Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
banca se está mostrando como un sector irresponsable en más de un sentido. La
aventura financiera en la que las entidades competían desarrollando brillantes
productos que, según algunas versiones, ni ellos mismos entendían fue
responsabilidad exclusiva suya. El escándalo de la manipulación de Libor ha
sido exclusivamente suyo, pues eran ellos los que elaboraban los índices. Un
nuevo escándalo sacude ahora Estados Unidos y al Reino Unido (y a todo el
mundo) sobre el blanqueo de dinero del narcotráfico, la financiación del
terrorismo, etc. Tras un año de investigaciones, el informe del Senado de los
Estados Unidos sobre las actividades del HSBC ha sido demoledor. Nos cuenta el
diario El Mundo:
El presidente del subcomité, el demócrata Carl Levi, subrayó al
comienzo de la audiencia la "gran preocupación del subcomité y de todos
los estadounidenses del comportamiento durante años (del banco) que no tomó
ninguna acción formal o informal" para evitar estas operaciones de
blanqueo.
Y lamentó que la falta de acción puede
permitir que "los delincuentes utilicen dólares de Estados Unidos y
transferencias para cometer delitos, armar grupos terroristas, producir y
transportar drogas ilegales e incluso tratan de obtener armas de destrucción
masiva".*
De
nuevo es un banco británico el que está en el punto de mira. Tras Barclays
Bank, le toca el turno a HSBC y escuchamos las mismas cantinelas por parte de
sus ejecutivos ante las comisiones. David Bagley, jefe del departamento de
control del banco británico ha señalado: "A pesar de los esfuerzos y la
dedicación de muchos profesionales, HSBC no ha estado a la altura de nuestras
propias expectativas y las expectativas de nuestros reguladores."*
Todo
suena a una broma, a un ejercicio de mal gusto institucional, pues las personas
que declaran, los máximos responsables, tratan de realizar el ejercicio
imposible de salvar a sus propios bancos declarándose idiotas, minimizando las responsabilidades de la entidad. En la
vida uno se puede declarar culpable, inocente o idiota. Por ahora no tenemos culpables,
nadie se ha declarado inocente y si
muchos idiotas, pues no es otro el sentido de la declaración de alguien
responsable del "departamento de control" que reconoce no haber controlado nada.
Declararse
idiota, además, es una forma de echar
balones fuera. Es decir a los que investigan que se pierdan entre los millones
de operaciones, retorcidas hasta el extremo, para burlar los controles del
propio banco o de los reguladores.
Obsérvese
que el caso del HSBC es diferente y complementario del caso Barclays Bank. En
el caso Barclays tenemos que la entidad actúo contra sus clientes, modificando datos para que el banco ganara más
en sus cobros, mientras que en el caso HSBC tenemos un banco que aceptó los
clientes que no debía, realizando operaciones que tampoco debía. El objetivo de
ambos era el beneficio del banco y, a través de los incentivos, de las personas
que se llevaban más ganancias por desarrollar "bien" su trabajo.
Los
trabajadores de Barclays y de HBSC no han ido contra sus bancos, al contrario: les han hecho ganar más dinero. No
ha habido un solo caso en el que los bancos se hayan sentido perjudicados por
sus empleados, si exceptuamos lógicamente las sanciones posteriores por las
actividades.
Jérôme Kerviel |
Quizá
sea interesante recordar algunos casos recientes, como el de Jérôme Kerviel, el
bróker que hizo perder 4.500 millones
de euros a la Société Général en 2008. El banco francés manifestó muy contundentemente
que Kerviel había asumido riesgos excesivos una vez que se destapó el asunto.
