italiana
el próximo noviembre. La razón, el "daño" que han hecho al erario
público transalpino, según su Tribunal de Cuentas, con su famoso puente sobre
el Gran Canal de Venecia. Y la intención, que lo reparen. La justicia italiana
le reclama a Calatrava 1.078.000 euros y más de 1.700.000 a cada uno de los
responsables "únicos" de la dirección de los trabajos, Roberto
Scibilia y Roberto Casarin.
Tras
diez años de investigación, el fiscal del Tribunal de Cuentas, Carmine Scarano,
ha concluido así que se produjo un crecimiento exponencial de los costes del
puente durante su construcción, que pasaron de los 4 a los 11 millones de
euros, que ha calificado como un "desconsiderado aumento de los costes
respecto a los gastos presupuestados".**
Entre el puente dental zaragozano y el puente veneciano, hay una gran distancia, pero un mismo problema: el presupuestar mal. El presupuesto es un compromiso que implica la aceptación. Aceptamos el presupuesto porque es "ese" y no otro. No sé en cuánto se excedió el odontólogo, pero en mucho debió ser para que la actitud de la paciente fuera de rechazo frontal y la suya la de la extracción forzosa. Desde luego si lo fue en las mismas proporciones que el paso de los 4 a los 11 millones de euros del puente veneciano, habría que actuar como la justicia italiana.
Todo es un problema de presupuestos, que en el fondo
lo es —una vez más— de confianza. Si tú haces que tu clientela se siente en tu
sillón con "presupuestos competitivos" y después ese presupuesto se
dispara en la realidad, o eres muy malo haciendo presupuestos o eres muy
"listo" atrayendo clientela. El sistema te resultará rentable si la
gente acepta pagar el exceso del presupuesto; no lo será si no aceptan pagarlo.
La crisis hace que mucha gente haya reducido sus visitas periódicas a los
dentistas y algunos lo compensan ofreciendo precios más bajos que luego se
disparan en la factura final. Son los listos.
Lo mismo ha pensado la justicia italiana al
responsabilizar a Calatrava y demás del casi triplicado del presupuesto. Se
aceptó el proyecto porque eran cuatro millones y no once. El fiscal encargado
del caso habló de un "asombroso y vergonzoso conjunto de errores". Cada
vez se practica más el "presupuesto bajo" que va creciendo hasta
convertir la propuesta en una broma pesada.
*
"Un dentista arranca un puente a una paciente disconforme con el
precio" El Mundo 11/03/2013
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/11/espana/1363004291.html
**
"Italia pide a Calatrava un millón de euros por su puente en Venecia"
El Confodencial 6/03/2013
http://www.elconfidencial.com/cultura/2013/03/06/italia-pide-a-calatrava-un-millon-de-euros-por-su-puente-en-venecia-116265/
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