Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Recuerda
The New York Times las aportaciones
anteriores de Robert E. Diamond Jr, el hombre que amaba a su banco, ante la
misma comisión hace unos días y, a la luz de lo expuesto poa Agius, ya están
pensando en volverlo a traer. Pero el periódico va más allá y trae a colación
algunas declaraciones antes de que las cosas comenzaran a salir a la luz:
During
his tenure as Barclays chief executive, Robert E. Diamond Jr. spoke
passionately about creating a strong culture of integrity and trust, a common
philosophy that would breed success at the big British Bank. In a speech last
year, he emphasized that the “evidence of culture is how people behave when no
one is watching.”*
Marcus Agius y Robert Diamond Jr, directivos responsables de Barclays Bank |
Esta frase final del señor Diamond adquiere unos tintes realmente singulares ante lo sucedido con el banco. Me recuerda la afirmación de que las personas verdaderamente educadas son las que no introducen su dedo en la nariz cuando nadie las mira. La idea de que "la evidencia de la cultura es cómo se comporta la gente cuando nadie les observa", va en esa misma dirección explicativa y tiene algo de retórica e infantil, de un consejo dado por tu madre cuando vas de visita protocolaria.
Evidentemente,
lejos de las miradas de la gente, los altos ejecutivos del banco y de las demás
entidades que han realizado las mismas prácticas, no solo se han metido un dedo
en la nariz, sino que le han faltado dedos, manos y hasta narices; han
producido todo tipo de sonidos capaces de ser producidos por un cuerpo humano,
y se han limpiado con la manga de la camisa oca y narices. En fin, han roto en
privado las estrictas reglas que ellos llamaban orgullosamente
"cultura", esa "fuerte cultura de la integridad y la confianza",
como dijo Diamond, palabras dignas y hermosas, cuyo destino más elevado es
acabar en una valla publicitaria sobre una luminosa colina o en una placa de mármol
inaugurada con lágrimas emocionadas en los ojos de todos los miembros de la
entidad.
Si
esa era la pretensión individual de Diamond o la colectiva del banco, desde
luego han fracasado. Las declaraciones amorosas del ejecutivo hacia su empresa
han quedado en una retórica vacía y degradada por sus propias acciones. El
sistema financiero fue creando su propia opacidad, un universo incomprensible
para muchos de ellos y para el resto de los mortales, a los que solo les
quedaban las palabras del señor Diamond prometiendo que todos aquellos momentos
en que los banqueros no estaban a la vista, no se metían el dedo en la nariz.
La cuestión clave es que el sistema financiero ha pasado mucho tiempo lejos de
las miradas y eso ha generado una audacia insólita. Las palabras de Diamond no
son sinceras, son tranquilizadoras para una clientela obligada a fiarse de lo
que sus bancos les dicen, ofrecen o cobran.
Las
sentencias en España contra los abusos en las ofertas de productos financieros
de alto riesgo al ofrecérselos a personas incapaces de entenderlos nos muestran
más ejemplos de esa falsa "cultura" bancaria que ha incurrido en el
peor de los pecados en los que podía caer: la pérdida de la confianza. Hacía
bien Diamond en insistir en ello, ya que es la clave del sistema. Lo malo es que
insistía para intentar mantener el clima de confianza necesario para poder
seguir incumpliéndolo.
En
este contexto de incumplimiento, las nuevas declaraciones de Marcus Agius, son
un capítulo más en esta historia folletinesca, por entregas, en la que nos
vamos enterando de la distancia que va entre la sonrisa de la valla
publicitaria y la realidad de la que se aleja. Señala
The New York Times:
When
asked why senior managers did not question decisions to report artificially low
rates, Mr. Agius said that the bank handled many difficult situations after the
collapse of Lehman Brothers in 2008.
“I
think it reflects the extraordinary times,” he said.*
No
queda claro si los "tiempos extraordinarios" referidos por Agius son
una justificación de la falta de ética y del enriquecimiento de entidades y
ejecutivos acosta de sus clientes o se refiere e la excepcionalidad de la crisis.
Cualquiera de las dos respuestas dejan en evidencia la falta de escrúpulos de
la cúpula. Uno empieza justificando el robo por la necesidad; después descubre
que es más cómodo que trabajar honestamente; y finalmente se comprende que es un
camino más rápido hacia el éxito. Todo consiste en evitar meterte el dedo en la
nariz en público y una elegante corbata.
Lo
extraordinario de los tiempos no justifican las prácticas de este banco ni de
ningún otro. La comisión le ha recordado a Marcus Agius que las manipulaciones
ya habían sido cuestionadas por el regulador:
In April,
Adair Turner, chairman of the Financial Services Authority, wrote a letter to
Mr. Agius, addressing what the regulator perceived as overly aggressive
practices at the bank. He pointed to Barclays’ efforts to avoid paying around
$774 million in corporate taxes and some of the bank’s accounting methods.
