Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Se
pregunta Pablo Pardo, desde Washington, en el diario El mundo "¿cuántos
funcionarios hacen falta matar una vaca?"* y señala que, en lo que
respecta a los Estados Unidos —según The
Washington Post— la respuestas es: «Uno,
para certificar que a la vaca no se la sacrifica de manera cruel. Otro, para
inspeccionar la carne del animal y comprobar que no tiene enfermedades o
parásitos transmisibles al ser humano. Y un tercero para examinar los
instrumentos que se han utilizado en el sacrificio y comprobar que cumplen las
condiciones higiénicas.»* Hay que especificar que no son los funcionarios los
que "matan la vaca", como señala erróneamente la pregunta.
No deja de ser curioso que a estas preguntas no
sigan otras como, por ejemplo, "¿cuántos ejecutivos de Wall Street hacen
falta para arruinar el sistema financiero?", "¿cuántos empresarios pueden hundir el empleo?"
o "¿cuántos políticos hacen falta para hundir la democracia?". Se me
ocurren otras muchas preguntas sobre los problemas y el número de personas que
hacen falta para crearlos y resolverlos, pero no vamos a centrarnos en nombres
que estarán en la mente de casi todos.
Será mejor que nos centremos en las preguntas y las vacas que es el reto que nos proponen. La primera cuestión es por qué están los funcionarios allí. Pareciera que aparecen allí como una especie de buitres al olor de la muerte. Nada más equivocado. Los funcionarios están allí porque así lo indican las leyes que se ha dado el mismo pueblo que sacrifica animal y se lo comerá posteriormente. Lejos de esa manía tan norteamericana de pensar que los funcionarios del "gobierno" son parásitos y obstáculos para la libertad individual, ellos están allí para garantizar las normas que se hayan aprobado al respecto.
Efectivamente sería estupendo un mundo en el que no
hicieran falta, porque eso sería señal de que la gente cumple las normativas.
Pero, desgraciadamente, estamos en un mundo en el que algunas personas que
habitualmente protestan porque existan controles les da por confundir las vacas
con los caballos, hacen cosas raras con las verduras, y dan de comer a los
animales parte de sus congéneres en los piensos. Los que hablan de los "funcionarios"
de esa manera tan despectiva tienen en mente una especie de película de Robín
Hood en la que unos soldados medio borrachos entran a llevarse el trigo, la cerveza
y los jamones, apalean a los maridos y manosean a las mozas. Esos son los
"funcionarios" de Juan Sin Tierra en la versión de Hollywood.
No digo ni niego que haya lugares en los que ser funcionario incluya ese tipo de acciones. Sin ir más lejos, el que nos muestra el diario El Mundo, metiéndose fajos de billetes en la entrepierna, lugar en el que tiene espacio suficiente, según parece, para albergar su retiro sin esperar la jubilación, que se le quedará en nada. Al igual que las cárceles pueden estar habitadas por presidentes de patronales, miembros gananciales de las monarquías, ministros, sindicalistas urbanizadores, ¿por qué no de funcionarios tramposos? Pues claro que sí.
La proliferación de delincuentes y mafiosos,
blanqueadores de todas las nacionalidades y divisas, con los que nos hemos
sembrado en este país procede precisamente de haber abandonado las
administraciones su verdadera función:
estar al servicio del ciudadano, servirle de garantía de buen funcionamiento
más que de obstáculo.
La administración se vuelve obstáculo y el
funcionario estorbo cuando el crecimiento se produce donde no debe. La
administración ha crecido por donde se nos dijo que no iba a crecer para hacer
lo que también se había dicho que no iba a ocurrir. Ha crecido más por
satisfacer el ego de las instituciones y sus dirigentes que por cumplir sus funciones. Hay
partes innecesarias y otras, en cambio, brillan por su ausencia.
La burocracia crece como
clientelismo colocador, en con el que los políticos presumen de "tamaño".
La administración, en cambio, debe presumir de "eficacia", de tener
los funcionarios suficientes para el cumplimiento de las tareas que tiene
asignadas por la sociedad. Para eso son esenciales dos cosas: saber cuáles son los puntos
débiles que deben ser vigilados y reforzados, y tener la preparación suficiente
como para hacer frente a los problemas. Hacer crecer artificialmente la administración solo trae problemas y esta se convierte en obstáculo y no en remedio.
Muchos de los problemas que hoy tenemos encima de la
mesa se debe al deterioro de los mecanismos de control que se deben realizar
desde la administración. No se pueden realizar si no existen los funcionarios
suficientes con la preparación adecuada y el respaldo necesario. El mayor foco de corrupción administrativa es la desmotivación, la falta de sentido. Los buenos funcionarios saben que son importantes, que su tarea es necesaria.
La pregunta no es cuántos funcionarios hay que tener
cerca para matar una vaca, sino cuantos delincuentes van a intentar colar
fraudulentamente alimentos y los funcionarios necesarios para prevenirlo y
defender la salud pública. Donde nos preguntamos por la "vaca",
podemos hacerlo por las fronteras, el sistema financiero, Hacienda, el sistema
alimentario, educativo, sanitario, etc. Lo demás son anécdotas y chistes.
Dice Pablo Pardo en su artículo: «El problema es que demandamos protección jurídica para más y más cosas, lo que implica que los Estados crezcan y crezcan. Es un problema de solución difícil.» No se cuestiona —como si fuéramos un niño caprichoso— por qué demandamos más "protección jurídica". No es capricho. La demandamos porque, sencillamente, la necesitamos en un mundo en el que como no vigiles a las sardinas se te vuelven tiburones.
*
"¿Cuántos funcionarios hacen falta para matar una vaca?" El Mundo
3/03/2013 http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/03/economia/1362292448.html
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