Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hace unos días, los medios informativos daban cuenta de la
muerte de un galápago en las islas de igual nombre que Charles Darwin visitó
como naturalista del HMS Beagle y acompañante de su capitán, Robert Fitzroy. El
galápago tenía el apropiado nombre de “Solitario George” y era el último
representante de la especie Chelonoidis
abringdoni. Apareció por sorpresa, en 1972, en la isla Pinta. Y ya estaba
solo. George era un ejemplar único, en muchos sentidos. Nos cuentan que
A lo largo de casi cuatro décadas
se intentó que se reprodujera. Inicialmente convivió con dos tortugas hembras
de la especie del volcán Wolf, con quienes consiguió aparearse después de 15
años de convivencia, pero los huevos resultaron infértiles.*
Pasó George de estar solo a demasiado acompañado. No sabemos
cuánto duran los cortejos de las tortugas, pero quince años para aparearse es
mucho tiempo, lo que confirma la lentitud de las tortugas. La separación de la
especies juega estas malas pasadas y lo que los genes han separado, no lo junta
el hombre. La infertilidad de los huevos, no dio lugar ni a tortugas estériles,
como las mulas, sino que dejó a los huevos como simples huevos, sin pasar de ahí.
Y es que el huevo —el rey de la creación en todos sus formatos— se queda en
nada si se queda en huevo.
Dicen que “solitario George” rondaba los cien años, que no
sé si es mucho o poco para una tortuga. Pero como lo leo en las páginas de Europa
Press de Ecuador, casi la mitad de los comentarios que veo son chistes sobre
Rafael Correa, uno de los presidentes que más estimula el sentido del humor en
el mundo, aunque a él no le haga gracia. Propone un comentarista espontáneo de
la noticia que, si embalsaman al “Solitario George”, embalsamen encima al “Solitario
Correa”, que es de por sí una imagen que tiene su gracia solo con pensarla. Los
humanos somos así, lo asociamos todo. La imagen de un Correa estático
cabalgando a lomos de una tortuga embalsamada, les parecerá a algunos una metáfora
divertida de su presidente.
A mí, en cambio —ya que no suelo pensar habitualmente en
Correa, aunque entiendo que otros lo hagan—, la asociación de ideas me llega al leer la noticia
en La Vanguardia de ayer sobre la extinción de un oficio, el de relojero. Nos
cuenta el periódico que Joan Pedrals es relojero de campanarios, de tercera
generación, y que aunque tiene un nieto pequeño que le encantan los relojes, no
se fía de los estragos que los humanos hacemos en los oficios y ha decidido
escribir en su blog lo que sabe, por si resulta ser el último de su
especie:
"Quedamos muy pocos
relojeros que conozcamos estas mecánicas y yo, a mis sesenta años, soy uno de
los más jóvenes", explica Pedrals, preocupado por el futuro de este arte.
El relojero de Moià es el tercero de una generación en el oficio que empezó su
abuelo por parte de madre, el manresano Joan Conesa. "Fue uno de los
grandes maestros de la relojería", explica orgulloso Pedrals. Aunque
advierte: "Si mi abuelo se enterara de que estoy escribiendo todo esto no
le gustaría nada". De momento su intención no es publicarlo, pero va
lanzando algunos ítems a través de su blog.**
Joan Pedrals, el “solitario Pedrals” para nosotros, recorre España y el
mundo, de campanario en campanario. No solo ajusta y repara relojes de campanarios
catalanes, sino que está satisfecho con los retoques en los repiques del reloj
de la catedral de Santiago, repique a la
catalana, que le coló al Papa en una visita a Galicia, según cuenta en La Vanguardia. Dice que ahora tiene
pendiente en Venezuela, “si Chávez le deja”, un reloj de campanario que va
necesitando reparación. No entraré esta vez en asociaciones.
Reloj de la catedral de León |
La gran diferencia entre el Solitario George y el relojero
Pedrals es la que distancia a la naturaleza de la cultura: podemos escribir
nuestros recuerdos y dejarlos pendientes de lectura para las generaciones
venideras. La extinción cultural es el olvido, como sabían los antiguos, que
luchaban para mantener vivos los recuerdos con la memoria individual y
colectiva, compartiendo lo que ni quería que se perdiera.
Por muchos recuerdos que George tuviera, no pasarían a sus
huevos, ya que el lamarckismo se
desestimó en la evolución hace tiempo, desde que comprendimos el funcionamiento
de la genética. Los relojeros no tienen hijos relojeros a menos que se empeñen
y les guste a ellos. Si cada vez que leemos un libro, pasara a nuestros
descendientes, no sé qué haría la SGAE, a quién demandaría.
Sin embargo, la cultura sí es lamarckiana en un sentido; sí pasan las
cosas de nuestro entorno social a nosotros sin copulación —que si no habría gente muy culta—, aunque se pierden con igual facilidad si
no se conservan. Por eso la escritura rompió las reglas de la información
biológica y el conocimiento queda latente a la espera de que algún descendiente, por los motivos
que sean, recupere y active lo que sus antepasados decidieron
llevar al papel, al blog o al vídeoblog.
El obstáculo de la transmisión cultural es el mismo que
impidió la reproducción del “Solitario George”: la infertilidad debida a la
separación entre especies. Como texto genético, George resultaba ilegible para sus compañeras. Por mucho que desde fuera se vieran como tortugas y
pudieran aparearse, por dentro tenían ya los genes tan distintos que no eran "compatibles".
En la cultura también se produce este fenómeno y lo llamamos
“indiferencia”. La memoria escrita que nos llega deja de ser fértil y no produce nada nuevo por la
indiferencia de los descendientes. Cuando dos generaciones se vuelven tan
distantes que son incapaces de entenderse a través de su legado, se produce esa
extinción cultural por falta de
interés y que causan el olvido y la ignorancia. Para evitarlo se desarrolló la
educación, que trata de mantenernos unidos y fértiles unos con otros. La
fertilidad de las ideas viene de su reciclado, de su actualización para
hacerlas nuestras en el presente. Claude Levi-Strauss, entendió que el reciclado era un mecanismo cultural de
primer orden y lo hizo parte importante de su pensamiento antropológico.
Homenaje a Claude Levi-Strauss "reciclando" sus fotografías originales |
Pero me temo que nuestra civilización sea cada vez menos recicladora y, en cambio, más autista y
endogámica. Lo que se recicla está cada vez más próximo a nosotros, como
demuestra el estreno este fin de semana de The
Amazing Spiderman. Nuestros “clásicos” son ya de antes de ayer, mientras se
abren inmensas brechas entre la cultura de generaciones anteriores y nuestra
vida presente. Es la deriva de los continentes culturales. Decimos adiós a nuestros
antepasados, rumbo al olvido.
“¡Cómo pasa el tiempo; parece que fue ayer!”, que diría el “Solitario
George”, dispuesto estoicamente a un nuevo e inútil intento de apareamiento con
su harén incompatible. ¡Qué duro es, además de no poder hablar, no tener nada
que decirse!
* "Muere 'Solitario George', la famosa tortuga gigante
de las Islas Galápagos" Ep / latam 25/06/2012 http://www.europapress.es/latam/ecuador/noticia-ecuador-muere-solitario-george-famosa-tortuga-gigante-islas-galapagos-20120625154706.html
** "Escriben los secretos de la relojería por si se
pierde el oficio" La Vanguardia 9/07/2012
http://www.lavanguardia.com/local/20120709/54317473029/escriben-secretos-relojeria-pierde-oficio.html
Claude Levi-Strauss |
Homenajes a George |
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