Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cuando
se visita la sección de economía y empresa de las grandes librerías se puede
comprobar cómo va creciendo en paralelo a las de autoayuda, auténtica epidemia
librera. Los libros de ciencia van desapareciendo mientras estas promesas encuadernadas,
las económicas y las personales, va proliferando. Cuanto más dura es la
realidad, más se vuelven los ojos hacia los signos del éxito, hacia aquellos
privilegiados que consiguieron ser felices, ricos o ambas cosas.
Compartir
la experiencia del éxito parece casi una obligación moral en este época en que
los ricos se exhiben no solo como lujo sino como esfuerzo por llegar a la cima.
Se desprecia la riqueza heredada, pero se admira la inteligencia de aquellos
que supieron administrar sus recursos, establecer sus estrategias para escapar
del agujero negro de la realidad económica.
Por
azares del destino —mi falta de cambio para tomar un café— cayó en mis manos un
libro con un título sugerente: "La conspiración de los ricos", de
Robert T. Kiyosaki, autor que desconocía. La portada nos da más información:
"Autor del best seller de
finanzas personales más exitoso de todos los tiempos. Padre Rico. Padre Pobre". Con estas credenciales, tras
conseguir mi café, me senté en pleno centro comercial refrigerado dispuesto a enterarme de la conspiración anuciada.
Y me quedé muy sorprendido.
Que los
ricos son ricos porque consiguen el dinero de los demás no me parece un descubrimiento
nuevo. Pero el libro de Kiyosaki es directo desde el principio en los efectos y
las causas, como es característico del genero de la "autoayuda
financiera":
¿Cuál es la raíz de todo mal? ¿El amor por el
dinero o la ignorancia sobre el dinero?
¿Qué aprendiste en la escuela sobre el
dinero? ¿Alguna vez te has preguntado por qué nuestros sistemas escolares
prácticamente no enseñan nada sobre el dinero? ¿Acaso la omisión de educación
financiera en las escuelas es sólo un error de nuestros líderes? ¿O es parte de
una conspiración mayor?* (15)
Debo
reconocer que el planteamiento me desconcertó. No me esperaba algo así. Nos incluía indirectamente a los académicos en la conspiración: enseñamos de todo, menos sobre el dinero. Yo me imaginaba
reuniones secretas en el fondo de búnkeres en islas tropicales,
submarinos bajo la capa de hielo polar, un chateaux
rodeado de perros fieros y guardias vestidos de negro, qué sé yo..., todo
aquello que supone una conspiración en la imaginación popular. En mis años de
estudiante, los piquetes universitarios que te animaban las huelgas te
contaban con pelos y señales las reuniones de la Trilateral (¡vaya nombre!).
Nunca supe cómo se enteraban de tantas cosas, pero todos nos quedábamos
boquiabiertos escuchando y pensando que aquel locuaz alumno de Soria, líder en ciernes, con
granos, bufanda y pelliza, se infiltraba los fines de semana en las reuniones
secretas de los hombres que decidían el futuro del mundo con nosotros dentro.
La
conspiración de Kiyosaki, en cambio, es mucho más sencilla y, como las grandes
ideas, evidente cuando se piensa un poco. Es cierto: jamás se nos habla del dinero. Lo más próximo que he estado del
dinero en mis estudios ha sido a través de la Semiótica y la consideración del
dinero como "signo".
Kim Koyosaki, su esposa, tiene su propia línea editorial: Rich Woman |
Hoy el
mundo se tambalea en una crisis financiera de origen confuso, fin incierto y
cuyos efectos van a ser (ya son) demasiado palpables. En gran parte se ha producido por
el desconocimiento de lo que es o puede hacer el dinero, que es muy diferente a
lo que el dinero puede comprar, que parece ser que es lo único que nos interesa. Comprender
la esencia del dinero no es fácil. Marx le dedicó reflexiones profundas y no es
sencillo. Marx escribió:
El valor, pues, no lleva escrito en la frente
lo que es. Antes al contrario: el valor convierte cada producto en un
jeroglífico social. Luego los hombres intentan descifrar el sentido del jeroglífico,
dar la vuelta al secreto de su propio producto social: pues la determinación de
los objetos de uso como valores es tan producto suyo como el lenguaje.**
En las
escuelas aprendemos a hablar, a manejarnos con nuestras lenguas y otras
complementarias, pero ¿por qué entonces no se nos enseña a comprender el
"lenguaje del dinero"? Como bien señaló Marx, no es otra cosa el
dinero, un mecanismo de traducción de las cosas externas —trabajo, materias primas,
productos...— a ese "valor-signo" que el dinero representa y, a la
vez, esconde. Para Marx, este proceso de ocultación era esencial en el
capitalismo:
[...] lo único que llevó a la determinación
de la magnitud de valor fue el análisis de los precios de las mercancías, y por
eso fue la expresión dineraria común de las mercancías lo que condujo a fijar
el carácter de valor de las mismas. Pero precisamente esta forma consumada —la
forma dinero— del mundo de las mercancías es la que vela, en vez de manifestarlo,
el carácter social de los trabajos privados y, por lo tanto, las relaciones
sociales entre los trabajadores privados, presentándolas como relaciones entre
cosas. (201) **
Para
Marx el "precio" era también un intento de evitar comprender las
relaciones sociales que existen tras esa forma. Ayer hablábamos del precio de la
leche. Lo podemos usar como ejemplo de todo lo que hay detrás del precio de un
simple litro de leche. El precio manifiesta todas las tensiones de trabajo,
productores, materias, etc. que intervienen en su fijación, aunque no se sea
consciente de gran parte de ellos.
