Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Guardé
la noticia a mediados de enero y allí quedó perdida hasta que hoy, al hacer
limpieza en el escritorio, reapareció. Quizá la vista de dos películas ayer que
—sin premeditación— tenían que ver con la culpa, me ha hecho recuperarla y no enviarla
al olvido definitivo.
La
noticia, que apareció en medios de todo el mundo como algo anecdótico —no una 'noticia'
sino una 'anécdota'—, nos contaba la devolución de cuatro anillos robados en
una fiesta juvenil quince años antes. Los cuatro anillos venían acompañados de
una nota en la que se pedía disculpas por el error cometido y por el posible daño
causado con la acción.
Quizá
el remordimiento sea el más complejo de nuestros sentimientos. No es sencillo
explicar los sentimientos, pero el remordimiento, el sentido de la culpabilidad
por haber realizado una acción, haber dicho algo, etc., es de lo que más nos
cuesta explicar y tiene una gran dimensión interior. Frente a los juicios
exteriores, ante los que podemos rebelarnos, difícilmente podemos escapar del
sentimiento culpable y los remordimientos que desencadena.
En la carta
que el entonces ladrón juvenil envió junto con los anillos escribió: « I am so truly
sorry for any pain, heartache that my actions may have caused your family. I
hope that you can find it in your hearts to forgive me. As an adult I realize
how sentimental items like this can be.»
La
referencia a su comprensión del valor que los objetos pueden tener en la vida
de las personas es reveladora de la diferencia de apreciación que cada edad
tiene de las cosas. Solemos considerar la adolescencia —el ladrón o ladrona tenía
entonces 16 años— como un mundo de sentimientos confusos e intensos. Son los
sentimientos que marcan la transición a la edad adulta. En la carta que envía
nos habla de su comprensión y aprecio del "valor sentimental" que los
objetos pueden llegar a tener. Es el tránsito del sentimiento centrado en el yo
y el desplazado a un objeto, al que se le transfiere un valor que proviene de
la experiencia propia. Ya tiene una "historia" tras de sí; ha aprendido que el mundo desaparece cada día y que nos quedan los recuerdos.
Cuando
aquel joven no pudo resistirse al robo de los anillos, solo pensaba en sí
mismo. Satisfacía con el robo un impulso que no supo controlar. ¿Qué ha
ocurrido en esos quince años que median entre el robo y su devolución?
Probablemente una maduración dolorosa de esa persona hasta que comprendió que
necesitaba devolver lo que se había llevado. Comprendió el daño causado cuando
él mismo lo experimentó. De ahí esa observación en la carta: "como
adulto" comprendo lo que "como adolescente" no comprendí. No es
una cuestión de "honradez" es una cuestión de remordimiento, por eso
pide el perdón, porque ha comprendido que el daño causado no se elimina con la
devolución. Ha sufrido por ello desde que fueron robados.
Los
cuatro anillos tienen su historia. Cada uno de ellos representa una parte de las
vidas de personas. Nos contaba el ABC: «[...] uno de ellos era la alianza de matrimonio de la
madre de Margot. Otro de ellos es un anillo con un pequeño diamante, que el
padre de Margot regaló a su madre para celebrar el nacimiento de su hermana
mayor. Los dos anillos restantes son las alianzas de boda de sus abuelos.»* Hay
toda una historia en ellos; una historia que solo puede ver el que la conoce,
un desencadenamiento de sentimientos y recuerdos que solo surgen cuando quien
los toca ha vivido en contacto con las personas que han participado de la
historia común.
Cuando crecemos cada vez guardamos más cosas
"inútiles". Lo hacemos porque representan algo, porciones compartidas
de nuestra vida, momentos con otros, la felicidad que se escapa entre los dedos
del tiempo y que encerramos en esos objetos. Son las llaves que abren las
puertas de los recuerdos, algo que va ganando terreno en nuestra vida. Somos
animales sentimentales, escindidos entre nuestro presente y nuestros recuerdos,
que atesoramos o tratamos de alejar de nosotros cuando son dolorosos.
La
devolución de los cuatro anillos es una forma de deshacerse de un recuerdo que
se fue haciendo más doloroso en la vida de quien lo hizo, un secreto que
le dañaba. El hecho de que haya tenido guardados
tantos años los anillos es indicativo de que ese día su vida se transformó —como
si fuera un personaje de Dostoievski, de Golding, de Green— y se inició una
lucha con sus remordimientos.
Los
seres humanos diputamos muchas batallas cada día, no solo externamente, sino
con nosotros mismos, batallas terribles y secretas que solo nosotros sabemos y
en las que comenzamos nuestra propia reconquista innumerables veces. Tras el
asalto, si hemos conseguido tomar el castillo interior, procedemos a liberar
los rehenes que quedaron encerrados entre sus oscuras paredes.
En
estos tiempos en los que muchos deberían tener remordimientos y no los tienen,
gratifica saber que en un pequeño pueblo de Oregon, alguien ganó su propia
batalla y pidió perdón. El remordimiento existe porque existe la conciencia. Algunos han querido empezar la casa por el tejado y eliminar el sentimiento de culpa antes de eliminar la injusticia. Tremendo error que solo hace más felices a los delincuentes.
*
"Devuelve cuatro anillos que había robado hacía 15 años" ABC
17/01/2013
http://www.abc.es/sociedad/20130117/abci-ladron-devuelve-anillos-201301171104.html
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