Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En los años setenta, dentro de la moda de los thrillers
políticos, se realizaron algunas películas de éxitos —algunas basadas en
novelas— que sacaron a la luz popular las especulaciones sobre qué había
ocurrido con algunos dirigentes nazis y si había algún tipo de estructura
subterránea de encubrimiento o algún poder actuando en la sombra. Quizás las
más conocidas fueran Odessa, Los niños
del Brasil y Marathon man. La
primera se basaba en un bestseller de Frederick Forsyth —el autor de la famosa
Chacal—; la segunda estaba escrita por Ira Levin —el autor de la también famosa
novela La semilla del diablo, sobre
la que realizó un gran film Roman Polanski, con Mia Farrow—; y la tercera por
el escritor y guionista William Goldman. Las tres fueron películas de éxito
dentro de lo que se podía llamar política-ficción. Componen una trilogía de la
preocupación por la pervivencia de las tramas
negras, por el resurgimiento del nazismo y sus acompañantes, el racismo y
la xenofobía.
Odessa
desarrollaba la idea de una organización secreta nazi que habría servido de
tapadera para camuflar a los nazis en la Alemania de la posguerra. Los niños del Brasil especulaba con un
doctor Mengele que habría clonado el ADN de Adolf Hitler y trataría de repetir
un nuevo Führer mediante implantación de óvulos fertilizados en madres por todo
el mundo. Marathon Man era una
historia de espionaje con un Mengele, otra vez en candelero —interpretado por
Lawrence Olivier—, enfrentado a un Dustin Hoffman corredor de fondo. Todas
daban por supuesto que el nazismo no había desaparecido, sino solamente
sumergido a la espera de tiempos mejores.
El caso de los asesinatos racistas neonazis parece sacado de un thriller de la
misma hornada que las películas y novelas citadas. Desgraciadamente no es así.
Estamos ante un oscuro caso de encubrimiento de una trama de asesinos xenófobos
y racistas activa durante diez años. Por ahora se está llevando las cabezas del
servicio secreto alemán, que no solo no consiguió llegar hasta ellos, sino que
queda en entredicho por la destrucción de documentos. El País nos dice:
La estupefacción general tras
conocerse que los servicios secretos internos alemanes (BFV) habían destruido
expedientes relacionados con la banda terrorista neonazi NSU queda expresada en
una frase del presidente de la Comisión parlamentaria que investiga el caso, el
socialdemócrata Sebastian Edathy: “esto no contribuye a desterrar las teorías
conspiratorias”.
En noviembre, justo después de
que saliera a la luz que los neonazis habían asesinado metódicamente a ocho
turcos, un griego y a una agente de policía entre 2000 y 2007, un funcionario
del BFV metió en la trituradora de papel diversos expedientes sobre los
informantes que el servicio secreto mantiene entre los neonazis del este de
Alemania. El responsable del escándalo del confeti declaró este jueves ante la
Comisión parlamentaria, pero no aclaró nada. Ni siquiera le obligaron a revelar
su nombre verdadero. Que el lunes dimitiera el jefe del BFV, Heinz Fromm, añade
más confusión a esta trama de terrorismo nazi en posible trato con miembros del
servicio secreto.*
La existencia de posibles “teorías conspiratorias” pone
nerviosos a los dirigentes políticos alemanes que deberían atajar cuanto antes
cualquier especulación. Lo malo es que cada vez que se tira un poco de la
manta, lo que sale no aclara y levanta peores sospechas. Pone en cuestión la
falta de decisión en la resolución de los crímenes que afectan a extranjeros,
una especie de racismo indirecto,
maniobra que consiste en responsabilizar a mafias cada vez que un extranjero
muere en circunstancias violentas. De esta forma se siembra el desinterés ciudadano por esos crímenes, que solo se preocupan en los casos de "turistas", por lo que puedan perjudicar la "marca" nacional de cada país.
Lo que esta banda, bien relacionada con otros círculos
nazis, realizaba era sistemático; podría haber sido detectado a no ser que
existiera interés en que no lo fuera:
En 2000, el trío inició una serie
de asesinatos racistas y atentados con bomba que continuó, impune, hasta 2007.
Para financiarse atracaban bancos. El patrón de los asesinatos era el
siguiente: elegían a un pequeño empresario de origen turco en alguna ciudad
alemana y le disparaban en la cara con una rara pistola checa. Grabaron algunos
crímenes y confeccionaron vídeos reivindicativos y vejatorios que no llegaron a
distribuir. La canciller, Angela Merkel, dice que las imágenes son “lo más
pérfido, lo más infame, lo más inhumano” que ha visto en su vida.*
Las dudas sobre la eficacia de los sistemas de vigilancia a
los neonazis son más que fundadas. Las extrañas relaciones entre policías, servicios
secretos, confidentes, infiltrados y toda esta fauna se convierte en algo
confuso. Y no solo en Alemania; parece ser una constante de los servicios
secretos. Los resultados suelen ser frustrantes porque no se sabe quién vigila
a quién.
