Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Las veo
corriendo junto al mar, entrenando. No tienen muchas alegrías, pero se puede ver cómo
disfrutan respirando el aire del mar, sintiendo el viento en sus caras, en las que se refleja la ilusión por participar. Llevan camisetas
de la ONU y las zapatillas rosas. Este año —se debía celebrar la tercera edición tras el éxito de las anteriores en participación y recaudación de fondos para los campamentos infantiles— no podrán hacerlo. La ONU no ha aceptado
las restricciones que el gobierno de Hamas quería imponer a la maratón. La idea
es sencilla y para ellos no requiere más explicación:
“Lamentamos la decisión de cancelar el
maratón, pero no queremos que los hombres y las mujeres corran juntos”, dijo
ayer a AFP Abdessalam Siyam, secretario general del Gobierno de Hamas. “No le
hemos dicho a UNRWA que cancele el maratón ni lo hemos detenido, sino que hemos
establecido unas condiciones: no queremos que los hombres y las mujeres se
mezclen", añadió.*
En ese
simple "no queremos" se encierra toda una ideología de la negación y
de la reafirmación; se deja claro quiénes son los que deciden y en nombre de
qué. No hay opción con ellos; lo tomas o lo dejas. Todo este recrudecimiento de
la negación es el intento de frenar la expansión de las mujeres, su acceso al
trabajo y a la educación que fomenta lo incomprensible: su independencia,
auténtica blasfemia, transgresión del orden divino e insulto a sus guardianes.
No es no. No.
El
crecimiento del acoso sexual, de las violaciones, simples o múltiples, de las
que recibimos noticias cada día con escándalo e indignación, es una versión de
esa "negación" en forma de acto. Es la traducción a hecho del
"no" irracional, su vuelta al estado puro de poder. Es la forma
preverbal de la negación. El "no" a los derechos de la mujer se corresponde
al "sí" patriarcal, un "sí" absoluto e incontestable, fiel
reflejo del orden universal sobre el que se sostiene, un "sí" con
ecos divinos. Solo hay una voz en múltiples gargantas y debe ser obedecida.
Una niña se suma a los corredores en la primera edición, en 2011 |
Parece
como si los derechos de las mujeres fueran un añadido, un elemento optativo de
las diferentes conquistas a las que se lanzan en el juego del poder. El control
de las mujeres es en lo único que están de acuerdo, por encima de las
diferencias políticas, en muchas sociedades. Es la obediencia primordial, lo
que está fijado desde el origen y así debe terminar en el fin de los tiempos.
Es parte del orden natural.
Coincide
la noticia —que han recogido todos los medios— con un reportaje de Euronews sobre la mutilación genital
femenina, la ablación. Comienza con las declaraciones de la senegalesa Khady Koita,
autora de la obra Mutilada:
A sus 53 años, Khady sigue traumatizada. “La
violencia con la que trataron mi cuerpo de niña, no la entendí. Nadie me avisó,
ni mis hermanas mayores, ni mis amigas, nadie. Fue injusto y totalmente
gratuito e inexplicable. ¿Por qué me castigaron así? La huella psicológica
dejada tras un acto así es muy, muy importante ya que te acordarás el resto de
tu vida. Y a veces, ese recuerdo puede provocarte una depresión. Pero como en
nuestra cultura la depresión no existe, o no existía antes... Para ellos es
como si estuvieses pasando una mala racha. Pero yo relaciono todo con esa
mutilación y obviamente ha afectado mi vida personal, mi vida sexual, las
secuelas se quedarán ahí para siempre,” asegura la autora.**
A la
negación inicial siguen otras negaciones en cadena. La negación de la condena a
la depresión para el resto de tu vida es un forma evidente de considerarlo como
parte de esa "normalidad", ese mero efecto secundario que sobrellevan
los hombres con "resignación".
Bafing Kul es cantante. Le echaron de su país, Mali, por haber compuesto una canción que denunciaba la ablación femenina. [...]
Hace algunos años, en Mali, Bafing Kul
intentó cambiar las mentalidades de la gente de la calle. Un hombre le aseguró
que la ablación “era práctica ya que obligas a tu mujer a que sea leal”. Para
otros, “sería desastroso que esta práctica desapareciese, la mujer sentiría
demasiado placer.” Algunos aseguraban que la ablación “no tiene que ver con la
religión. Es una cuestión de tradición”. También algunas mujeres le dijeron que
“hay que mutilar a la mujer ya que si no no la podríamos controlar”.**
Todo
gira sobre el control y el miedo a perder el control, eso es el juego del poder,
la fijación de la autoridad. El desorden llega al mundo si se cambia el orden
de las cosas.
Creo
que ha hecho bien la ONU en suspender la carrera, que tiene un importante valor
simbólico. Creo que es necesario dejarles claro que la acción discriminadora de
impedir que hombres y mujeres puedan correr en una misma prueba no es
negociable, que sería inadmisible ser cómplices en esa forma de dominación. Hay
que dejar en evidencia ese monstruoso y constante viaje al pasado que convierte
la vida de millones de personas en un infierno de dolor y humillación.
Puede
que ellos se merezcan la soledad en su carrera; pero ellas no. Separando a las
mujeres, se separan ellos del resto del mundo. Si el pueblo palestino está oprimido,
ellas lo están doblemente.
* "La ONU cancela una maratón porque
Hamás se niega a que participen mujeres" El País 5/03/2013
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/03/05/actualidad/1362507024_392343.html
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