Société Générale se presenta como acusación
particular contra su ex operador, para hacer hincapié en el perjuicio sufrido
por su acción pero, sobre todo, porque en sus interrogatorios aseguró que sus
superiores habían hecho la vista gorda sobre sus arriesgadas operaciones.**
Kerviel
es un ejemplo de dos cosas: de cómo se busca un equilibrio entre riesgo y
ganancias, por un lado, y de cómo reaccionan tus superiores (y responsables)
cuando dejas al descubierto la primera condición. El banco se lanzó contra el
empleado con gran furia, convirtiéndole en una especie de genio informático que había logrado burlar los sistemas de defensa
del banco frente a este tipo de operaciones:
El miércoles 23, el director Daniel Bouton
dio cuenta en público de la catástrofe. Aguantándose la cabeza con las manos,
destrozado, definió al discreto operador como "un formidable
disimulador" y "un genio de la informática", transformándole en
una especie de enemigo público número uno y buscando las explicaciones más
burdas. Dijeron que "tenía problemas personales"; la muerte de su
padre, de cáncer, hace dos años le habría afectado mucho. Y su novia le había
dejado.***
La
desesperación de Daniel Bouton es acorde con el daño, esta vez real, producido
al banco. Su empleado había sido un "genio" infiltrado que había
perjudicado. Kerviel era claramente un "culpable". Su jefes eran
inocentes y no había idiotas a la vista. Sin embargo, el bróker no se resignó a
representar el papel. El joven, que siempre presumió —según nos cuentan— de su
parecido con el actor Tom Cruise, no estaba dispuesto a que convirtieran su
caso en una especie secuela de Misión Imposible. Y menos de Risky Business. Los datos biográficos no casaban
demasiado con la historia del súper villano que pretendían adjudicarle en la Société Général. La suya era más parecida a un personaje de balzaquiano, a un Rastignac moderno que llega a conquistar París y acaba en la modesta pensión Vauquer. Nos contaban entonces:
Su biografía, hasta hace una semana, describe una vida transparente.
Acabado el bachillerato ingresó en la Universidad de Quimper, no muy lejos de
su pueblo, y optó por estudiar economía. Atraído por las finanzas,
probablemente en el rastro de su hermano mayor, consiguió una beca de BNP
Paribas para hacer un máster en finanzas en la Universidad Lumière de Lyón; un
título creado por los principales bancos franceses para formar operadores
bursátiles de nivel medio. "Los tipos más brillantes o más ambiciosos no
vienen aquí", reconocía la directora del departamento de ingeniería
financiera, Valérie Buthion.
Sus profesores no guardan ningún recuerdo
especial de Kerviel. "Era un estudiante como los demás, nada
particular", explicaba uno de ellos. "Si era un genio de la
informática", añadía refiriéndose a los calificativos que le había
dedicado el presidente de SG, Daniel Bouton, cuando hizo público el fraude,
"aquí nunca nos dimos cuenta". Obtuvo la calificación de "assez
bien", y en 2000, un mes antes de graduarse, ya tenía un empleo en la SG.***
En esas
mismas fechas, en 2008, saltó otro caso sonado en la banca, el del ejecutivo
argentino de JP Morgan, Hernán Arbizu, acusado de fraude por su banco, cargos que
fueron definidos perfectamente y, como veremos, Arbizu reconoció sin problemas:
El lunes, el fiscal Michael García anunció una acusación de 15 cargos
en contra del ex ejecutivo, los que incluyen malversación por un funcionario
del banco, fraude bancario, suplantación de identidad y 12 cargos por fraude electrónico.
Según la acusación, Arbizu realizó
supuestamente transferencias electrónicas no autorizadas por unos US$ 5,38mn
desde cuentas mantenidas en UBS (NYSE: UBS) y JPMorgan entre marzo del 2007 y
abril del 2008, incluidos unos US$ 2,8mn en cuatro transacciones el 15 de abril
del 2008.****
Hernán
Arbizu había realizado prácticas claramente fraudulentas que incluían
falsificaciones de firmas de clientes del banco. Arbizu fue vicepresidente de JPMorgan y su huida a la Argentina y autoinculpación para ser juzgado allá, y no estraditado a los Estados Unidos, tuvo una serie de complicadas implicaciones políticas, especialmente por las informaciones sobre lavado de dinero y evasión de impuestos de directivos del grupo Clarín, entre otros, que han sido utilizadas en la lucha política argentina. Un caso doblemente sucio, en lo económico y en lo político. Arbizu tenía mucha información y supo negociar con ella. No todo es "volver a Keynes" allá.