“Barclays
often seems to be seeking to gain advantage through the use of complex
structures, or through regulatory approaches which are at the aggressive end of
interpretation of the relevant rules and regulations,” Mr. Turner wrote.*
Los
banqueros —no solo ellos— han conseguido darle un nuevo sentido a la "agresividad", antesala del
fraude. El problema es que cuando se detecta la "agresividad" suele
significar que ya se han comido la mitad de la presa. La falta de eficacia de
los bancos reguladores e instituciones para detectar y frenar las prácticas de las entidades que
han causado estos desastres debería ponernos sobre aviso.
Los
titulares de la prensa de ayer —desde la clave de las luchas políticas
nacionales—presentaban las ayudas a la banca española como una especie de
debacle intervencionista, de invasión napoleónica, sobre un orgullo patrio mal entendido. El diario El País escribe hoy:
El rescate de la banca española
otorgará más poderes para el Banco de España y menos para el Ministerio de
Economía, dará información a raudales al BCE y el resto de organismos europeos
sobre las entidades españolas y, sobre todo, supondrá una colosal cesión de
poderes de las entidades que reciban ayuda. A cambio, los contribuyentes
europeos pondrán de su bolsillo hasta un máximo de 100.000 millones.**
Una vez puesto en marcha, no me parece mal. Se juega con nuestros "sentimientos" y se canaliza la frustración hacia aquellos lugares en los que sea más beneficiosa para unos y otros. Creo que los controles a la banca, asegurarse que el dinero que se da sea para lo que es, debe verse como una garantía para todos, ya que todos nos veremos afectados en un sentido o en otro. Vigilar a los bancos directamente es reconocer que es en ellos en donde está el problema y no en los demás. Y sus problemas derivan precisamente de la conjunción de dos factores: la "agresividad" bancaria —por utilizar el eufemismo de los británicos—, que ha llevado al límite y traspasado ampliamente la legalidad de sus prácticas, ya sea por beneficio de la entidad o lucro personal, directo o indirecto, por un lado, y por otro la incapacidad "política" de las instituciones para vigilarlos, en especial los bancos reguladores, en cuya independencia nunca se insistirá bastante.
La ineficacia de nuestro Banco de España en cumplir sus funciones es similar a la del británico, con los agravantes del gran peso de nuestra clase política en el sector bancario a través de las Cajas y otras entidades financieras que han acogido como "embajadores" a los políticos en sus consejos de administración. Esa presencia se paga en pérdida de autonomía y, por tanto, de eficacia ante los problemas.
Creo
que el control sobre estas entidades no debe verse como una "pérdida de
soberanía" (no quiere decir que no lo sea, pero hace tiempo que la
"soberanía" es otra cosa), sino como una forma de actuación de las
instituciones de las que también formamos parte (que no se nos olvide) y cuya función es asegurarse que
el dinero de todos europeos (entre los que nos encontramos) sirve para arreglar
los males del presente y evitar que se repitan en el futuro. Si vienen y hacen
lo que nuestros políticos han sido incapaces de hacer, poner en orden, no seré yo el
que se queje. Los bancos son necesarios y tienen un papel esencial en el
sistema económico. Si funcionan, muy bien; si no, nos hunden a todos.
Hay un problema general con esa "cultura" bancaria que se lleva arrastrando mucho tiempo y que obedece a causas que están sobradamente analizadas por los expertos: la transformación de la ética de los negocios en un discurso vacío para uso exclusivo de las vallas publicitarias; el cambio de las relaciones con los clientes anteponiendo el beneficio de la entidad; el estímulo personal en la especulación y la reducción del riesgo de acabar en la cárcel, etc. Todo está ahí y hay que ponerle el cascabel.
Las
crisis que comenzaron con las quiebras norteamericanas son, como señalaba
Marcus Agius ante la comisión parlamentaria, "extrordinary times",
pero lo son por sus propias acciones, que han contribuido a convertirlos en
negativos para todos. Acostumbrados a un enriquecimiento rápido y multimillonario, al protagonismo social, muchos no estaban dispuestos a dejarlo.
No se puede estar tanto tiempo con el dedo en la nariz. Te acaban pillando.
No se puede estar tanto tiempo con el dedo en la nariz. Te acaban pillando.
*
"Parliament Questions Culture at Barclays" The New
York Times 10/07/2012
http://dealbook.nytimes.com/2012/07/10/parliament-questions-culture-at-barclays/?hp
**
"Bruselas impondrá duros planes de reestructuración al dar las
ayudas" El País 10/07/2012
http://economia.elpais.com/economia/2012/07/10/actualidad/1341951643_373383.html
Marcus Agius paseando con el alcalde de Londres |
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