Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
corresponsal del diario El País en
Washington da cuenta de los resultados del informa anual del Estado del
Periodismo 2013*. Los datos son negativos, como era de esperar. Sin embargo —como
también era de esperar—, lo importante es el análisis de por qué se ha llegado
a esa situación y cuáles son las consecuencias futuras. Señalan en el diario:
Años y años de recortes en las redacciones de
los medios han pasado factura a la calidad y han expulsado del mercado a cerca
de un tercio de los consumidores, según el estudio del Estado del Periodismo
2013 en Estados Unidos del Centro de
Investigación Pew hecho público ayer. Las plantillas de los medios de
comunicación han bajado un 30%, por la pésima situación del negocio, desde el
que fue su mejor momento en 2000, sumando ahora menos de 40.000 personas, la
cifra más baja desde 1978, según el estudio. En 2012, Newsweek cerró su edición impresa tras 80 años en los quioscos y Time —la otra gran revista semanal de
actualidad— ha reducido su plantilla en un 5% dentro de una campaña más amplia
de despidos de la empresa.*
Los
datos están sobre la mesa. Las interpretaciones, en cambio, son plurales y
nadie admite la responsabilidad en el fracaso del modelo desarrollado hasta el
momento. Desde que comenzó el traslado de la Prensa a la Red, en la segunda
mitad de los años 90, no se han dado más que bandazos persiguiendo gallinas a las
que algunos gurús habían visto en sueños poniendo huevos de oro. El hecho real
es que se ha ido hundiendo el sistema perdiendo más y más lectores, despidiendo
más y más profesionales.
Se
olvidaron dos cosas importantes: que los medios nuevos se tragaban los medios
viejos, en el sentido macluhaniano de "contenerlos", lo que disolvía
las diferencias clásicas entre unos y otros, pasando a consumirse la información
por los mismos canales digitales; y, en segundo lugar, que los públicos se
segmentaban por las tecnologías que usaban en función de su aprendizaje de los
propios medios. Son los medios los que han enseñado a sus lectores a
abandonarlos.
Empeñados
en hacer que todo pasara por sus "páginas" (cuyo nombre no era ya más
que una metáfora), se disolvían las antiguas diferencias creando un continuo informativo basado en la
captación de la atención, concepto clave de un nuevo tipo de economía (la llamada
"economía de la atención") centrada en la capacidad de "atraer".
La información se deslizaba hacia el espectáculo, los medios hacia la
convergencia y los lectores hacía la confusión.
Los
lectores ya no llegan a la prensa como un "ascenso" hacia la madurez,
reflejo de su interés por lo que ocurre en su entorno; prácticamente nacen
vinculados a unos dispositivos en los que se canalizan todo tipo de
informaciones (en sentido muy amplio), de teléfonos a ordenadores, tablets y consolas, en competencia por
conseguir su atención. Con sus desplazamientos, el medio ha perdido sus señas
de identidad arrastrando la actividad periodística con él.
Resume El País algunas de las consecuencias de
estos cambios:
Los reportajes han sido apartados para dejar
paso a horas de información sobre el tráfico, el tiempo y los deportes, que
suman un total del 40% de los contenidos producidos por las cadenas de
televisión, las cuales han reducido a la mitad entre 2007 y 2012 las historias
propias. Las tres grandes cadenas de noticias por cable (CNN, MSNBC y FOX) han
rebajado un 30% sus noticias en directo desde 2007 —requieren un periodista y
el desplazamiento de un equipo— y han apostado por entrevistas en el plató.
Publicaciones como Forbes han asumido el uso de ciertas tecnologías que
producen los contenidos sin la necesidad de la intervención de una persona.*
Habrá
quienes piensen que eso ha sido una reacción para evitar el desastre, pero no
solo no ha arreglado nada, sino que ha profundizado en él acelerándolo. La
reducción de las redacciones puede ser la causa o el efecto, pero es un hecho.
