martes, 10 de julio de 2012

El relojero y el galápago

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hace unos días, los medios informativos daban cuenta de la muerte de un galápago en las islas de igual nombre que Charles Darwin visitó como naturalista del HMS Beagle y acompañante de su capitán, Robert Fitzroy. El galápago tenía el apropiado nombre de “Solitario George” y era el último representante de la especie Chelonoidis abringdoni. Apareció por sorpresa, en 1972, en la isla Pinta. Y ya estaba solo. George era un ejemplar único, en muchos sentidos. Nos cuentan que

A lo largo de casi cuatro décadas se intentó que se reprodujera. Inicialmente convivió con dos tortugas hembras de la especie del volcán Wolf, con quienes consiguió aparearse después de 15 años de convivencia, pero los huevos resultaron infértiles.*

Pasó George de estar solo a demasiado acompañado. No sabemos cuánto duran los cortejos de las tortugas, pero quince años para aparearse es mucho tiempo, lo que confirma la lentitud de las tortugas. La separación de la especies juega estas malas pasadas y lo que los genes han separado, no lo junta el hombre. La infertilidad de los huevos, no dio lugar ni a tortugas estériles, como las mulas, sino que dejó a los huevos como simples huevos, sin pasar de ahí. Y es que el huevo —el rey de la creación en todos sus formatos— se queda en nada si se queda en huevo.


Dicen que “solitario George” rondaba los cien años, que no sé si es mucho o poco para una tortuga. Pero como lo leo en las páginas de Europa Press de Ecuador, casi la mitad de los comentarios que veo son chistes sobre Rafael Correa, uno de los presidentes que más estimula el sentido del humor en el mundo, aunque a él no le haga gracia. Propone un comentarista espontáneo de la noticia que, si embalsaman al “Solitario George”, embalsamen encima al “Solitario Correa”, que es de por sí una imagen que tiene su gracia solo con pensarla. Los humanos somos así, lo asociamos todo. La imagen de un Correa estático cabalgando a lomos de una tortuga embalsamada, les parecerá a algunos una metáfora divertida de su presidente.

A mí, en cambio —ya que no suelo pensar habitualmente en Correa, aunque entiendo que otros lo hagan—, la asociación de ideas me llega al leer la noticia en La Vanguardia de ayer sobre la extinción de un oficio, el de relojero. Nos cuenta el periódico que Joan Pedrals es relojero de campanarios, de tercera generación, y que aunque tiene un nieto pequeño que le encantan los relojes, no se fía de los estragos que los humanos hacemos en los oficios y ha decidido escribir en su blog lo que sabe, por si resulta ser el último de su especie:

"Quedamos muy pocos relojeros que conozcamos estas mecánicas y yo, a mis sesenta años, soy uno de los más jóvenes", explica Pedrals, preocupado por el futuro de este arte. El relojero de Moià es el tercero de una generación en el oficio que empezó su abuelo por parte de madre, el manresano Joan Conesa. "Fue uno de los grandes maestros de la relojería", explica orgulloso Pedrals. Aunque advierte: "Si mi abuelo se enterara de que estoy escribiendo todo esto no le gustaría nada". De momento su intención no es publicarlo, pero va lanzando algunos ítems a través de su blog.**


Joan Pedrals, el “solitario Pedrals” para nosotros, recorre España y el mundo, de campanario en campanario. No solo ajusta y repara relojes de campanarios catalanes, sino que está satisfecho con los retoques en los repiques del reloj de la catedral de Santiago, repique a la catalana, que le coló al Papa en una visita a Galicia, según cuenta en La Vanguardia. Dice que ahora tiene pendiente en Venezuela, “si Chávez le deja”, un reloj de campanario que va necesitando reparación. No entraré esta vez en asociaciones.

Reloj de la catedral de León
La gran diferencia entre el Solitario George y el relojero Pedrals es la que distancia a la naturaleza de la cultura: podemos escribir nuestros recuerdos y dejarlos pendientes de lectura para las generaciones venideras. La extinción cultural es el olvido, como sabían los antiguos, que luchaban para mantener vivos los recuerdos con la memoria individual y colectiva, compartiendo lo que ni quería que se perdiera.
Por muchos recuerdos que George tuviera, no pasarían a sus huevos, ya que el lamarckismo se desestimó en la evolución hace tiempo, desde que comprendimos el funcionamiento de la genética. Los relojeros no tienen hijos relojeros a menos que se empeñen y les guste a ellos. Si cada vez que leemos un libro, pasara a nuestros descendientes, no sé qué haría la SGAE, a quién demandaría.
Sin embargo, la cultura sí es lamarckiana en un sentido; sí pasan las cosas de nuestro entorno social a nosotros sin copulación —que si no habría gente muy culta—, aunque se pierden con igual facilidad si no se conservan. Por eso la escritura rompió las reglas de la información biológica y el conocimiento queda latente a la espera de que algún descendiente, por los motivos que sean, recupere y active lo que sus antepasados decidieron llevar al papel, al blog o al vídeoblog.


El obstáculo de la transmisión cultural es el mismo que impidió la reproducción del “Solitario George”: la infertilidad debida a la separación entre especies. Como texto genético, George resultaba ilegible para sus compañeras. Por mucho que desde fuera se vieran como tortugas y pudieran aparearse, por dentro tenían ya los genes tan distintos que no eran "compatibles".
En la cultura también se produce este fenómeno y lo llamamos “indiferencia”. La memoria escrita que nos llega deja de ser fértil y no produce nada nuevo por la indiferencia de los descendientes. Cuando dos generaciones se vuelven tan distantes que son incapaces de entenderse a través de su legado, se produce esa extinción cultural por falta de interés y que causan el olvido y la ignorancia. Para evitarlo se desarrolló la educación, que trata de mantenernos unidos y fértiles unos con otros. La fertilidad de las ideas viene de su reciclado, de su actualización para hacerlas nuestras en el presente. Claude Levi-Strauss, entendió que el reciclado era un mecanismo cultural de primer orden y lo hizo parte importante de su pensamiento antropológico.

Homenaje a Claude Levi-Strauss "reciclando" sus fotografías originales

Pero me temo que nuestra civilización sea cada vez menos recicladora y, en cambio, más autista y endogámica. Lo que se recicla está cada vez más próximo a nosotros, como demuestra el estreno este fin de semana de The Amazing Spiderman. Nuestros “clásicos” son ya de antes de ayer, mientras se abren inmensas brechas entre la cultura de generaciones anteriores y nuestra vida presente. Es la deriva de los continentes culturales. Decimos adiós a nuestros antepasados, rumbo al olvido.
“¡Cómo pasa el tiempo; parece que fue ayer!”, que diría el “Solitario George”, dispuesto estoicamente a un nuevo e inútil intento de apareamiento con su harén incompatible. ¡Qué duro es, además de no poder hablar, no tener nada que decirse!

* "Muere 'Solitario George', la famosa tortuga gigante de las Islas Galápagos" Ep / latam 25/06/2012 http://www.europapress.es/latam/ecuador/noticia-ecuador-muere-solitario-george-famosa-tortuga-gigante-islas-galapagos-20120625154706.html

** "Escriben los secretos de la relojería por si se pierde el oficio" La Vanguardia 9/07/2012 http://www.lavanguardia.com/local/20120709/54317473029/escriben-secretos-relojeria-pierde-oficio.html

Claude Levi-Strauss

Homenajes a George

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