¿Cómo puede entenderse, si no, el caso que nos cuentan de
estos neonazis?:
Uno de los episodios más
insólitos de la trama fue la detención policial en el escenario del último
asesinato racista del NSU, en 2006. Los neonazis mataron a Halit Yozgat, un
joven alemán de 21 años y ascendencia turca, en su cibercafé de Kassel (Hesse,
Oeste de Alemania). Había varias personas en la sala de ordenadores. Una de
ellas no se presentó como testigo. La policía logró aislar las pruebas de ADN
de su teclado y detuvo a un hombre llamado Andreas T. En su pueblo lo recuerdan
como el pequeño Adolf, porque de muchacho no disimulaba sus ideas ultraderechistas.
A los investigadores se les atragantó enseguida la alegría de haber dado con
una pista clave porque Andreas T. era agente del servicio secreto en Hesse. Se
encargaba de mantener el contacto con informantes y de pagar sus emolumentos
con fondos reservados. Hoy está suspendido del servicio, pero no ha sido
imputado.*
¿Puede que sean los servicios secretos los que están
infiltrados y no al contrario? Habría que escribir otro thriller para meterse en los oscuros entresijos del resurgimiento
del nazismo en las tranquilas calles de Europa, en su impunidad. Hay que tratar
de entender cómo funcionan estos grupos antes de que sigan captando adeptos y
connivencias.
Han sido ahora las noticias de los crímenes alemanes, pero todavía permanecen en nuestra memoria las más de setenta personas muertas por
la locura racista y xenófoba de Anders Breivik, el asesino despiadado de
Utoya.
El surgimiento de los neonazis griegos al hilo de las últimas elecciones nos trae cada día un alarmante recuento de fechorías. Todos los periódicos de hoy contienen noticias sobre sus actos violentos, sobre las presiones para echar a los inmigrantes de tierras griegas. Estos “infrafísicos” griegos, negadores del intelecto y apóstoles del músculo, que es lo único que cultivan, han comenzado sus campañas intimidatorias. Esperemos que la policía griega no se sienta “recortada” y actúe mejor que la alemana, con más eficacia al menos.
El surgimiento de los neonazis griegos al hilo de las últimas elecciones nos trae cada día un alarmante recuento de fechorías. Todos los periódicos de hoy contienen noticias sobre sus actos violentos, sobre las presiones para echar a los inmigrantes de tierras griegas. Estos “infrafísicos” griegos, negadores del intelecto y apóstoles del músculo, que es lo único que cultivan, han comenzado sus campañas intimidatorias. Esperemos que la policía griega no se sienta “recortada” y actúe mejor que la alemana, con más eficacia al menos.
La crisis europea no solo es una cuestión económica; es
esencialmente una cuestión moral y afecta a los valores y principios de
tolerancia, solidaridad y convivencia. Los políticos de cualquier color
deberían evitar sembrar este tipo de actitudes xenófobas con sus discursos, acciones y medidas. La
prohibición de entrar en el Reino Unido a los inmigrantes griegos, que David
Cameron ha planteado estos días, no es más que una forma de crear el caldo de
cultivo de la intransigencia, además de la insolidaridad, algo opuesto a los
principios europeos. No ha sido el único, porque ya lo hicieron los daneses al
recuperar las fronteras aduaneras con el sur europeo como forma defensiva.
Nada hay peor que la tibieza moral y los mensajes confusos sobre la naturaleza de las crisis. Responsabilizar a pueblos enteros de la crisis es una trampa que el lenguaje posibilita, y que el sentido común debería evitar utilizar para que las mentes planas de algunos no montaran sus propias novelas y películas. Estos tarados jóvenes que hoy asesinan en Alemania o Noruega no son más que los nietos ignorantes de una sociedad que ha olvidado dónde acaban estas peligrosas aventuras. La idea de Europa es la alternativa a siglos de guerras. No confundamos el consumismo con el pacifismo. La idea de una "paz europea" solo saldrá de la creación de una nueva "identidad" basada en la solidaridad, no de la xenofobia. La Europa por la que merece la pena luchar es por la que busca integrar solidariamente y no levantar distinciones, humillaciones y desprecios. Moralmente solo hay Europa de una velocidad; solo hay una velocidad moral.
Nada hay peor que la tibieza moral y los mensajes confusos sobre la naturaleza de las crisis. Responsabilizar a pueblos enteros de la crisis es una trampa que el lenguaje posibilita, y que el sentido común debería evitar utilizar para que las mentes planas de algunos no montaran sus propias novelas y películas. Estos tarados jóvenes que hoy asesinan en Alemania o Noruega no son más que los nietos ignorantes de una sociedad que ha olvidado dónde acaban estas peligrosas aventuras. La idea de Europa es la alternativa a siglos de guerras. No confundamos el consumismo con el pacifismo. La idea de una "paz europea" solo saldrá de la creación de una nueva "identidad" basada en la solidaridad, no de la xenofobia. La Europa por la que merece la pena luchar es por la que busca integrar solidariamente y no levantar distinciones, humillaciones y desprecios. Moralmente solo hay Europa de una velocidad; solo hay una velocidad moral.
Puede que salgamos de la crisis económica, pero es difícil
que salgamos de una crisis moral en la que el egoísmo y el racismo campan por
sus fueros. O Europa es una unidad de valores éticos o se quedará nada
más que un grupo de intereses circunstanciales al vaivén de la historia.
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