Kiyosaki
manifiesta que el desconocimiento sobre el dinero y su funcionamiento es una
grave carencia. Él lo hace desde la perspectiva de que no existe ni ha existido
ningún interés para que la gente comprenda el mundo del dinero, algo que va más
allá del mundo de las finanzas.
La
crisis financiera, para muchos analistas, se ha producido por el profundo
desconocimiento del alcance de muchas medidas y por transgredir y retirar algunas
normas elementales de seguridad. Pero en un mundo en donde el concepto de
"seguridad" se ha limitado a lo personal (buscarse la vida), pregonando que los desastres son oportunidades,
el conocimiento del funcionamiento financiero, del mundo del dinero, se hace esencial.
Sobre
todo cuando son los asesores financieros los que están en el punto de mira.
Cuando es tu propio banco el que te engaña, el que manipula los índices, el que
te recomienda unos productos financieros en los que solo tú corres el riesgo
mientras que ellos se llevan la ganancia, el conocimiento financiero se hace
esencial.
La serie
"Padre Rico. Padre Pobre" que ha cimentado la fama y la fortuna de
Robert Kiyosaki toma su nombre de sus "dos padres". Cada uno representa una mentalidad. El padre "pobre" es
el suyo, funcionario educativo que basó su vida en unas reglas comunes basadas
en la seguridad. Su padre "rico" era el de su mejor amigo de la
infancia, un hombre que le enseñó, también a él, los secretos de la inversión,
las reglas para ser más ricos.
En pocas palabras, los ricos se hacen más
ricos porque viven bajo otro juego de reglas. Las reglas viejas —trabaja duro,
ahorra dinero, compra una casa, paga tus deudas, invierte a largo plazo en una
cartera diversificada de acciones, bonos y fondos— son reglas que mantienen a
la gente en aprietos financieros. Estas viejas reglas de dinero han llevado a
millones de personas a problemas financieros, causando pérdidas tremendas de
dinero en sus propiedades financieras y fondos de pensiones.* (12-13)
Dice Kiyosaki que los ricos enseñan a sus hijos cómo ser más ricos y que tienen un interés natural en que los demás no lo entiendan y que sigan con las políticas de ahorro y cumplimiento de sus deudas, a la espera de que ellos se vayan haciendo con ese dinero. Señala el autor que, aunque no creas que es una conspiración real y organizada, da igual porque tienes la evidencia de lo que les ocurre a millones de personas en todo el mundo.
Los Kiyosaki ante el tablero de Cashflow |
Dentro
de su sistema de "autoayuda financiera", Kiyosaki inventó un juego de
mesa, una especie de Monopoly, llamado Cashflow,
para que los niños aprendan los mecanismos del funcionamiento del dinero y
compensar la ausencia de padres ricos instructores.
El
único padre que he tenido consideraba que hablar de dinero era de mal gusto y
pensar en él un agobio, que destruía la tranquilidad para hacer cosas más
creativas y satisfactorias. Era lo que había recibido y lo que nos transmitió.
Pero en un mundo como el que hemos hecho en la últimas décadas, con esa
agresividad y riesgo ascendiendo por las cañerías y estallando como una
inundación de nuestras vidas, probablemente haya que enseñar a gastar e
invertir; quizá haya que ir más allá de los consejos tradicionales sobre las
virtudes del ahorro y empezar a hablar de los riesgos que suponen las distintas
cosas que podemos hacer con ellos. Antes de que suene el teléfono para
ofrecernos todo tipo de productos financieros que no entendemos, firmemos
hipotecas con cláusulas incomprensibles, o pidamos préstamos que nos atrapen el
resto de nuestra vida.
Kiyosaki
escribió este libro publicándolo en la red poco a poco para poder recibir los
comentarios de sus seguidores respecto a lo que exponía en cada capítulo. De
todas las ideas que hay —algunas muy interesantes— en la obra, me quedo con la
respuesta de uno de sus lectores:
Robert, yo diría que el amor por el dinero sí
es la raíz de todos los males por la misma razón que tú afirmas que no lo es.
El mal de mantener a las masas en la ignorancia es solo un "derivado"
del maligno amor por el dinero. (Istarcher) (33)**
Creo que
tiene razón. El dinero, como señaló Marx, es un jeroglífico y su mundo un laberinto; pero es el nuestro. Deberíamos intentar comprenderlo antes de que no nos quede nada
sobre lo que reflexionar.
*Robert
T. Kiyokasi (2012). La conspiración de los ricos. la 8 nuevas reglas del
dinero. Punto de Lectura, Barcelona.
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