sábado, 7 de julio de 2012

La prevaricación informativa

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Una vez más, se afrontan los relevos en Televisión Española con un debate complicado porque siguen la inercia envenenada de los relevos anteriores. El diario El Mundo nos informa de los resultados del “referéndum” realizado en la casa para explicar numéricamente qué les parece el nuevo director propuesto para los informativos:

El censo para esta consulta, realizada durante las jornadas del jueves y el viernes, abarca un total de 1.607 personas. En ella ha predominado la abstención, que ha ascendido a 1.135 periodistas (un 70%). Sólo se han registrado 472 votos (29% del censo).
De estos 472 votos, sólo 38 personas (el 8%) se han mostrado favorables a la designación, mientras que 335 (el 70%) se han posicionado en contra y 99 (20%) han votado en blanco.*

No sé si son resultados sorprendentes o no. Depende de lo que cada uno esperara y se han hecho interpretaciones muy diversas, casi extremas, radicales y perversas de los mismos datos. Televisión Española y Radio Nacional tienen muy buenos profesionales; eso lo saben y lo dice todo el mundo, empezando por los espectadores y oyentes. Ser buenos profesionales no significa ser del gusto de todos. Es casi imposible que los periodistas tengan aceptación política unánime. Pero tampoco los periodistas deportivos, los críticos de cine, los gastronómicos o cualquier otro que complete una frase y la publique. Los problemas vienen por otro lado.

Titulares de El Mundo
El sentido de la propiedad de los políticos sobre Televisión Española y los canales autonómicos es absoluto y mientras esto sea así —y es difícil que deje de serlo—, se seguirán produciendo conflictos y recelos.  La profesión periodística tiene además una larga memoria de agravios y cuentas ajustadas en los caminos que dificulta el trabajo de los profesionales. No creo que exista profesión más dividida que la periodística. Y lo es contra sus propios intereses, porque si estuviera más unida podrían defenderse mejor y hacer causa común de la independencia —que no es lo mismo que la neutralidad ante lo que ocurre— con la que afrontar el día a día.

Titulares de El País
El gran pecado del periodismo es la prevaricación informativa. Prevaricación es escribir sectariamente, al dictado, injustamente, incumpliendo el compromiso con los lectores, algo consustancial al Periodismo. El prevaricador informativo siempre tiene escrito el titular y las conclusiones. El sectarismo es lo opuesto a la información, en sus fines y en sus medios. El periodista decide cada día y lo hace ante el tribunal de su conciencia primero y de sus lectores, oyentes o espectadores después. La hipocresía de algunos es pensar que eso es solo algo a lo que están obligados los periodistas de las cadenas públicas, y que desde sus atalayas privadas pueden jugar a ser como la prensa deportiva, que anima sin tapujos a su equipo con tal de vender. El contrario siempre mete los goles en fuera de juego y sus entradas merecedoras de tarjeta roja. El periodista puede y debe tener ideas, pero no debe tener “equipo”.
La connivencia entre periodistas y políticos es un mal casi irremediable que no gusta a la mayor parte de la profesión, que lo que suele buscar y preferir es que se respete su voluntad de equivocarse honestamente y no tener que escribir al dictado de nadie. Pero hay otros que disfrutan de ello y entienden el periodismo como parte de una causa general que es el poder. Esto es un gran error del que muchos se benefician y, por tanto, difícil de erradicar. Erradicar significa “arrancar de raíz”, algo casi imposible en este campo que tiende más a recortar todo lo que pueda el bonsái de la independencia periodística.


Y es que nos equivocamos cuando pensamos que todos los periodistas quieren ser independientes. Es nuestra deformación racionalista, como la que nos induce a pensar que la gente normalmente constituida ama el bien. Pero la independencia siempre es un camino peligroso, desagradecido, y cuya luz al final de túnel suele provocar dolores de cabeza. Por el contrario, al igual que ocurre en otros sectores, el medrar, el servilismo, los silencios cómplices, se suelen cotizar al alza y provocan pingües beneficios a aquellos que los practican. Si, además de servil, eres déspota con los subordinados, a los que obligas a seguirte la corriente ideológica, tienes casi asegurado un puesto y un (buen) sueldo para el resto de tu vida. El puesto puede ser itinerante, pero siempre lo tendrás si realizas tus tareas propagandísticas con eficacia allí donde vayas. Siempre hace falta gente así para que funcione la cadena de mando.