Por el contrario, lo que Kerviel
había hecho era aplicarse a favor de su propio banco.
Empezó ganando no más de 35.000 euros brutos
anuales. Actualmente estaba en los 50.000, una suma relativamente modesta para
un trader que llevaba ya ocho años en
la casa. Aunque este año esperaba obtener una prima especial de nada menos que
600.000 euros, aunque el banco sólo le reconocía la mitad. Y en esa negociación
estaba antes de saltar a la fama, convencido de que merecía esta recompensa no
tanto por el dinero en sí, sino como reconocimiento a su capacidad y valía profesional
y por lo mucho que le había hecho ganar al banco.***
Hernán Arbizu |
Si
Jérôme Kerviel esperaba conseguir una prima de 600.000 euros ese año, los
beneficios que había dado al banco serían importantes, superiores a lo que la
Société dijo haber perdido. Pero lo más importante es la actitud de Kerviel,
contraria a la Arbizu. El ejecutivo argentino era un delincuente que se
enfrentaba a una petición de 30 años de cárcel, que buscaba su propio beneficio
contra su empresa; Kerviel, por el contrario, era un buen empleado que remaba en la misma dirección que su empresa y
jefes, ganando todos proporcionalmente.
Los
casos de Barclays Bank y HSBC ahora y los de la Société Général y JP Morgan en
2008 nos abren un muestrario de inocentes, culpables e idiotas. La cuestión que
está sobre el tapete es general. El sector bancario necesita demostrar que los
buenos bancos no son solo los que ganan mucho, porque se puede ganar de muchas
maneras. Esto no es más que el resultado de dos principios: el de vale todo y
el de la responsabilidad moral. El primero ha sido denunciado desde todos los
ángulos y se refiere a la creación de nuevos territorios financieros en los que
no hay límites porque se han convertido en marañas deliberadas en los que se
trata de ganar sin enterarse de cómo. El segundo, el principio de
responsabilidad moral supone la responsabilidad de aquellos que trabajan con un
dinero que no es suyo y que asumen riesgos que otros pagarán. Creo que hay que
ir más allá del concepto clásico y plantearlo desde los beneficios y no solo
desde las pérdidas. Existe también "responsabilidad moral" cuando el
banco, sus empleados y sus accionistas, se han beneficiado, como es el caso de HSBC, del blanqueo de dinero
proveniente del narcotráfico o para financiación del terrorismo. Es indudable
que esas operaciones se realizaron porque eran beneficiosas para HSBC, como
eran beneficiosas las operaciones de Jérôme Kerviel para su banco, la Société
Général.
El
beneficio es beneficio hasta que deja de serlo; pero la inmoralidad lo es con
beneficios o con pérdidas. Gran parte de nuestra crisis actual es una
derivación lógica de la separación entre moralidad y delito; la primera se
relaja mientras que el segundo se vuelve más preciso, dejando mayores espacios
para la maniobra: todo lo que no está prohibido está permitido. Y lo nuevo se
vuelve confuso. Recordemos los avisos a Barclays sobre estar trabajando en los límites del sistema. Puede que no sea fácil
poner los límites, pero lo cierto es que se han ido ensanchando, eliminando las
barreras y filtros que podían impedir muchos desastres. En eso coinciden todos
los analistas de la crisis actual.
Mientras
decidimos si son culpables o inocentes, la mayoría procuran declararse idiotas, es decir, desconocedores de las
prácticas de sus propias instituciones. Una buena táctica que les permite expresiones
emocionadas sobre el amor por sus bancos y profesión. Ya lo decían: el amor es ciego.
* "Un alto ejecutivo de HSBC dimite por
el escándalo de blanqueo de dinero". El
mundo 17/07/2012
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/07/17/economia/1342550497.
** "El "broker" más temido de
la banca abandona la cárcel". El
Mundo 19/03/2008
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