La gran
escritora norteamericana Carson McCullers (1917-1967) anotó:
Sólo con imaginación y realidad se llegan a
conocer las cosas que requiere una novela. La realidad por sí sola nunca ha
sido demasiado importante para mí. Una profesora dijo una vez que hay que
escribir sobre el patio trasero de la propia casa; y con eso, imagino, quería
decir que se debe escribir sobre las cosas que se conocen más íntimamente.
¿Pero hay algo más íntimo que la propia imaginación? La imaginación combina memoria
con intuición, combina realidad con sueños.* (113)
Son
muchas las fórmulas que se han dado sobre el funcionamiento de la escritura o,
si se prefiere, de la mente de quien escribe y sus relaciones con el mundo que
le rodea, del papel de su experiencia de la vida y de la imaginación misma. Y
son muchas porque no todas las personas escriben de la misma manera. El trabajo
de la escritura es una forma de manifestación del carácter de quien la practica
y no algo que sea realiza mecánicamente. Cada escritor trata de explicar un
fenómeno en el que está implicado, que no acaba de entender del todo, pero
sobre el que, a veces, le gusta elaborar algún tipo de explicación.
Establecemos habitualmente entre "realidad" e "imaginación" una polaridad distante que no es tal, ya que lo que consideramos "objetivo" lleva también el sello de nuestra percepción, un acto en el que se integran elementos históricos, culturales, etc. Nos hemos acostumbrado a separar las cosas que no están tan separadas, que funcionan íntimamente conectadas. "Vivir" es un acto complejo en el que se integran la experiencia y la memoria; se vive cada instante con toda la vida en nuestras espaldas. Somos seres históricos y la historia no es una ciencia exacta, sino narrativa y a veces demasiado imaginativa.
McCullers
une en la "imaginación" lo "real" con lo
"soñado", pero no todo lo real es tan real como parece ni todo lo
soñado está tan alejado de lo real. La "memoria" y la "intuición"
están también profundamente vinculadas ya que, en realidad, la segunda es una
forma automatizada de la primera, una memoria que no necesita pasar por la
consciencia.
La
escritora sureña trataba de escapar del "realismo" más que de la "realidad",
de la que también forman parte la imaginación y los sueños. Huía del realismo
que cree que la realidad se construye por acumulación de detalles, por
descripciones meticulosas de objetos reales. En otras de sus notas sobre la
creación literaria escribió:
Cuando casi había terminado El corazón es un cazador solitario, mi
marido mencionó que había una convención de sordomudos en una ciudad cercana,
dando por hecho que querría ir a observarlos. Le respondí que no tenía ni la más
mínima intención, porque ya me había hecho mi idea de los sordomudos y no
quería perturbarla. Imagino que la actitud de James Joyce cuando vivía en el
extranjero era la misma y por eso nunca volvió a su hogar en Irlanda,
convencido de que Dublín había quedado siempre fijado en su obra, como así es.*
(107)
Su idea
es la que ella necesitaba para poder dar coherencia a esa ilusión de realidad
que es la ficción, sea "realista" o nos describa mundos imaginarios.
Habrá quien dedique años a estudiar cualquier circunstancia de sus obras para
obtener así un mayor "realismo"; ese será su "método". Pero
no era el de McCullers.
Cada
vez nos encontramos con más obras que consideran que el "realismo" es
acumular muchos datos, bucear entre los mares de informaciones y luego
verterlas en la obra. No es garantía de "buena literatura", aunque
haya lectores interesados en ahorrarse leer varios libros con la información
que les aportan en uno solo.
El
método de McCullers, en cambio, es absorber la información justa, la necesaria para poner en marcha el proceso imaginativo que levantará sus espacios, en
los que hay personas y ocurren hechos, pero todos son simbólicos porque forman
parte de un universo —el narrado— en el que las cosas suceden por algo, no forman parte del ciego azar, sino que expresan un
visión del mundo y sus relaciones. A McCullers no le interesaba ir a la
convención sobre los sordomudos, como su marido le propuso ingenuamente, porque
su objetivo no era describir a unas personas de forma minuciosa, sino la construcción
de un símbolo dentro de un sistema de relaciones:
El hecho de que en El corazón es un cazador solitario, John Singer sea sordomudo es un
símbolo, y el hecho de que el capitán Penderton, en Reflejos en un ojo dorado, sea homosexual, es también un símbolo de
desventaja e impotencia. Singer, el sordomudo, es un símbolo de enfermedad, y
ama a una persona que es incapaz de recibir su amor. Los símbolos sugieren la
historia, el tema y los incidentes, y están tan entrelazados que uno no percibe
de manera consciente dónde comienza la sugerencia.* (108)
En su forma de trabajo creativo, es el poder simbólico el que hace crecer a los personajes y va entretejiendo sus relaciones. A medida que van tomando forma, el relato va adquiriendo la consistencia necesaria. Aunque pueda parecer distante, nos dice McCullers: "Yo me convierto en los personajes sobre los que escribo. Estoy tan inmersa en ellos que sus motivos son los míos"* (108). Es más importante que los personajes te atrapen a ti, que les atrapes tú a ellos. Y ellos te atrapan cuando son consistentes, cuando encajan en el engranaje final.
La
escritura creativa —todo arte— es un camino adoquinado con las experiencias,
conocimientos y sueños de quien lo practica. Tenía razón McCullers al señalar
que en la imaginación convergen memoria y sueños, pero la obra de arte no es ni
lo uno ni lo otro. Son solo los materiales para iniciar la construcción.
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