Tiene razón la periodista Ana Pastor —una buena profesional, que también aguanta lo suyo—, al señalar en el mismo diario “que la televisión pública debe gustar a los ciudadanos y no a los políticos”**. Lo malo es llegar a saber si también a los ciudadanos les gusta la independencia o si son tan sectarios como los políticos a los que eligen, y gustan de la sangre y el degüello mediático. A los políticos, sectarios por naturaleza, les gustan los países a su imagen porque así cada uno tiene su propio cubo en el que pescar. No basta con gustar al público; hay que hacer que le guste y valore la independencia informativa. Los premios repetidos a los informativos de RTVE, por parte de profesionales y público, así lo acreditan.
Cuando le preguntan sobre si recibe llamadas de los políticos, Ana Pastor contesta:

—Recados políticos llegan. La cuestión es si se aceptan o no. Yo creo que lo que ha distinguido esta etapa es que, si llegan (los recados) nuestro trabajo es el mismo. Nuestros aciertos y nuestros errores son nuestros, no son de los políticos. Ésa es una de las grandes ventajas que tenemos ahora los que trabajamos aquí en TVE.**

Y es que al político lo primero que le enseñan, hasta en esos campamentos de verano para los alevines, es a cómo entrarle a la prensa, cómo camelarla, cómo detectar quién es de los tuyos y quiénes de ellos. Los periodistas están en las agendas políticas con crucecitas y asteriscos, marcando por dónde respira cada uno, a quién se puede llamar para contarle o que te cuente en cada caso. Es un mal que algunos les viene muy bien.

Lo más sorprendente es el aumento del sectarismo en las empresas periodísticas privadas a la par que crece su exigencia de un equilibrio en las públicas. El argumento de que se financian con los impuestos de todos puede ser importante, pero eso no justifica el sectarismo propio. Si las empresas informativas no tratan de mantener su independencia es porque no les suele interesar; sacan más provecho apostando por caballos ganadores.
El ejemplo de Murdoch en el Reino Unido es elocuente. Lo que los medios venden a los políticos es miedo, el temor a ser atacados desde distintos flancos y encontrarse sin defensores en la arena pública, en el ruedo. De ahí su terror a dejar las empresas públicas de comunicación en manos de personas que no sean controlables, que necesiten más de una llamada al orden. El miedo a no ser defendidos se complementa, como es lógico, con el miedo a ser atacados. Son las dos mitades de ese vaso mediático medio lleno de críticas, medio vacío de apoyos.
La obsesión política con la imagen, las encuestas, etc., se convierte en histeria, pactos y aumento del deseo de control. Las críticas son “ataque frontales” y las alabanzas “normalidad”; una entrevista a un político de la oposición es ya “una conspiración” y dos un “atentado”. Esos recuentos de minutos dedicados a cada político o partido causan sonrojo por la extraña concepción salomónica de la realidad informativa que transmiten.


Una conciencia cínica, a la que algunos gustan de llamar “realista”, de la política y de la información se ha adueñado de una parte importante —más en peso que en tamaño— de ambos sectores. Es la idea maquiavélica de que lo importante es el poder y las formas de conservarlo. La información es una herramienta necesaria para mantenerlo. La versión maquiavélica no es democrática por más que se realice en una sociedad que vota. Y no lo es porque parte de una concepción negativa de poder y sociedad. La versión positiva de la democracia, por el contario, ve en la información un instrumento para la mejora del conocimiento de los problemas sociales, de la apertura de debates para encontrar las mejores soluciones, etc. ¿Idealismo? Sí, pero hace falta.

* "El 70% de informativos de TVE se abstiene en la consulta sobre Somoano" El Mundo 6/07/2012 http://www.elmundo.es/elmundo/2012/07/06/comunicacion/1341602232.html
** "Ana Pastor: 'La televisión pública debe gustar a los ciudadanos y no a los políticos'" 7/07/2012 El Mundo http://www.elmundo.es/elmundo/2012/07/06/television/1341601736.html




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