No hay impedimento en que sea ambas cosas dentro de una circularidad nefasta.
El
origen, sin embargo, está en el eslabón más débil de la cadena: la formación de
los lectores. El "interés" no es algo obvio, sobre todo cuando se lucha
con otro tipo de medios en el mismo campo de juego. Lo paradójico es que,
imitando a sus competidores, han sembrado su propio desastre. Se empezó
diciendo que había que escribir sin sobrepasar el espacio de "una pantalla"
y se acabó haciendo tuits, con las
bendiciones de los gurús de la brevedad.
Se ha
errado en la estrategias y los fines. La realidad es que los que buscan
información cada vez desconfían más de encontrarla en los medios trivializados.
Sin embargo, la necesidad persiste. El ejemplo más claro de todo esto es la
proliferación de conceptos como "periodismo ciudadano",
"periodismo social", "micromedios", etc. que hacen ver que
la necesidad de estar informados ha crecido ante la complejidad del mundo y la
multiplicación de los focos informativos por la globalización, pero que la
respuesta de los medios profesionales ha sido trivializar la información,
simplificándola hasta la estupidez en muchos casos. La pedagogía negativa ha
funcionado.
Como
muestra basta comprobar las programaciones de muchos canales televisivos y el
destrozo de cualquier atisbo de cultura o análisis, que son rechazados de forma
general porque "no interesa". La concentración en los deportes, como
se señala en el informe, es característica de esa espectacularización. El
deporte necesita aumentar sus dimensiones para convertirse en un espectáculo
cada vez más caro. Las deudas del fútbol español, hechas públicas estos días,
son un buen ejemplo de ello. La espiral del encarecimiento arrasa con medios y
clubes. Necesita traducirse en tiempo y espacio para justificar la inversión. Los clubes necesitan de los medios para llenar los estadios y los medios de los clubes para vender. Pero no siempre funciona y muchos estadios quedan semivacíos y los periódicos sin lectores. Es solo un ejemplo de un modelo.
Las dos
principales cadenas privadas españolas compitiendo con programas de saltos de
trampolín, los periódicos desdoblados en Jeckyll y Hyde, o reduciendo parte de sus
informaciones a listados de los "diez mejores...", etc., son síntomas
de la decadencia de los medios
tradicionales, de su suicidio en busca de audiencias a cualquier precio.
El
éxito de cualquier medio proviene de su interacción creciente con un público al
que arrastra hacia arriba y no hacia abajo. Es una obviedad difícil de aceptar
que solo un público competente buscará información de calidad. Y son los
propios medios —no exclusivamente— quienes acaban con sus públicos
convirtiéndolos en malos lectores.
[...] en opinión de David Westin,
expresidente de noticias de la cadena ABC, “la cuestión es si los consumidores
abandonan a una destacada organización de noticias porque no obtienen lo que
buscan o si esas organizaciones no pueden costear ya dar más información porque
se van los consumidores”.
Esa
pregunta implica que los lectores que han abandonado los medios, un 30%, son
conscientes de "lo que buscan". Quizá no se vayan porque "no
encuentran", sino porque a muchos ya no les interesa buscar. No se ha
tenido en cuenta en los cálculos el efecto del deterioro cultural de los propios
medios, deformando sus demandas con sus ofertas. Los gurús informativos solo
contemplaban las audiencias en términos potenciales de millones, olvidando el
principio enunciado por Marshall MacLuhan de que cuanto más amplia fuera la
audiencia de un medio, más se condenaba a la trivialidad. Y nadie está
dispuesto a pagar por ella demasiado tiempo.
Te
tiene que interesar el mundo para desear estar "bien informado". Y la
trivialidad atencional hace lo contrario. Claro que los recortes "minan la
calidad", pero hace tiempo que algunos medios la consideraron innecesaria
y prefirieron ofrecer otras cosas.
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