domingo, 24 de marzo de 2013

Bostezo gatuno

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El diario El País me ofrece un llamativo artículo con el que mi curiosidad se despierta: "A mi gato no le gusta el iPad"*. Sorprendido por tamaña afirmación en un mundo convulso, al borde de desastres innumerables e incluso algunos irreversibles, me adentro en las sinuosidades de la noticia, en la que se me revela cruelmente, sin preparación alguna: "Las aplicaciones creadas apenas les entretienen".
La noticia —ignorando la crisis del Periodismo y del periodista— me adentra en un mundo nuevo —yo no tengo gato ni Ipad— para mí: el de las "apps" felinas. La noticia se construye sobre un vídeo —¡qué es el periodismo sin un vídeo!— promocional de una casa de alimentos para mascotas en el que observo unos gatos que se abalanzan sobre un iPad abandonado sobre el frío suelo. Por su pantalla táctil corretean galletas de diferentes tamaños y colores. Los gatos, haciendo honor a su proverbial curiosidad, se acercan e intentan cogerlas. Las galletitas, esquivas, desaparecen cuando las garras de los gatos se posan sobre ellas e intentan atraparlas. En la tercera aplicación promocional son pececitos muy graciosos los que nadan indiferentes a los esfuerzos de los felinos domésticos por atraparlos. ¡Qué interesante utilidad! ¡Qué felicidad ser pececito virtual y nadar seguro por la pantalla de un iPad! ¡Adios, Darwin!


Un poco más abajo, el diario nos incluye un segundo vídeo, titulado "Humanos vs gatos", que recoge otra aplicación publicitaria, You versus Cat. En este vídeo promocional —que el diario nos muestra— se ve a un inteligente gato junto a humanos que no lo son. Quiero decir que no son ambas cosas: ni humanos ni inteligentes. No son humanos porque van disfrazados de caballo, oso y de una especie de pollo azul intenso. Y tampoco son muy inteligentes porque el gato —que se llama Buddy y no va disfrazado de nada— les gana a estallar no sé qué cosas sobre la pantalla de la tableta. Entiendo ahora que los humanos se han disfrazado para evitarse la vergüenza de ser reconocidos. Este duelo en la cumbre de especies es calificado por el diario como el "súmmum", aunque no sé muy bien de qué. Parece ser que hay millones de propietarios retando a sus gatos a este tipo de partidas. Los gatos van ganando por 22 millones de partidas por 16 de los humanos, nos cuenta el periódico. No me pareció tan grave cuando vi "Cats", que me resultó aburrida.


Me quedo asombrado porque es un mundo que ignoraba por completo, que había pasado totalmente desapercibido para mí hasta el momento, distraído como estaba con cosas tan pequeñas como Chipre. Pero cuando más emocionado estaba, casi a punto de comprarme una tableta y adoptar un par de gatos para comprobar en vivo y en directo el majestuoso espectáculo, llega el jarro de agua fría: ¡los expertos no lo recomiendan!

Gemma Peyró es veterinaria en Tot Cat, la primera clínica especializada en gatos, con sede en Barcelona. “No lo recomendamos, en absoluto. Solo generan frustración en los gatos, porque en un principio los atrae, pero después se dan cuenta de que no hay una finalidad. No hay un objetivo que puedan alcanzar. A los dos o tres minutos dejan de tener interés en ello", expone. Y aprovecha para aclarar que una técnica usada hasta hace poco con gatos obesos tampoco es aconsejable: "Se puso de moda usar un puntero láser para obligarlos a hacer ejercicio. Sucedía lo mismo. Al poco tiempo desistían, al ver que nunca hacían presa".
Entonces, ¿por qué si hay vídeos en Youtube mi gato no reacciona? La especialista también tiene respuesta para ello. En parte por la edad, en parte por desengañarse. "Lo que les llama la atención son los movimientos. Con la edad pierden vitalidad, pero también se dan cuenta antes de que no tiene sentido", insiste.*



Me he quedado de piedra. Los gatos, como los humanos, también se aburren de hacer siempre lo mismo sin obtener ningún fruto. Al igual que los emperadores romanos, como el mismísimo Calígula, necesitan algún estímulo en su vida. También los gatos se hartan de esta sociedad de consumo en el que el consumido por el aburrimiento al final eres tú. ¡Oh, vanidad! Esos falsos peces que persigues en falsas peceras, pero con auténtico deseo insatisfecho, burlado —¡pobre gato!—, nos iguala contigo, persiguiendo sueños, quimeras, viajes imposibles, loterías esquivas. Promesas y más promesas, solo promesas.

El gato, al menos, nos dice la experta consultada, no va más allá de dos o tres minutos en su seducción mediática, comprende rápido que aunque lama con intensidad la superficie de la pantalla nunca saciará su sed, que antes le saldrá un callo en el lengua que obtener una gota de agua del cristal. Otra experta recogida en el artículo señala que los gatos "se aburren cuando descubren que no son seres vivos". Son depredadores, nos advierte, nos están para bromas.
A nosotros, consumidores de sueños indigestos, nos cuesta más desprendernos y seguimos apegados a ellos. Que los gatos dediquen menos tiempo que los humanos a estallar bolitas sobre una pantalla de un ordenador o teléfono nos demuestra que todo lo humano es un poco confuso. Hemos evolucionado hasta llegar a ser lo suficiente inteligentes para desarrollar tecnologías y ficciones para volver idiota a la gente. Somos la pescadilla de rosca de la evolución: utilizamos nuestra inteligencia para volvernos tontos.
La caída filosófica del burro por parte de la periodista — "Entonces, ¿por qué si hay vídeos en Youtube mi gato no reacciona?"— se produce rápida y estrepitosamente. ¡No todo lo que aparece en Youtube es verdad! El experimento repetido en casa ¡no funciona! El gato pasa olímpicamente. ¿En quién podremos confiar?


Después de esta debacle existencial, perdida la inocencia, recuperada mi fe en el Periodismo y su futuro, paso con inquietud de una noticia a otra sin podérmelo quitar de la cabeza. Como a los gatos, solo me queda un largo y tedioso camino hacia el desengaño.

* "A mi gato no le gusta el iPad" El País 22/03/2013 http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2013/03/21/actualidad/1363888586_128293.html





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