Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
cuestión se plantea una y otra vez en distintos momentos y formatos, del
artículo a la entrevista, del coloquio televisivo matutino al nocturno debate
con un sociólogo como invitado. Cuando el sociólogo nocturno —José Antonio
Gómez Yáñez, profesor de la universidad madrileña Carlos III— habla de
"democracia avanzada", los periodistas le preguntan: "¿Es España
una 'democracia avanzada'?" Gómez Yáñez duda porque teme verse arrastrado
al peor de los desastres comunicativos: tener que dar una clase de Primero sobre
qué es una "democracia" y cuándo se considera "avanzada".
"Sí", confirma finalmente. Y comienza a hablar de cuestiones de
"grado". Finalmente, después de hablar de leyes de partidos, de
asambleas, de primarias, etc., se ha de recurrir a otros argumentos menos
teóricos, a la experiencia: "todos los que estamos aquí conocemos
políticos honestos y eficaces". Y muchos de ellos, añade, lo están pasando
muy mal no solo por lo que se piensa de ellos, sino por lo que ellos mismos
están empezando a pensar. Pero la política no se resuelve en la conciencia, pensamos, sino en la acción. Es seguro, como señala Gómez Yáñez, que hay muchos políticos abochornados, avergonzados, pero no se trata de eso.
El programa avanza y el debate se orienta a la
capacidad de control de las maquinarias de los partidos. Se han convertido en
oligarquías opacas, sin autocrítica y sin control eficaz. Es cierto. Y yo añadiría: han
contaminado otras instancias en las que han "desembarcado" convirtiéndolas en oscuras
y poco eficaces. Cuando las instituciones tenían que funcionar en sus controles, han sido incapaces de hacerlo por esa contaminación que las anulaba. Ha sido el "expansionismo" incontrolado de los partidos, su desembarco permanente en todas las instancias que han podido ocupar, lo que ha producido el desequilibrio actual y ha inhabilitado su eficacia. Eso afecta desde los Consejos de la Cajas hasta el Instituto Cervantes, por poner dos ejemplos conocidos. Podríamos añadir muchos, innumerables ejemplos.
Pero no todos consideran que eso se pueda arreglar. Otros han logrado afianzar la figura del "político anti político",
aquel que logra canalizar el descontento sumándose al discurso de protesta y
convirtiéndose en su adalid. El caso italiano está pesando en el pensamiento de
mucha gente en diversos sentidos, positivos y negativos. Unos ven en él la forma de avanzar en el camino,
una oportunidad de crecer; otros, en cambio, una pérdida de la gobernabilidad
necesaria para salir adelante. La "política anti política", en cualquier caso, crece. Y
crece porque surge desde los mínimos de la periferia del sistema hacia un
centro en el que aspira a tener más peso; crece reciclando el descontento.
No es
que los partidos grandes hayan subestimado el poder de los pequeños. Es que han
subestimado el descontento que han producido y las reacciones consiguientes. La
intervención de Felipe Alcaraz —en sentido contrario a la anterior— en
televisión a primeras horas de la mañana dejó claro que, en su opinión y la de su formación, el bipartidismo pasó y
que se trata de erosionarlo.
A Alcaraz,
que abandonó la política en 2008 para "dedicarse a escribir" una
trilogía novelística, se le pregunta si "con el paso del tiempo, se alegra
de haber tomado esa decisión". "Realmente, la política"
—contesta— "para alguien que está en una posición alternativa transformadora, la verdad, nunca se deja del todo, ¿no?" Y tras una
pequeña pausa cierra la frase con una sonrisa relajada: "... hasta que
caiga el capitalismo, por lo menos".
Alcaraz habla de
"divorcio", "hiato" entre la clase política, que deben
"ser gente" y no solo "políticos". Rechaza las propuestas
de arreglar el bipartidismo, de grandes acuerdos, de nueva transición, con mención a Felipe González, y habla
de que estamos en un "proceso constituyente", que "siempre es un
proceso destituyente". Cuando se le pregunta sobre si tiene arreglo el
divorcio señalado con la clase política, Alcaraz dice que se puede, pero que
falta la "valentía" de asumir lo nuevo, aquello con lo que no se
contaba, los movimientos sociales, etc. Cuando se le pregunta por un posible
pacto de la Izquierda, Alcaraz se lleva la mano derecha al reloj de su otra
mano y lo hace girar un par de veces. Es "complejo", dice, pero "se puede
explicar". Recita con cuidado: "Izquierda Unida es una alternativa
transformadora al bipartidismo —no una parte del bipartidismo— que intenta en
un proceso de acumulación de fuerzas, en el seno de la movilización, hacer de la
votación poder de izquierdas. Eso es lo que hemos aprobado en la Asamblea".
Alcaraz explica que "saben" que hay "diferencias" entre el
PP y el PSOE, pero "son diferencias internas al bipartidismo".
"El bipartidismo ha llegado a estar aquí en el 85% de los votos y más",
señala, "ahora está en el 47% de los votos según la última encuesta de El País", señala.
El
interés de la entrevista con Alcaraz es que nos hace comprender con claridad
suficiente que el futuro no es de los acuerdos, sino el acrecentamiento de los
conflictos. Alcaraz tiene dos frentes, aunque señale —con detectable ironía y
cara de no romper un plato— que sí, que hay "algunas diferencias"
entre la derecha y la izquierda que "se rindió", el PSOE. Su discurso se centra más en criticar a la izquierda traidora que a la derecha, a la que apenas menciona. Sabe de dónde saldrán sus votos.
Las
diferencias entre el sociólogo nocturno y el político escritor matutino es que
el primero ve en el horizonte un sistema que puede y debe ser corregido, mientras
que el segundo ve crecer sus posibilidades electorales en la idea contraria; el
descontento deshace el bipartidismo y propicia la fuga de votos a las opciones
próximas que solo crecen si son capaces de mantener una distancia suficiente,
si —como señala Alcaraz— son capaces de resistir el canto de las sirenas "atados
al palo de mesana". La mención homérica no es baladí, pues siempre ha
existido en Izquierda Unida la tentación del acuerdo, del pacto para entrar en el poder —como se le
recuerda, en Andalucía— que se ha visto históricamente, en la interpretación de
algunos, sancionada electoralmente con la pérdida de votos por la deriva "capitalista" del PSOE.
Hemos
llegado a una situación crítica del sistema en la que se desangran los partidos
por su propia incapacidad de rectificar los errores acumulados. Estos "errores"
y extravíos benefician a terceros que reciben el descontento.
La
diferencia entre pensar en términos de "crisis" o en términos de
"fraude", como repite Alcaraz, es la que establece las distancias.
Gómez Yánez cree que la solución pasa por una ley de partidos que evite la "oligarquización"
de las organizaciones, su deriva hacia organizaciones oscuras —incluso para sus
propios miembros— y sin renovación. Para Alcaraz, en cambio, aunque los
partidos funcionaran bien, a la perfección, el problema es otro, el
bipartidismo en sí, algo lógico en un partido periférico que aunque no llegara
al poder, sí le interesará acercarse lo más posible.
Entre
procesos reconstituyentes, constituyentes y "destituyentes" tenemos
un panorama bastante abierto y con intereses muy distintos. La solución más
adecuada, evidentemente, para por identificar dónde está el problema, algo que
no siempre está claro ni es inocente.
* José
Antonio Gómez Yáñez. La noche en 24 horas RTVE 8/03/2013
http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-noche-en-24-horas/noche-24-horas-08-03-13/1713487/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.